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Capítulo 16-El monstruo que vivía cerca de un puente

Basado en hechos reales.

"Dios envía la carne y el diablo envía los cocineros". Thomas Deloney.

Por la mañana, Diana se levantó de la cama en ropa interior, aún poco somnolienta, fue hasta la cocina para servirse un poco de jugo de guayaba, mientras tomaba el jugo un pequeño grito llamo su atención.

-¡Perdón, detective! No ví nada-exclamó Lucas, cubriéndose los ojos al salir del baño.

-Ah, cierto, estabas aquí-dijo Diana, sin tomarle mucha importancia-. Después de que Miguel Ángel me haya dicho muchas insinuaciones sexuales y me haya visto en ropa interior perdí algo del sentido de la verguenza, discúlpate cuando me veas desnuda por accidente.

-¿Qué clase de relación tienen ustedes?-preguntó Lucas, extrañado por oír esa frase.

-Mmm... él es como el cachorrito que adoptas y se vuelve sumamente fastidioso, pero que no puedes abandonar porques es adorable y te alegra el día-explicó Diana, con una analogía muy rara-. Me iré a cambiar.

Cuando Diana se puso ropa, preparó unas arepas para ella y para Lucas y se sentaron a comer en la sala.

-¿Cómo te has sentido? ¿La charla que tuviste anoche con Miguel Ángel ayudó?-preguntó Diana, con interés, mientras comía su arepa.

-La verdad... me siento un poco mejor, pero aún no sé que hacer, preferiría no volver a mi casa con mi madre más fría que el hielo-explicó Lucas, cabizbajo.

-Si no quieres volver ok, pero debes hablar con tu madre, esto que estamos haciendo Miguel Ángel y yo es secuestro-dijo Diana, compresiva, pero a la vez directa-. Por ahora tomáte tu tiempo para decidir, yo dentro de un rato tendré que irme a trabajar. Miguel Ángel estará en su departamente, si él sale y necesitas algo, puedes llamar a un nuestro casero en el primer piso.

Cuando Diana terminó de desayunar, tomó sus cosas y se fue al trabajo. Lucas se quedó en aquel departamento solo, al terminar su desayuno, tomó su mochila llena de parches y fue donde el casero, quien casulmente estaba sacando una caja de basura.

-Buenos días, ¿Usted es Don Ramón Aguirre?-preguntó Lucas, con buenos modales.

-Oh, el chamito de ayer, ¿Qué se te ofrece?-preguntó Don Ramón, dejando la caja de lado.

Lucas fijó su mirada en la caja, viendo algunos objetos allí, como un reloj y una radio.

-¿Va tirar ese reloj y la radio?-preguntó Lucas, si apartar la vista de esos objetos.

-Buenos, si ¿Quieres llevártelos? Ya no funcionan y los inquilinos los tiraron.

-Ah, no importa, les encontraré uso-dijo Lucas, guardando las cosas en su mochila y regresando hacia el departamento de Diana.

Justo cuando iba a entrar, decide cambiar de opinión y entra al departamento de Miguel Ángel, pero no lo encuentra en ningún lugar. Aún así se queda allí a trabajar con los objetos que tomó, mientras tomaba algunos libros de su librero.

En otro lugar del municipio, Miguel Ángel estaba en su escondite principal, sentado en su trono y conversando por videollamada con todos los guardianes escarlata, sin nombres, solo sus emblemas aparecian en las pantallas.

-Haaa... se siente tan bien volver a sentarme en mi trono-dijo Miguel Ángel, sonriendo y acomodando sus gluteos-. Aunque lo siento algo calientito ¿acaso Diana se sentó aquí mientras no estaba?

-Si-respondieron todos los guardianes escarlata, al unísono.

-Me lo suponía-dijo Miguel Ángel, apoyando los codos en la mesa-. Ahora bien, pasemos a lo importante ¿Hay algo nuevo que reportar? Sé que Diana se ha ocupado de todo desde que me fuí, pero quiero saber si hay algo.

-De hecho, anoche confirmé algo extraño-dijo el Bufón Amarillo-. Desde hace unos días que no he encontrado a ciertos indigentes de este municipio. Tengo una lista de todas las personas de alto riesgo por aquí; prostituras, indigentes, drogadictos, etc. No encuentro a tres de ellos, los busqué por doquier y ni rastro.

-Mmm... sin duda es raro, usualmente los indigentes tienen su propia zona y no salen de allí a menos que sea necesario-dijo Miguel Ángel, pensativo-. Enviaré a algunos de mis caballeros a que investiguen más a fondo, revesiramos el metro y las alcantarillas.

Miguel Ángel recibe una llamada de Diana, al hablar con ella, los guardianes escarlata notan desde sus cámaras la expresión de Miguel Ángel, era una expresión que reflejaba inquietud, pero a la vez emoción.

-La reunión será para otro momento, tengo un caso importante-dijo Miguel Ángel, levantándose de su trono.

Miguel Ángel fue llamado a una nueva escena del crimen, en un camino de tierra debajo de un puente, todo estaba rodeado por las cintas amarillas del CICPC, los reporteros estaban alrededor, esperando obtener una jugosa noticia. Miguel Ángel pasó la cinta amarilla y se encontró con Diana, Gabriel y Márquez.

-Es bueno tenerte de regreso-dijo Grabriel, con un apretón de manos.

-Igualmente, igualmente, estaba ansioso de volver a trabajar en un caso como este-comentó Miguel Ángel, con una sonrida carismática.

-Si, bienvenido-dijo Márquez con malicia.

Cuando Miguel Ángel realiza un apretón de manos con Márquez, este último comienza a ejercer mucha fuerza, Diana lo nota y piensa interferir, pero ve hacia Miguel Ángel y este sonrie. De la nada, el brazo de Márquez tiembla y este cae de rodillas al suelo.

-Mal, mal. Eres muy arrogante Márquez, siempre me miras con la cabeza hacia abajo y esta mal-dijo Miguel Ángel, sonriendo de forma soberbia-. A un Rey solamente se le mira de una forma y es con la cabeza hacia arriba, porque todo lo que esté en esta ciudad me pertenece.

-Ya aprendió su lección Miguel Ángel, puedes soltarlo-dijo Diana, poniendo su mano sobre el hombro de Miguel Ángel.

Miguel Ángel soltó a Márquez y el duo detectivesco fue a la escena del crimen.

-¿Cómo hizo eso?-preguntó Diana, intrigada.

-Tal vez tu seas una sexy judoca, pero yo también tengo mis trucos-dijo Miguel Ángel, con ciertos aires de superioridad.

La escena del crimen era algo perturbador, unas manos, pies y cabezas sobresalían de la tierra, estaban bastante podridos, los huesos se veían a kilometros, la piel se desprendía de ellos como si fuera papel.

-¿Qué sucedió aquí?-preguntó Miguel Ángel, perplejo.

-Unos niños paseaban a su perro por aquí y desenterró todo esto-respondió Diana, tapándose la nariz por el olor.

-Calculo que deben llevar aquí una semana, tienen marcas de mordidas de animales, como perros o gavilanes-dijo Miguel Ángel, inspeccionando con su lupa-. Esto es raro ¿Por qué dejar aquí la cabeza, los pies y las manos? Dejaron justamente las cosas con las que podemos identificar a la víctima.

-Si, es raro-Diana caminando alrededor, casi se cae al resbalar con un montículo de tierra-. Mierda, odio estos caminos de tierra, uno se puede matar con esto.

-Eh, Diana... ¿ya viste lo que estás pisando?-preguntó Miguel Ángel, señalando el pie de Diana.

Al bajar la vista, Diana nota que estaba pisando otra mano humana, aparta el pie rápidamente y se da aviso al resto del personal del CICPC que posiblemente hallan más partes de cuerpo en este lugar. El CICPC estuvo el resto del día buscando las partes que posiblemente estuvieran dispersas por el lugar; a las tres de la tarde ya tenían 10 cabezas, 10 pares de manos y pies, todos con distintos grados de descomposición. Las tiendas de campañan se montaron, el Dr. Torres llegó para inspeccionar todas las partes. El jefe Marcos hizo acto de presencia para saber la gravedad del asunto.

-Las más descompuestas llevan aproximadamente un mes, debido al grado de descomposición, la más recientes diría que llevan entre tres a cinco días-explicó el Dr. Torres.

-Basado en las marcas dejadas en el cuello, muñecas, tibia y peroné, todas estas partes fueron cortadas con un cuchillo de cocina, posiblemente de treinta pulgadas-continuó explicando Miguel Ángel.

-Entonces, durante un mes un asesino serial ha estado actuado debajo de nuestras narices y ha matado a diez personas-dijo el jefe Marcos, disgustado-¿Se han encontrado más piezas?

-No señor, se ha barrido todo el area y solo se encontraron estas-respondió Diana.

Miguel Ángel recibió un mensaje telefónico y dio una anuncio.

-Unos de mis guardianes escarlata vendrá a ver si puede identificar alguna de las víctimas.

El Bufón Amarillo entró portando su mítica máscara y con un pequeño cuaderno en la mano.

-¿Puedes identificar a alguno?-preguntó Miguel Ángel.

El Bufón Amarillo inspeccionó las cabezas y hojeaba su cuaderno donde tenía un registro de todas las víctimas de alto riesgo en Caracas.

-Este es Mario, le faltaban todas las muelas-dijo el Bufón Amarillo, consternado-. Él es Pacífico, tenía una placa de hierro en el craneo debido a un accidente en auto. El resto no aparecen en mi cuaderno.

-Ok, muchas gracias-dijo Miguel Ángel.

El Bufón Amarillo se retiró del lugar y el resto siguió con la investigación.

-Hay que llevar todo esto a la morgue, espero poder identificar al resto con los registros dentales-dijo el Dr. Torres. 

Eran las cinco de la tarde cuando Miguel Ángel y Diana regresaron a su edifico, a esperar a que identifiquen a las víctimas. Miguel Ángel entró a su departamento y encontró a Lucas, sentado en el suelo, con varias herramientas y armando el reloj que había tomado, cuando terminó, parecía que el reloj había vuelto a funcionar.

-Solo había que cambiar uno de sus engranajes, lo bueno es que tenía la pieza justa, le doy otro año de uso-dijo Lucas para sí mismo-. Hola Sr. Pérez, perdón por el desorden, ahorita acomodo esto.

-No hace falta que me llames "señor", solo llámame Miguel Ángel-dijo, sentándose en el sofá-. Tienes talento para eso.

-¿En serio? La verdad, desde pequeño tengo esta obsesión de desarmar y volver a arma las cosas, principalmente si están rotas-contó Lucas, guardando sus herramientas en su mochila-. Eventualmente tengo una imagen mental perfecta de cada parte del objeto.

-Mmm, eso es interesante-comentó Miguel Ángel, sonriendo-. Te haré una oferta, Lucas, ¿quieres ser mi aprendiz?

-¿Aprendiz de detective privado?-preguntó Lucas, asombrado-. Guao, eso sería chévere, pero no estoy seguro.

-Piensalo, te estoy dando una buena opción, pero si quieres hacer otra cosa, por mí está bien-dijo Miguel Ángel, encendiendo la televisión.

Por la mañana siguiente, Miguel Ángel se dirigió a la cede del CICPC para saber la identidad de las otras víctimas, cuando se encontró con una mujer, en sus cuarenta y con expresión fría en sus ojos.

-¿Él está aquí?-preguntó.

-Ya veo, usted es la madre de Lucas-dijo Miguel Ángel, sonriendo con malicia-. ¿creé que Lucas estará féliz con usted y esa mirada? Lo mira como si fuera un ser paranormal.

-Él es idéntico a Martín-dijo la mujer, cabizbaja.

-Eso no significa que terminará como él, tratándolo así solo dará más posibilidades de que eso suceda-dijo Miguel Ángel, siendo directo-. Si lo trata con amor, irá por un buen camino.

-No sé si podré hacer eso-dijo sacando unos papeles de su bolso-. Pensaba dejarlo con una mejor familia eventualmente, si firma aquí, lo dejaré a su cuidado. Prométame con Dios como testigo, que guiará a mi hijo por un buen camino.

-¿Dios? Si, tal vez un Dios esté observando, aunque dudo mucho que sea un Dios que haga milagros, tal vez solo sea la voz de nuestra conciencia cuando hacemos algo-dijo Miguel Ángel, divagando-. Lo siento, me fuí por un instante. Eh, si, me haré cargo de él. También quiero que ese chico tenga un buen camino.

Miguel Ángel firmó los papeles y él y la mujer tomaron caminos distintos.

En la cede del CICPC, el Dr. Torres logró identificar al resto de las víctimas.

-Sorprendentemente el resto de las víctimas no eran indigentes, tres eran albañiles que trabajan cerca, dos eran universitarios que solían correr por el area y los otros tres eran proxenetas-explicó el Dr. Torres, viendo los papeles.

-Entonces tenemos a diez hombres, algunos diferentes de entre sí-reflexionó Diana-. Lo único que dejó nuestro asesino fueron sus manos, pies y cabeza, sin razón evidente ¿Cual sería el patrón que los relaciona? Ninguno.

-Ahí te equivocas, Diana-dijo Miguel Ángel, con elocuencia-. El patrón que los relaciona es que los diez fueron víctimas de oportunidad. Es hora de inspeccionar el area en donde se encontraron todas las partes. Nuestro asesino debe vivir cerca de allí si tuvo la oportunidad de matarlos.

El CICPC emprendió una búsqueda por toda el area. Miguel Ángel, Diana, Gabriel y Márquez fueron juntos en un parte, lo que los llevó a una casa en terribles condiciones, colas ventanas rotas y techos de zinc totalmente oxdidados y el concreto parecía que se iba caer en cualquier momento. Decidieron dividirse, Márquez y Gabriel irían por el frente, mientras que, Miguel Ángel y Diana irían por detrás. 

Cuando Márquez y Gabriel entraron, se encontraron con una casa sin luz y con todo desordenado, sin embargo, cierto olor les llamaba la atención, como si estuvieran cocinando carne. Márques entra a la sala y es apuñalado justo en la rodilla y cae al suelo, gritando y retorciéndose de dolor. Gabriel va a socorrer a su compañero y es atacado por sorpresa, un hombre salta y se le monta por la espalda mordiéndolo en su músculo trapecio y dejándole en el suelo, tratando de detener su sangrado. El hombre, trata de escapar, Diana busca cerrarle el paso, pero el hombre saca un tubo como arma e intenta golpearla, Diana se aparta antes de recibir el golpe he intenta dispararle mientras huye, pero el salió rompiendo la ventana. Miguel Ángel se encuentra cara a cara con este asesino serial, un hombre alto, caucásico, con un cabello largo y desordenado, al igual que su barba, sus ojos se movían de un lado a otro, parecía fuera de sus cabales.

-¡El diablo! ¡Tú eres el diablo!-exclamó con temor y hostilidad.

-No se si sentirme halagado o insultado-dijo Miguel Ángel, sonriendo.

El hombre trata de matar a Miguel Ángel con el tubo, pero él lo esquiva tirándose al suelo con una voltereta; ve una botella y la parte en el suelo, agarrando un montículo de tierra y cristales para lanzarlo a los ojos de su atacante, cegándolo temporalmente. Miguel Ángel se aprovecha de esto para darle un puñetazo en la ingle y luego una patada en la cabeza, dejándolo inconsciente. Este hombre fue llevado a la cede del CICPC, no sin antes se registrara su casa, donde encontraron otra víctima que se estaba cocinando a fuego lento.

En la sala de interrogatorios, Diana estaba sentada al frente de este asesino, pero se le veía calmada. Fuera de esta sala, todo era observado por Miguel Ángel y el jefe Marcos.

-Contramaestre y Márquez se están recuperando en el hospital-dijo el Jefe Marcos-. Logramos identificarlo, su nombres es Dorangel Vargas, tiene antecedentes previos por robo de gallinas y ganado, pero ¿Cómo rayos pasas de eso a ser un canibal?

-Observe su comportamiento, patrón-dijo Miguel Ángel, de forma analítica-. Distraido, observando alrededor, su comportamiento en aquella casa, la balbuceria que dijo de camino aquí. Diría que sufre de algún tipo de esquizofrenia.

Diana se recuesta en su silla, poniendo los pies en la mesa y comienza con su interrogatorio.

-Dígame Sr. Vargas ¿Por qué los escogió a ellos para empezar?

-Es que... es que... tenía hambre, asi que salí a conseguir comida-confesó Dorangel Vargas, de forma nerviosa.

-¿Por qué dejo las manos, pies y cabeza por allí enterrados?-preguntó Diana, intrigada.

-No me gustaban los pies, me daban indigestión-respondió Dorangel, viendo alrededor, como si algo estuviera por allí-. Las manos y la cabeza no tenían mucha carne, lo que más me gustaba era la pansa, porque a mí me gustan las partes con mucha carne, como los muslos

Del otro lado del cristal unidireccional, el jefe Marcos sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y escondió bien su barriga con el pantalón, por si las moscas.

-Mucha carne ¿eh? Interesante, si le gustaba así ¿Por qué solo mató hombres y no mujeres? Digo, nosotras tenemos mucha más carnita, si sabe a lo que me refiero-Diana comenzó a hacer unos gestos con las manos, como si estuviera apretando unos senos.

-No, no, las mujeres no le hacen daño a nadie, son unos ángeles-dijo Dorangel, dedicándole a Diana una sonrisa con dientes amarillentos-. No como ese hombre, de cabello carmesí... es el diablo, el anticristo en la tierra.

Dorangel fue llevado a la prisión de máxima seguridad Alacrán, donde estaría encerrado un buen tiempo. 

En su departamento, Miguel Ángel cenaba con Lucas, pero es interrumpido por una llamada de Nicolas Chire, Las Cadenas.

-¿Disculpa?-dijo Miguel Ángel, sorprendido.

-Lo que escuchaste, Dorangel atacó a su compañero de celda, le arrancó parte de la pierna derecha-explicó Nicolas por el otro lado de la linea-. Está en confinamiento solitario, pero eso no evita que los presos esten asustados. Mañana tendré que transferirlo a un centro psiquiátrico.

-Entiendo, cualquier cosa llámame, Nicolas-Miguel Ángel colgó su teléfono y volvió con Lucas-. Mira chamo, en un principio pensé en decirte una verdad a medias, pero si queremos tener confianza debo ser honesto contigo.

Miguel Ángel tomó aire para lo que iba a decir.

-Me encontré con tu madre esta mañana.

-¡¿Y que dijo?!-preguntó Lucas, ansioso.

Miguel Ángel le mostró a Lucas los papeles de custodia y este último se queda sin palabras.

-Lo siento, Lucas-dijo Miguel Ángel, sintiendo lástima por el chico.

Lucas se va del departamento de Miguel Ángel y va al de Diana, se recuesta en el sofá a llorar, estuvo allí unos días hasta que llegó Diana, quien sienta a Lucas y recuesta su cabeza sobre su pecho, abrazándolo.

-Miguel Ángel me contó todo-dijo Diana, con una suave voz.

-¿Por qué? ¡Yo nunca seré como él! ¡¿Por qué me odia tanto?!-gritaba Lucas, molesto y depresivo.

-¿Quieres saber que hago cuando algo o alguien me hace daño?-preguntó Diana.

-¿Qué?

-Simplemente los mando al diablo-dijo Diana, con una sonrisa-. Cuando las personas te den la espalda, simplemente mándalos al diablo.

-Es un buen consejo-dijo Lucas, mientras se secaba las lágrimas-¡Al diablo con ella! Me convertiré en el mejor detective del mundo, resolveré un millón de casos.

-Me alegro que así sea-Diana soltó a Lucas y se recostó en el sofá, colocando sus pies sobre su regazo-. Ahora hazme el favor y masajéame los pies.

-¿Por qué?-preguntó Lucas, arqueando una ceja.

-No todos los días te enfrentas e interrogas a un asesino serial canibal, estoy cansada-dijo Diana, riendo-. Si lo haces tal vez te recompense con un beso.

-No gracias, no me gustan las viejas-dijo Lucas, sonriendo.

-¡¿Viejas?! Yo tengo veinticuatro años, para que sepas-dijo Diana, golpeando a Lucas con una almohada.

-Quieres que masajee tus pies cayosos ¿no?-dijo Lucas, con motivo de burla.

-Bien adelante-respondió Diana, haciendo un puchero.

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