IV. Deber sobre amar
Canción del capítulo: Are You With Me de Nilu
Sabía que las cosas no serían tan fáciles como imaginamos. No cuando amas a quien sabe que no debes, y que nuestro deber ante la sociedad es más grande que el amor que solo podemos compartir en privado —Kim Jade
El pueblo se sumió en una neblina fría y cargada del pesar del rey al tener que observar como cuelgan a un hombre que él mismo envió a tal destino irrevocable. No era lo mismo verlo cuando era por orden de su padre a presenciarlo en primera fila como una orden suya.
Sentía su corazón latir fuerte al ver como el caballero lo miraba amenazante desde su altura, el rencor y el odio se podían percibir desde la distancia, su cuerpo rígido y su mandíbula apretada eran señal de que no se arrepentía para nada de lo que había hecho.
Sus próximas palabras se lo dejaron claro al rey y a todo el que presenciaba el acto.
—¡Que lo jodan a usted y a todos sus seguidores trogloditas! —chilló el caballero mientras le colocaban la soguilla alrededor del cuello.
Escuchó esas palabras y ya no puedo sentirse mal al respecto. Se convenció de que se lo merecía y por más que quiso apartar la mirada, Thanael alzó su barbilla y apretó sus dientes mientras el hombre era colgado frente a él y al instante su cuerpo cayó sin vida con la soga al cuello.
Muy diferente a como se lo esperaba, todo el lugar se sumió en un silencio que continuó incluso cuando se puso de pie de su lugar. Tenía la mirada de todos sobre él, incluso de sus familias lo observaban con aquella sorpresa e incredulidad.
Nadie en Zemantis esperaba que durante los primeros meses de reinado del rey Thanael un caballero real iba a ser colgado frente a todos por deslealtad. Pero lo que realmente mantuvo a todos sumidos en aquel silencio y los ojos fijos en el rey que caminaba junto a sus guardias hacia el castillo, con una capa azul y bordados rojo, era su mirada brillante lo que llamaba la atención.
Zemantis era consciente del príncipe que tuvieron: amable, encantador, muy diferente a la frialdad de su padre. Ahora la diferencia entre príncipe y rey se marcaba con la primera muerte bajo su mando.
—Nael, ¿Era realmente necesaria la muerte de ese señor? —recibió los cuestionamientos de su hermana que lo siguió hasta el salón del trono, donde se mantuvo con la mirada fija en uno de los altos ventanales.
—Sí, Hanna era necesario —masculló Thanael en respuesta.
—¿No había otra alternativa? —preguntó la princesa mirándolo expectante.
—Si la había, pero no demostraría nada —masculló Thanael sin apartar su mirada del exterior que seguía con neblinas densas—. Eres muy joven para entenderlo y no tienes que hacerlo, porque tú nunca tendrás que cometer un acto como este.
—Ya empiezas a hablar como mamá —se quejó Hanna.
—No lo digo en ese sentido, pero de igual manera, si aceptas tu realidad ahora, cuando te enfrentes a ella no te sorprenderá tanto como a mí —admitió Thanael tomando la mano de su hermana y acariciándola con cariño—. Sabes que quiero lo mejor para ti.
—¿Por qué viniste aquí? —cuestionó apoyando su cabeza del hombro de su hermano—. ¿Esperas a alguien?
—Si.
Recibir una carta del consejero del rey, siempre le iba a sorprender a pesar de la relación que él y Thanael mantenían. Aunque aquella tarde Aldric esperaba alguna misiva directamente del rey, considerando lo que había escuchado lo que pasaba en Ilarieth. Lo conocía lo suficiente como para saber que no era una persona frívola y desinteresada como su padre y que probablemente aquella decisión no debió ser fácil para él, especialmente después de todo lo que se decía de su reinado con apenas dos meses de gobierno.
Aldric escuchó a la gente cuchichear de ello casi con temor, hablaban del poder decisión del rey que muchos subestimaron por su inexperiencia y belleza. Zemantis estaba acostumbrada a tener un rey con mucho más edad y experiencia política, por lo que tener un rey que iniciaba sus veintes, que aún no tenía esposa o un hijo, daba mucho de qué hablar por más que la población admirara a la persona que era como príncipe.
Esa noche, Aldric fue a beber al bar cerca de su hogar y todo lo que podía escuchar eran las conversaciones de la gente acerca del caballero real que iba a ser colgado durante la primera hora de la mañana.
—¿Ustedes de verdad creen que la decisión haya sido del rey y no de su consejero? —escuchó a un hombre preguntar.
—Yo sí creo que fue el rey. Lo ves con esa carita bonita de que no mata ni a una mosca, pero a esos hay que tenerles más miedo, cómo pueden notar —respondió otro de ellos.
Aldric apretó sus manos alrededor del vaso frente a él, a ese punto ya solo esperaba algún comentario fuera de lugar y tener una excusa para partirles la cara de un solo puñetazo, pero la repentina presencia de su amigo lo sacó de aquellos pensamientos.
Mike se sentó frente a él con una sonrisa radiante que le confundía bastante conociendo las circunstancias en las que se encontraba todo Zemantis, aunque era su estado natural estar siempre tan resplandeciente.
La voz aguda de su amigo hizo que desviara su atención de los hombres que hablaban de Thanael, aunque este no mencionó algo distinto. Lo primero que hizo fue preguntar por el rey, a lo que él no respondió ya que sabía reconocer las intenciones de Mike en aquellas palabras.
—¿Otra vez triste y amargado? —preguntó Mike pidiendo una cerveza negra a la pequeña mesa. Era la única bebida alcohólica que su amigo tomaba, mientras que Aldric siempre prefería bebidas más fuertes o el vino, lo que disfrutaba aquella noche tan sombría.
—¿Por qué lo estaría? —cuestionó Aldric mirando por la ventana que quedaba a su lado, como los borrachos cantaban a coro y bailaban en las calles.
—No lo sé. Tienes esa expresión pensativa y melancólica —señaló.
—Bueno, no hay muchos motivos para estar desbordando felicidad por ahí. —replicó en un susurro.
—Hay un burdel en la esquina, aumenta esas sustancias de felicidad en tu cuerpo sexi o entretente con algo —sugirió—. ¿Es por tu lindo rey?
Aldric no respondió a ello. Solo tomó un sorbo de su bebida.
Mike ha sido su amigo desde hace casi diez años. Él era el único que conocía la verdadera identidad de su amigo, vivieron juntos cuando volvió a Horthonie y fue durante ese tiempo que le contó de sus razones para escapar de su pueblo, desde ese tiempo lo ha visto como amigo a pesar de que su género era completamente lo opuesto, a pesar de su bigote y la boina que cubría parte de su rostro dijeran lo contrario.
—Para este tiempo pensaba que ya estarías en el castillo, viviendo en Ilarieth otra vez —consideró Mike.
—¿Eso por qué razón?
—Eres cercano al rey, todos lo saben. Así que esperaba que tuvieras algunos privilegios.
Aldric rodó sus ojos. Siempre usaba la misma ficha contra él. Al vivir juntos durante el mismo tiempo que le fue prohibido ingresar al castillo, Mike sabia lo cercano que era al rey, aunque no conocía los sentimientos que tenía por él, siempre lo molestaba con su "amiguito el príncipe".
—Mi privilegio es conocerlo como lo hago —admitió Aldric en voz baja.
—Vaya —susurró sonriente—. En fin, sigue en pie lo de conseguir una mujer para coger esta noche.
—No me apetece estar con nadie.
—Que aburrido.
A la mañana siguiente, salió temprano de Horthonie y llegó a Ilarieth después del acontecimiento, por lo que las cosas estaban algo tensas en el castillo. Sin embargo, podía sentir las miradas confusas de algunos cortesanos y caballeros mientras era acompañado por el consejero Will hacia el salón del trono.
Solo había estado en esa ala del castillo una sola vez en sus 25 años y fue cuando el padre de Thanael le dio un ultimátum antes de prohibirle sus visitas.
El que él y el rey fueran amigos no era un secreto para nadie, pero Thanael lo ha dejado más en claro en más de una ocasión, especialmente cuando lo llevó como guía a su viaje a Variarmur. Ahora entendía que estaría bajo la vigilancia de todos los cortesanos del rey y que muy pronto podría ser cuestionado.
Al entrar al salón del trono, su mirada fue directamente hasta la cabellera rubia de Thanael, quien tenía la mirada fija en el exterior, de pie junto al ventanal.
Desde que supo que fue convocado al castillo por orden suya, ansió llegar a su lado y al menos ver en su rostro el estado en el que se encontraba, porque sabía que nunca ha sido alguien que le guste juzgar a los demás, así que era consciente de lo difícil que debió haber sido para él enviar a crucificar a una persona.
No percibió nada. Su mirada era vacía y demasiado neutral.
—¡Aldric! —chilló la princesa Hanna al notar la presencia del guerrero que le mostró una sonrisa cálida en cuanto la vio.
—Su alteza Hanna.
—Tanto tiempo sin verte —expresó Hanna acercándose a Aldric para rodearlo en un rápido abrazo que le sorprendió al guerrero—. Qué bueno que estás aquí, mi hermano está un poco apagado, creo que tú compañía le levantaría los ánimos.
—Vine por orden de su majestad, de hecho —admitió en un tono de voz bajo.
—Que guapo y alto estás —declaró Hanna—. Imagino que ya debes tener esposa.
Aldric le sonrió y negó con su cabeza.
—No me he casado, su alteza —señaló.
Thanael se sentó lentamente en el trono, escuchando la conversación casi como si estuvieran a kilómetros de él, su mente estaba en lo que había sucedido hace pocos minutos y lo que estaba planeando para terminar de resolver sus conflictos con el reino vecino.
—Hanna, déjalo tranquilo, él no está trabajando en un evento social —declaró Thanael con frialdad desde su lugar, lo que hizo que ambos lo miraran confusos por el tono de voz utilizado.
Hanna suspiró viendo cómo su hermano trataba de suavizar su mirada sobre ella, pero con sus cejas juntas y sus labios fruncidos, nunca lo iba a lograr. Sin más, la princesa inclinó levemente la cabeza hacia Aldric y salió del salón.
—Will, puedes retirarte —declaró Thanael cortando cualquier réplica que pudiera venir de su consejero, quien asintió, midiendo las emociones de su rey con una mirada analítica antes de marcharse en silencio, dejando a Thanael y a Aldric a solas en la sala vacía.
Aldric había mantenido una postura rígida y respetuosa, pero sintió un escalofrío al ver la dureza en el rostro del rey. Recordaba con claridad la calidez y la vulnerabilidad de Thanael cuando había entrado a su casa en la madrugada, pero ese hombre parecía haber desaparecido, reemplazado por un monarca con ojos de acero.
—Aldric, lo que te voy a decir es de suma importancia. Zaquira ha mostrado señales de desdén y desconfianza hacia mi reinado. Mi autoridad ha sido cuestionada y no voy a tolerar más insultos —declaró Thanael con una firmeza en su voz que era inquebrantable.
Aldric observó a Thanael, buscando algún atisbo de la persona que había conocido, pero solo vio determinación y cansancio en su mirada.
—Necesito enviar un mensaje claro a Zaquira. Quiero que reúnas una tropa de élite para una visita diplomática, una que deje en claro que Zemantis no se dobla ante nadie —continuó Thanael con su mirada en Aldric.
Aldric tragó saliva, procesando la orden de Thanael mientras sus manos se tensaban a sus costados. Le extrañaba que le estuviera pidiendo aquello, a él, que ni siquiera era capitán, como mucho esperaba llegar a sargento mayor, pero era consciente de que no estaba ni cerca de serlo.
—Majestad, yo no soy maestro de campo, ni capitán. No puedo pasar por encima de mis superiores —respondió con cautela, tratando de mantener su voz serena, porque sabía que su mirada era de preocupación.
Thanael se acomodó en el trono y si inclinó ligeramente hacia él.
—Tu superior soy yo, Aldric —espetó autoritario —. Como tu rey y el del resto de este reino, te estoy ordenando que coordines las tropas. Demuéstrame, y demuéstrale a todos, que estás más que capacitado para ser mariscal, maestro de campo o caballero.
Los ojos de Aldric se abrieron ligeramente y la tensión que lo recorría se multiplicó. La orden era un honor y un desafío, pero más que eso, lo que lo sacudía era la forma en la que Thanael lo estaba tratando: como un rey dando órdenes, no como un hombre que buscaba su compañía en la oscuridad de la madrugada.
—Sí, su majestad —respondió Aldric inclinando su cabeza hacia el rey.
La formalidad en su voz era perfecta, pero en su interior, las palabras de Thanael y la manera en que las dijo retumbaban en su cabeza con un peso que afilaba por dentro hasta llegar a su corazón.
Todo lo que pudo empeñar en ese momento es que estaba cansado y afectado por lo sucedido con su caballero. Y aunque pudo ser demostrado como quería, Aldric lo entendía.
Se aferró a las últimas palabras de Thanael en aquella madrugada: "Tengo que volver a ser rey, no te olvides de mí mientras tanto", pensó que quizás se refería que olvidara la persona que es cuando no es el soberano de Zemantis.
Aldric dio un paso atrás, girando sobre sus talones para salir del salón. Thanael lo observó mientras se marchaba, sus ojos de mantuvieron fijos en el cabello largo y oscuro del sargento, que se ondeaba a cada paso que daba con la elegancia de un guerrero.
Las manos de Aldric estaban apretadas en torno a la empuñadura de su espada envainada, un gesto que Thanael reconoció como un intento de contener la las emociones que él mismo también mantuvo a un lado.
Cuando la puerta se cerró tras Aldric, Thanael sintió cómo su postura se relajaba y el cansancio que había estado reprimiendo, lo alcanzó. Había tomado una decisión difícil, una que lo distanciaba de lo que realmente sentía, pero sabía que el trono no permitía debilidad.
Se preguntó si el sacrificio de su cercanía con Aldric sería el precio que tendría que pagar por mantener el reino bajo su control o si debía hacer todo lo contrario y mantenerlo cerca suyo tanto como pudiera.
Aunque su decisión de que él reuniera a las tropas no lo hacía como parte ese un plan para alejarse de él o demostrarle que sería tratado de esa manera de ahora en adelante, lo hacía porque no confiaba del todo en quienes eran parte de su corte y tenía miedo de ser traicionado otra vez. Estaba casi 100% seguro de que no pasaría con Aldric.
Es alguien que conoce el ejército, sabe quiénes son los mejores hombres porque ha estado con ellos durante la guerra con otros reinos del extranjero que han querido conquistarlos. Fue arquero y es un sargento de rango medio. Thanael confiaba en él.
El rey de Zaquira era un monarca conservador que ha gobernado durante mucho tiempo y ha visto cómo otros reinos se han desmoronado debido a decisiones impulsivas de jóvenes líderes. Por eso, cuestiona abiertamente la capacidad de Thanael para gobernar.
Sus comentarios despectivos sobre la inexperiencia de Thanael en los que sugería un regente, alguien mayor y con más experiencia debería ocupar el trono temporalmente en Zemantis hasta que Thanael demuestre ser digno.
Aquellos comentarios dejaban a Thanael en una mala situación, ya que se supone que su padre había organizado un matrimonio con la hija del rey Thomas, por lo que le parecía extraño que estuviera diciéndose todo eso en su reino.
Percibió sus palabras como una afrenta a su legitimidad y a su derecho hereditario al trono. Aunque algunos de sus consejeros sugirieron no responder a las provocaciones, él no podía tolerar que se continuara dudando de su reinado.
Una vez Aldric reunió la tropa que se le solicitó, Thanael se sorprendió que fue notificado a los dos días de haber dado la orden. Aunque no le dio tiempo para cumplir con lo requerido, el rey esperaba que Aldric se tardara más en ello precisamente porque no era mariscal de campo.
Se reunió con su ejército en el campo de entrenamiento principal de Ilarieth, el capitán, comandante, un caballero y el consejero militar estaban al frente. El ambiente estaba algo tenso mientras Aldric pasaba al frente del rey bajo sus órdenes.
El sargento podía sentir la mirada de todos sus superiores quemarle la espalda casi como si colocaran un tizón sobre su piel. Desde que salió del salón del trono, no descansó hasta terminar el entrenamiento con los soldados y de esa manera elegir a los mejores de los que ya eran conocidos como los más honorarios.
Fue difícil sobrellevar las opiniones de los demás, las críticas de que un sargento o alguien que no estaba a su nivel como soldados de elite. Pero estaba haciendo su trabajo y cumpliendo con las órdenes del rey.
Aldric se quedó tranquilo cada que escuchaba a algún sargento mayor u oficial de bajo rango, pues sabía que en cuanto llegaran aquellos comentarios al rey, él no tendría nada que temer mientras se mantuviera al margen y no respondía a aquellas provocaciones.
—¿Es esta su selección de tropas para nuestra visita a Zaquira, sargento Dray? —cuestionó Thanael paseándose entre los soldados que se mantenía de pie con el pecho erguido.
—Sí, su majestad —respondió Aldric—. Hice una prueba de entrenamiento durante todo el día de ayer. Son los mejores entre nuestros hombres de elite, señor.
—Perfecto —indicó Thanael—. Aunque mi propósito no es que vayamos a pelear, sino más bien demostrar que estamos preparados en caso de que quieran atacar.
—¿Es usted parte de la tropa sargento Dray? —cuestionó Thanael mientras se sentaba frente a todos.
—No, majestad.
—¿Por qué no? —interrogó el rey frunciendo sus cejas.
—Como sargento de rango medio, debo ser evaluado por mi capitán —señaló Aldric apuntando su barbilla el hombre que se encontraba detrás suyo.
—Tengo entendido que usted está a cargo de mantener la disciplina entre las tropas, no he tenido quejas de sus superiores y según el historial que lleva está más que capacitado para ir con nosotros a Zaquira y liderar las tropas que usted mismo ha elegido —consideró el rey con la mirada fija en Aldric—. Es cuestión de lógica, me parece.
—Yo sigo sus órdenes, su majestad —expresó Aldric reverenciando con su cabeza.
Thanael alzó su mirada y percibió las expresiones de sus hombres. Ceños fruncidos, labios apretados y rigidez en sus cuerpos, era señal de que no estaban muy contentos con su decisión tomada hace pocos segundos. Él ya sabía lo que se ha estado hablando respecto a su decisión con Aldric y aquella actitud solo le confirmaba su descontento.
—Vendrás con nosotros al mando de las tropas, confío en usted y en su disciplina como sargento. Continúe demostrando lo que le pedí antes —ordenó Thanael con seguridad—. Capitán John y mariscal Wilson.
Ambos contestaron al llamado del rey y se colocaron frente a él temiendo de lo que fuera a decirles o pedirles cuando sus órdenes ya eran claras. Quería Aldric en el frente.
—Caballeros, sus expresiones no me dejan tranquilo, me veo en la obligación de preguntar, ¿hay algún problema con que el señor Dray esté al mando en esta situación en particular?
—Majestad, como sabe, ya hay un equipo destinado para este tipo de situaciones, es por ello que la nueva selección nos pareció un poco extremista considerando que no vamos a una batalla —expresó el capitán John Brown.
—Esto es una prueba, señor Brown, una que consulté previamente con el consejero militar, en su momento el no tuvo objeción alguna, ¿por qué ustedes parecen dudar de ello? —cuestionó Thanael—. Respóndanme, ¿ustedes creen que el señor Dray hizo una mala elección o que no tiene la capacidad de liderar en esta ocasión?
Los hombres se miraron entre ellos, observando de reojo al sargento que se mantenía con la barbilla en alto a pocos pasos detrás de ellos.
—No, majestad. Ha elegido a los mejores hombres —señaló el mariscal Wilson Stone.
—Entonces quiten esas caras. Deberían saber que esta no es una prueba únicamente para el sargento Dray, sino para todos ustedes —señaló al ponerse de pie—. Su lealtad hacia mi está siendo probada.
Nadie se atrevió a decir nada más.
—Preparen todo para salir al amanecer de mañana a Zaquira.
Cada uno de los presentes inclinaron sus cabezas hacia el rey que los dejó en medio del campo del entrenamiento, bajo el fuerte sol de la tarde que impactaba sobre su piel. Aldric no quitó su mirada de Thanael hasta verlo desaparecerse entre los muros la base.
Aldric cerró los ojos por un momento, intentando ordenar sus pensamientos. Ser elegido para liderar una misión tan importante era un honor que jamás había buscado, pero tampoco podía negar la desazón que sentía. El Thanael que acababa de marcharse era un hombre más frío, más distante, como si estuviera envolviéndose en la coraza del rey que debía ser.
Aldric apretó la empuñadura de su espada, sintiendo la dureza del metal bajo sus dedos y juró cumplir su deber, aunque algo en su interior le gritaba que aquella misión traería consigo más preguntas que respuestas.
Entre lo que quedaba el día y la noche, la noticia del viaje del rey Thanael a Zaquira se prolongó rápidamente, trajo rumores entre ambos reinos algunos creían que Thanael iba a pedir un duelo o incluso iniciar una guerra, mientras que otros pensaban que buscaba demostrar fuerza sin llegar a la violencia.
El ambiente en Zaquira se tensó en cuanto recibieron la noticia. El rey, conocido por su desconfianza, ordenó la movilización de tropas a las fronteras, asegurándose de que cada región limítrofe estuviera bien protegida.
Los vigías reportaron que el grupo enviado por Zemantis era relativamente pequeño y aunque esto alivió ligeramente sus temores de una guerra abierta, no disminuyó su cautela y se preguntó que buscaba Thanael con ese movimiento.
Un campo neutral en la frontera entre Zaquira y Zemantis se convirtió en el escenario de dos ejércitos enfrentados. Las tropas de Zaquira estaban formadas con disciplina, una línea de guerreros bien armados que observaban con desconfianza la llegada de los Zemantinos. Los guerreros de Zemantis, liderados por Aldric, lucían igual de imponentes, confiados, disciplinados y bien preparados, sus pasos eran sincronizados y su porte reflejaba la fortaleza del reino al que representaban.
Thanael iba montado en un caballo de pelaje negro que parecía absorber la luz del sol. Vestía una armadura elegante, hecha de un acero refulgente que reflejaba los rayos del sol como si fueran olas en movimiento.
El ejército de Zaquira observó en silencio mientras Thanael, flanqueado por Aldric y un pequeño grupo de sus hombres, que hasta ese momento le han demostrado que puede confiar en ellos, desmontaba frente a la carpa central del rey de Zaquira. La atmósfera era tensa y las miradas de los soldados de ambos lados se cruzaban como cuchillas invisibles.
El rey se dirigió hacia la carpa a pasos firmes, su mirada dorada fue iluminada por el sol que empezaba salir. Aldric lo seguía de cerca junto a los dos caballeros que siempre lo acompañaban; mantuvo su mano siempre cerca de la empuñadura de su espada, observando cada movimiento y cada detalle del ambiente con la atención de un guerrero en alerta máxima.
Aunque estaba allí para específicamente liderar las tropas, no podía evitar no estar alerta cuando se trataba de la seguridad de Thanael. No confiaba en sus caballeros, no después de lo sucedido con uno de ellos y mucho menos cuando ambos parecían estar demasiado relajados y confiados. Así que lo mejor que podía hacer era mantenerse cerca de su rey y estar alerta atento ante cualquier mal movimiento.
La entrada de la carpa estaba custodiada por dos guardias Zaquiranos que tras un breve cruce de miradas, cedieron el paso. Thanael inclinó levemente la cabeza, una cortesía fría pero diplomática y cruzó el umbral hacia la reunión que definiría el curso de las relaciones entre los dos reinos.
Afuera, los soldados permanecían en silencio, esperando el desenlace de un encuentro que, aunque comenzaba sin sangre, tenía el potencial de desatar un derramamiento de violencia sobre aquel campo.
La atmósfera dentro de la carpa era tensa. El rey Thomas de Zaquira, un hombre de cabello canoso y ojos oscuros como la noche, se encontraba sentando frente al rey de Zemantis, con una postura que transmitía autoridad y desdén. Thanael, mantuvo la mirada fija en su contraparte, totalmente sereno.
—Su esfuerzo por venir aquí es notable, joven rey. Pero me pregunto si el camino hasta Zaquira no sería mejor recorrido por alguien con más experiencia. — Thomas fue el primero en hablar, con un tono de voz que goteaba sarcasmo. Con una sonrisa que no alcanzó a suavizar el filo de sus palabras.
Un murmullo de descontento se alzó entre los caballeros de Zemantis que estaban presentes, pero Thanael levantó una mano para silenciarlos.
—Majestad, el poder de un rey no se mide por los años, sino por su capacidad de tomar decisiones justas y sabias. Mi juventud no es una debilidad, sino una oportunidad para traer prosperidad a mi reino. Y si he venido aquí, no ha sido para imponer mi poder por la fuerza, sino para demostrar que estoy dispuesto a proteger a mi pueblo y mantener la paz entre nuestros reinos —habló Thanael con firmeza, pero sin rastros de hostilidad.
Thomas lo observó con un destello de sorpresa que rápidamente ocultó tras una sonrisa tensa.
—¿Paz? —repitió—. La paz no se asegura con palabras, majestad Thanael, sino con acciones que demuestren su capacidad de liderazgo.
—Exactamente por eso estoy aquí —replicó Thanael, inclinándose levemente hacia adelante—. No he venido a buscar conflicto, sino cooperación. La juventud que algunos ven como un obstáculo, yo la percibo como una oportunidad para fortalecer los lazos entre nuestras naciones y avanzar juntos hacia un futuro más próspero.
Thomas se recostó en su asiento y mientras levantaba su mirada hacia Thanael, su sonrisa se ensanchó, pero esta vez no hubo amabilidad en ella, sino desafío.
—Entonces demuéstrelo. Si estás tan seguro de su capacidad para gobernar, le propongo un reto. Un duelo simbólico, uno que probará ante mis ojos y los de mis hombres que es digno de la corona que porta.
El murmullo entre los presentes se convirtió en un rugido bajo de voces. Aldric, que estaba de pie detrás de Thanael junto a los caballeros y líderes militares, sintió cómo su corazón daba un vuelco.
—Acepto su reto, señor Winferd —respondió Thanael sin un atisbo de vacilación en sus palabras.
—Si vences a uno de mis mejores caballeros, probarás su valía como rey —declaró Thomas con una sonrisa que rozaba el cinismo.
Thanael le sonrió de la misma manera, antes de incluir en el trato la otra razón por la que estaba allí.
—Si gano, desposaré a su hija. Nuestro matrimonio será la bandera de paz entre Zaquira y Zemantis, un lazo que unirá nuestros reinos para siempre.
El impacto de sus palabras cayó como una losa. Aldric, que había permanecido neutral hasta ese momento, sintió una punzada en el pecho que no pudo ignorar.
La idea de Thanael formando una familia, desposando a una princesa, se le hizo insoportable. Aunque entendía que el deber de un rey incluía alianzas matrimoniales, no podía evitar la molestia y la amargura que lo invadían al imaginarlo con alguien más.
Durante sus encuentros privados, Thanael nunca había hablado de casarse o tener hijos. Ahora, esa posibilidad se sentía como una barrera entre ellos, una que parecía crecer con cada segundo que pasaba.
—Su Majestad. —Las palabras de Aldric salieron como intervención antes de poder contenerse—, permítame luchar en su lugar.
—El líder debe luchar, no un subordinado. Si el joven rey desea demostrar su valía, debe hacerlo por sí mismo —declaró Thomas con una pizca de burla en su tono de voz.
Thanael colocó una mano sobre el brazo de Aldric, agradeciendo silenciosamente su lealtad, antes de ponerse de pie.
—Lucharé.
Fue todo lo que necesitó decir antes de ir al campo neutral en el que Thanael y el caballero de Zaquira se prepararon para el duelo.
El guerrero de Zaquira era un veterano de muchas batallas, portaba una armadura pesada marcada por cicatrices y una espada que ha sido parte de incontables enfrentamientos. Aunque Thanael tenía menos experiencia en campos de batalla, fue entrenado desde joven en combate y estrategia. Su armadura ligera permitía movimientos más ágiles y la espada que empuñaba parecía un reflejo de su determinación.
El combate comenzó con un choque de espadas que resonó como un trueno. El caballero de Zaquira avanzó con fuerza, confiando en su experiencia para dominar a su joven oponente, pero Thanael se movía con rapidez y precisión, esquivando ataques y buscando puntos débiles en la defensa de su adversario.
En un ataque presenció como la brillante y afilada espada del caballero cruzó por su rostro, casi rozando su mejilla. Rápidamente, Thanael se incorporó en su lugar y atacó con la misma intensidad, logrando hacer tropezar a su oponente.
Aldric observaba desde la línea, con los músculos tensos y el corazón latiendo con fuerza cada vez que Thanael daba un paso en falso o recibía un golpe en su armadura. Cada movimiento del rey era como un recordatorio de lo mucho que estaba en juego.
Finalmente, con un giro inesperado, Thanael encontró una apertura en la defensa del caballero y logró desarmarlo, haciendo que la espada de su oponente cayera al suelo y un silencio se extendió sobre el campo.
En lugar de humillar a su oponente, Thanael extendió una mano hacia él, ayudándolo a levantarse.
—La fuerza de un líder no está solo en su habilidad para vencer, sino en su capacidad para respetar a quienes están frente a él —expresó Thanael.
El gesto fue recibido con respeto, dejando claro que Thanael no solo había ganado el duelo, sino también el respeto de todos los presentes, incluido, aunque a regañadientes, el del rey Thomas.
Entre los observadores, Aldric permanecía en silencio, luchando con los sentimientos que el anuncio del matrimonio había despertado en su interior y preguntándose qué futuro les aguardaba ahora.
El sonido del campo de batalla empezaba a desvanecerse cuando un nuevo movimiento atrajo la atención de todos. Desde el límite del campamento de Zaquira, un grupo de guardias avanzaba rápidamente, rodeando a una figura que caminaba con determinación entre ellos.
La joven princesa de Zaquira, vestida con un vestido sencillo pero elegante que ahora estaba manchado de polvo y ligeramente arrugado, se abrió paso entre los soldados y se detuvo justo en el centro del campo.
Sus ojos cafés se fijaron de inmediato en Thanael. Su rostro aún estaba salpicado de polvo del duelo y una herida pequeña en su mejilla izquierda añadía un aire de dureza que no hacía más que acentuar su porte real. La princesa avanzó sin dudar, ignorando los murmullos y los intentos de los guardias por detenerla.
—¿Qué haces aquí? —exclamó el rey Thomas mientras fruncía el ceño ante la aparición de su hija.
—Escuché las noticias —respondió ella con firmeza, girando la cabeza para enfrentar a su padre—. ¿Qué creen que están haciendo?
Thomas suspiró, visiblemente molesto, pero tratando de mantener la compostura.
—Solo es política, hija. No deberías estar aquí; pudiste haber salido lastimada.
La princesa rodó los ojos, ignorando las palabras de su padre y volvió su atención a Thanael. Al acercarse, notó cómo un hilo de sangre comenzaba a deslizarse por la nariz del rey de Zemantis, lo que provocó una expresión de horror en su rostro.
—Majestad, ¿está bien? —preguntó, tomándolo suavemente de los brazos mientras su mirada recorría las heridas en su rostro.
—Estoy bien, princesa —respondió Thanael con calma.
La princesa, sin embargo, no pareció convencida y sin pensarlo dos veces, utilizó sus propias manos para limpiar la sangre de su nariz, manchándose los dedos, pero sin apartar la mirada de él.
—Perdóneme por no responder a su carta y por haber venido hasta aquí a causar problemas —añadió Thanael manteniendo su voz firme, pero con un dejo de sinceridad.
Aldric que había permanecido junto a su rey, sintió cómo una punzada dolorosa se clavaba más profundamente en su pecho con cada palabra que intercambiaban. Se preguntó desde cuando eran cercanos, pues era innegable la proximidad en sus palabras y aunque intentaba recordarse a sí mismo que aquello era parte de los deberes de un rey, no podía ignorar el creciente malestar que se acumulaba en su interior.
Ella lo miraba directo a los ojos con la presunción de una sonrisa casi coqueta, entonces vio como aquella sonrisa fue agrandándose sin apartar su mirada café de los dorados de Thanael, lo peor de todo es que se pudo ver a si mismo observando a su rey con la misma admiración a su belleza. Y la entendía, pero no dejaba de incrementar los alfileres que pinchaban su corazón haciendo un recorrido hasta su garganta.
La princesa dio un paso atrás, examinando a Thanael con determinación y seriedad.
—Solo hay una manera de solucionarlo —consideró levantando su mentón—. Le debo un recorrido por el viñedo, Majestad. Quédese en Zaquira por un tiempo. Prometo que mi padre no lo molestará más. Solo lo estaba poniendo a prueba de la manera más ridícula.
Thanael asintió con una sonrisa a medias y eso pareció suficiente repuesta para que Janeth Winferd le dedicara una última mirada antes de girar sobre sus talones y retirarse del campo, alzando con elegancia el dobladillo de su vestido, ahora manchado de tierra.
Cuando la princesa desapareció en la distancia, Thanael se giró hacia sus tropas, recuperando rápidamente su porte real.
—Vuelvan a Zemantis —ordenó con frialdad—. Will, asegúrate de enviar la propuesta de matrimonio formal al consejero del rey Thomas.
Aldric sintió como si le hubieran dado un golpe directo al pecho y todos los alfileres en su interior solo de profundizaron debajo de su piel.
Aunque sabía que aquello era inevitable, oírlo con tanta firmeza y determinación de los labios de Thanael hizo que su mente se llenara de pensamientos caóticos. Mantuvo su expresión neutral mientras el rey daba instrucciones finales, pero su corazón apenas latía mientras estaba sumergido en la tristeza, frustración y algo que no se atrevía a nombrar.
Cuando las tropas comenzaron a organizarse, Aldric vio cómo Thanael lo observó directo a los ojos una última vez. Fue una mirada breve, mucho menos frívola que en los días anteriores, casi como si estuviera disculpándose y contenía sus verdaderas emociones bajo el peso de su armadura.
Se preguntó si tal vez Thanael había notado su incomodidad, si podía leer en sus ojos aquello que él intentaba desesperadamente ocultar. Sin embargo, el rey no dijo nada más, solo se giró y avanzó hacia Zaquira con sus caballeros, dejando a Aldric detrás con las tropas que comenzarían el regreso a Zemantis.
Aldric, con los labios apretados y la mirada fija en el horizonte, siguió las órdenes en silencio. Pero mientras se marchaba con sus hombres, no pudo evitar sentir que algo se había roto entre ellos, una barrera invisible que ahora los separaba.
Por primera vez desde que había jurado lealtad a Thanael, se sintió verdaderamente apartado de su lado.
Hola. Espero que les haya gustado el capitulo, esperaba actualizar ayer, pero... me quede dormida jejeje.
A partir de este capitulo se puede oler el drama como se acerca lentamente. Thanael esta siendo mas frio con Aldric, ¿ustedes creen que eso le dure mucho o terminara volviendo a buscarlo como lo hizo antes?
Por otro lado, ya hay paz entre Zemantis y Zaquira, ahora Thanael esta cada vez mas cerca de contraer matrimonio con la princesa Janeth, ¿ustedes que creen de ella?, ¿sera que que si le gusta el rey o solo es amabilidad? Los leo.
Nos seguimos leyendo pronto.
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