2. Shun
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Shun
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"Ya no es la diabólica muerta viva. ¡Es una muerta que pertenece a Dios y su alma está con Él!" - Bram Stoker.
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Pandora puso sus ojos sobre el jovencito que acababa de llegar e iba cruzando la puerta cuya voz era inconfundible, su cabello verde y sus ojos del mismo color sumado a su presencia tranquila emanaban una paz indescriptible. La chica lo observó con atención mirando como este la miraba con sorpresa, era un hecho que ni él ni nadie esperaría verla ahí sentada al lado de Ikki, en la casa de Atena.
—Tu eres... —Shun titubeó un poco, sin embargo se acercó con paso firme observando que Ikki estaba sentado al lado de la joven y su postura se veía relajada— ¿Pandora?
—Si, soy yo —respondió con timidez poniéndose de pie y mirándolo con aprehensión.
Sin embargo había algo diferente en él, ella lo recordaba como el "huésped" de Hades y ahora, a quien tenía enfrente, era el hermano menor de Ikki, no el bebé al que ella había colocado el infame colguije: "Yours Ever". Era un chico libre de toda la influencia del dios maligno.
—Disculpa —dijo ella de pronto—, aún tengo la idea de que eres quien albergaba a Hades pero ahora que te miro solo veo al hermano menor del Fénix.
—Ya veo... es una sorpresa verte aquí —respondió el joven sin darle mayor importancia—. Eres la última persona a la que esperaría ver en la casa de Atena.
—Lo sé...
—Yo la traje —Ikki también se puso de pie mientras Shun lo miraba con sorpresa—. Yo le pedí a la diosa que la trajera de vuelta.
—¿De verdad? —Shun lo miraba con los ojos muy abiertos mientras Pandora se veía visiblemente incómoda.
Decidieron charlar en el interior mientras llevaban a Pandora al gran jardín trasero de la casa, le señalaron una banca de madera en el porche donde ella podría sentarse un rato para familiarizarse con el ambiente. Aquel jardín era mucho más grande que el frontal, con aún más flores, así como algunas estatuas pequeñas colocadas aquí y allá, además de un lago ubicado en la parte más lejana de la propiedad.
La joven se olvidó de los hermanos, que volvieron al interior de la casa, y concentró su atención en la calma que sentía tan solo sentada observando el hermoso panorama. Lanzo un profundo suspiro intentando no pensar en nada, no pensar en cómo había cambiado todo para ella en menos de unos cuantos días; ya no estaba en la oscuridad del inframundo sino en el luminoso mundo de Atena, el mundo de los verdes pastos y vastos jardines con flores salpicando de color aqui y allá.
—¿Qué será de mí de ahora en adelante? —pensó con tristeza— ¿La vida o la muerte? Ikki no tenía malas intenciones, no había forma de preguntarme si yo estaba de acuerdo con todo esto. Simplemente sucedió, pero... —se decía mientras se ponía de pie y caminaba un poco por el jardín.
Ikki lo había fastidiado todo, esa era la verdad, porque a los muertos no se les revive. Nadie tiene derecho a hacer algo así no importa que tanto creamos que merecen vivir de nuevo, pensaba la joven. La vida tiene un plazo fijo aunque desconocido para todos. Pandora creía que ni siquiera un dios tiene el derecho de jugar con algo así.
—Así como Hades jugó con la vida de sus subordinados y a los difuntos caballeros dorados. Un dios no tiene derecho a desafiar a la muerte sin embargo, en mi caso lo hecho, hecho está. La pregunta para mi es ¿qué sigue?
Al mirar nuevamente la casa noto que tanto la diosa como Shun e Ikki la miraban desde la ventana, seguramente para ellos tampoco había respuesta a la pregunta ¿qué hacer con Pandora?, ¿qué se hace con una persona que ya no debería caminar entre los vivos? Por un momento, la joven consideró lanzarse al lago que estaba más allá y dejar que la muerte se la llevara de nuevo pero pensó en Ikki, el joven estaba convencido de que ella podía volverlo a intentar.
—Podría intentar vivir nuevamente ahora que me hayan sacado de la oscuridad, pero ¿como sacaré esta oscuridad que aún está en mi interior? —el sueño eterno se le antojaba dulce y reconfortante.
Shun salió de la casa y caminó sonriente hacía ella con paso lento. Algo tenía ese chiquillo que irradiaba paz por donde iba haciendo que Pandora se olvidase un poco de sus atormentados pensamientos.
—Este lugar es increíble, ¿verdad? —le decía jovial— ¿No te gustaría caminar por estos jardines cada día de tu nueva vida?
—Eso sería hermoso pero... sabes bien que yo no debería estar aquí.
—Lo sé, sé que Atena ya te pidió perdón por las acciones de mi hermano. También te pido que lo perdones. El ha pasado por mucho dolor sin embargo, en más de una ocasión, ha logrado salir adelante tras mucha reflexión y apoyo de nuestra parte. Está en contra de la clase de trato que tuviste y... bueno, lo demás ya lo sabes.
—Si, eso lo entiendo.
—¿Podrías darte unos días más para pensar bien tu decisión?
—¿Mi decisión? —repitió la joven sin entender.
—Si, Atena nos hizo el comentario de que preferirías volver al... mundo de los muertos, de qué querías estar con tu familia.
—De hecho pensé en lanzarme al lago que está por allá —respondió con tristeza—, no quiero ser una carga para Ustedes ni ponerlos en ninguna clase de dilema moral.
—Yo quisiera pedirte que lo medites un poco más —el jovencito la miro con tristeza—, la vida no es mala. Creo que si haces el intento podrías encontrar cosas que te gusten. ¿No había nada en el Castillo que te agradara?, ¿algo que hiciera tu vida menos difícil?
Pandora pensó un poco las palabras de Shun mientras se inclinaba para ver las flores más de cerca. Las flores le gustaban, le gustaba el aroma de estas. Le agradaba el azul del cielo, el color de las nubes y el verde del césped.
—Nunca había visto el color del cielo, siempre veía nubarrones grises a mi alrededor —levantó la mirada quedándose unos segundos mirando el infinito azul que estaba sobre sus cabezas.
—Cuando veas el atardecer el día de hoy, quedarás conmovida.
—¿De verdad?
—Si —Shun la miro con amabilidad y ella supo que no mentía.
—Quiero ver el atardecer.
Saori hizo que dispusieran una mesa para los tres en el jardín mientras Tastumi servía los alimentos de la tarde. Pandora los miraba con atención e interés, la comida jamás le había parecido tan llamativa y apetitosa mientras los hermanos la observaban con curiosidad, tampoco Ikki solía prestar tal atención a los alimentos, pero al ver las expresiones de la joven hasta él comenzó a mirar su plato de otra forma.
—Esto es delicioso... —la joven se llevo una fresa a la boca y, por su expresión, los dos jóvenes supieron que o bien no había comido en mucho tiempo o lo que le daban no tenía sabor— Las fresas que solía comer sabían a papel pero esto es increíble. ¡Es lo mejor que he probado en mucho tiempo!
La misma Saori la observaba con sorpresa desde la ventana.
—Esto solo es una pequeña parte de vivir —comentó Ikki mirándola con gracia—, hay otras cosas que son mejores —le guiñó un ojo haciendo que la joven abriera mucho los ojos.
—¡Hermano! —Shun le hizo un ademán para que se callara sonrojándose.
En ese momento la joven rio, su risa venía desde el interior de su persona y rio como jamás había reído. Se sentía más viva que nunca haciendo que los hermanos rieran también y, aunque no charlaron gran cosa, Pandora pensó que esa había sido la mejor comida de su vida.
Ikki se retiro a dormir una siesta mientras que Shun se quedaba con la chica en el jardin. El la miraba y notaba como la risa de hacía un rato aun surtía efecto en ella, la veía sonriente y mucho más relajada que cuando él llegó a la casa.
—¿Te quedarás afuera el resto del día?
—Por supuesto —respondió suspirando—, quiero ver el atardecer y he decidido que mañana veré el amanecer.
—Te encantará ya lo verás. Espero puedas cambiar tu opinión y darle una oportunidad a todas las cosas que te ofrece el mundo —repetía—, eventos como un atardecer o el amanecer son solo una pequeña parte —decía Shun mirando al cielo.
—Cuando llegué a esta casa —comenzó a decir ella— pensé que me echarían en cara toda la batalla con Hades, que me querrían torturar por haber sido cómplice directa.
—Nosotros jamás haríamos eso, no juzgamos a nadie. Solo los invitamos a reflexionar sobre las cosas que hicieron, siempre tenemos fe en que una persona que ha hecho mal pueda redimirse, así como tú.
—¿Crees que yo pueda enmendar mis errores?
—Por supuesto. Mediante la vida puedes remediar los males que hayas hecho, tus acciones te redimirán. Nunca te creí una mala persona sino alguien que estuvo en el momento equivocado. En realidad, no creo que seas alguien malvado.
—Gracias Shun —sintió deseos de abrazarlo, de estrecharlo como el hermano menor que creyó que era cuando llegó a Guidecca— por cierto, ¿dónde están los demás caballeros de bronce?
—Pues... Shiryu volvió a China una temporada.
—¿China?
—Si, allá es su hogar y Hyoga está en Siberia.
—Siberia... ¿tú has estado allá?
—No, la verdad aún no he podido ir.
—Falta Seiya —dijo la joven.
—Seiya... —la mirada de Shun se ensombreció haciendo que Pandora sintiera una opresión en el pecho— Él está con vida pero cayó en coma cuando Hades clavó su espada en su pecho.
—¿En coma?
—Si, duerme básicamente y no sabemos cuándo despertara.
—Cuánto lo siento...
Se quedó pensativa y derramó un par de lágrimas, mientras Shun decía que no era su culpa. Se sintió culpable al desear su propia muerte sabiendo que Seiya no despertaría pronto para ver otro atardecer. Ella sabía los terribles efectos de los objetos que poseía un dios como Hades, el joven vivirá pero no estaba segura de cuándo volvería en sí.
—Somos positivos en que él despertará pronto. Saori es quien lo cuida la mayor parte del tiempo desde que volvimos del Inframundo.
Pandora se quedó silenciosa un momento y de su boca salió el siguiente verso:
"He viajado a través de un país de hombres,
un país de hombres y también de mujeres,
y he oído y visto tan horrendas cosas
como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido".*
—Que hermoso verso, ¿te gusta la poesía?
—Lo leí muchas veces en los pocos libros que había en el Castillo. No entendía a qué se refería el poema pero ahora lo entiendo. Es el camino de alguien que ha vivido muchas experiencias malas como nadie más.
Reflexionó un poco todo: su vuelta a la vida y el que Seiya estuviera en coma. Los aromas que había aspirado, los colores de todo lo que la rodeaba y el sabor de los alimentos. ¿Valdría la pena intentarlo? Vivir la vida que sus padres hubieran deseado para ella, ¿honrar su memoria en todo caso? Luego de unos minutos más añadió:
—Shun, he decidido que me quedaré en este mundo... al menos unos días más —se levantó muy decidida luego de reflexionar un poco.
—¿De verdad?
—Si, aunque lo primero que haré es ir al Castillo Heinstein para recuperar algo que está allá antes de evaluar si seguiré el curso de mi vida o... volver al sitio de donde salí.
—Pero el castillo se derrumbó apenas bajamos al inframundo —replicó el joven—, no creo que quede nada allá más que ruinas.
—Lo sé, yo misma dije que ya no necesitábamos el castillo antes de ir escaleras abajo pero, aun así, quisiera ir y corroborar si lo que busco está o no allá.
—¿Por qué no pides ayuda a la Señorita Saori? Es posible que ella tenga algún grupo o equipo de apoyo que busque lo que quieres y no tengas que ir hasta el Castillo.
—El problema es que no estoy muy segura de lo que busco... solo sé que está allá.
—Ya veo... —él no dijo más y ambos se quedaron en silencio observando el cielo otro rato.
Los tonos de la tarde comenzaron a cambiar, se aproximaba el atardecer haciendo que ambos lo miraran atentos.
—¡Vamos, vayamos más allá a ver como se oculta el sol! —Shun la tomó de la mano y ambos fueron a prisa a buscar el mejor ángulo para ver como el sol se ocultaba.
La puesta del sol dejaba a su paso tonos amarillos y naranjas que iban dando lugar, a su vez, a los oscuros colores de la noche. La joven quedó maravillada ante tal espectáculo y decidió que necesitaba hablar con Atena en ese momento mientras quedaba luz en su interior, antes de que la oscuridad se apoderara de ella nuevamente acompañada del deseo de poner fin a su existencia.
Saori se hallaba tomando su té de la tarde cuando Pandora entró en el salón donde estaba la diosa mirándola con ojos diferentes a los de hace un par de horas. Solo era una joven ordinaria bebiendo té.
—Perdone que la moleste.
—No es molestia, adelante. Acompáñame a la hora del té.
—Gracias.
Tomó asiento delante de Saori quien le sirvio el agua humeante de la tetera de porcelana en una de las tazas que estaba en la bandeja de plata. Si bien a Pandora no le eran ajenos esos objetos, no los había visto en mucho tiempo y los miro unos segundos más con curiosidad.
—¿De qué necesitas hablar?
—Me quedaré unos días más en el mundo de los vivos, hoy he visto un par de maravillas que me están haciendo reconsiderar mis opciones.
—Me alegra escuchar eso —respondió complacida.
—Antes de iniciar esa nueva vida que Usted me dio necesito hacer un largo viaje hasta el que fuera mi hogar. Así que ya lo decidí y no quiero causarle más molestias entonces solo le pido me deje pasar la noche aquí y mañana me marcharé temprano.
—Marcharte, pero ¿estás lista para enfrentar el mundo exterior sin sentirte agobiada?
—No lo sé... tengo que intentarlo aunque sea difícil.
—No es necesario que te vayas tan pronto, no causas molestias. Puedes quedarte unos días más antes de hacer ese viaje, así podrías planearlo mejor.
—No quiero ser una carga...
Saori mando llamar a su mayordomo pidiendo que le dieran a Pandora una de las habitaciones de huéspedes que daban al jardin, sabía que la invitada le habia tomado afecto a ese lugar y eso la estaba ayudando mucho a reintegrarse al mundo mortal. Así mismo solicito le dieran ropa limpia.
—En el momento en que estés lista para ese viaje te acompañarán, ya sea Shun o Ikki, para que sea menos difícil el traslado.
—Pero ¿no deben quedarse a protegerla a Usted y a Seiya?
—De momento no hay nada de qué preocuparse, me las arreglaré unos días. No te preocupes —respondió amable.
—Le agradezco por todo —respondió con humildad terminando su té.
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La habitación de huéspedes era lo más colorido que Pandora había visto en su vida, aunque las paredes eran blancas los cuadros con marcos gruesos y dorados le daban un toque de color interesante. La enorme cama con dosel y mantas nacaradas así como los muebles color caoba. La joven descorrió las cortinas para que entrara la luz de luna que se veía en lo alto del cielo.
—Bueno... al parecer la luna se ve igual estés donde estés —pensó mirando la oscuridad de la noche, oscuridad que conocía bien y que era su compañera desde hacia mucho tiempo.
Imaginaba que era una parte innata de ella y, por momentos, se sentía ajena a toda luz que pudiera haber en su vida, sentía que la oscuridad se comería esas migajas de felicidad que tenía en ese momento.
El mayordomo entro en la habitación minutos después entregándole otro vestido de color llamativo que Pandora no encontró desagradable, el corte no le gustaba pero agradecía la amabilidad de sus anfitriones así como las indicaciones de dónde estaba el cuarto de baño. Tatsumi le pareció amable en general pese a su actitud ruda de la tarde. Seguro solo era así con Ikki.
Alguien llamó a la puerta. Era Ikki quien entro para asegurarse que el mayordomo la tratara bien y como una huésped de categoría. Ambos tomaron asiento en las sillas que estaban en la habitación apenas Tatsumi se retiro.
—Te agradezco las atenciones. Debo confesar que estaba reprimiendo mi furia contra ti por traerme de regreso, pero el día de hoy... viví tantas cosas de golpe que ahora no sé qué pensar de ti.
—Solo espero que ya no me odies por eso —respondió el joven sonriente aunque ni eso le quitaba su aspecto arisco y severo—. Me alegra que le estés dando una oportunidad a la vida.
—Bien, he de decir que solo me caes un poco mal y te encuentro un poco desagradable —respondió sonriente— pero, en el fondo, eres buena persona y considerado además.
—Vaya eso me tranquiliza y ¿cuántos días te quedarás?
—Estaré en la casa de la diosa por un par de días más, seguro ella te menciono que quiero hacer un viaje al que fuera mi hogar.
—Si, algo así comentó, pero ¿por qué deseas ir allá? A ese sitio horrible —Ikki la miro con algo de aprehensión esperando su respuesta.
—Hay una cosa que quiero recuperar —se puso de pie acercándose a la ventana observando la luz de las farolas del jardín mientras buscaba la luna en el cielo—, solo que no sé bien qué estoy buscando. Solo sé que apenas lo vea sabré que es eso.
—¿Estas segura que quieres hacer ese viaje tan largo? Podrías pedirle apoyo a la Señorita Saori.
—Shun me sugirió lo mismo pero... quiero ser yo quien lo busque, personalmente.
—Creo que aún no estás lista para salir sola. Veré si puedo acompañarte hasta el castillo, aunque sea solo para el viaje de ida —se puso de pie y a Pandora le impresionó, de alguna forma, esa iniciativa.
Sin embargo estaba acostumbrada, los esbirros de Hades hacían lo mismo cuando ella se desplazaba de un sitio a otro, pero la diferencia era que ellos estaban obligados a esa proactividad mientras que Ikki lo decía por iniciativa propia.
—No te molestes —respondio amable—. Sé que Ustedes tienen que cuidar de Atena.
—No seas modesta, además sé que aún tienes problemas para manejarte sola por las calles de la ciudad. Al menos déjame acompañarte en la primera mitad del viaje y ya verás si regresas o te quedas en tu pueblo natal.
—Mi pueblo natal... —pensó Pandora.
Trato de recordar el nombre de la ciudad donde estaba el castillo, solo recordaba las montañas que lo rodeaban pero no el nombre de la ciudad en sí. Estaba segura de que su padre lo había mencionado muchas veces asi como debió verlo en alguno de los viejos diarios que había en la biblioteca antes de que los quemaran.
—Ru... —empezo a decir— Rup... Ruhpolding era el nombre de la ciudad donde yo vivía.
—No lo conozco pero podrás verla dentro de poco tiempo, espero.
Pandora regreso a la silla con aquella palabra en la boca. Ikki la observó por un momento pensando en algo para hacer más conversación. Saori solía decir que hablar era bueno para calmar las penas.
—¿Quieres hablar de algo? —pregunto así sin más a lo que Pandora solo rio un poco.
—Veo que quieres charlar. Bien, te hablare un poco de como fueron mis últimos meses en el castillo, poco antes de empezar la gran batalla.
—¿Estás segura de que quieres hablar de eso?
—No tengo otras memorias que compartir y estas son cosas que no le he dicho a nadie.
—De acuerdo, te escucho.
Sus últimos meses, semanas y días en el castillo Heinstein, los más agitados de esos trece años.
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Continuará
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*William Blake, "Presagios de inocencia".
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