Prologo: La Profecía del Ragnarök
Como ya mencioné, esta es una secuela de mi otra historia de "El Rey de los No Muertos", la cual recomendaría volver a leer, ya que hace poco le hice una edición.
En general sólo cambié detalles de la historia sobre ortografía y escritura, pero sí que hay algunos pocos cambios importantes, como la eliminación casi total de Clarisse para poder utilizarla libremente en esta secuela.
Sin más, espero que disfruten.
...
BOSTON, MASSACHUSETTS:
Dos solitarias figuras hicieron acto de presencia sobre las ruinas de lo que en el pasado había sido el Faldan's Falafel en Boston.
—Así que es verdad—murmuró una de ellas—. Jid, Bibi y ahora también tu familia...
—Todos están muertos—completó la segunda silueta, con tono de derrota.
La valquiria Samirah al-Abbas había cometido un crimen terrible al inicio de la plaga al matar a su prometido Amir Fadlan y llevarse su alma al Valhalla para convertirlo en Einherjar.
De alguna manera, junto con los guerreros del piso diecinueve, se las habían arreglado para mantenerlo oculto del resto del personal del hotel, pero era riesgoso. De ser descubierta, Sam podría ser expulsada (nuevamente) del cuerpo de valquirias, y eso significaría quedar a la merced de los no-muertos.
Habían sido meses difíciles, pues Magnus y sus compañeros habían zarpado hacia Nifelheim para impedir que Loki causase el Ragnarök, y a pesar de su éxito, el mundo seguía igual de podrido.
Finalmente, incapaces de esconderse por más tiempo, Sam y Amir habían salido del Valhalla para intentar averiguar si alguno de sus familiares había sobrevivido.
La visión de Abdel Fadlan como un no-muerto rondando los alrededores de lo que solía ser su restaurante les daba la respuesta que necesitaban.
—¿Cómo te sientes?—preguntó la valquiria.
Su prometido cayó de rodillas al suelo y negó con la cabeza.
—No debí dejarlo sólo, podría...
—No podríamos haber hecho nada—aseguró Sam.
Ella le ayudó a levantarse. En el pasado, su religión les hubiese impedido hacer tal cosa. No obstante, considerando las circunstancias actuales del mundo a su alrededor, y que debido a su nueva condición de Einherjar Amir jamás alcanzaría la mayoría de edad, les traía sin cuidado la tradición.
—Siempre quise hacer esto—confesó la valquria, acercando el rostro de su prometido al suyo y besándolo.
El joven sonrió levemente.
—Me siento un poco mejor—murmuró.
—Vámonos—urgió Sam entonces—. Busquemos un lugar donde refugiarnos por el momento.
—"Todos siempre esperaron que fuéramos nosotros, los nórdicos, quienes causásemos primero el fin del mundo"—narró un dios, mientras documentaba minuciosamente sus descubrimientos al diseccionar el cuerpo de un vyrkolakos—. "No es que nosotros mismos no lo esperaremos también, claro. No obstante, es en cierto modo irónico que hayan sido los helenos, uno de los pocos panteones sin un fin del mundo pronosticado, quienes hayan empujado a la humanidad entera al borde de la muerte"
Mimir, la cabeza reanimada del sabio dios Aesir, frunció el ceño, intrigado.
—"El usual tratamiento de especie lemuriana resulta inefectivo una vez completada la infección"—anotó—. "Junto a esto, la extracción completa de su veneno no disminuye en lo más mínimo la agresividad del sujeto. Tras destruir el cuerpo físico, el alma del afectado es liberada de su cuerpo, más no es posible saber a dónde se dirige. No parece viajar al Nifelheim, Érebo, Duat u otro Inframundo conocido"
El sonido de garras y puños aporreando las puertas blindadas de su base llamaron su atención.
—Ya volvieron esos bastardos—gruñó, antes de hacer una última nota—. "Tanto los Aesir como los Vanir han optado por mantenerse al margen, declarando a Midgard como zona prohibida. Pero yo insisto en que de no detener esta plaga el Ragnarök tomará lugar pronto. Tengo una idea de como podríamos detenerlo todo, pero requeriré de asistencia"
Dicho eso, dio un brinco impulsándose con su mandíbula y aterrizó en un inodoro, tirando de la cadena con los dientes y dejándose llevar por el agua.
—¿Por dónde empezamos, Amir?—preguntó Sam, mirando por la ventana del gran edificio de apartamentos del que se habían adueñado—. Hasta donde sé, la prima de Magnus, Annabeth, tiene un refugio en alguna parte allá afuera. Si lográsemos contactar con ella...
—¡¡Ah!! ¡¿Qué demonios?!
Amir pegó un salto y blandió la única arma que tenía a la mano: una lampara de poste.
Sam sujetó su hacha, volviéndose hacia donde su prometido señalaba, encontrándose con que una cabeza decapitada acababa de salir por el inodoro.
La valquiria ladeó la cabeza.
—¿Mimir?
—El mismo—saludó el dios—. Samirah al-Abbas, tenemos mucho de qué discutir.
Amir dejó un plato de comida en la mesa, cocinar era una costumbre que tenía cada vez que se ponía nervioso, y ni siquiera el fin del mundo podía sacarlo de aquel vicio.
—¿Qué es lo que quieres exactamente, Mimir?—cuestionó Sam.
Mimir hizo el ademan de llevarse una mano a la barbilla, pero al ser sólo una cabeza se limitó a fruncir el ceño de forma extraña.
—He estado investigando un poco. El origen de esta plaga es helénica. Los griegos...
—Esa parte ya la conocemos—lo interrumpió la valquiria—. Al parecer fueron los romanos los del problema, en realidad.
—Eso no es relevante—bufó el dios—. Lo importante es que son los griegos quienes nos ofrecen la mejor solución.
—"La mejor solución"—repitió Amir—. Eso implica más de una, ¿no es así?
—De hecho, pero siendo franco, prefiero no pensar en las otras opciones. Por el momento, veamos... Son musulmanes, ¿no? ¿Qué tan cercana es su relación con Alá?
La pareja se miró entre ellos.
—No creo que vaya a venir—respondió Sam.
—Maldición—bufó la cabeza—. Podríamos usar algo de ayuda del omnipotente creador en este momento.
Amir hizo una mueca.
—Por favor dime que ese no era tu gran plan.
—Por fortuna, no—aseguró—. Pero hubiese sido aun mejor. En vista de la negativa, habrá que recurrir a la alternativa peligrosa...
LO MEJOR DE BLITZEN, BEACON STREET, BOSTON
—Hay una gran masa de zombies allí afuera—murmuró Magnus Chase, mientras se removía incómodo.
—¿Me repiten una vez más por qué estamos aquí y no en la seguridad del Valhalla?—preguntó Jack, la Espada del Verano.
—Porque desde que comenzó el apocalipsis ni Blitz ni Hearth son bienvenidos allí y no vamos a dejarlos solos—respondió el hijo de Frey—. Además, deja de llorar, a ti no pueden infectarte.
La espada parlante levitó de un lado a otro.
—Eso no hace que me sienta menos inquieto.
Blitzen miraba por las ventanas entabladas de su local y frunció el ceño.
—Hearth ya se fue hace mucho tiempo—dijo—. ¿Y si ya lo tienen?
—Hearth puede hacer volar legiones de gigantes con una sola runa—le recordó Magnus—. Estará bien, nada podría...
Con un estallido, la puerta de la tienda voló en mil pedazos, poniendo en guardia a todos los presentes.
Sin embargo, antes de que Jack se lanzase al ataque, Magnus lo detuvo.
—¿Sam?
—Hola—saludó la valquiria, con la cabeza de Mirmir colgada del cinturón—. Sólo un momento por favor.
Ella y Amir se habían abierto paso a golpes a través de una horda de no-muertos, y aún se encontraban batallando contra una legión entera.
—¿Necesitan ayuda?—cuestionó Magnus, tomando a Jack por el mango y arrojándolo con todas sus fuerzas de Einherjar.
La espada viviente dio vueltas por el aire y arranco cabezas y corazones a toda velocidad, despejando el campo de batalla en cuestión de segundos.
—Eso fue efectivo—reconoció la valquiria.
Blitzen sonrió haciendo una mueca mientras desesperadamente trataba de quitarse la sangre y las tripas de su saco.
—Oh, maldición, esto va a ser imposible de limpiar...
—También me alegro de verte, Blitz—bufó Sam.
Amir se miró la ropa igual de manchada.
—Tengo parte de una oreja en mis pantalones—chilló con un hilo de voz.
—¿Qué los trae por aquí?—preguntó Magnus, apoyándose en su espada con si de un bastón se tratase, agotado por el uso de Sumarbrander.
La valquiria señaló la cabeza que colgaba de su cinturón, la cual se agitó de un lado a otro.
—Saludos. Necesito que me ayuden a salvar el mundo.
Blitz hizo una mueca de desagrado.
—Mirmir...—gruñó—. Esto no puede ser nada bueno.
El dios asintió.
—Eso me temo, hijo de Freya—confirmó—. Pero, antes que nada, ¿dónde está el hechicero?
El grupo se encontraba sobrevolando las alturas de la ciudad de Boston. Magnus, Mimir y Blitzen montaban a lomos del caballo de niebla de Sam, quien llevaba en brazos a Amir por sobre el caos de las calles.
—Realmente es el fin del mundo, ¿no?—cuestionó Blitzen.
—Espero que todavía tengamos algo que decir al respecto—repuso Mimir.
—¿Honestamente crees que de verdad haya algo que hacer?—preguntó Sam.
—Todo dependerá de si el elfo sigue con vida.
—¿Y por qué no ir al refugió de los griegos?—insistió la valquiria.
—Ellos son un barril de pólvora—bufó la cabeza cortada—. No quisiera estar cerca de Zeus o Apolo cuando sean convertidos, suponiendo que no hayan muerto ya.
—Según me dijo Annabeth la última vez que la vi, Zeus ya era un muerto viviente—reveló Magnus.
—Entonces es peor de lo que creí—gruñó el dios—. Ya que rezarle a una deidad superior no nos ha servido, nuestra siguiente opción es crear nuestro propio Dios.
—¿Nuestro propio qué?—exclamó Blitz—. ¿Es eso posible? ¿Y por qué Hearth es tan necesario? No es que me queje de que vayamos a buscarlo, pero...
—Todo a su tiempo, Blitzen hijo de Freya—lo detuvo Mimir—. Fuerzas oscuras buscan impedir nuestra misión, mientras menos digamos será mejor. Además, miren abajo.
Corriendo tan rápido como sus piernas de elfo se lo permitían, Hearthstone trataba de escapar de una gigantesca horda de muertos vivientes.
Había salido en búsqueda de supervivientes los cuales evacuar con ayuda de Jack y Magnus a algún otro de los nueve reinos, no obstante no parecía quedar casi ningún alma en todo Boston a excepción de aquellos que se refugiaban en la antigua mansión familiar de los Chase.
Desesperado, el elfo giró sobre sí mismo y lanzó una runa desde su saco, invocando el poder del lenguaje mismo en el que estaba programado el universo.
KENAZ: FUEGO
Las primeras filas del ejercito que lo perseguían fueron reducidas a cenizas al instante, pero seguía hasta el cuello de enemigos.
Una de las criaturas logró cerrar distancias y asestarle un golpe en el rostro. No había sufrido un rasguño, lo que era bueno, pero había sido mandado de cara al suelo y se había abierto un desagradable corte en la frente, lo que era malo.
Justo antes de ser atrapado, una poderosa energía bañó el lugar, dejando a todos los muertos parados en seco brevemente.
ALF SEIDR: PAZ DE FREY
Magnus y el resto del grupo descendieron desde las alturas para socorrer a su amigo.
—Tu turno, Jack...—murmuró el Einherjar, cada vez más debilitado por el uso de sus poderes.
La Espada del Verano obedeció, y a la velocidad de un rayo decapitó a todos los monstruos de la zona, despejando el aria en tiempo récord.
—Hearthstone Alderman—saludó Mimir.
El elfo hizo una mueca de desagrado.
"Mimir"—respondió este en lengua de signos, para volverse al resto—. "Ignorando a la cabeza malhumorada, es bueno verlos. Llegan justo a tiempo"
—¿Estás bien?—preguntó Amir.
"Sólo lleno de cenizas y creo que me rompí la nariz, ¿qué tal ustedes?"
—Descubrí que toda mi familia está muerta.
"Tranquilo, amigo, no son competencias"—señaló a Mimir—. "¿Qué hace él aquí?"
—He descubierto cómo terminar con la plaga—respondió el dios—. Pero necesitaré de tu magia.
"No puedo sólo lanzar una runa y acabar con todo"—respondió el elfo—. "Créeme, lo he intentado"
—Eso ya lo sé—bufó la cabeza—. Estoy hablando en que vamos a convertirte en un dios.
El grupo se había adueñado de un avión del aeropuerto local y eran llevados por Sam hacia lo que en el pasado había sido el Cairo Egipto.
—Por favor, explícame eso de convertir a Hearth en un dios—pidió Magnus, mientras miraba por la ventana—. ¿Y por qué él no está aquí con nosotros?
La cabeza cortada suspiró exasperada.
—Como no muchos saben, soy parte de un cuerpo conjunto que se dedica a la detección y neutralización de amenazas que pongan en peligro el mundo en su totalidad y que involucren a más de un panteón divino.
—Pues muy buen trabajo no hicieron—murmuró Amir—. Sólo digo...
—El punto. Mis contactos con Grecia y Egipto, el centauro Quirón y la diosa Bastet, me advirtieron de un mago de nombre Setne que intentó recrear un objeto de magia híbrida ptolemaica, la Corona de Ptolomeo, capaz de convertir a su portador, tras a realización de un ritual en especial, en un dios híbrido, griego y egipcio al mismo tiempo.
—¿Y esa corona está en Egipto?—cuestionó Blitz.
—En efecto, está resguardada en el Nomo Primero, cede de un antiguo cuerpo de magos que se dedicaban a mantener el orden en el panteón egipcio. Ya están todos muertos, pero los tesoros que escondían siguen en sus bóvedas.
Jack se ladeó de un lado a otro.
—Pero... ¿no se supone que los dioses son poco más que súperhumanos en este momento? Por eso de la muerte de millones de mortales y eso...
—Esa es la mejor parte de mi plan—aseguró Mimir—. Este nuevo dios creado por la Corona de Ptolomeo será una deidad joven, obtendrá su poder al absorber toda la magia griega y egipcia del mundo, sin que sea necesario el imaginario colectivo para mantenerlo existiendo, al menos durante sus primeros milenios, y no estará ligado por las leyes antiguas o reglas de ningún panteón. Tendrá el poder suficiente para salvar este mundo.
Magnus silbó admirado.
—Genial.
—El lado malo es que el ritual es complejo y sólo el propio Setne lo conocía—intervino la cabeza cortada—. Por eso necesitamos de un hechicero poderoso como Hearthstone, con mi ayuda, quizá logre descifrar las notas del mago egipcio y completar la corona. Pero necesitaremos de mucho poder mágico, más incluso del qué el elfo tiene. Por eso está en su misión solitaria...
CIELOS DE EL CAIRO, EGIPTO
—¿Realmente crees que sea seguro aterrizar?—preguntó Sam, mientras observaba desde la cabina las ruinas de la ciudad.
—Completamente—aseguró Mimir—. Todos los magos muertos marcharon hacia Brooklyn cuanto todo comenzó. Si no me equivoco el Nomo Primero estará desierto.
—Ehm... ¡¿Sam?!—gritó Amir, mirando por la ventana.
Un mago no muerto se había elevado por los cielos, mirando la aeronave con ojos lechosos y sin vida.
Su nombre alguna vez había sido Leonid, un mago ruso que se había aliado a los Kane en el pasado al convertirse en seguidor de la senda de Shu, el dios del viento.
Ahora no era más que un muerto, y había resguardado los cielos de Egipto en nombre de Tarquinio desde que el Nomo Primero había caído.
—¡¡Sam, da la vuelta ahora!!—ordenó Mimir, pero ya era muy tarde.
La densidad misma del aire cambió y el avión fue derribado de los cielos, dando vueltas incontrolablemente hasta acabar estrellándose en la Gran Pirámide de Keops.
Sam se reincorporó, temblorosa y con un hilo de sangre bajando por su frente. Las heridas de todos habrían sido fatales si Magnus no los hubiese curado con sus poderes nada más retomar la conciencia.
—Sam...—murmuró el hijo de Frey—. ¿Una piloto musulmana estrellando un avión contra un gran monumento? ¿Qué va a decir la gente?
—Cállate...
—¡No hay tiempo que perder!—gritó Mimir—. ¡Corran hacia la Esfinge! ¡Tiene un pasadizo secreto hacia el Nomo!
Magnus y Amir arrancaron las puertas del avión con sus fuerzas de Einherjar y se deshicieron de los escombros de la pirámide sobre ellos.
Acto seguido, el grupo echó a correr por el desierto, abriéndose paso a golpes y patadas entre la horda de no-muertos que se había lanzado en su contra.
Dándose cuenta de la extremadamente brutal cantidad de enemigos a los que se enfrentaban, Sam sujetó su hacha a una mano y convocó su lanza de luz con la otra antes de gritar a todo pulmón.
—¡¡Vayan por la corona!! ¡¡Yo los entretendré!!
Amir rompió el cráneo de otro muerto con su lampara de poste y negó con la cabeza.
—¡Yo me quedo contigo!—dijo—. ¡Te guste o no!
—¡No me voy a poner a discutir contigo en este momento!
—¡Exacto! ¡No lo hagas y sigue peleando!
Blitzen los miró nervioso mientras usaba su corbata para decapitar a un monstruo.
—¿Están seguros?
Sam bufó y partió en dos a otro enemigo.
—No tengo de otra. ¡Vayan!
El grupo hizo caso y siguió con su camino, mientras que la valquiria y su prometido hacían tanto daño como podían a las filas enemigas.
En ese momento, Leonid cayó del cielo, acompañado por otros cuatro magos no-muertos, cada uno experto en el manejo de uno de los cinco elementos: tierra, agua, aire, fuego y queso.
Una llamarada impactó en la espalda de Amir, mandándolo al suelo de rodillas.
—¡Sam! ¡¡Llama a Dios!!—chilló.
La valquiria trató de ayudarlo, pero fue obligada a retroceder por una masa de agua que la golpeó desde arriba.
—¡Son demasiados!
Amir rodó por el suelo y con una patada rompió todas las costillas del elementista del fuego.
—Siempre podríamos escapar...—murmuró.
Sam arrojó su lanza de luz, atravesando el cráneo de la maga del agua.
—Escapamos y el mundo se queda muerto—respondió.
—Lo sé...—sonrió Amir—. Sólo quería escuchar tu voz una última vez.
Una ola de queso fundido cayó sobre el joven, haciéndolo gritar de dolor.
La valquiria balanceó su hacha y le cortó limpiamente el cuello al elementista del queso.
—No seas ridículo...
Una ráfaga de viento convocada por Leonid los golpeó a ambos, mandándolos a volar y dejándolos en el suelo.
Acto seguido, la tierra se movió y los atrapó, dejándolos casi completamente inmovilizados, uno junto al otro.
—Supongo que aquí termina todo...—murmuró el chico.
—Eso parece...—suspiró Sam.
—Una lástima, realmente quería casarme contigo...
—Por favor, ya no lo menciones.
La pareja se besó una última vez, momento que Amir aprovechó para hacer algo que quizá no hubiera debido.
A sabiendas de lo muy posible que era que muriesen una vez abandonasen el Valhalla, el chico se las había arreglado para conseguir el dedo amputado de otra valquiria, el cual usó para activar la banda de emergencia de su prometida.
Al contacto con el dedo de una valquria registrada en la base de datos de Odín, el dispositivo mágico teletransporto automáticamente a Sam al Valhalla para ser curada.
Ella únicamente pudo mirar con horror a su prometido una última vez antes de ser sacada de peligro, dejando a Amir sólo para ser devorado por los no-muertos.
Dentro del Nomo Primero, Magnus y Blitzen recorrieron los pasillos guiados por Mimir, mientras que Jack viajaba de un lado a otro partiendo en pedazos a los magos convertidos y de vez en cuando deteniéndose a coquetear con los báculos y las baritas de los caídos.
—¡Por aquí!—gritó Mimir—. ¡Giren a la izquierda y...!
Magnus se detuvo en seco, frente a la bóveda en la que se reguardaba la Corona de Ptolomeo.
—Oh mierda...
—Saludos, Magnus Chase—sonrió Surt, El Negro.
El rey de los gigantes de fuego extendió una mano, y Sumarbrander salió despedida en su dirección, convocada por él.
—¡Jack, detente!—ordenó Magnus, atrapándolo justo a tiempo.
—Me está llamando...—murmuró la espada—. Realmente odio a ese sujeto...
El gigante tomó la Corona de Ptolomeo con su mano libre.
—No permitiré que utilicen este... artilugio—dijo.
—¡Mira a tu alrededor, Surt!—gritó Mimir—. ¡El mundo está siendo consumido! ¡Y si no lo detenemos, el resto de los Nueve Mundos le seguirán!
—Eso es exactamente lo que quiero—repuso el muspel—. En este momento, los mismos dioses ya se debaten si vale la pena seguir atrasando el Ragnarök. Si la plaga se extiende más allá de Midgard, finalmente entenderán que la única solución es el exterminio total, y podré cumplir mi destino de destruir a los dioses junto a mi ejercito.
Magnus y Blitz se pusieron en guardia, no muy seguros de si podrían hacer algo para detener al señor de los gigantes del fuego.
CAMPAMENTO MESTIZO, LONG ISLAND
Hearthstone llegó a las fronteras del antiguo refugio para semidioses griegos y analizó a sus alrededores.
Tal y como Mimir le había dicho, en las ramas bajas del pino más grande reposaba el Vellocino Dorado, una fuente de magia tan poderosa que le ayudaría a perpetuar su hechizo sin consumirse a sí mismo en el intento.
No obstante, al acercarse para tomarlo, se encontró con que la cabeza cortada no le había contado todo acerca de su misión.
Peleo, el dragón guardián del campamento, se cernió sobre él, ahora transformado en un no-muerto.
"Oh... demonios"—pensó el elfo, mientras daba un salto para evadir el primer ataque de la bestia.
Blitzen cargó de frente contra Surt, quien con extrema facilidad lo mandó a volar con un distraído puñetazo.
Magnus atacó también, aferrándose a su espada con todas sus fuerzas, sin embargo esta se veía incapaz de dañar a su dueño predestinado, y sin que el hijo de Frey pudiese evitarlo esta dio un quiebro hacia la derecha.
El gigante de fuego rió y lanzó una llamarada contra el semidiós. Como hijo del dios del clima templado, Magnus sobrevivió al embate, pero su ropa ardió en llamas.
Surt le asestó una patada en el estómago, arrancándole el aire de los pulmones y dejándolo en el suelo.
—Veamos si esta vez sí te quedas muerto—sonrió el Negro, mientras alzaba su bota para aplastar el cráneo de su rival.
En ese mismo momento, una runa refulgió en el aire.
RAIDO: VIAJE
Un luminoso portal se abrió tras el gigante, y de él emergió Hearthstone, portando el Vellocino de Oro como si de una capa se tratase y con la cabeza decapitada del dragón Peleo sangrando en el suelo junto a él.
—Oh, el elfo—murmuró Surt—. Me preguntaba dónde estabas...
El joven hechicero respondió lanzando una nueva runa que estalló en el aire.
ISA: HIELO
Una gélida ráfaga embistió al gigante de fuego, mandándolo a volar hacia la otra punta de la habitación.
—Llegas justo a tiempo—suspiró Mimir.
"Bien, en ese caso, díganme qué hay que hacer..."
La pared de la bóveda explotó, mostrando a Amir, con piel pálida y ojos lechosos, quien se había abierto paso hasta ellos con su fuerza mejorada de Einherjar.
El no-muerto se abalanzó sobre Hearth, quien se protegió con el Vellocino de Oro, pero siendo derribado.
Blitzen se apresuró a ayudarlo lanzando lo primero que tuvo a mano, que resultó ser la cabeza de Mimir.
—¡Hey!
El dios se estrelló contra Amir, mandándolo contra el suelo y sacándoselo de encima a Hearth. No obstante, el no-muerto no tuvo problema alguno en hacerse con el control de la cabeza e infectarle.
—¡Maldita sea!—gritó el enano.
Surt se puso en pie y lanzó dos llamaradas, derribando a Magnus y a Blitz. Luego, volvió a extender su mano para invocar a Sumarbrander, a lo que el hijo de Frey sólo pudo responder haciendo lo mismo.
—Ah no, no lo harás...
—¡Magnus, no!—chilló Jack—. ¡Es una trampa! ¡Es una...!
Surt soltó su agarre mágico sobre la espada, mandándola a toda velocidad contra Magnus, quien fue atravesado de extremo a extremo en el estómago por su compañero.
—¡No no no! ¡No!—gritó Blitzen—. ¡Magnus, levántate! ¡Cúrate a ti mismo! ¡Haz algo!
—No... puedo... yo...—el chico se desplomó y quedó inmóvil en el suelo, bañado en un charco de su propia sangre.
El enano tardó en reaccionar, Amir junto con Mimir y una horda de muertos se abalanzaron sobre él, atrapándolo y desgarrando su cuerpo.
Surt se acercó a la Corona de Ptolomeo que seguía en el suelo y, dando un pisotón con todas sus fuerzas, la partió en mil pedazos.
—Ya cumplí mi misión aquí...
—Hey...
El gigante se volvió hacia Hearthstone, quien se había puesto de pie y lo miraba con una furia animal en los ojos.
Antes de que el gigante atinase a decir o hacer algo, fue embestido por una nueva runa:
THURISAZ: RUNA DE THOR
Una explosión de destrucción pura sacudió hasta los cimientos el Nomo Primero. Surt fue catapultado decenas de metros hacia atrás, sumamente herido, aterrizando entre la horda de no-muertos, quienes felizmente lo hicieron pedazos.
El elfo miró los fragmentos de la corona en el suelo y suspiró tristemente. Sus amigos habían muerto y su última esperanza había sido destruida, no valía la pena seguir luchando.
—Oye... Hearth...—Magnus débilmente le arrojó una piedrecita, llamando su atención.
El elfo se inclinó sobre él, pero el hijo de Frey lo detuvo.
—Llévate... a Jack—le pidió—. Puede adoptar la forma de una piedra rúnica... quizá... te sirva para invocar la Paz de Frey en un momento de necesidad...
Sumarbrander sollozaba, aún incrustado en el cuerpo de su amigo.
—Magnus, si me retiro de tu estómago... morirás desangrado...
—Estoy muerto hagas lo que hagas...—tosió sangre—. Por favor... ayuda a quienes siguen vivos...
Los muertos los rodearon y comenzaron a cerrar sus distancias. Jack finalmente se encogió hasta su forma de dije: una piedra rúnica con forma de Fehu.
Herth rodeó el arma con sus dedos, se la colocó alrededor del cuello y cerró los ojos de su amigo mientras este expiraba.
La comunicación con Jack sería un problema. La espada no tenía labios que leer ni tenía manos con las cuales hablar en señas. Además de que tampoco conocía lengua de signos con la cual entender al elfo.
Sin saber que hacer a continuación, una tormenta de arena se desató a su alrededor y una lluvia de rayos rojo carmesí redujo a cenizas a decenas de no-muertos.
Un portal se abrió frente al joven hechicero, de la cual emergieron dos figuras.
—Hola, Hearthstone hijo de Alderman—sonrió una mujer—. Mi nombre es Hécate, diosa griega de la magia, y este de aquí es Seth, dios egipcio del caos.
—Hey—gruñó el señor rojo.
El elfo los miró ceñudo.
"¿Qué quieren de mí?"—preguntó—. "La corona está destruida y mis amigos muertos... ya no queda nada"
—La corona puede ser reparada—prometió Hécate—. No tendrá su poder original, pero será de ayuda...
—Y tus amigos, meh, si no lo lograron es porque no lo valían—bufó Seth.
La respuesta del elfo, asestarle un puñetazo en el rostro al dios del caos.
—Imbécil...—murmuró el señor del desierto.
Hécate se interpuso entre ambos.
—Hearthstone, aún no está todo perdido—aseguró—. Tenemos un refugio y tú nos serías de mucha ayuda, ¿vendrás?
El elfo miró por última vez el cuerpo de Magnus Chase, a horda de no-muertos y a la piedra de Fehu en su cuello y asintió con la cabeza.
"¿Qué tengo que hacer?"
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