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3. Los gemelos




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Los gemelos

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"Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos..." - Edgar Allan Poe.

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Oscuridad, eso era todo lo que se veía ya que las velas del candelabro de dos brazos que estaba sobre la mesa proyectaban una débil luz que, difícilmente, se abría paso a través de la densa negrura de la sala de lectura donde se hallaba la joven Pandora, quien estaba sentada con la espalda muy recta en el amplio y duro sillón en medio del salón. Se encontraba inmersa en un libro que le costaba trabajo leer ya que había palabras que desconocía y no contaba con algun texto de apoyo así que intentaba leerlo lo mejor que podía avanzando a su propio ritmo.

En ese momento fue interrumpida por las campanas del reloj de pared que se ocultaba al lado de un cuadro de marcos anchos. Eran casi las once de la noche, horario en que ambos aparecerían para darle las instrucciones de lo que ella debía hacer al dia siguiente. Sin chistar y casi mecánicamente cerró el libro colocándolo cuidadosamente bajo los almohadones del sillón; escondía los libros siempre en diferentes muebles del castillo y jamás los iba a dejar a la biblioteca ya que ellos los encontrarían y arrojarían al fuego como habían hecho con todos los volumenes que ahí solían estar.

Los ocultaba de ellos, de los gemelos, que la visitaban varias noches a la semana para supervisar la operación que llevaban planeando años y, esperaban, sería ejecutada dentro de poco tiempo. Esa operación en la que habían involucrado a Pandora y que ella encabezaría apenas comenzaran los preparativos finales.

La joven se levantó del sillón y con paso lento camino hasta el fonógrafo que estaba al otro lado del salón de lectura, ya que no tenía permitido leer pondría un poco de música para alegrar esos últimos minutos antes de que ellos llegaran. Tomó al azar uno de los vinilos que estaban apilados en una caja al lado del aparato de sonido, lo colocó sobre el plato giratorio dejando caer sobre este el brazo cónico donde estaba el diafragma con la aguja que resbalaría sobre este.

Tras girar la manivela una música alegre de piano se escuchó en medio de la densa oscuridad, luego de eso la joven se dirigió a la ventana, sin suspirar y sin pensar en nada; tan solo se detuvo frente al ventanal corriendo un poco la cortina que dejó pasar algo de la luz de luna llena a través de los sucios cristales.

Así era cada noche desde hacía unos años. La hermosa música de piano habría conmovido a cualquier persona menos a Pandora, a ella nada la conmovía, esa música no la escuchaba siquiera, tan solo necesitaba algo que rompiera el silencio de vez en cuando porque Pandora no entendía otra música que no fuera la de arpa; ni siquiera entendía lo que leía, solo seguía las palabras en los varios libros que escondió para no ser quemados aunque no supiera que decían realmente. La joven no dibujo ninguna expresión en su rostro al escuchar como tocaban la puerta antes de abrirla.

La puerta de la sala de lectura se abrio de par en par dejando pasar una gruesa capa de polvo y dos hombres entraron con paso firme pero, a la vez, un tanto despreocupado haciendo que las débiles luces de las velas dieran un respingo y danzaran durante unos segundos antes de volver a su sitio en el pabilo.

—Buenas noches Pandora, ¿cómo te encuentras hoy? —un joven de cabellos plateados se adelanto hacia el interior tomando asiento en una de las sillas pero la chica ni siquiera se inmuto— ¿Es que no me has oído? Te pregunté cómo te encuentras hoy.

—Me encuentro muy bien Señor Thanatos, gracias por preguntar —respondió sin entusiasmo antes de encontrarse cara a cara con el joven de cabellos y ojos plateados.

—Que bien, me alegro —respondió sin darle mas importancia.

—Vamos a la biblioteca —adelantó el otro, Hypnos, el de cabellos y ojos dorados—, discutiremos algo muy importante esta noche.

—De acuerdo —Pandora tomo el candelabro antes de salir.

La joven fue detrás de ellos quienes no necesitaban que los guiara por los pasillos del oscuro castillo, ambos iban delante de ella discutiendo esto y lo otro mientras la joven solo se limitaba a seguirlos recogiendo un poco su largo vestido oscuro para no tropezar. Los tres cruzaron la amplia estancia y el recibidor del castillo donde se encontraban dejando atrás gruesas capas de polvo que se levantaba por doquier en dirección al ala contigua del castillo.

—¡Este lugar es un asco! —la voz de Thanatos se oyó por todo el pasillo pero fue casi imperceptible para Pandora quien apenas si levantó un poco la cabeza—, dile a la persona de la limpieza que debe hacer un mejor trabajo ¿entendido Pandora? No quiero ver todo este polvo la siguiente vez que vengamos.

—De acuerdo Señor Thanatos —respondio con voz baja.

—Y, por favor, Pandora no mates a las empleadas hasta que hayan concluido todo el trabajo—comenzó a decir Hypnos—. Sabemos que te gusta eliminarlas sin embargo, ahora requerimos que se concluyan los trabajos de limpieza.

—Entendido Señor Hypnos.

Desde hacia unos años la joven empezó a exhibir comportamientos violentos con quienes entraban al Castillo para realizar algún trabajo, no bien terminaban las actividades programadas cuando Pandora se abalanzaba sobre ellos para quitarles la vida.

—No tiene importancia se decía... yo mate a mi familia, ¿qué son estos simples mortales insignificantes? —tras cometer el acto, le gustaba tocar la sangre que, para ella, solo era una mancha negra en el suelo.

No recordaba el color de la misma ya que todo a su alrededor era negro o gris o blanco, entonces la sangre carecía de color no importando a cuantos matara para luego arrojarlos al abismo a un lado del patio de armas.

El sadismo con el que quitaba la vida de esos pobres empleados era lo único que la hacía sentirse medianamente viva, el resto del tiempo ni siquiera tenía razones para sonreír.

La biblioteca se hallaba en el ala opuesta a la sala de lectura, antes solía ser un sitio iluminado por la luz que se filtraba a través de sus altos ventanales y cuyas estanterías, que llegaban hasta el alto techo, estaban repletas de libros; sin embargo ahora se hallaban vacías y lejos había quedado ese ambiente cálido y reconfortante que emanaba. Lo que quedaba en esa habitación eran libreros vacíos y un silencio casi sepulcral acompañado de una perenne oscuridad ya que nadie corría las ventanas a menudo.

Hypnos fue directo al viejo escritorio que se encontraba frente a las ventanas y ahí coloco algo que llevaba bajo el brazo, un mapa amplio que extendió en su totalidad y que Pandora observo sin ningún tipo de interés, solo lo miraba fijamente mientras Hypnos se aclaraba la garganta antes de comenzar a hablar.

—Esto Pandora, como bien sabes, es el Inframundo. Aqui están todas las celdas y sitios que componen el reino de Hades, nuestro dios y guía.

—El señor Hades...

Por primera vez la joven ponía una expresión en su rostro en meses, el nombre de Hades le hizo eco en la mente.

—Así es, el tiempo de su venida está muy próximo y hemos comenzado a reunir el ejército que apoyará en la guerra santa que está por desatarse. Guerra que tú comandarás desde el castillo como bien ya sabes.

—Si Señor —respondio.

—A partir de hoy irán subiendo al mundo mortal algunos miembros del ejército cuya base será este, el castillo Heinstein, y entre ellos está el tercero de los jueces.

—¿El tercer juez?

—Si, como sabes hay tres jueces importantes en el Inframundo. El tercero subirá mañana al Castillo desde su templo, Caina, para supervisar a los ejércitos. Recíbelo bien y dale un sitio donde quedarse mientras comienza la batalla.

—De acuerdo —luego pensó con desprecio—, así que subirá él...

—Tenemos otro as bajo la manga —interrumpió Thanatos—, la batalla será en contra de la diosa Atena y su ejército en el Santuario así que, por mandato del señor Hades, comenzaran a llegar algunos caballeros que solían estar bajo el mando de Atena. Esos caballeros ahora servirán al dios Hades.

—¿Por qué necesita el dios Hades el servicio de esos caballeros? —pregunto la joven sin entender esto último.

—Ellos mismos han jurado lealtad a Hades —respondió Thanatos— aunque... la idea de que lleguen a este castillo es que los tengas vigilados porque no sabemos hasta que punto dicen ser fieles. ¿Me explico?

—Ya veo —Pandora lo miro con un poco de complicidad uniendose al mismo sentimiento de sospecha—, podrían traicionar al Señor Hades en cualquier momento.

—Es correcto. Si eso pasa tienes nuestro permiso para actuar como mejor lo consideres, saca ese lado cruel que te gusta exhibir y no te limites en castigarlos por tratar de engañarnos.

Por primera vez Pandora se sentía parte de la estrategia y eso la emociono durante esa visita en particular, sentía un regocijo como nunca en todo ese tiempo: por fin vería al Señor Hades luego de trece largos años y la prometida guerra santa tomaría lugar como estaba previsto desde entonces.

—Abre bien los ojos Pandora y no permitas que te engañen esos caballeros renegados. El señor Hades les ofrece una gran oportunidad pero, es casi seguro, querrán tomarle el pelo a nuestro Señor y no debemos permitirlo.

—Jamás dejaría que hicieran algo así. No me pillarán desprevenida.

—Hay otra cosa más —interrumpió Thanatos—, te trajimos a un asistente que te apoyara en todo momento.

—¿Asistente?

—Si, el llegara mañana temprano, al amanecer, y se quedará en los salones de la planta baja apoyándote con los caballeros de Atena y los guardias que empezarán a poblar el castillo para su defensa.

La joven miraba como Hypnos hablaba y hablaba prestando toda su atención ya que el momento que ella misma había estado esperando estaba a la vuelta de la esquina. Aquellos hombres le habían dado instrucción sobre tácticas de guerra durante varios años antes de marcharse a cumplir con sus propias obligaciones. Era momento de poner en práctica todas esas lecciones y no podía defraudarlos, sabía lo que eso acarrearía para si misma; la desgracia que caería sobre ella si las cosas salían mal.

—Muy bien —Hypnos dejo el mapa en la mesa—, estudia bien este mapa ya que, aunque no puedas bajar al Inframundo por ahora, debes saber cómo va todo allá abajo y supervisar, de igual forma, aquí arriba.

—¿En algún momento podré bajar al inframundo de nuevo?

—Por supuesto, desde esta noche reabriremos la gran escalera hacía lo profundo de Guidecca donde estarás asistiendo al Señor Hades personalmente.

—Muchas gracias.

—Bien pues eso sería todo por ahora, a partir de este momento tomarás el control y tendrás el poder suficiente para decidir el destino tanto de los guerreros renegados de Atena como nuestro propio ejército. Serás la portavoz del Señor Hades —indicó Hypnos con voz solemne.

—Entiendo.

—Comienza por dejar este sitio presentable para la llegada del Juez y los soldados, no querrás recibirlo en medio de todo este desorden —Thanatos la miro fijamente y Pandora sintió como un escalofrío le recorría la espalda.

—Eso haré mañana a primera hora Señor.

—Esto es un obsequio del inframundo para ti —Hypnos saco una caja que llevaba oculta bajo su túnica negro con dorado—, esto te pertenecía y ha llego el momento de que lo tengas de vuelta.

—Agradezco este acto de amabilidad Señor —la joven recibió la caja con humildad aunque no pudo esbozar una sonrisa.

—Te has portado muy bien todo este tiempo, este no es un reconocimiento que el Señor Hades haga a cualquiera, dale un buen uso —el joven de los cabellos y ojos plateados no dijo más e hizo una seña a su gemelo—. Nos retiramos esta noche, hasta pronto Pandora.

Ambos desaparecieron tan de repente como habían llegado, en la biblioteca solo quedo Pandora cuyo rostro era iluminado por la luz de las velas que dejaron de bailar apenas los gemelos salieron. La joven se sentía entusiasmada ya que, por primera vez, los gemelos la consideraban para algo realmente importante y no solo la tenían encerrada, ya fuera en el castillo o en Guidecca, sin dejarla salir siquiera, sin dejarla ver la luz del sol que no había entrado por las ventanas en mucho tiempo; ahora estaría al mando de los ejércitos del Señor Hades en la tierra.

—Se vienen los mejores tiempos que ha visto este castillo en años —se dijo abrazando con ilusión la caja que Hypnos le entrego—. No te defraudaré mi Señor Hades.

Tomó el candelabro saliendo de la biblioteca sin tocar el mapa que seguía sobre la mesa. Con paso lento giro a la derecha con dirección a la gran escalera principal para ir a su habitación, la cual estaba en la misma ala que la biblioteca.

La habitación de Pandora era igual de oscura que el resto del castillo. Las cortinas estaban corridas y la luz de las velas apenas si lograban iluminar un poco del oscuro cuarto dejando ver la amplia cama con dosel, un par de mesas de noche y el tocador al frente de la cama acompañado de una cajonera y un ropero alto y amplio.

No había cuadros, fotos u otros adornos. A Pandora no le gustaban esos decorados así que mantenía el espacio lo más esteril posible, todos los objetos que una joven de su edad podría tener no estaban, no tenían lugar en su mundo, en el mundo gobernado por los gemelos.

El obsequio dado por Hades era una de las dos únicas cosas que ahora poseía que tenían un cierto valor significativo. Al entrar dejo el candelabro sobre una de las mesas de noche y se sentó en la cama deseosa de abrir la caja con el obsequio.

Con cuidado levantó la tapa y se encontró con dos objetos que ya bien conocía: un colguije, un collar realmente hecho de perlas negras y unos cristales alargados color amarillo. Además de eso había un anillo para ella, este anillo representaba una serpiente.

—Mi querido Señor Hades, gracias por volverme a dar estos obsequios. Daré lo mejor de mí en la batalla que está por empezar.

Ambos le fueron dados hacía muchos años para localizar al bebé que sería el huésped para el dios, sin embargo se los retiraron apenas encontró a su objetivo. Hypnos no la dejo conservar ambas cosas por alguna razón y, a cambio, le entregó otras joyas.

—Los tendrás de vuelta a su debido tiempo. Permanecerás en el Castillo una temporada y, si te portas bien, te permitiremos bajar al Inframundo a que conozcas el reino de Hades.

Los gemelos sabían que si ella portaba esos dos objetos, sería capaz de escaparse del Castillo o del Inframundo e ir a donde quisiera ya que, el collar, había sido creado por el alma del dios Hades y poseía poderes que ni los gemelos conocían bien.

Pandora estaba recostada en su cama cuando sintió que alguien la observaba desde el frente, se levanto sin miedo siguiendo la presencia que se distinguía débilmente a través de la luz de las velas. Los ojos eran inconfundibles, la razón de toda la futura batalla estaba justo frente a ella.

—Lo seguiré a donde me indique, Señor Hades.

El Señor Hades era toda su razón de ser, eso le habían metido en la cabeza los gemelos durante los últimos trece años; que ella sería su portavoz, que sería su mano derecha y lideraría su ejército hasta su venida y reinaría a su lado, pero la más importante que ella era su hermana perdida. La hermana de un dios como Hades.

—¿Soy la hermana del Señor Hades?

—Asi es Pandora —decía Hypnos una tarde que ambos estaban en la sala de lectura, Pandora solo tenía cinco años en aquel entonces—, eres hermana mayor del Señor Hades. ¿Puedes imaginar semejante honor? El tener un lazo con un dios grande y omnipotente como el Señor Hades. Debes estar agradecida porque el que una chiquilla andrajosa como tu tenga ese privilegio no pasa todos los días.

Pandora no dijo nada, tan solo observó la falda de su vestido que estaba rompiéndose de la parte de abajo, ella estaba creciendo y la ropa empezaba a no quedarle bien.

—Llegara el día en que lo conozcas, el día de su venida. Ese día harás grandes cosas pero para eso debes ser muy obediente, ¿te quedó claro?

—Si Señor Hypnos...

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Pandora se hallaba sentada en el largo comedor del Castillo tan solo acompañada por las velas danzarinas en los candelabros de pared que rodeaban la mesa. El desayuno estaba dispuesto para ella justo frente a sus ojos; no obstante no deseaba comerlo, aquella comida tenía un sabor horrendo. Todo lo que comía sabía igual ya fuera en el reino de Hades o en el mundo mortal.

En el plato había un par de tostadas, una rebanada de queso y jamones así como un poco de fruta acompañados por una taza de té caliente.

—Coma, por favor Señorita Pandora —un ama de llaves se dejo ver por la puerta y la miraba con preocupación, así era en las mañanas que debía ir al castillo y en las que suplicaba a la joven que comiera algo—. Aún esta caliente.

—¿Ya solicitaste lo que te pedi? —respondió fría y hermética sin atender la solicitud previa.

—Si, llamé a la agencia y mandaran la ayuda necesaria para la limpieza del castillo. Todo quedará limpio al final del día.

—Muy bien —tomo algo del plato y lo llevo a la boca masticando despacio.

Era inútil buscarle algo de sabor a aquella masa horrenda, tampoco tenía aroma por mas que había buscado el sabor o el aroma de las cosas en esos trece años, nada lo tenía. Todo sabía al relleno de un almohadón, y la textura era como si estuviera masticando el contenido de un embalaje, así como no podía sentir el calor del agua en la bañera o el fuego en la chimenea.

—¿No quiere que le prepare algo más de comer? —preguntó el ama de llaves.

—Esto está bien. Encargate de la limpieza del castillo, quiero que todo quede reluciente al final del día, supervisa a las domésticas y no les quites los ojos de encima. ¿Quedó claro?

—Si, Señorita.

—Y ya sabes lo demás, no lleves ningún libro a la biblioteca. Déjalos donde los encuentres.

—De acuerdo.

—Por cierto, una persona llegara para entrevistarse conmigo. En cuanto toque la puerta del patio de armas llevalo al salon de lectura, ahí lo estaré esperando.

—¿Del Patio de armas?

—Si, no entrara por la puerta principal. Recíbelo bien.

—Como ordene.

Pandora se llevó a la boca dos bocados más, bebió algo de té y procedió a levantarse. El ama de llaves la siguió con la mirada, la joven se dirigía a la sala de lectura donde pasaría el resto del día leyendo y tocando el arpa; era lo único que hacía.

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Zelos subió al Castillo Heinstein poco antes del mediodía, Pandora lo divisó desde la ventana del salón de lectura y supo que sería el asistente mencionado por Hypnos ya que portaba una armadura totalmente negra. Cerró su libro colocándolo bajo los almohadones del sillón y espero a que el ama de llaves lo presentara con ella, cosa que sucedió unos cinco minutos después.

—Es el Señor Zelos quien desea hablar con Usted —el ama de llaves lo dejo pasar y Pandora analizó de arriba abajo disgustándole su aspecto y su persona en general. Era un esbirro de poca monta.

—Déjalo entrar y cierra la puerta al salir.

El diminuto hombre entró en el salon mirando todo a su alrededor y, de inmediato, hizo una reverencia a la joven sentada en el sillón quien lo miraba con dureza.

—He venido para servirla, Señora Pandora. Me lo ha pedido un mensajero del Señor Hypnos para servirla a Usted y al Señor Hades.

—Muy bien —respondió ella—, te pondré al tanto: a partir de ahora estoy a la cabeza del ejército de Hades. No toleraré ninguna ofensa ni fracaso alguno, eso lo castigaré con la muerte.

—Entiendo Señorita, entiendo.

—Mañana llegara uno de los altos mandos del Inframundo, el tercero de los jueces se presentará hacía el mediodía, así como el resto de los elementos del ejército que pasaran por aqui hacía el Santuario de Atena. Debemos recibirlos y tratarlos como se merecen.

—¿Qué necesita que haga Señora Pandora?

—Hay varias personas limpiando el castillo, por favor vigila que todo se haga de acuerdo con mis instrucciones y este lugar quede presentable para recibir al tercer juez.

—En seguida.

Zelos salió del salón dejando a Pandora un tanto pensativa, de muchas maneras el recién llegado no era confiable ya que, al ser enviado de Hypnos, significaba que también la vigilarían a ella; un movimiento esperable de los gemelos. Debía ser cuidadosa y mantener bien ocultos sus pensamientos y movimientos. No podría dedicar tiempo a sus lecturas ya que seguramente le informarían a Hypnos la existencia de los libros en el castillo.

Solo quedaba pasar los días delante del arpa de ahora en adelante.

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Zelos fue al cuarto del arpa varias horas después encontrando a la joven en medio de una interpretación.

—Señorita Pandora —se arrodillo ante ella mirandola con gran interés—, he venido a informarle que las mujeres de la limpieza han terminado por hoy. Todo quedó reluciente como ordenó.

—Perfecto, ¿ya se retiraron?

—Aún no hasta que Usted lo indique.

—Perfecto, no las dejes ir... vamos a divertirnos con ellas un rato —una sonrisa maliciosa se dibujo en los labios de la joven haciendo que la sangre de Zelos se helará.

No se sabía que Pandora fuera esa clase de persona. Lo hubiera esperado de otros espectros pero no de ella.

—Necesito que me ayudes.

Y fue así como ella le pidió apoyo en esa acción y entre los dos masacraron a las mujeres de la limpieza dejando un baño de sangre por todo el cubo de la recién abierta escalera al Inframundo; Pandora fue excepcionalmente cruel con todas, incluida la mujer que le preparó el desayuno por la mañana.

—Deshazte de todo esto, ya no necesitamos los servicios de estas mujeres de ahora en adelante —ordenó con frialdad.

—Como... como ordene Señorita Pandora —Zelos estaba aterrado deseando no haber tenido que presenciar aquello, era demasiado incluso para él.

Así el asistente paso un buen rato lanzando cadáveres al interior del cubo de la escalera al inframundo y relimpiando el piso.

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Continuará...

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