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Intrigas en la corte

"Las palabras fraudulentas son como saetas del valiente"

David

David golpeó suavemente la puerta de la alcoba de su prometida, la princesa Merab, segundos después el rostro sonriente de la muchacha apareció tras la puerta.

-¡David!-chilló contenta-No estaba segura si regresarias.

David alzó una ceja y carcajeó alegremente-¿Vamos al jardín?-la invitó- me gustaría hablar contigo.

-Claro no hay problema-respondió Merab con una sonrisa nerviosa y salió de su habitación para caminar con su futuro esposo al pequeño jardín.

El parque de Palacio no era la gran cosa, pero había hierba fresca para sentarse y grandes árboles que daban una sombra fresca. Era un lugar pacífico y tanto a David como a Merab les gustaba estar allí.

-¿Y bien cómo has estado?- preguntó el joven tratando de mostrarse cortés con su prometida.

-Bien-Merab se encogió de hombros con una mueca triste-¿Sabes? Extraño a mi padre.

David la miró confuso, no entendía de lo que ella estaba hablando.

-Pero tu padre está aquí en el palacio Merab- David la miró preocupado ¿Acaso su prometida estaba perdiendo la razón?

-No tu no entiendes- Merab lo miró con pena- Antes de ser Rey mi padre era el mejor hombre que puedas imaginar era un gran padre y un gran esposo pero ahora parece preocuparle solo el poder.

-Creo que estas exagerando un poco Mer..

-No David-la princesa lo interrumpió bruscamente- no creas que no me enteré que el intentó matar a Jonatán mi hermano, antes de ser Rey mi padre jamás haría algo así.

-Yo- David titubeó, de ninguna manera tenía respuesta para eso quizá Merab tuviera razón- no lo se.

Merab sonrió con tristeza y abrió la boca para decir algo pero un criado la interrumpió.

-Princesa- saludó el  criado con una leve inclinación del torso- Disculpe pero el Rey pide que David se presente ante el de inmediato.

-No hay ningún inconveniente- ella sonrió con amabilidad- Ten un buen día David.

Cuando el muchacho se fué de su lado Merab no pudo contener la lágrima silenciosa que rodó por su mejilla. Tantas veces había intentado enamorarse de David pero no podía, sabía que era un excelente muchacho y que todas las virgenes hebreas suspiraban por el pero aún así no podía amarlo. Lo quería, pero para ella no era más que un amigo y David mismo le había confesado que el sentía lo mismo que ella, nada.

Sólo se llevaban bien, pero el corazón de Merab pertenecía a otro y la princesa no creía poder cambiar eso.

Merab aguardó pacientemente hasta estar segura de que David estaba con Saúl en la sala del trono y recién entonces volvió a paso ligero a la seguridad de su habitación.

Entró a la recámara y cerro la puerta tras de si.

-¿Adriel?-preguntó al ver al soldado dormido en su cama-¿Ya te dormiste?

Al ver que el soldado no despertaba,Merab se acercó al joven de cabellos negros que dormía en su cama y besó sus labios con pasión.
Este sonrió con los ojos cerrados y continuó el beso cargándolo de pasión, cuando las manos del joven comenzaron a recorrer de memoria las curvas de su amante la princesa cortó el contacto de una manera tan brusca que Adriel abrió los ojos sorprendido.

-¿Qué pasa Merab?-preguntó acariciando los cabellos de la hija de Saúl-¿Hay algo que entristece tu lindo corazón?

-Adriel sabes que te amo- Merab bajó la mirada evitando el contacto visual con el capitán de la guardia real que también era su amante- pero no me siento bien haciéndole esto a David ¿Sabes?

-Mera mírame- Adriel sonrió tratando de darle seguridad a la princesa- voy a contarte un secreto, tu padre va a poner a tu prometido a cargo de una unidad de treinta hombres que junto con el resto de las huestes hebreas van a atacar a los amalecitas, es imposible que David salga vivo de ahí.

Merab lo miró insegura-¿Lo prometes?

-Tal cómo yo me llamo Adriel.

Pero se equivocaban.

La victoria sobre Amalec fué aplastante, y gran parte de ella se debió al fragor que inspiraba David en el ejército hebreo, el antiguo pastor de ovejas demostró tanto valor y terminó con tantos amalecitas que todo el pueblo se enteró muy rápido de sus proezas incluso aún antes de que el ejército hebreo hiciera su entrada triunfal en Hebrón.

El ejército hebreo entró henchido de orgullo a Hebrón, los soldados comunes iban a pie mientras que los oficiales marchaban a caballo.
Las mujeres y los niños cantaban alegres y sacudían hojas de palmera para celebrar el triunfo total sobre Amalec y su malvado rey Agag.

Saúl montaba al lado de Abner su general sobre un caballo negro de patas muy largas, un animal espléndido y mientras las melodías de las mujeres lo adulaban todo iba bien pero hubo un cambio abrupto de melodía.

-¡Saúl mato a sus miles!¡Y David mató a sus diezmiles!- comenzó a cantar la gente que bordeaba el camino.
Una y otra vez el coro resonó en los oídos del orgullosos rey de Israel que lo tomó cómo un agravio personal,Abner era un hombre muy astuto y notó los sentimientos del Rey en seguida.

-Majestad no se moleste- Abner intentó quitarle hierro al asunto- hoy mismo ponga a David como jefe de mil soldados y mandelo a pelear batallas imposibles.

-Eres brillante Abner-reconoció Saúl- así su sangre no estará en mis manos, ¡Pues parece que solo le falta el reino para ser igual a mi!

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