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1. Soberbia

Sentimiento de superioridad que lleva a presumir de las cualidades o de las ideas propias y menospreciar las ajenas.

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Más allá de lo profundo de un bosque, existía un reinado cubierto de tinieblas llamado Darkness Town.

Muchos rumores relataban acerca de un Rey reconocido por su personalidad relacionada a los 7 pecados capitales.

No existía un ser más tenebroso que aquel que incluso destruía a su propio pueblo. Algunos creyeron que con eso se tomaría ventaja para poder conquistar ese pequeño reinado, pero se daban cuenta muy tarde de su error: el Rey no permitiría una sola penetración a su lugar. Cualquiera que llegue a tener la osadía de pisar tras sus muros, no contaría con la suerte de pagar algo menos que con su vida misma.

En aquel reinado el Sol parecía ocultarse para siempre, los relámpagos eran los que constantemente iluminaban el cielo oscurecido cubierto por unas nubes pesadas que cargaban el agua que caía desde la tarde hasta el amanecer.

No existía vida en ese lugar. Las plantas no recibían la luz suficiente para crecer, los árboles no soportaban el clima,  muy rara vez tenían unas hojas verdes pronunciando su naturaleza.

El pueblo era invadido por un olor a putrefacción debido a las constantes muertes causadas por plagas, asesinatos, violencia entre los propios aldeanos.

El que era el más fuerte era el que tenía el derecho para vivir un día más en ese lugar. No existían niños, ni ancianos, sólo adultos en edad perfecta preparados para las guerras diarias que enfrentaba el Rey contra el resto.

Conforme pasaban los años, los vecinos decidieron hacer un tratado de paz entre ellos para no terminar en la extinción. Habían perdido casi la mayoría de su gente debido a las guerras contra el Rey de las Tinieblas. Incluso uniéndose contra él podían entrar más allá de la primera muralla.

El área era tan grande cubierta de paredes gruesas que los hacían creer que estaban en un laberinto intentando entrar por algún camino al azar en su alrededor. El Rey contaba con 4 resistencias en los cuatro puntos cardinales para evitar el ataque sorpresa de sus enemigos.

Parecía que nunca tenían día de descanso, y sus hombres pueblerinos siempre lograban adelantarse mucho antes de que ellos dieran el primer ataque.

Sin embargo, existió un Rey que fue capaz de cruzar sus 4 barreras para llegar al centro del pueblo. Tenía tantos hombres que incluso los defensores de las Tinieblas tardaban en acabarle por la cantidad diferencial notoria.

El Rey de las Tinieblas nunca salía de su propio castillo para enfrentarse a nadie, tenía tanta inteligencia que bastaban sólo sus órdenes para instruir a sus mejores guerreros.

— ¡Están dentro!— Informó un adolescente entrando corriendo hacia el trono de su superior.

Hemlock Hate lo hubiera matado en ese instante por su falta de protocolo. Sin embargo, no iba a permitir que aquel reino que había venido a atacarle se divirtiera de esta manera.

Él les demostraría el porqué las historias de su pueblo.

Debieron aprender sobre el dicho: "Sobre aviso, no hay engaño". Y él se los dejaría muy en claro.

No permitiría que sigan tratando de creer que pueden derrumbarlo. No lograron matar a su padre, y tampoco lograrán matarlo a él.

Aunque Hemlock había sido el asesino de su mayor. Había rebasado a su padre y cuando creyó que ya no era necesario en el trono, lo descuartizó él mismo.

Ahora, les enseñaría el terror de sus vidas para que corran la voz hacia el resto de los pueblos y dejen así su reinado en paz.

Ellos no tenían oportunidad contra él y éste día no sería la primera vez.

Tomó su espada y su capa carmín para descender hacia el centro de su reinado.

Observó con soberbia hacia aquel Rey que tenía la esperanza de dominar sus tierras. Le daría la oportunidad de ver la razón por la que nadie debería meterse con él.

Como lo supuso, 10 hombres pertenecientes al reino enemigo lo rodearon para dejarlo atrapado y sin escape.

"Como si el escape fuese una opción". Pensó con superioridad observando sin un atisbo de expresión.

Nadie le había visto demostrar nada, y nadie lo haría aún.

— Tuvieron su tiempo para derrotarme.— Comentó con rudeza haciendo temblar a los demás por el tono neutro de su voz. Ellos eran guerreros, pero incluso sabían que aquel Rey no era uno para enfrentar. No cuando sus vidas no pasarían más de un segundo delante de él.

Pero eran lo que eran. La muerte era un suceso que estaba escrito en el destino de ellos, incluso si ésta llegaba más rápida causada por una variante externa.

Defender a su Rey era lo único para lo que servían en su existencia.

— Empecemos.— Puntualizó blandiendo su espada conforme un relámpago caía sobre un árbol seco provocando un incendio.

La noche había llegado y con ello la tormenta proclamando las muertes que vendrían.

Hemlock era un diestro con la espada. Si algo olvidaron contar en los rumores hacia los reinos vecinos era sobre la destreza de su arma. Cualquiera que viera su brillo, sería ver las llamas del infierno antes de ser asesinados por esta.

5 hombres cayeron.

Y los otros 5 no tardaron en morir.

Hemlock conocía muy bien que cada segundo era elemental para cada movimiento corporal. No tenía que pensar, simplemente desarrollaba sus sentidos para evitar cualquier ataque sorpresa y ser él el que atacara de frente destruyendo sus corazones conforme enterraba su filo de la espada dentro del pecho del último.

Aquel Rey que se había atrevido a entrar a su reino, no dudó en arrodillarse rogando por piedad.

No había algo más satisfactorio que ver la inferioridad aceptada por el propietario.

— Sven.— Llamó al adolescente que corría con rapidez hacia él.

— Sí, mi señ...— Su voz se cortó al sentir la espada de su propio hermano cruzar sobre su garganta.

Su enemigo miraba aterrorizado  aquella escena. Conocía al hermano menor del Rey de las Tinieblas. Había escuchado los rumores, había escuchado historias locas sobre aquel temible hombre, pero vivir una de las escenas más impactantes lo dejaban sin habla.

Había asesinado a su propio hermano y al siguiente sucesor de su propio reino. El Rey de las Tinieblas no tenía legado para su futuro reinado.

Y no le importaba.

Su mirada cayó sobre él.

Ahora entendía el terror profanado por el resto de los guerreros que se habían osado a entrar en sus tierras.

Él podía ver su sentencia de muerte en sus pupilas. Eran cafés de un tono tan profundo donde podías observar tu propio reflejo.

Un relámpago destruyó su carreta y con ello, su única posibilidad de sobrevivir.

Volvió a rogar por piedad, jurando lealtad ante él, un nuevo sirviente, un reino aliado. Pero nada sería suficiente como la satisfacción de verlo muerto.

— ¿Has escuchado la historia de mi soberbia?— Cuestionó haciendo a un lado el cuerpo de su hermano restando interés.— ¿Sabes por qué lo maté?

El Rey negó con la cabeza, temiendo que incluso hablar provocara más su ira.

— No soporto a las personas que se creen superiores a mí.— Informó como consuelo.— Al venir aquí firmaste tu sentencia. Deberías creer cuando mencionan sobre mi odio a los que me contradicen cuando les digo que no tienen poder ante mi reino.

Alzó su espada y fue lo último que observó el otro Rey antes de ser cortado por su cuello.

Fin de una nueva historia.

Sus guerreros desaparecieron de su vista y el pueblo volvió a las penumbras de las tinieblas.

Tenía nuevamente la tranquilidad de su reinado.

O eso creyó al ver un movimiento desde el carruaje que había sido embestido por un rayo. Escuchó con claridad el gemido agudo de una persona.

Odiaba eternamente a los que se creían capaces de huir de su destino.

Blandió nuevamente su espada y se acercó a pasos decididos para acabar de una vez por todas a esa persona.

Una mujer salió del carruaje con sus ropas manchadas de polvo.

A pesar del humo, ella no tosió y resistió la sequedad de su garganta para observar el reinado de las tinieblas del que tanto habían hablado en su pueblo.

Visualizó a su propio padre con la cabeza alejada de su cuerpo y al resto de sus guerreros muertos a su alrededor. Como le había pronunciado a su mayor, ellos no tenían posibilidad de ganar ante esta conquista.

Ninguno de los otros reinos había podido y... ¿Quién les hacía creer que ellos sí tendrían ese poder?

Cuando logró tener la vista clara a pesar del humo observó al Rey del que tanto temían todos. Sus pupilas mostraban nada más que oscuridad. No tenía un brillo como todos los demás.

Su aspecto era aterrador. Su mirada era fría que incluso podría ser comparada a la frialdad de un iceberg. Su altura era superior al resto de los otros reinos a los que había visitado.

Ella conocía muy bien las historias de las que contaban todos. 

No era una ignorante.

Sabía que ese era su destino. Morir por el acto soberbio cometido por su padre.

Hemlock había preparado su ataque para darle la herida mortal y así acabar. Pero aquella mujer, a diferencia del resto con los que se había enfrentado, no demostraba terror.

Su mirada estaba neutralizada y su expresión demostraba que estaba lista para la muerte a comparación de los otros guerreros.

En sus ojos podía ver su determinación. No tenía miedo. Y estaba claro que lo reconocía por las historias de su alrededor. Su expresión juzgaba, pero nunca tembló ante él.

Lanzó su espada a escasos centímetros de su rostro.

Ningún sólo movimiento. Tenía mucha valentía como para incluso enfrentar su propio destino.

No podía matarla.

Se alejó de allí esperando que fuera lo suficientemente inteligente como para saber que debería huir mientras no la conociera.

Y lo hizo.

Continuará

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