Глава четыре
Capítulo cuatro.
Al ya no estar bajo el extraño efecto de las manzanas, solo bastaron unos segundos para que Mike pudiera ver lo que realmente había pasado.
Mientras la alucinación se disolvía, pudo ver como todo su alrededor cambiaba completamente. En especial, la comida.
[ALERTA DE SENSIBILIDAD]
Ya no estaba en el sitio verde y colorido, sino en lo que parecía el interior de una roca. Gris. eso era lo único que veía.
En los platos de comida, donde segundos antes había estado un manjar delicioso, ahora estaba lleno de escarabajos y gusanos vivos, fruta podrida, e incluso, animales muertos. A todo lo rodeaban lombrices asquerosas.
—Ay, no puedo esperar para casarme contigo —escuchó una voz horrible a su lado.
Cuando se giró en su lugar, vio a una especie de bruja espantosa, llena de una sustancia negro y con el cabello enmarañado. Abrió la boca, dejando caer su saliva verde y viscosa.
Sus hermanos seguían completamente alucinados, riendo sin darse cuenta del lugar en el que estaban. Las dos chicas angelicales soltaban risas espeluznantes a la vez que acariciaban con sus horribles manos a los muchachos.
El movimiento de los gusanos le causaron arcadas. Más al recordar que él mismo había comido eso.
—Estoy tan feliz de que vinieras a verme aquí —siguió hablando la chica a su lado—. ¿Te parezco hermosa?
Soltó una risa tan fea que le dieron ganas de taparse los oídos.
Mike rió incómodo para seguirle la corriente. Tomó el mapa y se levantó de su silla.
—Queridos hermanos, los quiero mucho —habló Mike, abrazándolos por los hombros. Ellos exclamaron un leve "aw".
—Y nosotros a ti —canturreó Flex a su derecha, con su enloquecida. Se inclinó hacia Mike y le dio un beso en la mejilla, después buscó su boca y le dio un "pico".
Mike se separó asqueado mientras Flex y Sparta seguían riendo. Éste último sostenía una rata muerta.
—Vamos, Vayamos a explorar nuestro nuevo hogar —siguió Mike, esperando que sus hermanos le hicieran caso.
—¡Pero todo éste festín! —se quejó Sparta. Y estuvo a punto de darle una mordida a la cabeza de la rata, de no haber sido por Mike que la alejó "despistadamente".
—Tenemos mucho tiempo para comer, nos quedaremos aquí, ¿no? —inquirió de forma más desesperada, lo único que quería era salir de ahí. Al decir eso, sus hermanos empezaron a festejar.
—Disculpe, ¿podemos dejar la mesa? —le preguntó Flex a una de las brujas.
—Por supuesto, vayan a divertirse —respondió ésta, con su voz rasposa—. No se preocupen, habrán muchos platos deliciosos esperando por ustedes cuando vuelvan.
—Bien vamos —alegó Mike de nuevo, ignorando la felicidad de sus hermanos.
Se levantaron y Mike los guió hacia donde recordaba la salida de la roca, todavía con ellos riendo.
—¿Dónde estamos? —preguntó Flex.
—¡Parece un palacio! —exclamó Sparta emocionado.
—Oigan, miren eso —Flex se detuvo y, para Mike, señaló un pedazo de piedra con alegría—. Es hermoso.
—¿A dónde vamos?
—Saldremos de aquí —susurró Mike.
—Tenemos todo lo que necesitas aquí —alegó Flex.
—Es una ilusión, las manzanas están encantadas.
—Mike, ¿por qué siempre tienes que arruinarnos todo? —discutió Flex y le arrojó un pedazo de fruta podrida llena de lombrices. Mike se sacudió el hombro con asco—. Quemaste nuestra casa hasta sus cimientos, luego, nos separaste de esas lindas chicas.
—¡Despierten! —Mike se molestó y le dio una cachetada a Flex y otra a Sparta.
Eso pareció despertarlos, pues vio como ambos observaban a su alrededor como si acabaran de despertar. Flex desechó la manzana podrida que aplastaba en su mano.
—Ahora nos casaremos —una de las brujas apareció a sus espaldas, sujetando los hombros de Flex y Sparta.
Ambos se asustaron tanto que gritaron, así que empezaron a correr siguiendo a Mike a través de un túnel de piedra.
—¡No se vayan, nos casaremos! —gritó la bruja desde atrás.
—¡Corran, vamos! —acotó Mike, ninguno dejaba de correr. El túnel era demasiado largo, parecía que nunca iba a terminar.
—¡No podrán escapar! —las dos brujas faltantes aparecieron justo enfrente de ellos.
Los tres chicos asustados, trastabillaron antes de chocar con ellas y dieron vuelta hacia otro túnel. Era como un laberinto.
—Aquí estamos —de nuevo, las tres chicas aparecieron al final de ese segundo túnel.
Dieron vuelta de nuevo, ni siquiera sabían hacia donde corrían, pero más adelante se veía un tramo de roca abierto y, del otro lado, la luz del sol.
—¡No, no nos dejen!
—¡Ninfas del bosque! —exclamó el rubio, recordando otra de los cuentos de hadas—. ¡Corran!
Una de las ninfas se detuvo detrás de ellos y lanzó un encantamiento para que las piedras se comenzaran a cerrar.
Mike, Flex y Sparta sabían que si esas piedras se cerraban y los dejaban atrapados, nunca más podrían salir. Así que corrieron lo más rápido que sus cansadas piernas se lo permitían.
Las piedras se cerraban más rápido, pero Mike alcanzó a salir. Flex cayó a un lado suyo, y después Sparta, justo a tiempo antes de que las piedras se juntaran, soltando una enorme nube de polvo.
Sintieron la felicidad recorrerlos, habían logrado escapar.
—Gracias por salvarnos, Mike —agradeció Sparta cuando ya estaban muy alejados del sitio. Y de las ninfas. Ahora estaban caminando cuesta arriba de una montaña verde.
—No hay de qué. Pero la próxima vez que vean una chica linda con cola de vaca, sigan caminando.
—Si los ogros existen, ¿por qué nunca los hemos visto? —inquirió Flex.
—Se convierten en piedra con la luz del día, solo salen en la noche —respondió Mike.
—¿Cómo lo sabes?
Mike se encogió de hombros.
—Porque así es como es.
Y tras eso, siguieron caminando.
. . .
Ya habían caminado otro largo tramo de pradera, cuando Flex volvió a retomar la conversación.
—¿Algo más que debería saber, existen los dragones?
Mike soltó una risa sarcástica.
—Dragones.
—¿Y los unicornios? —inquirió de nuevo el mayor de los hermanos.
—No seas tonto.
—¿Y por qué es más tonto que los ogros?
—Es absurdo, ¿un caballo, con un cuerno? —lanzó un resoplido cansado—. Bien, escuchen; ahora debemos encontrar la espada y liberar al príncipe.
{Muy, muy lejos de ahí}
Algo había llamado la atención del príncipe pelinegro; una agujero en el techo. Era pequeño, pero estaba seguro de que él cabía por ahí, solo debía encontrar una forma de subir esos seis metros.
Intentó escalar, pero apenas había avanzado unos centímetros del suelo cuando un ruido extraño se escuchó en el mismo cuarto.
Javier volteó con cautela. Se dio cuenta de que eso que había sonado era la roca de la entrada. Alguien la había retirado sin el más mínimo esfuerzo. Una de las cabras se acercó a olfatear por ahí y después salió.
¿Acaso sus padres ya la habían encontrado?. Esperaba que si, pero si ese era el caso, ¿cómo habían quitado la roca?
Se acercó con cuidado, sin querer salir. Entonces, un gruñido extraño se escuchó del otro lado, era como alguien comiendo.
Trollino, sin saber que hacer, se retiró hasta el otro extremo del cuarto cuando vio que una mano enorme se colaba entre el hueco. Después, dejó caer huesos de un animal. Seguramente de la cabra que había salido hace unos instantes.
—Mm.. Carne cruda. Mi favorito —exclamó Trollino, alzando la voz para que el ogro la escuchara. Temía hacer o decir algo que pudiera enfadarlo, no quería saber lo que le haría.
Tras eso, volvió a colocar la roca en el mismo sitio, dejando al príncipe sin salida.
{En el bosque}
—Miren lo que encontré —Mike recogió algo del suelo.
—¿Estambre? —burló Flex—, ¿empezaras a tejer?
—Uno nunca sabe.
Estaban bajando por una pequeña vereda, Sparta venía más atrás, completamente cansado. Bajó un poco más, pero sus hermanos ya iban más adelante. Escuchó distinta voces a un costado de los troncos. Era una aldea.
Sin decir nada, caminó hacia ella. Mike y Flex lo observaron con asombro antes de seguirlo.
—Sparta —lo llamaron, pero él seguía caminando sin hacerles caso—. ¡Sparta, ¿a dónde vas!?
—Sin comida ni agua, nuestro héroe no puede pensar.
. . .
Un violinista tocaba una canción con alegría, mientras la gente a su alrededor bailaba y comía. La taberna era lo suficientemente grande como para atender a muchas personas.
—Sparta, no podemos pagarlo. Vamos —le recordó Flex, antes de que se dieran la vuelta.
—Bueno, menos mal que uno de nosotros nació con algo de sentido económico —se quitó el zapato derecho y de ahí sacó el costalito de dinero que su padre le había dado cuando se fueron—. Mike, ve y pide tres cervezas de las más grandes.
Le pasó el dinero y Mike sonrió. Pero Sparta le interrumpió antes de que pudiera avanzar.
—Y tres pudines de crema agria. Y tres raciones de embutidos —Mike asintió, pero Sparta volvió a interrumpirlo poniendo el brazo en su pecho—. Y tres rollos grandes de canela.
—No creo que haga falta —se burló Mike.
—Sin rollos de canela nuestro héroe no puede vencer al ogro —Mike y Flex intercambiaron una mirada burlona, Sparta se puso serio—. Si no como algo, atacaré a alguien.
Dividieron su camino; Mike hacia el mostrador, y Sparta y Flex a buscar una mesa libre.
Sin embargo, ninguno notó que en una de las mesas estaban tres personas que conocían:
—Bien, aquí está su vino —una de las empleadas se acercó a la mesa, cargando las bebidas— Una para usted, y otra para usted.
Raptor olisqueó la copa de vino y detuvo a la chica cuando estuvo a punto de retirarse.
—Oye, espera, espera, espera, espera —exclamó el príncipe Raptor de Dinamarca, después le mostró la copa a su compañero Rius—, ¿no te huele un poco a pedo?
—Si, huele mal —respondió el albino.
—No solo a pedo —continuó el castaño—, a... a granero, a... calcetín sudado y un toque de.. ah, caspa. Si, caspa.
Le dio un trago y lo mantuvo en su boca, haciendo gestos exagerados al saborearlo. Después se inclinó a un costado de la mesa y escupió en el piso.
—Sabe a pedo —concluyó, dejando la copa en la mesa. Se dirigió a la empleada alzando la voz—. Sírveme un vino o compraré la taberna y la quemaré hasta los cimientos, como un regalo a la humanidad. Gracias.
La muchacha sonrió forzado, tomó la copa y se retiró.
Raptor se apoyó en la mesa.
—Hay que encontrar al príncipe antes de que otro lo haga. O todo estará perdido —exclamó, suavizando su voz.
—¿Cree que el Rey de la montaña la tiene? —preguntó Mayo.
—No seas estúpido, pequeño Mayo. Los ogros y los duendes no existen.
. . .
Mike se alejó del mostrador con las tres cervezas en brazos, pero chocó con un tipo bajito.
—Oh, lo siento —se disculpó el rubio.
—No pasa nada —el tipo con el que chocó alzó la cabeza. Se sorprendió al reconocer a Mike.
. . .
—Mi señor —Víctor llegó con Raptor apenas se despegó del rubio— Adivine a quién vi...
. . .
—Salud, hermanos —exclamó Sparta, chocaron sus tazas y le dieron un trago a la cerveza.
—Veamos el mapa —murmuró Flex, a lo que Mike asintió y desenrolló el pergamino.
—Mapa, muéstrame el camino a la espada, por favor.
Tal como la última vez, el mapa se dibujó con estelas doradas en el papel, sorprendiendo a sus dos hermanos.
—Eso es a lo que yo llamo magia —se sorprendió Sparta. Flex asintió.
—Ahí está el pantano del que ella me habló —Mike señaló el susodicho con la barbilla—. La espada debe estar en ese estanque. Entonces ahí es donde iremos. Si la encontramos, podremos rescatar al príncipe.
***
juju, aló :)
¿qué tal? me dan ganas de terminar esta historia ya mismo, ando de buenas siksi.
sisi, seguramente más tarde estaré subiendo el resto de los capítulos más tarde uwu<3
no les prometo actualización en Tortillas de harina, perdón :(
en fin, nos leemos más tarde 🌈
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