5. Gula
Deseo excesivo, exagerado y descontrolado por la comida y la bebida generando un vicio.
.
¿Qué importaba el bienestar cuando el mundo estaba destruido?
No importaban las personas, el único interés que tenían era acerca de tragar más y más poder.
Eso lo sabía muy bien Hemlock, y por otra razón, también era reconocido por su pecado de la gula.
Todos los reinos lo habían visto robar campos de cultivo, comprar terrenos para nuevas plantaciones e incluso tomar desmesuradamente todo lo que la tierra creaba como alimento.
Y no sólo el alimento, si no el vino también.
Si tenías suerte con su caballero, terminas perdonado con tu vida. De lo contrario, lo último que verías era la perdida de la ganadería robada.
A veces, él no sentía nada.
O simplemente evitaba sentir porque así creía que podría salir de todos los problemas antes de irse al infierno.
Su vida estaba manchada de muchos humanos, muchas personas que quizás eran inocentes o quizás eran el mismo diablo disfrazado de uno.
Lo único que nunca lograba evitar ignorar, era su estómago. Éste le exigía hambre. Apetito.
Todo.
Estaba consciente que a veces cruzaba los límites que su estómago permitía solo para poder comer más.
Era necesario.
Al menos eso creía él.
— Tráeme el banquete completo.— Ordenó a uno de sus subordinados mientras tomaba asiento en el gran trono del salón.
Poco a poco el hambre crecía como una tormenta para caer con fuerza sobre él. Pero no importaba.
Sentía que dentro de muy poco podía dejar este miserable mundo para tomarse un relajo ante todo lo sucedido.
Habían pasado unas horas desde la última vez que dió una salida a uno de los pueblos para raptar a más mujeres como pudiera. Necesitaba tenerlas a su lado.
Tenía muchos planes para cada una que traía a su reinado, el cual comenzaba también a crecer demasiado pronto para la angustia de todos.
Se levantó de su trono y dió unos pasos hacia su enorme ventanal. Sus hombres trabajaban nuevamente en las murallas que protegían su reino, el cielo seguía aún en tonos grises oscuros mientras que a la lejanía se podían ver los relámpagos avisando de una pronta tormenta.
Esa era su vida.
Su existencia.
Hemlock no conocía nada más allá que la muerte, la traición, la soledad, la oscuridad de todos los días.
Pero, ¿Qué más podía hacer en ese mundo lleno de violencia y sangre?
Era lo único que había vivido siempre, aunque él también era protagonista de los seres más sanguinarios.
Había perdido la cuenta de cuántas personas habían muerto al corte de su espada.
Su primera víctima fue cuando él tenía 8 años, comenzando con la muerte de su padre.
¿Alguna vez fue feliz? No tenía memoria para guardar aquellos momentos escasos, por lo que la respuesta era negativa.
¿Qué más podía contar él? Nada. Sólo era un Rey tenebroso reconocido por los 7 pecados capitales gracias a los rumores del pueblo.
Eso significaba que no tenía que hacer mucho para dar sus presentaciones al momento de entrar a un nuevo reinado. Sin embargo, aún existían reyes que desconocían de su carácter. Y pagaban con su vida una vez descubierto.
Excepto...
— Su majestad.— Habló su ayudante invitándolo a entrar a otra sala donde el banquete estaba más que preparado.
El Rey Hemlock caminó con pasos decididos hacia el área, mientras escuchaba un trueno que anunciaba la llegada de la tormenta.
El otro hombre se fue de allí permitiéndole comer en silencio.
Hemlock caminó admirando el detalle de sus cocineros, observando que cada platillo se veía apetitoso. Digno de la realeza más poderosa.
Caminó por la larga mesa de su salón.
Comenzó a comer poco a poco de cada platillo. Cada paso era una pieza más de la comida dentro de su boca.
En ese momento no tenía prisa por comer. Se dió el escaso gusto de disfrutar cada sabor en su paladar. Admirando las texturas de cada comida, saboreando el líquido de cada sopa, mordiendo cómodamente cada pollo, carne, queso, todo.
El banquete estaba hecho para una cantidad de 300 personas. Gracias a las conquistas pasadas él también había aumentado las porciones de comida para el mayor gusto.
Uno de los pocos donde se deja complacer.
Aún quedaba camino por probar.
Sin embargo, un trueno mucho más fuerte resonó por todo el salón apagando la luz.
— Tengo que continuar comiendo.— Murmuró para sí mismo, ignorando las potentes gotas de agua que golpeaban su ventanal y se enfocó en tragar todo lo que podía.
— Así que no son mentiras lo que dicen de ti.— Argumentó aquella voz que no pensó volver a escuchar.
Un relámpago iluminó el área acompañado por un nuevo trueno que retumbó en el lugar.
Hemlock tragó el bocado dejándolo pasar por su garganta antes de enfrentarse a aquella mirada.
Esa mujer...
¿Qué hacía allí?
Adeline lo miró fijamente, si estaba sorprendido, no lo notó.
Él era un hombre tan misterioso que era difícil de saber sus pensamientos, su forma de actuar, sus expresiones.
— Soy todo lo que ves.— Respondió con frialdad comenzando a caminar sin dejar de comer cada platillo de la mesa.— Ahora, desaparece antes de que...
Antes de decir más, ella había caminado un par de pasos para volverlo a enfrentar. Sus rostros estaban a un metro de distancia y volvió a presentarse como la primera vez nuevamente.
Esto se estaba haciendo un reencuentro molesto para él.
Ahora no tenía la menor duda de que Adeline era una mujer de palabra y era capaz de verlo incluso después de todo.
Su mirada no había cambiado en nada.
Seguía teniendo ese mismo coraje, esa valentía, esa determinación; porque incluso hasta el más temerario mercenario salía huyendo de él.
¿Qué le hacía creer a ella que no hay motivo de su terror?
— ¿Antes de que, qué?— Interrogó con firmeza quitándole su platillo para colocarlo en la mesa evitando que siguiera comiendo.
El gruñó ante su osadía.
Él la observó con más detenimiento.
— Ya te lo dije, no te tengo miedo. Intenta amenazarme y ahora seré yo la que te hará escuchar de verdad.
Si antes era impresionante, ahora lo era mucho más.
— ¿Qué es lo que quieres?— Cuestionó al ver que ella caminó unos pasos frente a él.
La mirada de Adeline cambió de un segundo a otro, ahora en sus ojos brillaban esa furia que él muy bien reconocía. Él vivía de sentimientos negativos después de todo.
— ¿Te crees perfecto verdad?— Preguntó con una triste sonrisa.— Sí, causas mucho miedo a los demás. Eres el Rey más temido por todos los reinos, incluso mi padre tenía pesadillas de ti.— Informó burlona.— Pero eres sólo eso. Una pesadilla Hemlock.
El frunció ante sus palabras. Ignoró el trueno que nuevamente provocaba el eco dentro de ese salón.
— Maté a mi propio hermano. Incluso maté a mi padre a los 8 años.— Pronunció con una sonrisa cínica provocando molestia en ella. ¿Cómo podía presumir las muertes de la única familia que él tenía?
Sin embargo, no iba a permitir que siga con esa estúpida sonrisa.
— Pero, ¿Sabes qué es lo que veo?— Caminó hacia él.— Veo sólo un Rey que puede contra 20 hombres a la vez y aún así no puede matar a una simple mujer.— Menospreció provocando el enojo en él.
Lo supo por su ceño fruncido y su expresión estoica. Sabía que lo estaba provocando, pero la verdad no le importaba nada. Después de todo, la muerte había sido la única compañía desde hace varias semanas.
Ella sonrió burlesca. Había ganado con ese comentario.
Sin embargo, su sonrisa no fue la que cualquiera mostraría. Ésta era una débil, alargada, mostraba sus dientes y sus ojos mostraban la oscuridad y el vacío que cargaba dentro de ella.
— ¿Estás pidiéndome acaso la muerte?— Pronunció con una nueva sonrisa. Era realmente increíble aquella mujer.
Él nunca había permitido a nadie vivir. Las historias lo relataban tal cual.
Sin embargo, había decidido darle la oportunidad ya varias veces.
— ¿Sabes acaso cuántas...
— Contemos... Mataste a los hombres de mi padre, mataste a mi padre. Incluso a los reyes vecinos por lo que me enteré de los hechos, provocaste que mi hermana muriera.— Sonrió ahora con tristeza mientras un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas.— ¿Por qué no a mí?
Hemlock enmudeció.
Esa era una pregunta que aún no tenía respuesta. Él no sabía por qué le había dado tantas oportunidades para vivir. ¿Qué era lo que le impedía matarla así de sencillo como a los demás?
Incluso con la muerte de su hermana jamás se apiadó.
Tomaría las vidas que fueran necesario para hacer crecer su reinado. Era su palabra.
Y entonces, ¿Qué tenía Adeline?
— ¡DIME!— Exclamó furiosa mientras tomaba una pierna de pollo para degustarla.— ¡Me comeré esto!, ¡Al diablo con lo que harás con mi vida después!
Haría lo que fuese para provocar su ira y así terminar con su sufrimiento. Pero en cambio, el cortó la distancia para quitarle la comida con molestia mientras ella insistía en querer tragarla.
Sin pensar mucho, Hemlock la arrojó a un lado para evitar que ella diera cualquier mordisco al pollo. No lo permitiría.
Y para demostrar su decisión respecto a la comida, él dió un mordisco para demostrar su firmeza respecto a su comida. Nadie más la comería excepto él.
— Si es verdad...— Susurró con decepción bajando la mirada.
— No esperes nada de mí.— Respondió volviendo a dar otro mordisco con enojo para finalmente sacar debajo de él una pistola.
Adeline sonrió.
— No creí que valieras como para matarte. Esa es tu respuesta.— Pronunció acercando su dedo al gatillo mientras ella quedaba inmóvil en el suelo.
Adeline estaría muy enfadada por sus palabras, pero sinceramente no tenía ninguna autoestima o amor propio como para contradecirle aquellas palabras.
Moriría igual que el resto de su familia.
— Si quieres tu muerte, hazlo tú misma. Si tienes tanto coraje para enfrentarme, también busca un motivo contra ti.— Informó entregando el arma hacia ella cansado de toda esta situación.
Sin más, la levantó del suelo para llevarla hacia el exterior de su reino llamando a su caballero.
— Sácala del Reino. Si intenta volver, no dudes en rechazarla.— Ordenó con frialdad mientras la dejaba expuesta ante toda la tormenta.
Adeline volteó ofendida para enfrentarlo nuevamente, pero para ese instante Hemlock le había cerrado la puerta del palacio en la cara.
† Continuará †
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