Odio y amor:
TUCSON, ARIZONA, INICIO DEL ATAQUE DE TARQUINIO
Había una cosa que no podía negarse: Ares, el dios de la guerra, se lo estaba pasando en grande.
Estaba eufórico, el día en que todo comenzó ni siquiera se molestó o preocupó por la reducción en sus poderes, en sus propias palabras: "hacía que la experiencia fuese más envolvente"
El dios había tenido bastantes sueños y fantasías sobre el apocalipsis zombi, aunque esos sueños solían involucrar también bombas nucleares, a Godzilla, a Batman y a Afrodita con poca ropa. Pero bueno, no se podía tenerlo todo en la vida.
El dios se encontraba en Pima Air & Space Museum, porque créanlo o no, Ares disfrutan de visitar museos... siempre y cuando involucraran armas de fuego, explosivos y vehículos de guerra de alguna u otra forma.
Por lo tanto, cuando una enorme horda de eurínomos y vrykolakai salió del suelo y comenzó a esparcir la muerte entre todo aquel que se moviese, Ares decidió que él les ganaría en el número de asesinatos.
El señor de la guerra entró en un frenesí de violencia en el que acabó con personas y monstruos a partes iguales usando su espada... o lanza... o escopeta... o básicamente cualquier arma que tuviese a su alcance.
El dios era virtualmente intocable, rodeado de un aura de poder carmesí que lo convertía en un ser impenetrable. La verdad sea dicha, Ares no se había divertido tanto desde la antigüedad.
Los griegos solían hacer rituales y sacrificios en su honor antes de una guerra para pedirle que no participase, porque de lo contrario él bajaría y empezaría a matar a soldados de ambos bandos por igual.
Puede que tal vez sí estuviese justificado el baneo a Ares en las guerras.
Independientemente, fue cuestión de pocos minutos para que el dios hubiese limpiado el área de no-muertos... y de vivos también.
Ares sujetó a un último monstruo por el cuello y lo miró fijamente, haciéndose una pregunta a sí mismo:
—¿Si yo muerdo al zombi... se vuelve a convertir en humano?
Entonces, arrojó al muerto al aire y lo hizo estallar arrojándole una granada.
—Nah, ni yo soy tan estupido.
MESES MAS TARDE, CAMPAMENTO MESTIZO, LONG ISLAND
Tyson había logrado huir de lo peor.
Cuando todo estaba perdido en el Campamento Júpiter, él y la arpía Ella decidieron acabar con sus propias vidas para evitar que las profecías sibilinas cayesen en las garras de Tarquinio.
Gracias a que entre la caída del campamento romano y la del resto del mundo pasaron varios meses, ambos monstruos pudieron llegar al Tártaro para empezar su regeneración, en lugar de simplemente disolverse en el caos.
Lamentablemente para el joven cíclope, él era mucho más poderoso que su novia, por lo que se regeneró primero en el foso.
En un principio pensó en esperar a que Ella se regenerase, pero en vista de que eso podría tardar varios siglos en completarse, decidió mejor aventurarse a salir del Tártaro. Un viaje complicado y lleno de peligros, pero que para un monstruo era extremadamente más fácil de lo que hubiese sido para un semidiós.
Tras salir, la primera parada de Tyson fue el Campamento Mestizo, destruido y lleno de cadáveres. No había nada que salvar.
Excepto tal vez por una cosa.
El cíclope escuchó un extraño sonido, similar a un ronquido, proveniente de la cabaña 13.
—¿Hola?—llamó mientras abría la puerta.
Entonces, se estrelló de lleno con una pared peluda que ocupaba prácticamente todo el espacio de la cabaña.
—¿Señorita O'Leary?—preguntó Tyson alegremente—. ¡Sobreviviste!
El enorme mastín del infiero ladró emocionado e intentó moverse dentro de la cabaña, pero al no poder hacerlo desapareció entre las sombras y reapareció al lado de Tyson.
Cuando todo había comenzado, el monstruo había buscado un sitio donde esconderse, y guiado por sus instintos fue directamente a la cabaña de Hades.
Tyson acarició el lomo del mastín.
—Buena perrita—dijo con tristeza—. Vamos, busquemos a gente viva.
La Señorita O'Leary ladró de acuerdo y ambos monstruos desaparecieron entre las sombras.
SAINT JOHNS, ARIZONA
Clarisse La Rue tuvo que apartar la mirada mientras lanzaba un golpe fulminante a quien momentos antes había sido su madre.
Ambas habían viajado desde Phoenix por el estado tratando de encaminarse a Long Island, pero no había pasado demasiado tiempo antes de que se viesen rodeadas y tras un día entero de batalla, la mujer que había llamado la atención del mismo Ares había terminado por sucumbir a la plaga.
—Odio mi vida...—gruñó la semidiosa, mientras se atrincheraba en un viejo edificio de oficinas.
En ese mismo momento, un ladrillo rompió las ventanas del local, en el cual había atado un radio comunicador.
—¿Qué Hades...?
—GZZZZ... "Niña, ¿sigues ahí?"
La joven parpadeó confundida y tomó el dispositivo.
—¿Padre?
—"Vamos de camino a tu posición"—dijo el dios de la guerra—. "Prepárate, iremos a un refugio en el Mar de los Monstruos"
—Estoy en una mala situación en este momento—replicó ella—. Hay vrykolakai rodeándome desde todos los ángulos y una horda más en la entrada, ni siquiera yo soy capaz de acabar con tantos enemigos sin recibir una herida.
—"Deja de chillar, niña"—gruñó—. "Eres hija mía, compórtate como tal. Cuando acabes de lamentarte, tú y tu madre deben llegar a la azotea del edificio en el que se encuentran y hacer una señal, la luz de tu lanza debería bastar"
—Mi madre... ella no lo logró.
Hubo un largo silencio.
—"Te veré en la azotea"—concluyó ares—. "Lleva todas las armas que tengas. Date prisa"
La joven suspiró y sujetó su lanza antes de abrirse a paso por el complejo abandonado, eliminando a cada monstruo que le plantaba cara mientras subía piso tras piso.
Al llegar a la cima, el sonido de las aspas de un helicóptero llamó su atención. Cuando miró al cielo, fue testigo de cómo un vehículo volador descendía de entre las nubes y desplegaba una escalera de mano.
Afrodita, diosa del amor, le hacía señales mientras le ofrecía una mano para que subiese.
—Vamos, cariño, no tenemos tiempo que perder.
—Sí señora...
Ambas comenzaron a escalar cuando la voz de Ares resonó desde la cabina.
—¡Maldición! ¡¡Bajen ahora mismo!! ¡¡Repito, bajen ahora mism...!!
Una figura alada cruzó el cielo a toda velocidad: Alecto, la última de las furias, quien atravesó la cabina del vehículo como si fuese de papel y trató de arrancarle la cara al dios de la guerra con un mordisco.
Ares soltó los controles de su nave para protegerse y con un certero movimiento le partió el cuello al monstruo.
Clarisse y Afrodita se habían bajado de la escalera con un salto justo a tiempo, el helicóptero dio varias vueltas y se estrelló contra el edificio, estallando en llamas y resonando con una gran explosión.
—¡Ares/padre!—gritaron ambas supervivientes a la vez.
Las dos corrieron hacia los escombros llameantes para intentar buscar su cuerpo, pero cuando estaban a un metro de la zona de desastres se detuvieron en seco al tiempo que el dios de la guerra, como salido desde el mismísimo infierno, emergía de entre las llamas en perfecto estado, limpiándose las cenizas de su chaqueta de cuero.
—Eres como una maldita cucaracha—suspiró Clarisse, aliviada—. Sin importar lo que suceda, por algún motivo insistes en no morirte.
El dios bufó, levemente irritado.
—Podrías tratar de sonar menos sorprendida, ¿sabes?
Afrodita tosió para llamar su atención.
—Lamento interrumpir su reunión de padre e hija, pero tenemos problemas—señaló su helicóptero en llamas—. ¿Cómo vamos a salir de aquí ahora?
Una nueva voz les dio la respuesta a ello.
—Puede que quizá yo pueda ayudar con eso—dijo—. Pero, siendo francos, quizá sea preferible probar suerte con los no-muertos.
Ares apuntó sus armas, pero Clarisse se apresuró a detenerlo y se lanzó contra el recién llegado para darle un fuerte puñetazo en el estómago seguido de un beso.
—¿Dónde Hades te habías metido, Chris?
El hijo de Hermes señaló la puerta de oscuridad por la que había llegado y negó con la cabeza.
—En el que es probablemente el lugar más seguro en el planeta contra los no-muertos—reveló—. Pero al mismo tiempo, es quizá el sitio más letal que existe actualmente.
Su novia lo miró desconcertada.
—¿A qué te refieres? ¿Cómo nos encontraste? ¿Cómo es que llegaste aquí?
El chico hizo una mueca y señaló a Ares.
—El Cesar quiere verlo, señor—dijo—. El resto también puede venir si lo desea, pero de verdad, es mejor que no lo hagan.
Ares y Afrodita se miraron.
—Cualquier lugar es mejor que una ciudad llena de vrykolakai—se encogió de hombros la diosa.
—Y si un tal Cesar quiere verme, significa que es territorio romano—decidió Ares—. No puede ser tan malo.
Chris miró suplicante a Clarisse, pero esta negó con la cabeza.
—No tengo oportunidad real de sobrevivir sin ayuda—dijo—. Y si ese lugar es realmente tan malo como dices, no puedo dejarte allí solo.
El chico suspiró.
—Bien, pero no digan que no se los advertí...
Los cuatro atravesaron la puerta de oscuridad, encontrándose de repente en una lujosa y amplia habitación desde donde se contemplaba todo lo que algún día había sido Manhattan, ahora convertida en una mancha de fuego griego que había ardido durante días sin parar.
—¡Lord Ares! ¡Lady Venus! ¡Me alegro de que aceptaran mi invitación!—saludó el dueño de aquel ostentoso lugar.
—Emperador Nerón—reconoció el dios de la guerra, adoptando su apariencia romana—. No estoy seguro de qué pensar de todo esto.
—¿Nerón?—preguntó Clarisse—. ¿El sujeto que atacó el Campamento Mestizo con una estatua gigante antes de que el apocalipsis comenzara?
—Tú misma lo dijiste, querida—sonrió el dios emperador—. "Antes de que todo comenzase". Ahora todo eso da igual, y la unidad es lo único que nos permitirá superar la acometida que Calígula liberó en nuestro mundo al aliarse con ese rey romano.
El antiguo gobernante los guió por un largo pasillo hasta llegar al salón principal del trono, en donde junto a su guardia personal y sus once hijos adoptivos un pintoresco grupo de personajes hacia acto de presencia.
—Bienvenidos—sonrió Nerón.
Primero se encontraba Luguselva, una guerrera gala que fungía de guardaespaldas para el emperador. Luego se encontraba Quione, la diosa griega de la nieve, que había sido llevada allí luego de que su padre y sus hermanos hubiesen sido convertidos. Y finalmente, junto a ella estaba Bastet, la diosa felina egipcia, quien había tomado un anfitrión para intentar socorrer a "sus cachorros" los hermanos Kane, pero que al verse superada había sido rescatada por las fuerzas del emperador.
—Este es mi selecto grupo de supervivientes—anunció la Bestia—. Y junto a ustedes, tendremos las fuerzas más que necesarias para recuperar lo que es nuestro.
Marte se cruzó de brazos.
—No me inspiras especial confianza, Nerón—admitió—. Tu reinado no fue precisamente el más próspero de Roma, y la banda de fenómenos que tienes reunida es bastante... peculiar.
—Todos aquí tienen una importante finalidad, Lord Marte—aseguró el emperador—. El reinado de los dioses ha terminado y los héroes han caído, no fueron lo suficientemente fuertes. Créeme, tengo casi dos mil años, sé de lo que hablo. Cuando el fuego deje de arder y Tarquinio venga a buscarnos, estaremos listos, acabaremos con él y nos convertiremos en los regentes indiscutibles del nuevo mundo.
TAHLEQUAH, OKLAHOMA, CASA DE LOS MCLEAN:
Por una vez en su vida, Piper agradeció la paranoia del entrenador Hedge.
Mientras que todos eran salvajemente asesinados y convertidos por los eurínomos y vrykolakai, la casa de la antigua estrella de cine Tristan McLean, estaba protegida por un improvisado sistema de seguridad confeccionado con artículos militares y deportivos.
Por sí mismas, las defensas no mantenían a los no muertos a raya, pero sí dieron tiempo a que Piper McLean, hija de Afrodita, pudiese poner a su padre a salvo, al menos de momento.
La joven se encontraba en la sala de estar de su casa, todas las puertas y ventanas estaban bloqueadas con tablas de madera, Piper sostenía su daga Katoptris con fuerza, mientras que el sátiro Gleeson Hedge portaba un bate de beisbol y lo balanceaba de un lado al otro, con ganas de querer simplemente salir a aplastar cráneos.
Tristan sostenía un revólver nerviosamente, sin saber muy bien qué debería hacer en esa situación, haber rodado varias películas de zombis en el pasado no le estaba siendo de mucha ayuda en el presente.
—Mellie, deberías irte—murmuró el entrenador Hedge—. Llévate a Chuck contigo.
La aura negó enérgicamente con la cabeza.
—No puedo dejarte aquí, no es...
—Tienen más oportunidades de sobrevivir si se van volando ahora—insistió el sátiro—. Yo estaré bien, me he preparado toda mi vida para esto.
El espíritu de la naturaleza empezó a protestar, pero Piper la tranquilizó poniéndole una mano sobre el hombro.
—Tienes que pensar en tu bebé—dijo la joven—. Además, el entrenador sabe lo que hace.
Mellie Hedge miró nerviosamente a su esposo. El entrenador asintió tranquilamente, ella tragó saliva y se elevó en el aire, antes de desaparecer con su hijo en brazos.
Tristan sacudió la cabeza, confundido.
—Repítemelo una vez más, Piper—pidió—. Mi antigua ayudante es un espíritu de las nubes, y mi ex-entrenador personal es un hombre cabra mitológico.
Su hija suspiró con tristeza.
—Sí, papá, así es.
El hombre sacudió la cabeza tratando de ordenar sus ideas.
—Y... ¿cómo es que ya lo sabías?
Piper se removió nerviosa.
—Es... complicado...
En ese mismo momento, una enorme mole peluda atravesó las paredes del lugar, reduciéndolas a escombros. Un perro del infierno les ladró enérgicamente.
El entrenador alzó su bate y se lanzó al ataque al grito de: "¡MUERTE!", pero fue detenido por Piper en el último segundo.
—Conozco a esa perra—dijo—. ¿Percy?
Un grupo de no-muertos se dispuso a entrar al hogar a travez del hueco dejado por el monstruo, pero el jinete del mismo se apresuró a bajar con un salto e hizo volar cabezas con un movimiento de su porra.
—No, sólo su hermano—sonrió Tyson, haciendo una entrada triunfal—. Suban a la Señorita O'Leary.
Minutos más tarde, el grupo se encontraba cabalgando a lomos del mastín infernal a travez de las carreteras del estado.
—¿Y ahora qué sigue?—preguntó Tristan, inquieto.
—No lo sé—confesó Tyson—. La Señorita O'Leary me trajo hasta acá, es ella quien decide a dónde llevarnos.
El hombre negó con la cabeza y suspiró derrotado.
—Primero los zombis nos invaden, luego mi asistente es una nube, mi entrenador una cabra, un hombre cíclope viene a rescatarnos sobre un perro gigante llamado "Señorita O'Leary" y a mi propia hija no le sorprende en lo absoluto... ¿qué está sucediendo?
Tyson miró a Piper, quien cruzó miradas con el entrenador Hedge y negó con la cabeza.
—¿De verdad no lo sabe?—se sorprendió el cíclope.
—Lo supo—contestó la hija de Afrodita—. Es sólo que prefirió olvidar.
—¿Ahora de qué demonios hablan?—preguntó el hombre.
—Papá, por favor, cálmate.
La joven se sintió mal de usar su embrujahabla con su propio padre, pero era la única forma de evitar que sufriese de un ataque de pánico.
—Es una historia muy larga... y para contártela, voy a necesitar que recuerdes todo lo que puedas sobre mi madre.
—¿T-tu madre...?
—Sí... porque es de ella desde donde podré explicarte todo lo demás.
UN DÍA DESPUES, BOSTON, MASSACHUSETTS
—¿Bien? ¿Qué me dicen?—preguntó Tristan, mientras aguardaba junto al resto del grupo escondidos tras una serie de escombros.
El entrenador Hedge frunció el ceño, mientras analizaba el panorama a travez de un par de binoculares.
—Hay muchos no-muertos rodeando esa vieja mansión—murmuró.
—¿Reconoces ese lugar?—preguntó Piper.
—No... pero hay un letrero—leyó el sátiro—. "Casa Chase para refugiados", supongo yo que originalmente iba a ser un albergue para vagabundos o algo así pero fue alterado para convertirse en un refugio de supervivientes.
—¿Casa Chase?—repitió la hija de Afrodita—. ¿Es posible que tenga que ver con esos tío y primo en Boston que Annabeth mencionó alguna vez?
—No tengo idea—respondió el entrenador—. Pero sea lo que sea, tiene supervivientes adentro.
—Y están atrapados—concluyó Piper.
Tyson se volvió hacia la Señorita O'Leary.
—Chica, llévanos adentro.
El mastín infernal ladró alegremente y agitó su titánica cola. El grupo se montó sobre su lomo y desaparecieron en las sombras, sólo para reaparecer en el vestíbulo del edificio, rodeados de mortales de todas las edades que les apuntaron con armas improvisadas de todo tipo.
Liderando al grupo, un joven de aspecto hermafrodita de cabello verde y vestido con cachemir rosado les apuntó con una muleta mientras se apoyaba en otra, tenía ambas piernas enyesadas.
—Que nadie mueva un puto músculo o me convertiré en algo muy desagradable y me los comeré vivos—advirtió.
Gleeson alzó su bate de beisbol pero Tyson se apresuró a detenerlo antes de que hiciese una estupidez.
—Esta bien, todos—aseguró Tristan, mostrando las manos en señal de rendición—. Mi nombre es...
—¡La estrella de cine caída en desgracia! ¡Tristan McLean!—reconoció prácticamente todo el mundo.
—Sí... eso...
Tyson desmontó y ayudó a bajar al resto.
—Sólo venimos buscando un refugió—aseguró—. Mi nombre es Tyson, soy hijo de Poseidón.
—¿Hijo de Poseidón?—murmuró el joven de cabello verde—. ¿Conoces acaso a Percy Jackson?
Piper, el entrenador y Tyson se relajaron ligeramente al escuchar ese nombre, y la Señorita O'Leary soltó un aullido al escuchar sobre su dueño desaparecido.
—Es mi hermano... como ya te diste cuenta—dijo el cíclope—. ¿Cómo es que tú lo conoces?
—Nos ayudó un poco a mí y a mi estúpido novio antes de que todo comenzase, ¿él está bien?
Piper negó con la cabeza.
—No tenemos idea—dijo—. Pero este lugar... ¿está relacionado de alguna manera con Annabeth Chase?
—Ella es la dueña, técnicamente—respondió el chico—. El primo de ella, Magnus, lo utilizó como refugio para los supervivientes de la ciudad y sus alrededores. Gracias a un favorcito que Odín nos debía tiene una barrera mágica que mantiene a los zombis fuera, están seguros aquí.
El entrenador lo miró con suspicacia.
—¿Qué te pasó en las piernas, chico... chica... lo que seas?
El joven hizo una mueca.
—El estúpido que mencioné antes, Magnus, desapareció hace algún tiempo—explicó—. Quise ir a buscarlo, pero los muertos me derribaron. Salí sin un rasguño pero me partí las piernas, y considerando que Magnus era nuestro curandero...
Piper negó con la cabeza.
—Lo lamento—dijo—. La cabra psicópata es el entrenador Hedge. Lo soy Piper McLean, hija de Afrodita. Ustedes ya... ya ubican a mi papá, y ésta de aquí es la Señorita O'Leary.
La perra del infierno saludó al joven frente a ella. Este le acarició atrás de una oreja.
—Yo soy Alex Fierro, hijo (por el momento) de Loki, soy el encargado de por aquí, supongo. Vengan, les daré el tour.
La Señorita O'Leary rápidamente se adueñó de una sala de estar y se desplomó, exhausta por los últimos días de viaje sombra.
—Tenemos reservas de comida y agua para algunos meses, además de un suministro de energía virtualmente ilimitado gracias a los dioses de Asgard, pero fuera de eso, estamos solos—decía el Einherjar—. He intentado ayudar en todo lo posible, pero les confesaré que eso de antes, lo de "convertirme en algo muy desagradable" era un farol. En mi estado actual no me puedo transformar en gran cosa, y tampoco tenemos los medios para llevar a todos los supervivientes a ese refugio de los griegos en el Triangulo de las Bermudas.
Se volvió hacia el grupo de recién llegados y alzó una ceja.
—¿Ustedes irán allá con su súper-perro teletransportador?
Piper miró a su padre y tuvieron un mutuo acuerdo.
—Este es un buen lugar para descansar, pacifico, dentro de lo que cabe—dijo Tristan.
—Y la Señorita O'Leary está tan agotada que no iremos a ninguna parte con ella en un laaaargo tiempo—añadió su hija.
El entrenador suspiró.
—Lo que ellos quieren decir es qué nos quedaremos.
—Nos quedaremos y ayudaremos—añadió Tyson—. Si es que nos aceptan, claro.
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