Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. El tercer juez




4

El tercer juez

.

"¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo, Oh, Belleza?

Tu mirada infernal y divina" - Charles Baudelaire.

.

El tercer juez subio al Castillo Heinstein poco antes del anochecer, venía de lejos desde su templo Caína ubicado en lo profundo del Inframundo. Al llegar a la gran puerta, cuya escalera conectaba el mundo mortal del reino de Hades, una humareda verde se dejo ver subiendo desde las entrañas de la tierra hasta donde la vista alcanzaba; señal inequívoca del vínculo entre un mundo y otro.

Se quitó el yelmo apenas cruzo la puerta encontrándose con un silencio inusual, habían transcurrido más de cien años desde su última visita a la base de Hades en tierra sin embargo, esperaba encontrar un poco más de revuelo ahora que la invasión al Santuario sería un hecho dentro de pocas semanas. A su nariz llego un aroma a que alguien había pasado el estropajo con olor a pino por el suelo y las paredes hacia no mucho. La oscuridad empezaba a abrirse paso entre la tenue luz del salón donde estaba la gran puerta.

—Bienvenido Señor Radamanthys —el joven miro de reojo a aquel diminuto sirviente, asignado para asistir a la Señora Pandora, acercarse para reverenciarlo—. Todo esta dispuesto para su llegada, la Señorita Pandora ya lo espera.

—Bien, llévame con ella.

Zelos lo condujo desde ese salón hasta la sala del arpa, escaleras arriba, donde la joven estaba frente al instrumento interpretando una pieza que habría sido del agrado del recién llegado si este tuviera oído musical pero para él, la música, era cosa de oídos pomposos y no de jueces. Tan solo se arrodilló ante ella esperando a que terminara de tocar.

—Buenas noches Radamanthys —dijo la joven sin dejar de tocar y sin mirarlo—. Bienvenido al Castillo Heinstein.

—Es un placer verte luego de tanto tiempo Pandora.

Ella había visto al juez un par de veces en Guidecca cuando era más joven. En aquellos días los gemelos la dejaban bajar por temporadas al mundo de los muertos para que las ninfas le enseñaran a tocar el arpa y él solía estar ahí arreglando cosas con Hypnos y Thanatos. Cuando niña le intimidaba su mirada seria y aspecto severo.

Tiempo después de su última visita ya no la intimidaba pero, ciertamente, no le agradaba el modo en que la miraba desde aquel entonces. Esos ojos que la observaban fijamente como escudriñándola, Pandora sentía que esos ojos indagaban hasta lo profundo de su ser y de sus ropas perturbando su escasa paz mental.

—Todo está listo para el asalto al Santuario —comenzó a decir—, ya tengo planeada la operación y detrás de mí comenzará a llegar el ejército que custodiara el castillo de ahora en adelante así como los espectros que irán a Grecia a tomar el objetivo.

—¿Te han buscado los caballeros dorados? —la joven seguía sin dirigirle la mirada absorta en su arpa— Aquellos a los que Hades ha solicitado fidelidad.

—Es correcto, poco antes de subir aquí me contactó un hombre llamado Shion.

—¿Shion?

—Si —respondió Radamanthys puntual sin ponerse de pie—, fue el antiguo Patriarca del Santuario y ahora dirige a los caballeros que aceptaron la oportunidad de probarse ante Hades. Son siete de los caballeros dorados y todos los caballeros del rango de plata.

—Asi que todos ellos han aceptado la oportunidad de serle fiel al dios Hades, ¿no te parece extraño?

—De hecho si. No me dan buena espina y mis instintos nunca me han fallado —respondió mordaz mientras sus ojos se iluminaban.

—Quiero que los vigiles muy de cerca —indicó Pandora poniéndose de pie yendo hacia él—, la primera prueba de fidelidad que les solicitarás es la cabeza de Atena.

—¿Su cabeza?

—Es correcto.

Radamanthys sintió la frialdad de la joven emanar por todo su ser y cubrir la amplia habitación circular. Trago saliva bajando la mirada, deseaba continuar observándola pero, en ese momento, consideró mejor mantener la mirada baja sobre el suelo de piedra.

—Ellos tendrán solo doce horas —comenzo a decir impasible—, ese es el tiempo que Hades les concederá en la tierra de los mortales para cumplir su misión. Asegúrate de que traigan la cabeza de la diosa porque la ofreceremos al dios Hades y con eso habremos asegurado su victoria en la guerra Santa.

—¿Me permites preguntar porque has tomado la decisión de que sean ellos quienes traigan su cabeza?

—¿Estas cuestionando mis órdenes? —le lanzo una mirada furiosa y mordaz dispuesta a no aceptar algún comentario al respecto.

—Claro que no, pero quisiera saber como se te ha ocurrido ese plan.

—Es un mandato directo del Señor Hades. El me pidio bajar a Guidecca para darme instrucciones específicas de qué hacer con la diosa. No solo es su mandato sino la prueba que Hades necesita de su fidelidad.

—Ya entiendo...

—No quiero que ni uno solo de nuestros 108 espectros muera en esta batalla, ¿te quedo claro?

—Por supuesto. No tienes de qué preocuparte.

El Juez salio de la sala seguido de Zelos quien lo llevo a la biblioteca.

Pandora se quedo delante del arpa. La noche después de que los gemelos se fueran alguien se apareció en su habitación, una sombra apareció delante de ella y le señalo el camino a la gran puerta. Ella bajo a Guidecca y se postró delante del trono donde se veía la presencia que la mando llamar oculta detrás de una gruesa cortina, era Hades, el alma del dios sin cuerpo que dormía en lo profundo de su propio Castillo.

—Entiendo mi Señor Hades, así que la cabeza de Atena. Así que por eso les dará a los santos de oro renegados una vida de doce horas. En ese tiempo deberán asesinar a la diosa.

La presencia desaparecio y los ojos de Pandora brillaron en medio del salón del trono. Ya tenía las instrucciones de lo que debería pasar para garantizarles la victoria.

—No tendré piedad con ellos si no cumplen el mandato —dijo en voz alta lanzando una mirada feroz.

.

Radamanthys estaba en la biblioteca descorriendo las cortinas, esperaba que entrara un poco de la luz de luna que había afuera pero esta apenas si alumbraba algo.

—Está más oscuro que una maldita tumba —pensó—. Pandora está muy confiada en que esos tontos de oro podrán con la misión pero, aunque sean siete de ellos, no confío en las capacidades de ninguno —se cruzo de brazos mientras Zelos entraba llevando una botella en la mano y un candelabro de dos brazos en la otra.

—Es lo único que hay para beber Señor.

El juez observó con cuidado la botella que Zelos dejo sobre el escritorio retirando el mapa, una botella de Whisky, hacía tanto que no veía una que no podia esperar para probar el agradable líquido.

—Nada como un buen escoces en las rocas para pensar —se decía.

—Han comenzado a llegar los soldados.

—Excelente, despliégalos en la periferia del castillo y avísame cuando lleguen los caballeros dorados y plateados quienes deberán estar aqui en un par de días. Tienes que estar pendiente de su llegada.

—Muy bien Señor Radamanthys.

Zelos salió cerrando la puerta algo molesto sin agregar nada más.

—Vaya, que engreído es "ve a buscar algo para beber". ¿Que se cree que está en un hotel con servicio a la habitación?

Radamanthys salió de la biblioteca en búsqueda de otro sitio para sentarse y beber un poco, aquel castillo era de verdad deprimente pero idóneo para la operación. El ejército estaba de paso en realidad y, pese a lo que dijera Pandora, se sacrificarían los elementos necesarios para obtener la victoria.

—Ella jamás ha visto una guerra y en los combates siempre hay bajas. Pedir que nadie muera es irreal —encontro una mesa con dos sillas en una de las salas de planta baja y tomo asiento poniendo la botella frente a él—. Este whisky parece ser de lo mejor, seguramente tendrá mucho añejándose en las cavas de este castillo —penso analizando el contenido mientras observaba un poco a su alrededor.

Pareciera que solo estaban ellos tres en todo el inmueble. Se sirvio otro vaso cuando noto que Pandora caminaba en silencio a una de las habitaciones perdiéndose en los pasillos. No la escucho bajar la escalera ya que era sigilosa como un gato aunque con esa pinta, su piel blanca como la luz de luna, su cabello y ropas color negro más bien parecía una aparición que una mañana decidió salir de su tumba a dar un paseo.

—Se ha puesto muy guapa —pensaba sin analizar sus pensamientos—, estos años le han sentado bien aunque tenga apariencia de fantasma victoriano.

Pandora sintio deseos de beber un poco de agua y al bajar noto como Radamanthys ya estaba bien servido con alcohol y todo. Se adaptaba fácilmente al parecer mientras ella miraba el vaso con calma comprobando que el agua era agua estuvieses donde estuvieses y su sabor y color siempre era el mismo.

Desde la cocina observaba que los soldados estaban siendo coordinados por Zelos, quien ya estaba desplegando las fuerzas dentro de los límites del castillo. Aunque Radamanthys y Zelos no le fueran al cien por ciento de confianza, debía dejarles esas tareas sin intervenir solo haciéndolos rendir cuentas. Ambos eran los más idóneos para tales trabajos.

Sin embargo, la joven esperaba que el enviado del Inframundo hubiera sido alguien más, Aiacos o Minos pero no, mandaron a Radamanthys y no podía protestar.

Tampoco estaba segura si la presencia de tantas personas la tranquilizaba o bien la desequilibraba ya que siempre había estado sola; a veces iban las mucamas de la agencia a limpiar, a veces estaba en Guidecca aprendiendo a tocar el arpa y, pocas veces, alguna de las personas a su alrededor le mostraba interés. Pandora tenia prohibido hablar con nadie, solo aceptaba los alimentos y eso era todo. Antes adoptaba actitudes groseras para ahuyentarlas y que no le preguntaran nada; sin embargo, ahora su actitud era repelente por voluntad propia.

Salió de la cocina rápidamente para volver al salón del arpa. El arpa era para complacer al Señor Hades en cuanto él ganara la batalla o ya tuviera su cuerpo mortal por eso la habían hecho tocarla sin cesar por temporadas cortas en el Inframundo.

Aquel instrumento fue un regalo de las ninfas. Era de su propiedad pero, muy dentro de ella, podría dejarla olvidada en cualquier momento. La odiaba. Las ninfas de los Eliseos siempre le habían causado miedo y jamás había intentado acercarse a ellas siquiera.

Nuevamente Radamanthys la observo pasar con toda calma e ir escaleras arriba.

—Si no la hubiera visto varias veces en el Inframundo —pensaba el joven—, sería difícil imaginar como se las ha arreglado sola todo este tiempo. A juzgar por el interior vacío de este lugar pareciera que está secuestrada y no que vive aquí.

A sus oídos llego el sonido del arpa, Radamanthys se puso de pie algo fastidiado, esa música la tocaban todas las aburridas ninfas que habitaban en los Campos Eliseos complaciendo a los gemelos Thanatos e Hypnos. Los niños bonitos que jamás daban un paso en falso, que jamás se ensuciaban las manos y solo daban ordenes. Los dos consejeros más importantes del dios Hades.

.

Así eran todos los días mientras los soldados llegaban y poblaban el castillo, todos estaban bajo el mando de Radamanthys quien solo daba el parte de novedades a Pandora al final del día apenas si cruzando una que otra palabra con ella. Cosa que él hubiera cambiado pero la joven parecia encerrarse en la música para evitar cualquier contacto con ellos. Se notaba a todas luces que ese aislamiento era intensional.

—¿Se te ha atendido bien estas semanas? —no lo pregunto con gran interés.

Radamanthys estaba frente a ella mientras la joven miraba por la ventana en medio de aquel desolado y oscuro pasillo.

—Si, no me quejo —mintió— aunque no estoy en un viaje de placer. Tengo que comandar un ejército.

—Perfecto. Quiero máximos resultados ya que la fecha de asalto al Santuario está cercana.

—Si, mañana por la noche bajare a mi templo. Tengo una audiencia con los caballeros de Atena renegados. ¿Gustas acompañarme para que les des un consejo o dos?

—Si —respondio la joven con firmeza—, hay un par de cosas que debo decirles antes de que suban al mundo mortal y salgan por la puerta de este castillo.

—Bien, vendré por ti entonces.

Ella no dijo más y se quedo justo donde estaba frente a la ventana mientras Radamanthys la observaba desde la escalera. Notaba como la joven estaba totalmente desconectada de todo, solo tocaba el arpa todo el día y nada más. Apenas si tocaba los alimentos que Zelos ponía en la mesa y deambulaba cuál alma en pena por el castillo. Pareciera que el inmueble era un sitio de paso para ella pero no, se sabía que era había sido su casa, que fue su hogar; sin embargo más bien era su mausoleo.

La joven parecía muerta en vida, por increíble que fuera, los espectros estaban más vivos que ella, mostraban entusiasmo, bromeaban a veces y compartían con Radamanthys un trago o dos incluso. Lo inquietaba verla así y más siendo tan bonita. Ser la hermana mayor del gran Hades parecía ser su condena.

Aún así ella llamó su atención desde la primera vez que la vio, aquella primera temporada en que aprendía a tocar el arpa con las ninfas. Sus ojos fríos y su semblante le atraían aún siendo una niña.

Pandora sentía la mirada del juez encima, estaba a punto de pedirle que mirara a otro lado pero apenas se giró él fue escaleras abajo. La miraba con esos ojos que detestaba. El se veía exactamente igual ya que siempre ha sido el mismo pero ella no, a pesar de todo ella pasó de niña a mujer. Algo muy dentro de su persona odiaba esa mirada porque le daban una especie de escalofríos que no sabía explicarse.

A partir de esa noche debía buscar la forma de hacer que no la mirara de ese modo ya que no tenía porque esquivarlo si estaba bajo sus ordenes. La que mandaba ahí era ella.

.

Ambos iban escaleras abajo, la joven iba al frente y Radamanthys atrás. Irían a Caina a hablar con los caballeros de Atena renegados.

—Te quedarás a cargo un par de horas —el juez fue directo con Zelos.

—Como ordene, Señor Radamanthys. Estaré pendiente de cualquier actividad en el Castillo.

La escalera a Guidecca era larga y el cubo era atravesado por el infierno color verde que nacía desde lo profundo y subía hasta donde alcanzara la vista, ese mismo infierno se veía subir por un costado del patio de armas del castillo. Ambos caminaban en silencio mientras el joven no le quitaba la mirada de encima so pretexto de ver por donde pisaba.

Pandora iba metida en sus pensamientos, en los objetivos de batalla que debía cumplir para hacer feliz al Señor Hades ya que su vida era hacerlo feliz, complacerlo y nada más deseaba que verlo en persona. Faltaba poco para eso y todo lo demás pasaba a segundo plano. Nada importaba más que esos siete hombres a quienes iban a ver dieran el máximo para obtener la cabeza de Atena.

—Nada importa más que complacer y hacer feliz al Señor Hades. ¿Verdad Radamanthys?

—Disculpa... no escuché lo último que dijiste —iba con la cabeza llena de pensamientos diversos respecto a la batalla que no presto atención a las palabras de la joven.

La joven se detuvo de súbito mirando al tercer juez con ferocidad por el rabillo del ojo.

—Cualquier ofensa a mi, es ofensa al Señor Hades. Lo sabes ¿verdad?

—Por supuesto que lo sé. ¿A qué viene todo esto?

—De ahora en adelante, siempre que estes en mi presencia deberás bajar la mirada. No quiero que tus ojos se posen en mi bajo ninguna circunstancia ¿has entendido?

El juez sintió un escalofrío recorriendo su espalda apenas escuchó estas palabras. Por un instante no supo qué responder ya que sabía porque hacia esa advertencia. La joven tenía en mente las veces en las que él la miraba por lo bajo y cómo la observaba cuando estaba desprevenida.

—Lo comprendo —respondio bajando la mirada, tal y como ella quería.

—No lo olvides ya que no te lo volveré a repetir no me importa que seas un Juez. No tendré piedad contigo si vuelvo a ver que me mires de otra forma.

Ambos siguieron escaleras abajo por un rato más hasta la entrada al Inframundo donde tomarían la desviación del camino a los Templos de los tres jueces. Pandora iba con la mente en los hombres a los que debía ver y hacerles saber lo afortunados que eran. No cabía en sí la bondad del Señor Hades al darle a los muertos doce valiosas horas de vida. Ningún otro dios haría algo así.

El inframundo era un sitio sobre el que estaba un cielo oscuro siempre, la luz del sol jamás llegaba hasta allá, hasta el sitio ubicado en las profundidades de la tierra. Nada crecía ahí y solo lo habitaban los espectros al servicio de Hades quienes ocupaban las prisiones que lo componían. Solo un mortal había logrado llegar hasta allá hacia mucho tiempo, logró salir y documentar la experiencia en "La divina comedia" pero nadie más que él lo había logrado.

El otro mortal era Orfeo, el santo de la lira, quien fue hasta allá por su amada Eurídice sin lograr salir permaneciendo atrapado junto con ella.

—Fuera de eso, solo los dioses tienen el poder para bajar aquí —pensaba Pandora deteniéndose delante de Caina—. Los caballeros vivos al servicio de Atena jamás podrían venir al territorio del Señor Hades a combatir, no hay forma en que los mortales entren en este lugar.

Radamanthys se adelantó al interior del oscuro templo donde se veían varias filas de hombres postrados en el suelo. Todos llevaban armaduras negras, sus cabellos se habían tornado oscuros y sus pieles blancas como la luz de luna.

—¡Pónganse de pie caballeros de Atena! —Radamanthys les ordeno y espero a que todos lo miraran de frente.

Pandora los vio ponerse de pie y los miro con desprecio, aunque hubiesen sido traídos al inframundo por Hades seguían siendo caballeros de Atena. Ahora eran sucios espectros sin honor.

—Los caballeros que estuvieron bajo el mando de Atena ahora están al servicio del Señor Hades —dijo con voz ciceante sin mirarlos siquiera—, han de saber que contarán con doce horas contadas apenas salgan por la puerta de nuestra base en tierra para ir al Santuario y obtener la cabeza de Atena.

No obtuvo reacción algun ante esta solicitud. Nadie puso objeción y todos los presentes guardaron silencio.

—Este requerimiento lo solicita el Señor Hades y, una vez cumplido, les dará la vida nuevamente sirviendo a su ejército. ¿Les quedo claro? Deben estar agradecidos.

Asintieron con monotonia sin mirar a Pandora, todos mantenían la cabeza en dirección al suelo.

—Una vez que suban al Castillo Heinstein se reportarán conmigo y, solo entonces, su tiempo contará. Será mejor que sean rápidos ya que, de no cumplir con la solicitud, su vida se extinguirá sin la posibilidad de otra oportunidad.

Solo hubo silencio.

—Caballeros como Ustedes son afortunados ya que el gran Señor Hades no da estas oportunidades a cualquiera, no sean tontos al desperdiciarla ni intenten nada fuera de esto. Lo pagaran caro, ¿entendieron?

Pandora iba en dirección a la salida cuando oyó la voz de Radamanthys, quien no contuvo su sentir ni mostró la misma diplomacia.

—¡Escuchen bien, grupo de renegados! Se mejor que Pandora que no tienen buenas intenciones, a ella la pueden engañar pero a mi no. Apenas crucen la puerta del castillo rumbo al Santuario tendré mis ojos sobre Ustedes por si intentan algo tonto y, créanme, que no tendré piedad si es así.

Los miro con ojos feroces.

—Somos caballeros de palabra —comenzó a decir Shion avanzando un par de pasos al frente—, cumpliremos lo que el dios Hades ha solicitado.

—Mas vale Shion que se haga como dices o tendré el gusto mandarlos a todos al Cocytos donde morirán en medio del hielo infernal.

—Te doy mi palabra que así será.

Pandora se detuvo un momento en Guidecca delante del salón del trono que estaba detrás de una cortina blanca.

—Las cosas se están haciendo como ordenó mi Señor Hades. Hemos hablado con esos caballeros que Usted trajo para servirlo, cumplirán con su orden al pie de la letra.

Detrás de la cortina se apreciaba la sombra de alguien o algo cuyos ojos brillaban color escarlata.

—¿Dice que el huésped de su cuerpo se aproxima? —repitio la joven sorprendida— Si, el joven al que puse el colgante hace trece años aunque no estoy segura de su actual aspecto me mantendré pendiente de su aparición.

La joven salió de Guidecca y subio al Castillo Heinstein.

Varias noches después, los caballeros dorados al servicio de Hades se apresuraron al Santuario para cumplir la orden. Sin embargo Radamanthys se veía inquieto, Pandora sabía que no confiaba en ellos en absoluto pero, aquello era asunto del juez ella no intervendría para nada ya que solo esperaba paciente la cabeza de Atena.

Las doce horas transcurrieron sin novedades para Pandora y el ambiente en el Castillo no se sintio tenso hasta que el tiempo para los caballeros dorados estaba a punto de terminarse, ella sabía que todos los caballeros de plata habian caído en batalla; aquellos no importaban sin embargo, Radamanthys la había desobedecido y estaría encantarla en castigarlo.

Lo cito delante de ella apenas tuvo oportunidad.

—Pasaste por alto una de mis ordenes —indicó con toda calma—, no debías sacrificar a ninguno de los 108 al servicio de Hades y los mandaste al Santuario. Sabes que no puedo perdonar una desobediencia asi.

El estaba callado mirando al suelo consciente de su desobediencia aunque para el Juez era dulce la voz de la joven cuando se enfadaba, era hermosa enojada y no podia evitar admirarla así; casi lo habría hecho adrede con tal de que ella se molestara y él pudiera ver el brillo en sus ojos cuando estaba molesta, una de las pocas veces que la joven se veía viva.

No podía evitar cuestionarse como sería en otros aspectos más íntimos.

—Era necesario hacerlo así —respondio sin pena o remordimiento por sus actos—, debía mandarlos seguir para comprobar que no nos traicionarían, que cumplirían con lo acordado. Por eso pedi que los siguieran.

—Cállate, me desobedeciste y las penas serán duras para ti —un solo movimiento sobre la cuerda del arpa haría que esta se enredara alrededor del cuello de Radamanthys volando su cabeza.

Sin embargo la joven no era tonta, sabía que el matar a un juez no le correspondía y sería castigada si este moría por su propia mano. Aunque no pudo evitar sentir cierto regocijo en su interior al verlo sufrir, un breve sentimiento de emoción lleno su vacío como pocas veces, como esos momentos en los que hacía brotar la sangre de los inocentes curiosos que se llegaron a cruzar en su camino dentro del desolado castillo.

—Han llegado intrusos a la periferia del castillo —Pandora soltó el cuello del juez sintiendo la presencia de extraños alrededor.

—Son los tontos dorados que aún viven en el Santuario, me encargaré...

Tardo un poco en recomponerse saliendo del salón aunque no paso mucho tiempo antes de que tres de los siete caballeros renegados aparecieran delante de ella llevando una mortaja cubierta de sangre. La joven los observo con calma, aquello era una grata sorpresa realmente, el que hubieran cumplido las expectativas del Señor Hades en el tiempo requerido.

—Hemos vuelto con lo prometido —el que se llamaba Saga se adelantó, alguien le había quitado varios de sus cinco sentidos—, ¡queremos ver a Hades!

—Eso no es posible por ahora pero podrás verlo dentro de poco —indicó ella con calma—. Ahora, muestrame la cabeza de Atena.

Saga dudo por un momento y ella observó a los tres delante de ella detenidamente, tres caballeros dorados renegados: Saga, Camus y Shura. El tiempo se detuvo por unos segundos para la joven antes de solicitar, de nuevo, que descubrieran la mortaja y le mostraran el cuerpo de Atena. Lo siguiente ocurrio muy rápido, no solo habían mentido como sospechaba Radamanthys sino que amenazaron a la joven.

—Sabes que en mi brazo vive Excálibur —uno de ellos estaba detrás de Pandora a punto de cortarle la cabeza.

Pandora sintió nervios al saber que aquel hombre de cabello negro alborotado y ojos verdes la amenazaba con una mano. Aquellos sentimientos eran distintos del miedo que le provocaban los gemelos; ella podría controlar la situación.

En ese momento los tres cayeron retorciendose de dolor: las doce horas habían concluido para satisfacción de Pandora, quien los miro agonizantes en el suelo mientras Zelos entraba al cuarto del arpa.

—La luz se la mañana se filtra débilmente por el tragaluz del techo —dijo con voz melodiosa y lenta—, tontos... sabíamos que esto pasaría. Que pensaban traicionar al Señor Hades, son ingenuos al creer que engañarían a un dios como él.

—¿Quiere que me encargue Señorita Pandora?

—Si, hazte cargo de ellos. No vayas a tardarte. Ya no necesitaremos ni a los caballeros dorados ni a este Castillo —bien podría haberlos eliminado ella directamente, para su propio placer, sin embargo tras decir que ya no necesitaban esa base en tierra esta se vendría abajo en cuestion de pocos minutos

La joven se dirigió con paso lento a la gran puerta que conectaba con el inframundo dejando el castillo atrás de ella. Lo último que escuchó fue a Radamanthys peleando con otros caballeros dorados en el patio de armas, a Zelos torturando a los traidores y las primeras rocas del castillo caer de las paredes. Ella descendía con calma por la escalera disfrutando del sonido de la victoria, no era necesario preocuparse ya que Atena no estaba más en este mundo aunque...

—Ella es una diosa, quizás se haya trasladado al mundo del Señor Hades y quiera enfrentarlo allá... —esto la dejo pensando aunque no aminoró el paso por esas dudas.

—¡Espera!

Una voz la llamo desde lejos, la joven se detuvo unos segundos mirando hacía arriba y ahí, en lo alto de la escalera, lo vio: el rostro de Shun a quien creyó reconocer en esos breves segundos. Los mismos ojos que la vieron cuando este y Seiya llegaron al salón del trono de Hades en Guidecca no mucho después de ese encuentro.

Los mismos ojos que la vieron sorprendido sentada al lado de Ikki en la casa de Atena en Grecia. No podía negar que la mirada de Shun transmitía una sensación inquietante, una que hasta ese momento, no había sentido. Ni siquiera delante de la presencia del dios Hades en el salón del trono, razon por la cual había podido librarse del alma de Hades y recuperar la conciencia de su propio cuerpo.

La voz de Shun.

.

Ahora Pandora estaba sentada a la mesa al lado de Ikki narrando todas esas vivencias, se sentía culpable al contarle esas cosas y más por el hecho de que no se guardo muchos detalles. Detalles que ahora la avergonzaban.

—Lo siento... creo que no soy lo que tú piensas —respondio sin mirarlo.

—No te culpo por todo eso, fuiste una víctima de los dioses gemelos quienes prácticamente te mantuvieron cautiva en tu propia casa.

—Lo sé... y nunca tuve el valor para enfrentarlos. Fui cobarde. Era más fácil para mi mantenerme callada, invisible para todos y oculta como un fantasma en el castillo.

—Lo importante es que ahora puedes hacer grandes cosas para enmendar esos errores. Imagina que alguien como tu, que fuera una villana, ahora podría ser una heroína —decía Ikki cerrando los ojos dejándose llevar por sus palabras.

—Me sorprende que creas tanto en mi Ikki, ¿no crees que tienes expectativas muy altas?

—Debes descansar —le sonrió discretamente poniéndose de pie—. No vale la pena discutir por esto ahora, mañana hablaremos más.

—De acuerdo —ella tambien esbozo una sonrisa discreta mientras él salía de la habitacion.

Pandora fue hacia la ventana para ver la luz de luna entrar con todo su esplendor, la luna era hermosa porque siempre la había acompañado. Era lo único que siempre estaba en lo alto del cielo cada noche desde que era niña, desde que podia recordar. Siempre igual, siempre con el mismo color blanco y brillante.

—¿Valdría la pena ir hasta las ruinas del Castillo Heinstein? —muchas dudas nacían en su cabeza ahora que pensaba con más calma en su deseo— No sé bien qué tan derruido quedo el Castillo luego de que Hades cortó el vínculo entre su mundo y este. Que tal si algun espectro aun quedo con vida y me ve llegar... podría llevarme de regreso al Inframundo. A rendir cuentas a los muertos en batalla.

Por breves segundos rememoró la mirada de Radamanthys y esta le produjo un escalofrío que le enchinó la piel.

No valía la pena darle más vueltas al asunto así que decidio que era momento de dormir. Por primera vez en su vida Pandora dormiría con la cortina descorrida para dejar pasar la luz y, por primera vez, dormiría en una cama en verdad cómoda.

Por primera vez dormiría.

.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro