Regalo
— No puedo creer que estés aquí..— me dijo.
Nos miramos absortas por largos segundos.
—Quería verte… Necesitaba verte… ¿Cómo estás?
Me sonrió con una dulzura que me desarmó. Miré de reojo hacia la puerta y luego, el interior de su habitación. Me pareció mágica… Las paredes de un color rosado intenso, el techo tachonado de estrellas plateadas y doradas, una cama alta, grande, y en su cabecera, en medio de la pared, unos dibujos sencillos empezaban a brillar con la luz crepuscular: paisajes montañosos, irreales, pero extrañamente familiares, con cumbres nevadas de nieve y de oro, un horizonte infinito, donde cinco lunas llenas se alineaban, un rostro alargado, hermoso, una cabellera blanca platinada, unas manos delicadas, de princesa, que sostenían una pequeña criatura que parecía tener algunos rasgos felinos, con su pelaje de un negro azabache, lo único oscuro en todo aquel dibujo…
—Te extrañé…— le susurré, mientras me sujetaba del marco de la ventana con una mano.
Debía apresurarme...
—Sólo vine para saber cómo estás…y para traerte un regalo…
Sus ojos se abrieron de par en par y una sonrisa traviesa se le dibujó en su rostro pálido. No se me escapó el hecho de que tenía los labios cuarteados y había perdido su habitual tono rosado en las mejillas, tenía ojeras y también estaba algo despeinada… Pero lucía hermosa…
Saqué de entre mis ropas su regalo. Cuando lo vio, ahogó un grito de euforia, tapándose la boca con ambas manos. No tardó nada en agarrarlo y cobijarlo en su pecho, rodeándolo en un abrazo dulce.
Nunca antes había yo envidiado a alguien, como envidié a ese gatito esa noche…
—Gracias…— me susurró.
Su expresión era una mezcla de alegría y emoción. Me pareció que hacía un esfuerzo para no llorar.
— ¿Cómo se llama?
—No lo sé… Pregúntale…— dije mientras cambiaba de mano…ya sentía todo el cuerpo agarrotado. Miré hacia abajo y la altura me puso algo nerviosa.
—Debes ponerle un nombre… Creo que es nena…
Sabía que tenía que irme pronto así que dije el primer nombre que se me vino a la cabeza. Y a penas terminé de pronunciarlo, me reí… Me dio gracia de que, entre tantos nombres, le sugiriera justo ese…
—Joy… ¿Qué te parece?
Joy era una niña que iba conmigo en los primeros años de la escuela primaria. Me esperaba siempre en la esquina de la plaza y desde allí íbamos juntas a la escuela. Era una niña muy parecida a mí, no hablaba mucho, nunca se metía con nadie y disfrutaba de las cosas simples como las flores, la lluvia, los atardeceres… Siempre me cayó muy bien… Y ella siempre la detestó…no soportaba que yo tuviera otras amigas. Me lo dijo pero yo sólo me reí…
Me miró con cara de pocos amigos. Estaba muy enojada, el labio inferior le temblaba y respiraba entrecortadamente… Aquello no hizo más que hacerme reír otra vez…Y claro, ella se enojó más…
—Bueno, si no te gusta ese nombre, elige uno tú… Tengo que irme… Si te pido que…me regales un beso… ¿me lo regalarías?
—¡Pídeselo a Joy!
Volví a reír. Verla así de celosa era el mejor regalo que podía hacerme aquella noche.
— Está bien, entonces me voy…— dije y comencé a soltarme de la reja.
—¡Espera, mi Khan!
Mi corazón se saltaba un latido cada vez que ella me llamaba así…
Buscó algo en su libro, era el que estaba leyendo, “el principito” pude ver en la tapa…
—Esto es para ti…
Tuve que sostenerme con fuerza de una mano cuando recibí aquel regalo. Porque al verlo me emocioné tanto que estuve a punto de caer… Era una foto suya, en blanco y negro, su mano apoyada al costado de su rostro. Su imagen me miraba con los ojos entreabiertos y una sonrisa que jamás voy a olvidar…
—Gracias…—alcancé a balbucear.
La miré como hipnotizada. Sabía que aquella noche tampoco iba a ser capaz de conciliar el sueño.
Me estaba despidiendo cuando se acercó más a las rejas, me tomó la mano, y susurrando “feliz cumpleaños, mi Khan” , me regaló un suave beso. Mis labios vibraron cuando sus labios me tocaron…
Definitivamente, no iba a dormir esa noche… Ese fue el mejor cumpleaños de mi vida…
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