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Глава первая



Capítulo uno.


Alejada del pueblo, escondida entre el colorido bosque, había una granja pobre en la que vivía un granjero viudo junto a sus tres hijos.

Era una familia de bien y productiva conformada por Timba; el padre, y sus hijos Flex, Mike y Sparta.

Pero ahora centrémonos en el hijo mediano, el chico con la cabeza en las nubes...

En este momento, está regresando a casa después de otro de sus viajes para explorar la zona. El sol resplandecía en lo alto del cielo cuando se detuvo a mitad del puente a observar el paisaje. Soltó un suspiro maravillado por la vista y, justo entonces, un caballo negro cruzó como un relámpago a tan sólo unos centímetros de él.

Trastrabilló un poco y terminó cayendo al agua. El jinete del corcel se sintió culpable al ver aquello, a lo que, después de una mini disputa en su cabeza, bajó de su caballo.

—¿Hola? —preguntó mientras iba bajando del puente, buscando al extraño que había caído. No obtuvo respuesta, así que no tuvo de otra más que entrar al agua. Por suerte, ésta no estaba tan profunda, solamente alcanzaba a mojar sus tobillos.

Había un maletín de cuero café flotando en el agua, así que se inclinó algo confundido para tomarlo. Pero no contó con que Mike saldría del agua para jugarle una broma; tomó del brazo al príncipe y lo jaló hacia el interior, ocasionando que ambos se sumergieran en el estanque.

Mike tomó el maletín lleno de zanahorias y se levantó riendo. Posteriormente, lo dejó en una roca, alejado del agua y se regresó hacia el chico de cabello negro, quien todavía seguía sentado en el agua con un notable gesto de enfado.

—Hola —Mike le tendió la mano, sonriendo—. Ahora estamos a mano.

Pero para Trollino eso no fue tan divertido. Así que, al ver su mano estirada, no dudó en halarla para volver a lanzarlo al agua.

Le lanzó una mirada despectiva y se incorporó para salir del estanque a buscar sus cosas. Mientras tanto, Mike seguía riendo.

—Hola, soy Mike —volvió a saludarlo una vez fuera del agua, mientras se cruzaba el maletín. Extendió su mano al pelinegro de espaldas, pero Trollino ni se molestó en voltearse—. No tenemos que darnos la mano... Igual, es una costumbre estúpida, ¿por qué... por qué no darnos la mano de lado a lado? ¿o pararnos de un pie? "Hola, me llamo Mike, yo-...

—¿Siempre eres tan hablador? —lo interrumpió molesto, girándose para encararlo. Mike se encogió de hombros.

—Solo después de experiencias cercanas a la muerte —mostró un pequeño rasguño en su cuello—, ¿sabes? esto es-...

—Sigue hablando y... puede que tengas otra de esas —se acercó molesto, tratando de intimidarlo con sus fuertes ojos azules.

—Ah...

Se vieron a los ojos unos segundos, antes de que Trollino se girara de nuevo. Hubo un corto silencio incómodo.

—Oye —Mike volvió a hablar—, ¿tienes hambre?

[...]

Las mordidas de las zanahorias por parte de Javier era lo único que se escuchaba en todo el campo verde. Ya se había acabado unas diez, pero no era su culpa; no había comido nada desde la cena anterior.

—Nunca había visto a nadie comer tan rápido —comentó el rubio en tono burlón. Trollino se giró hacia él, todavía con la zanahoria en mano.

—No había tenido apetito —se excusó sonriente, dando otra ruidosa mordida.

—Hm... Supongo que ya lo recuperaste.

Trollino volvió a verlo. Y se permitió admirarlo un poco, debía admitirlo; le gustaba su sonrisa cálida.

Ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que se sintió tan pleno, tan libre de obligaciones.

—¿A dónde te diriges? —preguntó entonces Mike.

—Amm —apartó la mirada al suelo, aunque siguió sin soltar la zanahoria—. Ya debo irme, gracias por la comida.

—Pero... —no lo dejó hablar, pues Trollino ya se había levantado del tronco caído donde estaban sentados y se subió a su caballo—. ¡Ni siquiera sé tu nombre!

El pelinegro se giró hacia él, sin dejar de montar el caballo.

—Quizás nos volvamos a ver, si logras mantenerte en pie... ¡Arre!

Y se alejó cabalgando hasta desaparecer de su vista.

[...]

Flex y Sparta estaban lijando la madera que faltaba de agregar para las renovaciones en la granja familiar cuando Mike apareció de entre los árboles.

—Buenos días, hermanos —los saludó sonriente.

—¿Cómo que "buenos días"? —repitió Flex, molesto—. Estamos trabajando desde el amanecer.

Mike se giró hacia el cielo; el sol ya estaba bastante alto, eso significaba que sus hermanos llevaban bastante tiempo trabajando.

—¿Y qué esperas tú? —siguió Sparta.

—Bueno, la vida es más que trabajar —susurró para tratar de animarlos, pero Flex y Sparta solo giraron los ojos y continuaron trabajando. En eso, Timba se acercó—: Hola, papá.

—Hola —lo saludó, serio. Vio a sus otros hijos cansados, quienes se incorporaron al verlo—. Bueno, las aves la pasaron bien. Te pedí que hicieras un espantapájaros.

—Era trabajo de Mike —se molestó Flex.

—Si, era su trabajo —concordó Sparta. Todos se giraron hacia él.

—¿Compraste lo que te pedí? —Timba soltó un resoplido.

—Si —Mike asintió y se quitó el maletín, pero de ahí solo cayó una papa amarilla y agua del estanque.

—Ugh —se quejó su padre. Sus hermanos también lo vieron mal.

—Ah... No creerás lo que pasó, papá. Verás, una chica vino cabalgando y...

—¡Mike! —lo interrumpieron Flex y su padre al mismo tiempo.

—Pero es cierto, no estoy mintiendo.

—Basta —el peliazul se frotó la sien, irritado—. Chicos, vayan por el arco y la ropa que tendí.

—Pero estamos cansados —se quejó Flex.

—Sólo comimos cachas de avenas —también Sparta.

—Iremos de caza —completó su padre.

—Yo, ¿puedo ir? —preguntó Mike, nervioso.

—No —respondieron todos.

Sparta y Flex se fueron a buscar las cosas para la caza.

—Escucha —su padre se acercó a él una vez que quedaron solos—. Todos debemos ser responsables, es hora de crecer.

Mike asintió.

—Bien. Te quedarás aquí y cuidarás la casa —continuó—. No hagas...

—¿Puedo?...

—No, nada. No hagas nada. ¿Entendido?

—Si, entendido.

Timba sonrió.

—Confío en ti.

—Ten —Flex le tendió el abrigo a su padre. Caminó un poco, hasta llegar al lado de Mike—. Siéntate y hurga en las cenizas. Es para lo único que eres bueno.

[...]

El sol empezó a ocultarse en el poniente, por lo que el clima bajó consigo. Mike decidió que era un buen momento de encender la pequeña chimenea para tratar de mantener caliente la morada, quemó los trozos suficientes de carbón para lograrlo.

Sin tener nada más que entretenerse, se mantuvo sentado frente a la chimenea, meneando los trozos con una vara. Hasta que de pronto, un golpe fuerte sonó desde afuera. Al principio creyó que había sido parte de su imaginación, pero otro golpe volvió a sonar, esta vez sacudiendo el agua que había en una de las vasijas; eran como pisadas. Pisadas demasiado grandes.

Dejó la vara de metal metida en la fogata. Se acercó a la ventana con gesto asombrado y limpió el vapor que se había pegado a ella con la manga de su abrigo, esperando ver algo fuera de lo normal. Dio un vistazo; efectivamente, sentía pisadas, pero no alcanzaba a ver de donde procedían.

—Ogros —murmuró para sí mismo, volviéndose al interior de la casa—. Já, yo no le temo a los ogros —agregó alardeante, tomó nuevamente la vara y la maniobró tal como si fuera una espada, aventando sin querer algunas chispas de fuego.

En un giro, un trozo de carbón que se había quedado pegado a la vara, salió disparado encima de una manta vieja de lana que no tardó en encenderse. Mike al darse cuenta de esto corrió hacia la llama que empezaba a agrandarse, pero derribó otro pedazo de carbón hacia la alfombra de estambre, la cual comenzó a incendiarse más rápido y discreto a su espalda, mientras él todavía trataba de apagar la manta.

Finalmente, después de batallar unos segundos, logró apagar por completo la manta.

—Menos mal, pudo haber ocurrido algo más grave —se dijo a él mismo, suspirando de alivio. Justo entonces, un olor a quemado se filtró en su nariz.

Se giró, solo para ver que la mitad de la casa ya estaba siendo consumida por las llamas a una velocidad impresionante.

Tomó la vasija de la mesa y lanzó la poca agua que contenía, pero, claramente, el fuego no hizo ni seña por apagarse. Entonces cayó en pánico porque en tan solo unos segundos la casa estaba ardiendo totalmente. Y supo que nada lo detendría.

[...]

A muchos metros más alejados, en medio de los árboles de abedul, el príncipe Javier seguía cabalgando. El sol ya se había ocultado por completo, lo único que alcanzaba a iluminar su camino era la luz de la luna. Aunque eso no evitaba que sintiera cierto pavor al escuchar los grotescos chillidos de los animales.

O eso creía que era, hasta que prestó más atención.

Detuvo a su caballo para escuchar mejor. Quedó en silencio puro, así pudo percibir unas impetuosas pisadas cerca de él. Vinagrito, su caballo, estaba asustado. Trollino sólo intentaba guardar la calma, pues todavía recordaba las antiguas leyendas que solía contarle su padre cuando era más pequeño.

Un recuerdo de una de esas historias llegó a su mente: un ogro. Y, como si le hubiese leído la mente, Vinagrito relinchó asustado. Se paró en dos patas, aventando hacia atrás a Trollino y salió corriendo de ahí.

«Traidor», pensó. Pero no tuvo tiempo de perseguirlo antes de que varios árboles, seguido de un gruñido horrible, sonaran a su lado.

No dudó en huir, corriendo hacia el lado contrario al que había tomado su caballo. Sabía que no serviría de nada gritar porque no había nadie cerca que pudiera ayudarlo. La opción más segura que se le ocurrió fue esconderse en cualquier lugar donde aquella cosa tan espantosa no pudiese encontrarlo. En un paso en falso, cayó rodando por un pequeño acantilado, dónde terminó a los pies de un tronco. El rugido se escuchaba más cerca así que, sin poder correr, se apegó lo más que pudo al musgo del árbol y trató de controlar su respiración para pasar desapercibido.

Las pisadas parecían venir de todos lados, no pudo diferenciar cuando un árbol crujió a su izquierda y algo enorme lo tomó.

Gritó, asustado. Después no supo que pasó.







***

oigan oigaaaaann, espero que le esté gustando ésta historia <333

aquí va a haber actualizaciones más seguidos jsjs.

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