4. Lujuria
Es el pensamiento posesivo sobre otra persona. Se entiende por deseo incontrolable por el placer sexual.
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Otra razón de la existencia de aquel Rey de las Tinieblas era por ese reconocimiento acerca de su lujuria.
Muchos sabían que él contrataba a las mujeres que se vendían o incluso mandaba a raptar a las que estaban paseando en solitario por las calles.
Tenía su reputación como violador, el saciado del apetito sexual. Una vez que él atrapaba a una que iba desprevenida, jamás volvían a verla para saber qué fue con su vida.
Las mujeres no podían caminar con libertad, paseaban con miedo por las calles de algún día ser raptadas en las manos de él. Incluso los hombres que viajaban con ellas no eran capaces de enfrentarse a la fuerza de aquel Rey para poder salvarlas.
Era un misterio en ese aspecto.
Nadie volvía para redactar qué sucedía con ellas, qué era lo que el Rey les realizaba a sus cuerpos.
Era por eso que se hicieron muchos rumores.
Unos aclaraban que jugaba con sus cuerpos para saciar lo que cargaba su hombría. Incluso podía hacerlo con 5 a la vez y aún así, no acabaría antes que ellas.
¿Qué sucedía después de que terminaba con su apetito sexual?
Existían evidencias dónde las encontraban muertas en los ríos o en lo más profundo de un bosque deshabitado. Algunos llegaban a pensar que el mismo Rey les sacaba los órganos para después comerlos como si fueran un alimento dentro de la cadena alimenticia.
Pues al momento de abrirles el cuerpo notaban que no estaban sus corazones, sus riñones e incluso otra parte del cuerpo que pertenecía a la anatomía.
Si de por si, Hemlock era temido por sus otros pecados, éste era uno de los más temidos por el sexo femenino.
Como si no fuera suficiente el tener problemas con las guerras constantes, los hombres que ya incluso hacían los papeles de violadores y ahora sumar a un Rey que iba detrás de ellas.
Las mujeres no tenían paz en ese tipo de vidas, parecía que incluso la muerte o el exilio era mejor que vivir dentro de esos panoramas y ser una más de la lista de Lujuria del Rey.
— ¡Escuché que tiene unos terribles gustos en el acto sexual!— Mencionó una de ella mientras contaba el dinero en un callejón junto a un grupo de mujeres.— Dice la leyenda que él utiliza las armas católicas para dañarnos y satisfacerse.
Adeline escuchaba con atención todo lo que narraban sobre aquel Rey. Trataba de parecer indiferente, pero siempre había tenido curiosidad acerca de Hemlock.
Había sobrevivido a la caída por el acantilado, pero lamentablemente no había encontrado a su hermana. Una vez fuera del río, había sido raptada y ahora la obligaban a trabajar al servicio de los hombres.
Por su cuerpo y por ser una princesa del reino derrotado, tenía un precio muy alto, que por suerte, nadie ha podido pagar hasta la actualidad.
Habían pasado dos meses desde la última vez que se enfrentó a ese tal Rey. Según lo que murmuraban en las calles, ella sabía que Hemlock había decidido ir reino tras reino gobernando todo a su paso. Destruyendo otros territorios así como había destruido su hogar.
— Dicen que no puedes escapar de él si llegas a encontrarlo frente a frente. Si él es tu destino, es tu final.— Mencionó otra mujer fumando un cigarrillo.— Nadie ha vivido para contar una victoria contra él. No tiene debilidades. Y por lo que sé, un estúpido Rey ha provocado que se haya salido de su propio territorio para ir por el de otros.
— Pero... ¿Aún hubo sobrevivientes no?— Cuestionó otra mujer con un poco de horror. Si era verdad que Hemlock iba detrás de un reino tras otro, quizás pronto llegaría hacia ellas.
— Los hubo. Pero se volvieron locos.— Informó una de ellas.— A esta vida, la muerte es una opción más favorable que esta mierda. Sólo recuerda, si llegas a ver al Rey de las Tinieblas, él será lo último que verás. Él no permite que nadie salga vivo si se atreven a enfrentarle la mirada.
— No sé en qué piensan los demás cuando tuvieron la osadía de enfrentarle. Yo sólo escucho sobre sus historias y ni de chiste se me ocurría entrometerme en su camino, ni mucho menos observarle a los ojos. Aún está esa historia de que ves tu propia muerte en él. Y antes de que te des cuenta, ya estás muerta.— Pronunció haciendo una cruz con sus dedos.
Adeline quería comentarles que ya lo enfrentó. Pero, ¿Qué caso tendría? No le creerían jamás sobre la oportunidad de vivir otorgada por aquel Rey. Era su palabra contra los hechos actuales.
Ella también tenía miedo, pero era más su coraje por haberle matado a su padre y haber desaparecido a su hermana menor.
Deseaba verlo para hacerle pagar por todo lo que le ha hecho sufrir. No tenía derecho a todo esto. Ella no se lo merecía.
— ¡Mira, ya vienen nuestros clientes!— Informó una mujer mientras se colocaba mejor el escote mientras que otras se hacían unos pequeños arreglos hacia su apariencia.
— Ya sabes cómo tienes que estar Adeline.— Mencionó su jefa acercándose en silencio a ella.— No podemos estarte compartiendo de nuestros salarios cuando tú cuerpo es el que mejor precio tiene. Tienes que atrapar a un cliente para ti y pagarnos lo que nos debes.
Ella ni de chiste iba a entregar su virginidad a uno de esos clientes frecuentes, antes muerta y enfrentando la furia de Hemlock que permitir a uno de ellos dentro de su cuerpo.
Después de todo, ella había sido obligada a trabajar con las demás. La habían raptado y eso no quitaba la diferencia sobre la vida de las otras.
— ¡Tengo el dinero para aquella mujer!— Un mercenario bajó de su caballo para mostrar tres bolsas con las monedas de oro prometidas.— Esta noche, serás mía.
Adeline colocó una mueca de asco mientras éste la tomaba de la cintura a la fuerza. Su amarre dolía, quería escapar pero estaban rodeadas por ese mercenario y compañía.
Sin embargo, tuvieron nuevos encuentros con otras personas.
Desde a pocos metros escuchaban el galopar de los caballos y la carreta que era bien reconocida por todos los reinos. En una esquina cargaba la bandera que representaba al reino más temido por todos.
El Rey de las Tinieblas estaba aquí.
Las mujeres gimieron de miedo mientras que los que acompañaban al mercenario salieron corriendo ante aquel encuentro. La lealtad era indispensable en esos grupos, pero nadie estaba dispuesto a perder su vida ante aquel Rey.
El terror se presentó en esas calles oscuras.
Las mujeres intentaron huir hacia una casa, pero todas las puertas fueron cerradas para ellas.
No había escapatoria y correr sería una perdida de tiempo. Él las alcanzaría.
Quedaron intactas cada una en su lugar, sentían que si daban cualquier movimiento estarían muertas.
La única que no mostró ninguna expresión de susto era Adeline, en cambio, ella se guió hacia el frente hasta estar a pocos centímetros de la carreta del Rey.
El silencio era lo único que estaba presente entre el escenario, mientras que la luna se escondía tras unas nubes oscuras que indicaban la próxima tormenta en ese pueblo.
Todas sudaron, pasaban solo segundos pero era como la eternidad en el infierno para cuando la puerta del carruaje fue abierta de una patada para mostrar finalmente la presencia de Hemlock Hate.
Todos temblaron, pero nadie se movió de su propio lugar.
El Rey de las Tinieblas caminó y se colocó delante del grupo de mujeres reconocidas por sus servicios sexuales.
Llamó a su caballero.
Sin embargo, su vista se enfocó en aquellos ojos cafés delante de él. Su mirada era penetrante y a diferencia de las demás mujeres, ella no mostraba ningún temblor.
Tal cual como las veces pasadas en que la había enfrentado.
Era increíble que había cumplido sus palabras sobre volver a verla.
Ella era un problema.
Intentó acercarse a ella, pero un hombre se interpuso entre ellos.
— ¡Ya está comprada!, ¡Ella es mía!— Informó con desprecio ante aquel Rey.
— ¿En serio?— Sonrió con suficiencia.— ¿Cuánto por ella?
— Olvídalo. No vas a poder pagar el precio que le pondré.— Respondió con firmeza tomando a Adeline entre sus brazos para alejarla del Rey.
— Y tú no podrás pagar el precio que te cobraré a cambio de tu vida.— Un truene de dedos, y aquel mercenario cayó muerto asustando al resto de las mujeres.
Los gritos fueron lo único que se escucharon mientras eran arrastradas a los carruajes preparados por el Rey.
Uno de los sirvientes de Hemlock también iban a arrastrar a Adeline pero el Rey indicó que no.
Ellos los dejaron solos en esas calles mientras seguían sus órdenes de continuar en su trayectoria de vuelta al Reino de las Tinieblas.
Ambos pares de ojos se enfrentaron. Pero antes de que pudieran decir una sola palabra, Hemlock sacó su espada listo para luchar.
Adeline no se movió de su lugar esperando aquella muerte de la que todos le habían hablado. Ella intuía que si se encontraba con él por tercera vez, no tendría la suerte o su piedad para salir viva de aquella situación.
Sin embargo, se sorprendió al ver que él pasaba de su lado para enfrentarse a 4 mercenarios que reclamaban la vida de su compañero.
Lo próximo que vio fue una batalla de esos cuatro hombres contra Hemlock Hate.
Por primera vez, Adeline estaba observando aquella pelea a pocos metros sabiendo que su vida no saldría sin ser dañada. Podía huir aprovechando que el Rey estaba ocupado con aquellos hombres, pero estaba cansada de huir de los problemas.
No había sido lo suficientemente guerrera como para salvar la vida de su hermana y la de su padre. Si algo había aceptado, era morir en las manos del mismo hombre que le había quitado la vida a sus seres queridos.
En un parpadeo, ella sintió que un quinto hombre había aprovechado la distracción de aquel Rey para irse en contra de ella.
Adeline se tropezó contra la pared mientras que aquel mercenario saltaba encima de ella para atraparla entre sus brazos y forzarla.
Pero antes de que éste llegara a tocarla, observó la espada de Hemlock atravesarle la cabeza.
Quedó impactada ante el escenario, Hemlock le sacó su espada de su cráneo y le dió una última patada para arrojarlo lejos de ella.
En un segundo, los otros 4 hombres también estaban muertos en su presencia. El escenario se había convertido en uno aterrador, sangriento.
La lluvia había comenzado a caer con fuerza sobre ellos y ahora arrastraba la sangre de los muertos para las alcantarillas de las calles.
Hemlock guardó su espada nuevamente y ahora se dirigió hacia su carruaje para continuar el camino junto con sus hombres.
¿¡Era en serio que la estaba ignorando?!
Adeline se colocó de pie rápidamente y antes de que la abandonara en ese lugar decidió enfrentarle.
— ¡¡ALTO!!— Gritó con todo su coraje para detener su paso.
Esto no se quedaría así.
Él se quedó quieto a dos metros y medio de de ella.
Aún estaba dándole la espalda, pero mínimo estaba detenido para escucharla.
— ¿Por qué me salvaste?— Interrogó molesta.— Todos dicen que los que te enfrentan la mirada ven su propio destino final. Las historias dicen que no permites que los demás vivan a ti.
"Es verdad". Pronunció Hemlock en su mente sintiendo cierto enfado con él mismo. Ni siquiera él sabía la respuesta a su pregunta. ¿Por qué la había salvado? No podía permitirle la vida cuando ya había visto demasiado de él.
Ella era un peligro.
No podía permitir que los demás se enteraran de una nueva historia sobre él.
— Eres muy valiente a pesar de que el miedo te consume.— Pronunció con frialdad provocando que quedara atónita ante sus palabras. Ese había sido un golpe a su corazón y su falta de dignidad.
Se giró hacia ella y de nuevo estaban en la misma posición que la primera vez en la que se encontraron.
La mirada de Hemlock había cambiado a una más aterradora de ser posible.
Adeline aceptó que decía la verdad sobre ella. Pero si había algo que él no sabía es que ella estaba dispuesta a matar esa parte de sí misma también.
No iba a huir.
No permitiría nada más de él.
Pero tampoco podía hacer algo más. Y mucho menos contra él.
Sus ojos volvieron a encontrarse, ella tuvo que alzar la mirada para confrontarlo y adentrarse a esas pupilas oscuras.
No vio nada más que ella misma. Observó su reflejo en su mirada.
— Mueres de miedo con cualquier cosa. Pero, ¿No tienes miedo de mí?— Interrogó mientras sacaba su espada a relucir bajo la lluvia. Lista para volver a matar a cualquier persona.
Adeline lo pensó.
Sí, Hemlock era muy aterrador. Provocaba escalofríos en ella. Su cuerpo temblaba ante su presencia.
Sentía eso y muchas sensaciones más respecto a él.
Pero ninguna le causaba miedo.
El alzó su espada y ahora ella pudo ver que ese era su destino final. Tal como en las historias.
— No te tengo miedo.— Respondió en un susurro mientras que la espada llegaba hacia ella.
Cerró los ojos ante el dolor en su vientre y cayó contra el suelo mojado.
La mirada penetrante de Hemlock fue lo único que observó antes de un último suspiro.
Se terminó.
† Continuará †
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