0.5 Introducción
Aderyn
—Aderyn Teine —La voz de la directora interrumpe la clase sin ningún reparo.
—Aquí estoy, señora directora —Me levanto de mi asiento.
Me hace señas para que me levante.
—Recoge tus cosas — No pregunto, porque sé que me castigará. Nunca le he caído bien.
Caminamos por los amplios pasillos de la escuela hasta llegar a la dirección, donde hay dos policías en la entrada. Los policías no me agradan, pese a que papá me ha dicho que puedo confiar en ellos.
La directora me hace entrar en su oficina y luego se sienta frente a mí. Me mira muy seria.
—Los agentes de policía han venido a llevarte con tus padres —dice, y entran los policías que estaban en la entrada.
—Aderyn, soy el oficial Fraser. Vamos a llevarte con tus padres —. Él trata de tomarme de la mano, pero yo me niego. Sigue siendo un desconocido.
Llegamos a mi casa y, cuando me doy cuenta, la policía que hasta ahora era un hombre me habla desde su asiento.
—Aderyn, tus padres han tenido un accidente con su coche y se ha incendiado. Tus padres no han podido salir. Servicios Sociales vendrá pronto a llevarte a un lugar donde hay más niños...
Levanto la mano.
—Niños sin padres, como yo. Huérfanos.
No volví a hablar; aparecieron las personas que me habían dicho los policías y me acompañaron a sacar mis cosas. Quería llorar, pero no lo hice. Mis padres me dijeron que esto podría suceder algún día, pero no lo había entendido hasta hoy.
Así es como comienza mi infierno personal.
Ese día me llevaron al orfanato de Harvey Ville, en Dakota del Norte. El viaje en avión desde Nuevo México había durado ocho largas horas, me había perdido mirando por la ventana. No tenía ni idea de lo que me encontraría allí, pero sí sabía que mi sexto sentido estaba alerta: los que mataron a mis padres podrían ir a por mí. Sabía que no era humana y que mi origen era una mezcla de dos especies que nunca debieron procrear. Ahora, los parientes de mis padres deseaban desaparecerme, temían en lo que me podría convertirme cuando llegara a la edad adulta.
La llegada al orfanato fue en silencio; la trabajadora social que me recibió en el aeropuerto no fue amable, y lo supe en el primer momento en que vi su rostro: «Buena chica», dijo al ver que me quedaba callada.
La directora del orfanato me recibió, no tuvo que decirme nada; simplemente la seguí hasta mi cama.
—Por la mañana hablaremos de las normas —asentí en silencio.
Me acosté con la ropa que llevaba puesta y metí mi maleta debajo de la cama; no sé en qué momento me quedé dormida. Todo estaba en silencio hasta que algo frío cayó sobre mí; me levanté dando gritos que fueron acallados con las carcajadas de las demás.
—Bienvenida, híbrida —me gritó la chica con el balde de agua fría.
Me quedé más fría. ¿Cómo sabía lo que era?
Abrí mis fosas nasales y olía a no humanos: lobos, hadas, vampiros, trols, brujas... Muchos otros que no logré identificar.
—¡SUFICIENTE! —gritó una voz que venía de la puerta. Todas volvemos a mirar en esa dirección.
—Todas a ducharse y al comedor —grita—. Todas salen corriendo.
—En el armario hay sábanas secas —me señala el armario.
Cuando termino de hacer la cama, voy a las duchas, me baño en tiempo récord, voy al comedor, pero no hay espacio disponible, así que tomo la bandeja con mi desayuno y voy por un pasillo a la entrada. Al terminar, me llevan a la oficina de la directora. La mujer que me guía me deja frente a la puerta y luego se marcha.
Al entrar, la directora está sentada detrás de su escritorio.
—Buenos días —digo al entrar.
—Cierra la puerta —me ordena, y tomo asiento.
—¿Quieres saber por qué estás aquí? -Niego, ya sé por qué estoy aquí.
—Imagino que sabes lo que eres, ¿es así? La miro, de verdad me está preguntando eso.
—No soy humana, soy como ustedes —respondo.
—¡No! No eres como nosotros, eres una aberración.
Ella toma su forma real.
—Sí, soy una híbrida. Ya me lo han dicho hoy y también sé que esa fue la razón de la muerte de mis padres.—Pongo los ojos en blanco.
—Podría convertirte en piedra si lo desease —le sonrío.
—Si pudiera, ya lo habría hecho. No sé qué especies eran mis padres, nunca lo mencionaron, pero ahora sé que soy inmune a los hechizos de las gorgonas.
Ese fue el inicio de mi tormento.
Golpe tras golpe, trato de borrar cada uno de esos recuerdos. Por suerte, crecí y aumentó mi fuerza; un día me defendí, la chica quedó terriblemente mal y la directora decidió tirarme a la calle.
Termino mi sesión para dirigirme a mi apartamento, comer algo e ir a descansar, ya que mi turno en la construcción empezaba muy temprano y debía descansar.
Mientras caminaba por un callejón oscuro, sentí un dolor que me atacó de la nada. Mañana cumpliría dieciocho años, así que puede que esto forme parte del cambio.
Mis sentidos se alteraron: podía oír las patas de la cucaracha frente a mí, oler las hamburguesas del King a un kilómetro de aquí y ver unas sombras que se acercaban a lo lejos, además de notar algo que me alteraba, me cosquilleaba y me excitaba a la vez. ¿Qué me estaba pasando? ¿Era eso último parte de mi cambio?
—Mira lo que he encontrado. Listilla de orfanato —mis ojos se posaron en la chica troll frente a mí, nunca me aprendí su nombre.
Un crujido traqueo en mi espalda dolía como la mierda; me doblé sobre mí misma.
—Chica troll, es mejor que te marches, estoy comenzando a cambiar. No me hago responsable de lo que les haga.
Mi vista periférica me permitió darme cuenta de que no estaba sola.
—No juegues, ya no voy a caer en tus juegos, hoy me cobraré todas. ¡SUGETENLA! — Sus amigos me sujetaron.
—Yo soy la que voy a cobrarme todas juntas. Si no me falla la memoria, eras tú la que me incordiaba. Yo solo me defendía.
Otro dolor me atacó.
Mis pies comenzaron a crecer, rompiendo mis zapatos, y de mis manos empezaron a salir garras muy gruesas. Sentí que mi piel se abría y mi espalda crujió. Los chicos me soltaron.
—¿Qué hacen? —Miraron entre la troll y yo.
—Está cambiando. Tu mala vista de troll no te deja ver —, dijo uno de ellos.
—Es mejor que se marchen o no responderé de mis actos —les daría una oportunidad, no tenían cuentas conmigo.
—¡Idiotas de mierda! —exclamó ella, transformándose en una enorme troll del bosque.
Sentí mis alas, retrocedí para darme tiempo de transformarme, pero la chica troll no me lo permitió. Intenté cubrirme y mis alas formaron un escudo que me protegió. Me golpeó una y otra vez; mis alas eran duras como la roca, mis garras son de un gris oscuro y tengo un par de cuernos pequeños en la cabeza. La troll se cansó y fue mi turno de poner en práctica lo aprendido en las clases de defensa personal. Repliego mis alas. Aún duele hacerlo, pero imagino que con el tiempo dejará de doler.
Detengo su golpe con la mano agarrándola de la muñeca, presiono hasta que da un alarido, luego la lanzo contra la pared. Se recupera y vuelve más enfadada.
—Eres una puta gárgola —me dice, y yo me encogí de hombros.
—Ahora me vas a pedir disculpas. —
—Bola de grasa —Le grito y me río.
Se nota a leguas que nunca ha entrenado, se ha pasado todo el tiempo comiendo. En el orfanato la castigaron infinidad de veces por robar comida de la cocina.
—Primero muerta —responde y por Dios, que no quiero matarla.
Luchamos durante unos minutos más, hasta que la tengo cansada. No obstante, se lanza hacia mí y, por reflejo, mis alas salen para cubrirme. En ese segundo, una de mis garras le corta la mano y se detiene en el acto. Se aprieta el brazo con la mano que le queda para detener el sangrado. Escucho pasos y en ese instante emprendo la huida, utilizando mi nueva habilidad: volar.
Cuando llevo unos metros sobre el suelo, logro escuchar algo.
—¡COMPAÑERA!
Oír esa palabra me provoca un escalofrío y siento mariposas en el estómago.
La verdad es que no quiero averiguar ¿ Qué es esto que siento?
Buenas madrugadas.
Les dejo el adelanto de esta nueva historia que comenzará no más publique el último epílogo de Al otro lado del espejo. No me acosen chicas, saben que no dejo nada sin terminar. Solo tengan paciencia. 😘😘😘👍👍
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