9. "Agua/cero"
31 de mayo, 2286
Nevada, EEUU
Azul entró a su hogar luego de despedir a Jeremy. Su hermana la esperaba pacientemente en el sillón de la sala.
—Buenas noches, Azul—dijo, feliz—. ¿Cómo estuvo el trabajo?
—Liberty—le sonrió—. Estuvo bastante cansador... estuvimos hasta el atardecer reclutando gente—Liberty la miró confundida—. Bueno, acabo de llegar porque me encontré con algunos conocidos.
—Oh—rió despacio—. Noté que llegaste con un muchacho muy guapo. Si que no pierdes el tiempo ¿Es tu novio?
—¿Jer?—realizó un gesto de indiferencia con su mano—. No. Él de hecho es...—dudó si decirle realmente quien era.—Es un viejo conocido.
La menor se cruzó de brazos. Sabía, por que conocía bien a los Vancouver, que ella estaba mintiendo.
—Tú no tienes muchos conocidos, Azul...—declaró, seria.
—Él... Él era Jeremy. El mismo de la historia.—dijo casi en un susurro. Sintió el peso de la mirada de su hermana sobre ella.
—Bueno, tampoco te juzgaré por quien decides juntarte o no. —murmuró mirando hacia el suelo. —Solamente te diré que si piensas invitarlo a la casa, primero díselo a mamá... Puede ser disgustoso para ella.
—No te preocupes, Liberty. Lo entiendo.—colocó su mano en el barandal de la escalera—. Podrías unirte a nosotros, ¿sabes? Sería lindo que pelearas junto al escuadrón.—agregó cambiando de tema.
—Lo pensaré—Le guiñó el ojo.
Azul subió la escalera hacia su cuarto. Liberty, por su parte, subió despacio tras ella, pero hacia su habitación.
Entró cautelosamente y se sentó en el suelo. Comenzó a palpar con sus manos el piso flotante. Presionó ligeramente la superficie hasta que una tabla se levantó. Debajo y escondida había una blanca bolsa de tela apretada que contenía un gran cargamento. La sacó del escondite y la abrió. Tomó de adentro un cuaderno negro, un bolígrafo y un libro sucio.
La tenue luz de los faroles en su habitación iluminó el rostro serio de Liberty. Abrió el cuaderno y comenzó a escribir textos indiferentes.
Volcó allí sus pensamientos y sentimientos más reprimidos, mientras soltaba lágrimas. Era su único descargo contra el peso de su interior.
Las ideas de Liberty eran muy extrañas. Nadie sabía qué pasaba por su cabeza, aunque tampoco le preguntaban cómo se sentía.
Leyó en silencio, tomando apuntes ilegibles. Pensamientos intrusivos llegaron a su mente.
—Ojos que no ven... corazón que siente más... Y tu corazón poco me importa, sólo quiero tener tus ojos sin paz ...—cantó.
Se recostó sobre el suelo frío abrazando sus escritos, siendo incapaz de mostrarle a alguien más su fragilidad.
Residencia de Anthony Roucker
Anthony estaba completamente inquieto. Su sala estaba en su totalidad empapelada y desordenada por culpa de los últimos reclutamientos. No quería dormir hasta asegurarse de acomodar todo. Su compromiso era bárbaro. Se sentó en su mesa a leer.
—...Soei Blaise... ¿tres detenciones por robo a una tienda? Vaya qué descaro...—apretó el bolígrafo y tachó—. A este paso tendremos que volver a abrir la tanda...—La puerta se oyó, alguien la golpeó. Anthony reaccionó— ¿Quién podrá ser a esta hora...?
Abrió con cautela, como todo guardia. Para su suerte, sólo era Aldavinski.
—Anthony, te n-
—¡GRACIAS A LUNA QUE ESTÁS AQUÍ!—Lo jaló del brazo hacia adentro—. Me estoy volviendo loco, necesito de tu ayuda para corregir todo esto.
Sus pies descalzos hicieron chirriar la madera con sus saltos. Corrió de una punta hacia otra tomando pilas de papeles
—Hasta ahora hay treinta que quiero que sí o sí estén con nosotros. Son todos una maravilla...—se acercó hacia él para volcar los formularios en su mano, sin embargo se detuvo al ver su rostro. Aldavinski soltó un llanto—. Oye, amigo. ¿Qué sucede?
Ambos hombres tomaron asiento en la poblada mesa. El llanto de Aldavinski se agravó. Anthony dejó que se libere.
—¿Es posible amar tanto a una persona que no sabe quién eres?—dijo Al entre lágrimas. Hubo silencio.
—Al, ¿esto es por Azul?—Aldavinski asintió— ¿Qué sucedió?
—Fui a visitar mi viejo hogar, y allí estaba ella con un muchacho, abrazados... Sentí horrible, me sentí... me sentí olvidado.
Roucker suspiró. Se levantó de su asiento para acercarse de frente a su compañero. Colocó su mano en su hombro derecho y lo miró a los ojos.
—Al, somos amigos de casi toda la vida. Aún recuerdo cuando me confesaste que estabas enamorado de ella, y vaya que te costó aceptarlo. Yo más que nadie sé cuánto sufriste su pérdida, pero...¿sabes algo? Nada de eso fue tu culpa. Tú no mandaste a Azul a vivir del otro lado de la ciudad con una familia solum. Fue obra Sekunder, no tuya.
—¡Pero tenía que protegerla!
—¡No, Aldavinski! Tenías apenas seis años, tú hiciste todo lo que pudiste. No son los errores los que determinan nuestro futuro, son las enseñanzas que aprendemos de ellos. ¡Mírame a mí!—se señaló con ambas manos— Mi maldito error fue haber trabajado aquel febrero hace diez años atrás. No podré devolverle la vida a Isaías, pero por causa de ello, ahora ya no soy un descuidado. Tienes toda la capacidad de salir adelante. ¿Azul no te recuerda? ¡No importa! Al, sufriste mucho por ella, y aunque la ame por ser mi mejor amiga, tú también lo eres para mí. Y no dejaré que nadie te borre esa sonrisa que siempre le das a los demás.
Aldavinski no dijo ni una sola palabra. Sus labios se arrugaron.
—No la quiero olvidar...
—Al, nadie te pide que te alejes de ella... pero la amas tanto, pero tanto que ya ni sabes cómo amarte a ti mismo—tomó el largo cabello de él—. No te has cortado el cabello desde... ¿Cuándo?
—A Azul le gusta el pelo largo...
—¿y a ti realmente te gusta?—preguntó imperativo.
—Net...
—No bases tu vida en el amor de una mujer. Eres más que eso, eres Lyubithelzhizni Aldavinski y eres MUCHO MÁS que un sabueso de Azul. Ámala, ámala como lo hiciste toda tu vida. Pero ponte primero tú, que nosotros también nos necesitamos a nosotros mismos
—Quisiera ser cómo tú, Thony.
Anthony se rió.
—Soy como soy por culpa de la vida. Gracias a las Profeti tuvimos vidas diferentes, y que bueno que no tuviste que pasar por lo mismo que yo. Ven—lo abrazó y le palmeó la espalda—. A partir de hoy, no más "soy el mejor amigo de Azul". Porque tienes nombre y apellido. ¡Úsalos! Nada es mejor que tener tu propia identidad.
Se soltaron del fraternal abrazo.
—Supongo que no debería preocuparme por el muchacho...—Al bajó la mirada.
—Si ese muchacho que dices está en una relación con nuestra amiga, entonces que esté. Si la amas déjala ser. Estás a cargo de cómo te sientes. ¡Elige ser feliz! Que ninguna idea te manipule, no es lindo ser celoso.
Se sonrieron.
—Da. Estás con mucho trabajo. Es momento de ayudarte a ti ahora—tomó un formulario—. Hoy dormiré aquí, así que te la aguantas.
—¡Entonces que sea una noche de chicos!—corrió a su cocina, volvió con dos licores distintos en sus manos—Sin hablar sobre el trabajo, sin hablar sobre mujeres, ¡Sin nada!
Al se levantó con ánimo. Tomó una de las botellas.
—Sí que sabes cómo me encanta el vodka.
Gracias por esto, Thony.
—Daría la vida por cualquiera de ustedes tres. Siempre contarás conmigo—Abrieron sus botellas —. Brindemos por tu confianza, por tus sentimientos, y por ese largo cabello que hoy será cortado ¡Tvoió zdorovie!
—¡Da!
Los muchachos entraron en un cálido ambiente. Para sus suertes, se tenían el uno al otro.
01 de junio, 2286
Valle Inutilia, Nevada.
Una leve pero bella llovizna mojó el valle. El sonido de un trueno llegó hasta el oído de los muchachos.
—Vot i Ivan!—dijo Al alterado levantándose de un susto. Su cabeza estaba cubierta con una gorra.
—¡Ah!— Anthony se sobresaltó. Cayó del colchón al suelo. Lentamente parpadeó buscándole algún sentido a su ubicación. Estaba resacado— ¿Qué?—tomó un reloj analógico de mano que estaba tirado a un costado, al ver la hora, se sobresaltó. Corrió a vestirse, sólo estaba en pantalón y medias.
—Oe, Anthony. ¿Por qué el apuro?—preguntó aún somnoliento mientras el otro muchacho se vestía apurado.
—Es que quedé en ir al cuartel para conversar con dos chasovoy que integraré... —se colocó su borcego con una sola mano—Aun así no llegaremos con la cantidad, me faltan unos cinco lugares—abrigó su cuerpo con un pulóver encima de su camiseta.—. Debo irme volando, literalmente. Quédate aquí, mi casa es tu casa. Volveré apenas de tarde—tomó su capa de lluvia y se la echó encima—. ¡No olvides cerrar bien las puertas!
Anthony se fue prontamente, despeinado y con un alto grado de alcohol en sangre. Probablemente su vuelo se vería alterado.
Aldavinski quedó solo, pero se sentía bien. Después de tantos años de vodka, ya no existían las resacas para él.
Ordenó el lugar tranquilo, a su ritmo. Limpió los mechones de cabellos que yacían sobre el suelo. Los miró sonriente.
Se acercó al espejo circular del pasillo. Amagó a quitarse la gorra, chilló cuan niño impaciente, pero no lo hizo.
Luego de finalizar el aseo, finalmente preparó sus cosas para irse. Se vistió, tomó las llaves y salió.
La lluvia afuera estaba cayendo, y lejos de ser una escena de tristeza, lo sintió como una bendición del cielo. Se sintió liberado, feliz. El tormento pesado que le aquejó por quince años al fin estaba sanando. Seguía amándola, seguía queriendola tal como en el primer día; pero ahora estaba primero él y su confianza. Aldavinski ahora tenía nombre propio, y todo gracias a Anthony y sus consejos. Entró llorando, salió sonriendo.
Caminó lejos de la puerta de la residencia Roucker. Aceleró el paso, corrió. Dejó que sus zapatos salpicaran agua hacia arriba mientras danzaba sobre el pavimento. Tomó con decisión su gorra y la lanzó lejos.
—Mi cabello... este debe gustarme a mí—pasó sus manos por su ahora corta cabellera. Sonrió con felicidad—Te extrañé, Lyubithelzhizni—se abrazó a sí mismo frenando en medio de la calle. Dejó que las gotas empaparan toda su ropa, y ya no eran gotas de lágrimas, eran de aquel bello temporal.—. No necesito a una mujer para ser feliz...
Supo que el agua era su simbolismo, su nuevo comienzo. Un agua para empezar de cero, un aguacero.
Cuartel General de Chasovoys
Valle Inutilia.
El escuadrón de azul fue citado en el hall del cuartel. Sam y Azul habían llegado juntas. Aldavinski parecía estar retrasado.
Eran casi las cuatro de la tarde y la lluvia afuera no cesaba. Las gotas golpeaban fuertemente la chapa del alto techo.
—¿Aldavinski todavía no llegó?—preguntó Anthony saliendo de la oficina. Las chicas estaban sentadas en la sala de espera.
—No, Thony. Seguro llega tarde, sabes cómo es él—dijo Sam—. ¿Para qué nos reuniste?
—Ya verán.
Esperaron unos diez minutos. Pasado ese tiempo, Al finalmente llegó.
—Perdón la demora... Tuve que frenar en algunas paradas.
Aldavinski entró con torpeza. Su vestimenta estaba algo húmeda, y su cabello caía sobre su frente. Las dos lo miraron immediatamente.
Azul sintió una sensación extraña al verlo, casi no lo reconoció. Aquella nueva imagen le revolvió las tripas. Sam lo notó, le sonrió.
—¿No que poco recuerdas?—susurró. Golpeó suavemente con su codo el brazo de su amiga. Azul bajó a tierra.
—Cállate.
Se sentó junto a las muchachas, en el medio de las dos. Su actitud era relajada, lejos del nerviosismo que Azul solía producirle.
—Llegaste amigo, genial—Anthony se paró frente a los tres—. Esto es importante, y algo urgente...—colocó sus manos en sus bolsillos— Me pasé toda la noche, bueno, casi toda la noche, aprobando y desaprobando las fichas reclutamiento. Lamentablemente no cubrimos todos los cupos, pero sigo insistiendo en que debemos hacerlo. No podemos tener poco personal.
—Anthony, abrir una nueva tanda implicaría demasiado presupuesto. No contamos con el dinero suficiente... ni el tiempo.
—No, no estoy hablando de volver a abrirla. Miren—juntó sus manos—, sé que estamos en contra de la red de burócratas hitachi, y de su alto nepotismo, pero ESTE escuadrón, y no mi cuartel, necesita que sus principales exponentes traigan a personas de confianza. Sólo necesitamos siete más y lo lograremos...
Azul pensó para sí misma la oportunidad de traer al escuadrón a su ex familia.
—Yo podría conversar con mi padre... mis tíos en Europa estarían dispuestos a colaborar, supongo.—dijo Sam
—Sería fenomenal. Tengo un colega en Amazonia. Es de raza meridianam y es muy responsable.
—Creo que tengo a las cinco personas restantes...—dijo Azul— Déjenme hablar con ellos. Los conozco perfectamente.
—Todo esto tendrá que ser rápido. En dos días máximo, por la mañana quiero a todos los reclutados en el fuerte de la montaña calva.
—¿Y cómo serán los entrenamientos?—preguntó Lyubithelzhizni.
—Eso lo conversaremos en otro momento, pero ya tengo todos los cronogramas hechos... Hasta entonces, Sam y Azul ocupense de traer a sus contactos. Aldavinski, necesito que te quedes en casa dos días más. Tenemos que cerrar el papeleo final.
—¿Algo más que debamos saber, Thony? —preguntó Sam mientras anotaba rápidamente en su libreta.
—Sí. —Anthony caminó hacia la puerta lateral de la secretaría y, al abrirla, un armario abarrotado de cajas quedó expuesto. —La familia Hitachi nos ha enviado los uniformes que usaremos de ahora en más. También mandaron micro auriculares y relojes que rastrearán el estado y ubicación de cada chasovoy.
Anthony tomó una caja, la bajó con cuidado y la abrió. Extrajo uno de los uniformes sosteniéndolo en alto para que todos lo vieran.
—¡Mira, Aldavinski! Son iguales a los que llevaban las Profeti en el palacio...
—Sí, hasta la costura de las chaquetas... —murmuró Aldavinski tocando la tela con cuidado.
—Y viene con una nota. —Sam recogió un papel que había caído al suelo. —"Para el escuadrón 4A y todo el equipo Anti-Sekunder. Estos trajes se adaptarán a sus cuerpos y necesidades. Úsenlos sabiamente."
—¿4A? ¿Qué significa? —preguntó Azul frunciendo el ceño.
—Supongo que es por “Anthony, Azul, Afidelé, Aldavinski”, —respondió Anthony esbozando una leve sonrisa.
Los jóvenes inspeccionaron los artilugios con asombro, imaginando cómo les servirían en el campo de batalla. Un shock de realidad fue compartido por los cuatro.
—Una última cosa, muchachos, —añadió Anthony con seriedad—. No somos los únicos preparándonos. Los Hitachi les han dado la orden a todas las naciones de Exanimun que cada territorio debe tener al menos tres fuertes listos. Podrían atacarnos en cualquier lugar y en cualquier momento.
—Entonces... ¿Llegó la hora de prepararnos? —murmuró Sam.
—No solo prepararnos. —Anthony miró a cada uno a los ojos, firme—. Llegó la hora de contraatacar.
Sin dudarlo, Sam, Azul y Aldavinski unieron sus brazos, sujetándose con fuerza del antebrazo del otro. Sus ojos se encontraron, y en ese breve momento, compartieron juntos el peso del futuro.
—Depende de nosotros cuatro lo que suceda con el valle... y con el mundo. —dijo Azul con determinación—. A no caer, equipo. ¡Tattará!
—¡Tattará! —repitieron en unísono, con una convicción ferviente.
El trabajo fácil había terminado. Lo que venía a continuación era la verdadera batalla, y ni siquiera había comenzado.
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