Capítulo 4
Magnus
Kalevala no ha aparecido en días. Esa bruja es una vieja escurridiza, pero no soy quién para cuestionar su ausencia. Si la diosa luna la envió, debo confiar en ella y en sus acciones.
Mientras patrullo en la frontera de una ciudad humana, en busca de más renegados como nosotros, percibo su aroma, y me enloquece. Su fragancia me llama, es un imán para mi alma.
—Es ella. La huelo —le digo a Darri, Ukko y a Soturi, quienes me han acompañado en esta patrulla.
—¿Estás seguro, Magnus? —pregunta Ukko, escepticismo en su voz.
—Sí, es ella —afirmo, y sin esperar más, corro en dirección al aroma de mi pareja.
Mis oídos captan risas burlonas y amenazas. Alguien la está atacando. Incremento mi velocidad, pero el olor a sangre invade mis fosas nasales antes de que pueda llegar.
—¡NOOO! —aúllo desesperado.
—¡PAREJA! —grito, pero cuando llego, solo encuentro un charco de sangre y su olor desvaneciéndose en el aire. No es su sangre, agradezco a la diosa luna. La han atacado, y yo no estuve allí para defenderla. Lo único bueno es que logró escapar.
—Se ha ido —les digo a los chicos cuando me alcanzan.
—La hirieron —gruñe Darri, preocupado.
—No, no es su sangre. Ha luchado por su vida —suspiro, aliviado en parte, pero también decepcionado por no haber llegado a tiempo.
**************
Varias semanas después, estoy reflexionando sobre cómo producir lo que comemos. Atacar a otras manadas ya no es una opción; debemos dejar de llamar la atención. Es evidente que Dorcha ha metido sus asquerosas manos en muchas manadas, despojándolas de sus legítimos alfas y entregándolas a otros con ansias de poder. Por eso cazan a los renegados: nadie los cuestiona. Juro por la diosa luna que lo destruiré. Pagará por todo lo que le ha hecho a estos alfas.
Ahora entiendo por qué mi padre fue perdiendo aliados. Ahora comprendo la postura de muchos de los alfas que asistieron a mi coronación como rey: ellos son usurpadores. Si esto continúa, habrá un caos, y muchos inocentes resultarán perjudicados. Manadas enteras serán subyugadas por la ambición de poder de unos pocos. Miro a los lobos a mi alrededor, todos ellos alfas que perdieron su dignidad, su gente y sus familias. Como yo. Sin embargo, un recuerdo de mi hermana invade mi mente. Lo último que supe de ella es que Kellan dijo que no la mataría. Un escalofrío recorre mi cuerpo. La humillará hasta el extremo y le negará la posibilidad de encontrar a su pareja destinada.
—Aguanta, hermana. Juro que iré por ti. Los haré pagar por lo que nos han hecho. Diosa luna, si nos concediste el poder de razonar a pesar de ser renegados, concédenos la fuerza para destruir a todos aquellos que no respetan tus designios.
—Magnus, se nos está acabando la comida, y los chicos, honestamente, ya se aburrieron de comer conejos y ardillas. Tenemos que hacer algo —las palabras de Darri me golpean con fuerza.
—Sí, lo sé. Yo también me aburrí de eso. ¿Qué hay de los ciervos, las cabras de monte o los cerdos salvajes? —pregunto, mirándolo fijamente.
—No había pensado en ello. Organizaré grupos de caza nocturna para evitar a los humanos —responde, dándose media vuelta para irse, pero lo detengo.
—Soy consciente de que nos estamos muriendo de hambre, pero debemos dejar vivas a nuestras presas... —comienzo a explicar, pero él me interrumpe.
—¿Qué parte de "nos estamos muriendo de hambre" no entiendes? —replica, exasperado.
—No te confundas, no me dejaste terminar. Debemos tener nuestros propios rebaños. El robo a las granjas humanas o a otras manadas se terminó; no podemos arriesgarnos a morir. Hay ríos cerca. Podemos pescar mientras el ganado crece. Le pedí a Kalevala que pusiera un velo en esta área para mantener alejados a los no deseados —explico, y él asiente lentamente.
—¿Irás con nosotros? —pregunta con duda.
—¿Qué clase de alfa sería si no los acompañara? Hay que construir cercos para mantener a los animales en un solo lugar. También, no duden en atrapar gallinas, patos, pavos... cualquier animal de granja que encuentren —ordeno, y mi beta se marcha a comunicar las instrucciones a los demás.
Tenemos que construir un lugar donde podamos mantener a los animales, lejos de otros depredadores. Camino por las amplias cavernas de esta montaña, eligiendo dónde ubicaremos a los animales. El problema será llevarles agua. De pronto, un olor a agua fresca inunda mis fosas nasales. Al parecer, nadie ha venido por aquí. Me guío por mi olfato hasta encontrar una fractura en la piedra. Trato de encoger mi cuerpo para atravesar la estrecha ranura.
Al llegar, quedo maravillado. Entiendo por qué escogieron este lugar para construir el castillo. Una fuente de agua subterránea brota del suelo, formando una hermosa laguna. Pequeños ríos escapan a través de las grietas de la roca. Pruebo el agua: es fresca y pura. Pero de pronto, un olor extraño invade mis fosas nasales. No es agua.
Me escondo detrás de unas rocas y escucho chapoteos. Miro con cuidado en dirección a una corriente de agua que pasa por una grieta, lo suficientemente grande para que una persona normal pueda atravesarla.
Del agua emerge una hermosa mujer. Es una ninfa de agua. Nada hasta el centro de la laguna y luego sale para recostarse en una piedra, respirando agitadamente, como si estuviera escapando de algo. Escucho un retumbo sobre la cueva. Ella levanta la vista, pero no puedo ver sus expresiones porque está de espaldas a mí.
Ella no es mi pareja. No huele a incienso y cítricos. Trato de irme, pero una piedra suelta delata mi presencia.
—Un renegado —dice, asustada.
—No soy lo que crees —respondo, tratando de calmarla. Jamás le haría daño.
—Puedes hablar —dice, sorprendida.
—Soy consciente de lo que hago, al igual que mi manada. Un brujo nos hechizó, pero la diosa luna nos bendijo. ¿De qué huías? —pregunto.
—De unos trolls que andan por ahí, fastidiando —gruñe.
—Puedes quedarte. A mí solo me interesa el agua —digo, levantándome para irme.
—Soy Yrsa —se presenta, sonriendo.
—Soy Magnus Brentson, rey de los renegados —respondo.
—Muchos te creen muerto, rey alfa. Espero, por la diosa, que lo destruyas. Este brujo ha causado un desbalance en todo el mundo de los cambia formas. Su ambición de poder ha destruido a manadas enteras. Él quiere destruir a los humanos —dice, conociendo mi historia.
—Los humanos nos llevan mucha ventaja. No somos inmunes a sus armas —me río.
—Ellos no son inmunes a la magia —responde.
—Lo sé. Nos veremos en otro momento, Yrsa —digo, marchándome.
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Por la noche, nos preparamos para cazar.
—Saben lo que deben hacer. Traten de que los animales no mueran y cuídense de no salir heridos —ordeno. Cada grupo se encargará de cazar una pareja de cada animal.
Por mi parte, iré a pescar. Esa será nuestra dieta mientras los animales se reproducen. Corro por el bosque hasta llegar a una laguna de un río. Es temporada de salmones, y hay muchos. Solo espero no encontrarme con osos.
Después de tres horas de pesca, tengo peces suficientes para un ejército. Los amarró con bejucos que encontré. Hoy nos daremos un festín. Unos gruñidos llaman mi atención. Espero no tener que luchar con nadie. Me escondo debajo de una pequeña cascada, con los peces que he obtenido.
De pronto, veo lo que es: un troll, un horrendo troll de la montaña. Mierda, es enorme. Olfatea el aire; espero que no perciba mi olor. Por suerte, a los trolls no les gusta el agua. Se marcha después de tomar un trago.
Cuando estoy por irme, me ataca de la nada, tratando de quitarme mis peces. Que se joda; puede pescarlos él mismo. En el río hay muchos.
—Si crees que te daré mis peces, te equivocaste, troll —le digo, desafiante. Su tamaño es similar al mío, pero mi fuerza es superior.
—Ese río me pertenece —gruñe.
—Los ríos no le pertenecen a nadie —respondo, pero entonces un olor familiar llega a mi nariz. Ha estado cerca de mi pareja. Tiene heridas que no han sanado bien. Mi ira crece al pensar que lastimó a mi amada. Su aroma está muy diluido en este feo troll, pero es inconfundible.
—Dime qué le hiciste —golpeo su cuerpo con mis garras. Mi rapidez no se compara con la de ella, pero no me importa si es una hembra. Lastimó a mi amada, y pagará por ello.
—No sé de qué hablas. Solo quiero tus peces —responde, tratando de alcanzar nuestra comida.
—A mi pareja destinada. Percibo su aroma en ti. Por tus heridas, sé que luchó para defenderse. Estabas ese día en ese callejón. La primera vez que la olí. ¿La lastimaste? —pregunto, furioso.
—Con la única que luché fue con una estúpida mestiza que se cree mejor que todos. Me lo debía —responde, y mi ira crece descontroladamente. Mi cuerpo tiembla y comienza a crecer.
Dejo los peces a un lado. Ella debe decirme dónde está mi mujer, y si tengo que lastimarla, lo haré. Mis garras desgarran su piel, y sus gritos de dolor no me causan más que placer.
—Dime, ¿dónde está ella? —exijo.
—No sabes quién es, ¿verdad? —se burla. Gruño con desesperación.
—Primero muerta antes que decirte quién es y dónde está —responde, desafiante.
—Bueno, no obtendrás mi comida —le doy un fuerte golpe, dejándola atontada. Aprovecho para tomar nuestros peces y salir corriendo. Si quiere comer, que se moje.
Corro como desquiciado hasta llegar al castillo, donde ya tres grupos han llegado con cabras, venados y cerdos. El último grupo llega con patos y otras aves silvestres. Los acomodamos como lo habíamos planeado.
—Recorten un poco las plumas de las alas para que no escapen —ordeno, señalando a las aves.
Kalevala aparece de la nada mientras comemos los peces que traje. Ella escucha cómo les cuento a los chicos mi encuentro con el troll. De pronto, el olor a mi pareja llega con más intensidad. Lo percibo en la bruja a mi lado. Me pongo de pie, alterado.
—¿Dónde está ella, Kalevala? Me has engañado. Sabes quién es y dónde está —mis garras salen, listas para atacar.
—Cálmate —ordena.
—Sabes lo que significa encontrarla. La necesito. La necesito para estar completo. Ella es la única que puede ayudarme a dejar de ser un renegado. Ellos también merecen dejar de serlo —señalo a mis hombres.
—Alfa, déjala que hable —pide Darri.
—Gracias, Darri —agradece la hechicera.
—Habla, por favor —le ruego.
—Sí, la vi. Es muy joven aún. Recién ha cumplido la mayoría de edad y ya ha experimentado su primer cambio. Estaba practicando su vuelo y descubriendo sus habilidades... —dice, y me quedo asombrado.
—¿Cómo es físicamente? —pregunto, ansioso.
—Es muy fuerte, una digna representante de las dos razas que lleva dentro de ella —responde, y los chicos murmuran.
—Es mestiza —dice uno de ellos.
—Así es. Viéndola, entendí por qué la diosa luna la eligió para ti, Magnus. El poder que tiene es inigualable. Cuando logre unir a sus dos razas, será una digna Reina Luna —afirma, y me quedo atónito.
—Pero quiero saber cómo es físicamente —insisto, como un tonto enamorado.
—Sé paciente. Ya la verás —responde, y los chicos se ríen.
—Yo no tengo prisa. Ninguna chica en su sano juicio me prestaría atención —dice uno de ellos, mirando a la nada.
—Yo tampoco, pero soy consciente de que nuestro alfa debe encontrar a su pareja para poder salir de este hechizo —interviene Ingo por primera vez.
—Solo tienes que saber algo, alfa. Ha sufrido mucho. Mataron a sus padres por ir en contra de sus razas... —dice Kalevala, y bufó.
—Eso es una estupidez. Ya no estamos en la edad media —respondo, con un dolor en el corazón.
—Proviene de razas muy antiguas, y todavía conservan su hermetismo. Mezclarse con otras especies está mal visto —explica, y eso llama mi atención.
—Deberás ser delicado, paciente y comprensivo cuando la encuentres. Y ustedes deben ayudarle —recomienda, mirando a los demás.
Lo haré. Juro que lo haré.
"La paciencia no es solo una cualidad, sino una verdadera virtud"© (Derechos reservados KPA)
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