предисловие
Prefacio:
La leyenda que nadie recuerda.
Muy, muy lejos en las montañas, más allá del cielo azul; incluso aún más lejos, hay una montaña majestuosa. Una montaña a la que ningún hombre vivo se atreve a acercarse.
Una antigua leyenda dice que en lo más profundo de ella, vive un horrible ogro: el Rey de la montaña.
Según la leyenda, sólo una cosa puede despertar al ogro de su sueño: que el príncipe, al cumplir los dieciocho años, aún no esté casado.
—¿Javier, estás listo? —la voz del rey aumentaba conforme se iba acercando a la habitación del príncipe azabache—. ¿Javier?
El príncipe Javier era muy revoltoso si se lo proponía. Ésta vez no era la excepción, pues se encontraba practicando uno de sus pasatiempos favoritos: el lanzamiento de cuchillos.
Y ya que no tenía la autorización de ejercerlo fuera del castillo, solía lanzar los cuchillos pequeños (que tomaba a escondidas de la cocina) a la puerta de su habitación. Así que cuando su padre entró a la alcoba, el cuchillo que llevaba perdido semanas atrás estuvo a punto de cortar su bien formado bigote.
Trollino sonrió travieso, ganándose una mirada de desaprobación por parte de su padre.
—Andando —acotó el rey. Trollino no tuvo de otra más que seguirle, con mala cara.
Lo hayan querido o no los príncipes o princesas, todos los reyes siempre han encontrado un novio para sus hijos, antes que sea demasiado tarde.
La sala principal estaba llena de personas. El príncipe Javier solo observaba con aburrición desde su asiento, al lado del trono de su padre y su madre, los reyes de Askeladden. Estaban esperando la llegada del príncipe Raptor, supuesto pretendiente para Trollino.
No terminaba de entender porqué debía casarse, él no quería hacerlo.
Un muchacho alto y musculoso apareció por la alfombra que dirigía a los tronos. Hasta que alguien más pequeño chocó con su espalda, causando que las risas de los invitados se hicieran presentes.
—Quítate —murmuró el chico castaño que había chocado con él, apartándolo con odio.
El rey volteó a ver a su hijo con una sonrisa satisfecha, quien no tuvo de otra más que incorporarse en su asiento.
—Bienvenidos —la estridente voz del rey saludó a los nuevos. El recién llegado príncipe carraspeó y empezó a hablar con una postura rígida.
—Su alteza real, su merced —señaló al rey y reina respectivamente. Se notaba un poco nervioso—, con gran dicha y humildad, yo; el príncipe Raptor de Dinamarca, acepto la mano de su hijo en matrimonio.
Los murmullos de los invitados no tardaron en volver a presentarse.
Raptor seguía recto cuando un hombrecillo peliblanco apenas más bajo que él, se acercó a su oído.
—Son simples campesinos, mi señor —le murmuró en un tono que todos alcanzaban a escuchar—. No entienden su lenguaje sofisticado.
Trollino volteó a ver a sus padres, pero ellos seguían sin cambiar su expresión confundida. Raptor relamió sus labios.
—Buen día, que bueno estar aquí —corrigió un poco más calmado, a lo que todos exclamaron aliviados y aplaudieron, inclusive el rey y la reina. En cambio, Trollino seguía analizando sin moverse.
[...]
—Y el oso grande corrió hacia mí...
La cena había comenzado, pero el príncipe Raptor de Dinamarca decidió que era un buen momento de contar una de sus anécdotas para impresionar a los reyes: la vez que atacó a un oso.
Raptor estaba encima de la mesa mientras todos prestaban atención a su voz y movimientos. Todos excepto Trollino, él estaba incómodo.
—Pero soy un hombre valiente, así que lo embestí —saltó de la mesa al suelo y tomó a un invitado de la corte para mejorar su actuación—, puse mis brazos alrededor de su cuello, y apreté —realizó lo mismo que en el pasado con el oso, esta vez con el mismo hombre y empezó a ahorcarlo mientras él jadeaba por falta de aire—, apreté hasta que el oso yació muerto en el suelo.
Todos aplaudieron maravillados por la historia, incluso los reyes parecían felices. El príncipe Javier suspiró preocupado.
[...]
—Javier, ¡Javier!
—¡No!
El príncipe, ya desarreglado con su pijama puesta, entró a su alcoba, enfadado con su padre. Se sentó en la cama con los brazos en cruz, pero eso no impidió que su padre lo siguiera.
—Escúchame bien: yo soy el rey. Y el rey ordena que te cases con Raptor.
Trollino bufó, harto.
—Tú no lo entiendes, ¡yo no quiero casarme!
—Tu cumpleaños es mañana. Y te vas a casar.
Dicho esto, le entregó un retrato y salió de la habitación, dejando al príncipe observando la pintura de Raptor.
Si la leyenda es cierta y el príncipe no está casado en su decimoctavo cumpleaños, el ogro despertará y se lo llevará a su montaña.
Dejó caer el retrato al suelo con mirada derrotada. Su traje de novio yacía a un costado de la cama, como un constante recordatorio de su tortura.
Allí lo hechizará y será su esclavo, por el resto de su vida.
Afuera del castillo, a la mañana siguiente, todos los habitantes del reino ya estaban empezando los preparativos para la tan ansiada boda.
—¿Javier? —el rey entró de nuevo a la habitación de su hijo con intensiones de despertarlo y que comenzara a arreglarse para su boda.
Pero fue en vano, pues el príncipe no despertaba. Seguía debajo de sus cobijas, completamente cubierto.
—Javier, despierta ya.
Las retiró de un desesperado jalón, pero se encontró con la sorpresa que debajo no estaba más que un trozo de paja amarilla.
Y, a un lado de la ventana, la pintura del príncipe Raptor, colgando con un cuchillo encajado a la altura de la frente.
Ya a varios kilómetros avanzados, el príncipe Javier cabalgaba lo más rápido posible en su corcel de pelaje negro, con el sol despertando.
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