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7. "Volver al pasado".


20 de mayo, 2286
Nuevo fuerte AS,
Montaña calva,
Nevada, EE.UU

La piel se le erizaba a cualquier presente. Era fuerte, imponente. Cada estructura perfectamente construida sin daño alguno y en tiempo récord. El fuerte Anti-Sekunder al fin estaba listo.

—Es impresionante—dijo Anthony sonriendo mientras tocaba la firme pared de madera—. Los obreros inutilia hicieron un gran trabajo. Este fué el mejor regalo de cumpleaños que pude haber pedido hace un mes...

—Tienes razón—Azul también se acercó a la pared—. ¿Cuando podrán venir los reclutados, Tony?

—Aldavinski se está encargando de eso. Está haciendo muy bien su trabajo—Sacó de su chaleco una libreta—. Programé la citación para hoy a la tarde. No estamos tan lejos del valle, llegarán rápido. Sugiero que nos quedemos aquí a esperar.

Los dos entraron. Adentro no había más nadie.

El fuerte de entrenamiento era muy espacioso. El patio central abarcaba un gran terreno, y sus cuatro torres (que a su vez funcionaban de pilares) superaban la docena de metros. Abajo, enfrente del pasillo que comprendían los cuatro baños, estaba la sala de primeros auxilios, una pequeña cocina y una sala común donde remarcó Anthony que allí funcionaría la secretaría de comunicación. En la planta uno habían habitaciones espaciosas, con dos literas por habitación. Más arriba, en las plantas dos y tres habían más habitaciones, pero no todas eran para dormir: las habitaciones especiales, frente a las otras, servían para guardar sus armamentos de arquería, para internaciones de salud, para lectura, y principalmente para breves descansos.

—...y podría seguir describiéndote pero es mejor que lo descubras por ti misma—Los dos se detuvieron la cocina—. Pedí licencia en mi trabajo. Quiero dedicarme a esto del completo... Realmente me quiero comprometer.

—Agradezco tu compromiso, Anthony. Eres muy valiente—Chocaron puños—. ¿Sabes? Nos debemos hablar sobre todas las cosas que pasamos... Y pasaste, lamentablemente.

—Es una historia cruel. Sin embargo estoy bien así. Agradezco que sobreviví para que ellos no sintieran tal dolor. Así es la vida... Esta vida muerta.

Azul puso su mano en el hombro de él. Anthony era considerablemente más bajo que ella.

—Pase lo que pase, cuentas conmigo. Cómo "chasovoy" y como amiga. ¿Sí?

—Gracias, Azuli.

La conversación terminó con una cálida sonrisa y un fraterno abrazo. Sin duda Azul era parte de la familia que Anthony eligió.

Las horas de la mañana pasaron, al llegar el mediodía, los dos optaron en volar para el valle.

***

La tarde había llegado prejuiciosa, sin ningún solo recluta presente en el fuerte. Anthony y Azul, preocupados por la falta de compromiso, llegaron hasta la casa de Aldavinski: el encargado de transportarlos hasta allí. Golpearon la puerta de su hogar.

—Chicos...—exclamó Laia Lazy sorprendida recibiéndolos en su hogar.—Azul, ¡hola! ¿Cómo has estado querida? Me enteré de que volviste pero jamás has pasado por casa...

La joven esquivó la mirada. Titubeó algo indiferente. Anthony la sacó del apuro.

—Laia, ¿está Aldavinski? Es urgente, estamos demorados.

—Eh, sí. Claro, un momento—Cerró la puerta.

—Gracias, de nuevo. Se hace raro fingir conocer a personas de las que tengo recuerdos. —suspiró aliviada. Anthony se rió.

—Es irónico que no recuerdes a la única persona que amabas...—se sentó en el pórtico—. Bueno, amabas a tus padres, obviamente, pero Aldavinski... él era tu primer y último pensamiento del día. Todos los días se veían, jugaban, dormían juntos. Eran realmente inseparables, Azul. Inclusive fui al único que le dijiste que él te gustaba—rió—... Y él sufrió todos los días, todos estos quince años... Cargó con toda la culpa de no haberte protegido ese día en el parque.

—¿Qué estás diciendo?—frenó a Anthony enseguida con la voz confundida y hasta un poco molesta.— No había más nadie conmigo en ese parque. Estaba sola, y fue ahí cuando Amadeo me despojó de mi vid-

Privet, ya estoy listo, chicos. ¿Qué sucede?—La conversación acabó en el momento que Aldavinski abrió la puerta. Azul lo miró sin creer en lo que su amigo le dijo recientemente—¿Azul, estás bien?

—Aldavinski—dijo Anthony—. ¿Qué sucedió que aún no fueron al fuerte?

—Se bajaron muchísimas personas. Estamos en aprietos. No quise ir hasta juntar la diferencia, pero ahora sólo hay noventa de las ciento veinte—rascó su nuca—. No sé que hacer, muchachos.

La noticia aquella era devastadora. Anthony y Azul liberaron aire. Ahora estaban en aprietos.

—¿Qué vamos a hacer?

—Tal vez deberían llevar algunos avisos hacia el lado solum. Es complicado que quieran trabajar con nosotros los inutilia, pero si no arriesgamos, jamás sabremos—Azul bajó las escaleras del pórtico. Se alejó de los jóvenes—. Iré a casa un momento. Los veré después en el fuerte.

Ella necesitaba descansar un rato de todo aquel lío mundial. Con tanta responsabilidad de golpe, no se dio ni tiempo de realizar un pasatiempo para despejar su cabeza.

Al llegar a su hogar, relajó su cuerpo sobre el nuevo sofá que Lucrecia dejó en la sala.

—Azul, ¿Cómo estás, hija? Anoche llegaste muy tarde, y hoy te fuiste tan temprano.—Su madre ingresó a la sala

—Perdón, mamá. La verdad es que esto me está ocupando todo mi tiempo y... y hay algo en mí que no me permite desistir de hacerlo. Quiero pasar más tiempo en casa, pero esto también es mi responsabilidad.

Lucrecia tiró sus párpados hacia abajo. Su mirada se veía exhausta y decepcionada.

—Hubiese sido hermoso ser una familia normal. Si hubiera sabido antes que pasarías por todo esto, Azul; yo... no lo sé. Pero quiero lo mejor para mi hija y aun así fueras la Señora Hitachi, para mí siempre serás mi niña—se acercó a su hija—. Nadie te cortará el cuello por descansar un momento. Antes de ser la mujer de la profecía, eres Azul Vancouver, y eres una superhumana. ¿Sí?

—Te amo, mamá.

Las mujeres se abrazaron. El amor que se tenían era inmenso, y era aún más fuerte que el Fuerte Anti Sekunder.

—¡Azul!—Arthur bajó corriendo las escaleras. Fue directo a abrazar a su hermana—¡Te extraño aquí! ¡Conmigo!

—Estoy ocupada con mi trabajo, enano. —Ella corrió el mechón colorado de su regordeta cara, con culpa. —Podemos hacer cosas juntos los fines de semana... Quizás festejar tu cumpleaños, peque. No pudimos hacerlo.

—¡Tienes razón! Este año quiero mi chocolatera.

—¡Pero eso te lo di el año pasado!—rió

—¡Error! Me la dio Idaly, yo quiero que me la dé Azul.

Los tres entraron en una risa contagiosa y dulce. Liberty, arriba en la punta de la escalera, se renegó de bajar. Las cosas estaban bien con su hermana, aparentemente, pero aún le era muy extraño. No podía superar lo de George así como así.

Dado al contratiempo con la súbita baja de reclutas, la citación en el fuerte tuvo que ser pospuesta. Azul y compañía aprovecharon, entre tanto, los días para descansar un poco.

Día siguiente a la pésima noticia, la familia Vancuover se reunió para salir junta. Excepto Liberty, quien aseguró estar enferma.

—Hermana, ¿seguro no quieres venir? Nos podríamos divertir.

—No, Azul. Estoy bien.—respondió Liberty con voz dulce. —Diviértanse...

Azul salió un poco afligida por la situación. Presentía que la relación con su hermana tenía picos bajos de compatibilidad. Intentó olvidarlo por un segundo.
Bajó y se encontró con Lucrecia y Arthur en la puerta. Salieron tomando al menor de ambas manos.

—¿A dónde iremos, mamá?

—Al parque. Arthur ama ese lugar. Sólo que no lo mando solo. Ya sabes, por...

Azul se frenó en seco recordando ese día. En esos dos meses no había pisado el lugar que la llevó al infierno.

—No te molesta acompañarnos, ¿verdad? Quizás prefieres quedarte en casa.

La joven vaciló un momento. Tenía miedo de volver y ser traicionada por su mente. Sin embargo, la mano de Arthur, quien la sostenía con fuerza, le permitió asegurar que por lo menos en ese momento no estaba sola. Suspiró

—Si no enfrento mis miedos, jamás podré olvidar ese horrible día—Sonrió vagamente—. Creo que me siento un poco segura estando con mi familia.

Azul pisó el parque y una sensación extraña la envolvió, como si el aire pesado le susurrara secretos al oído. Su madre y su hermano se alejaron hacia unos juegos más distantes, pero ella permaneció inmóvil, atrapada en un instante que parecía desvanecerse y reconstituirse a la vez. Un frío antinatural se filtró en su cuerpo helando sus pensamientos.

Recuerdos vagos comenzaron a danzar en su mente, como las hojas arrastradas por el viento furtivo. La risa de una niña resonó detrás de ella con una melodía despreocupada. Azul se volvió y vio a una pequeña correr feliz por el parque. Tenía su cabello marrón ondeando con cada salto que daba. Sin poder resistir, la siguió riendo, sintiendo la alegría desbordante que parecía fluir del pasado.

La niña se detuvo a mirar sobre su hombro. Llevaba puesto un vestido violeta que emanaba dejes de inocencia.

—¡Sígueme!—Le dijo la niña sin mostrar su rostro—¡No podrás encontrarme!

Azul rió y rió cada vez más feliz. La niña se escondió detrás de un árbol.

—¿A dónde me estás llevando, pequeña?

Aldavinski no podrá encontrarme aquí.—dijo por lo bajo.

—¿Qué?

De repente, la imagen se detuvo. La niña la miró fijamente, y el mundo pareció congelarse a su alrededor. Azul se dio cuenta de que estaba viendo a su propia versión de hace quince años atrás. El tiempo se frenó.

—¡AZUL!—gritó Lucrecia intentando llamar la atención de su hija. Azul reaccionó de inmediato. La imagen se borró de su espacio—Hija, ¿estás bien?—se acercó.

—Sí, mamá. Estaba...—Volvió a mirar. Su versión joven desapareció— Olvídalo....

Se alejó de aquel árbol de inmediato, siguiendo a su madre. Sintió un vuelco en el pecho, algo horrible que esperaba no volver a vivir. La nostalgia y la paranoia se entrelazaron, recordándole que, aunque había regresado, parte de ella aún permanecía atrapada en aquel parque, en aquel día.

30 de mayo, 2286
Vancuover, Canadá.

El sol comenzó a bajar sobre el lago Capilano. Con el atardecer, se acercó la hora de la correspondencia. La única hija de un dulce matrimonio se acercó a recibirla.

—¡Gracias por el correo, Mackenzie!

—¡A ti, Willow!

Willow se sentó en la mesa de su comedor. A pesar de tener nueve años, su figura era la de una joven una mujer cercana a la edad adulta. Leyó la única carta que había entre las balotas políticas.

Miembros cercanos a la comunidad Inutilia en Nevada:

Nos dirigimos hacia ustedes con el único fin de reclutar gente para nuestro escuadrón especial Anti Sekunder. Se aceptan miembros de cualquier nación, e inclusive mezclas.
  Requisitos: ser hábil en arquería, dominar dos o más idiomas, saber usar al menos tres de sus poderes bases.
A los interesados, presentarse en día 31 de mayo en el cuartel de chasovoys Inutilia en Spring Valley, NEVADA.

Documentación necesaria:....

—¡MAMÁ! ¡MAMÁ!— Willow corrió con dureza hacia la primera habitación. El suelo de madera retumbó.

—¿Qué pasa, hija?—Contestó su madre.

—Están reclutando gente para una guardia especial. ¡Quiero entrar! Eh, aceptan mezclas. Es mi oportunidad para mostrarme.

Su madre negó con una sonrisa.

—Amor, seguro es para algo peligroso. ¿En dónde es?— Extendió su brazo para recibir la carta. Leyó detenidamente— Nevada es un poco lejos, unas cinco horas de viaje si volamos rápido. Y tal parece que las inscripciones cierran mañana. Además deberías también consultarle a tu padre.

—¡Papá aceptaría! No hay otra cosa que le guste más que batallar. ¡Él me ha enseñado de todo!—Siguió discutiendo feliz.

—No, cielo... Estás muy delgada, podrían lastimarte... Y te podrían discriminar por tus ojitos qiangdam.

—¡Maa!—soltó un quejido—¡Por favor!

La mujer suspiró, sus chatos ojos se abrieron un poco.

—Si convences a papá, aceptaré y mañana mismo iremos, ¿okey?—advirtió segura.

—Por supuesto que sí, mamá.

Willow salió del cuarto y se fue al suyo corriendo con la carta en la mano. En su corta vida, y desde que aprendió a dominar ambas de sus razas, había querido demostrar de lo que era capaz. Sólo le quedaba esperar a que su padre volviera para convencerlo.

31 de mayo, 2286
Spring Valley, Nevada

Dado a la enorme avalancha de personas interesadas en ser reclutadas, todo el escuadrón tuvo que cubrir las entrevistas. Al parecer, tuvieron mucho más éxito al reclutar gente fuera que adentro del valle.

Las personas esperaban ansiosas en las filas con sus documentos en mano. Había muchísima variedad de razas, e inclusive algunas mezclas controversiales como la de una joven Gelipti. Más de una vez tuvieron que pedir orden.

—Lamento decirte... Marilú—Sam levantó la hoja que tenía en su mano para verificar el nombre—. No podemos arriesgar a una mujer mayor a combatir. Puede ser arriesgado para su salud. En verdad lo siento—Para Sam, el peor de los trabajos era rechazar a gente mayor con esperanzas. La anciana excelsis se fue triste y en silencio—. Siguiente...

La mañana se estaba volviendo sofocante. El cuartel de Chasovoys Inutilia ya no daba basto. Cerca de las once de la mañana, sacaron sus escritorios hacia el patio para continuar por el agobiante calor que se estaba manifestando.

—¿Por qué accedimos a hacerlo aquí y no en el nuevo fuerte?—murmuró Sam entre quejas.

—No podemos arriesgarnos en entrevistar, rechazar, y que justamente los rechazados sepan dónde esta ubicada la fortaleza. —aclaró Anthony tomando un trago de agua.

—Apenas llegue el atardecer nos largamos—dijo Azul entre dientes firmando un acta de aprobación preliminar—. Ya tomamos doscientas veinte personas para el examen eliminatorio. Sólo hay cupo para treinta y ocho personas, no sé porque estamos juntando a tantos.

—Te equivocas, Azul—Le respondió Aldavinski a su lado—. Anthony aumentó el cupo a ciento dos personas. Por eso debemos buscar varias para que pasen por el embudo.

—¿TRESCIENTAS PERSONAS EN EL FUERTE?—gritó. Hubo un breve silencio, luego volvió el bullicio—Lo siento—Carraspeó—. No podemos abarcar a tantos soldados especiales. Es demasiado.

—Cuantos más, mejor—sonrió Anthony, del otro lado del hitachi.

Le gente estaba desparramada por todo el campo. La gran mayoría ya había entregado su ficha, sin embargo, se quedaban charlando con las demás personas que conocieron en la interminable fila. Los jóvenes del escuadrón ya estaban agotados, el atardecer había llegado.

—Esto nos traerá consecuencias en el túnel carpiano.—Sam arrojó su bolígrafo sobre la mesa de madera. —Creo que deberíamos hacer una pausa, o en su defecto quedarnos con las personas que hicimos pasar de prueba.

—Ya no quiero seguir. —dijo Azul imitando el gesto de Sam.

—Supongo entonces que aquí acaba. Iré a decirle a JJ que anuncie por el megáfono que el reclutamiento llegó a su fin. Luego daremos aviso para ver quienes pasan la prueba—Anthony se levantó—. Es todo, muchachos.

—Al fin...

Los tres muchachos se recostaron sobre sus sillas. Finalmente pudieron darse el lujo de relajar los huesos.

Atención comunidad. Les informamos que el reclutamiento terminó. Próximamente estaremos enviando correos a los que aprueben esta instancia. Hasta entonces, protéjanse. Tattará!

La voz de Jason sonó por el megáfono. Varias personas comenzaron a refunfuñar y a quejarse vagamente. El predio se fue vaciando poco a poco hasta quedar casi vacío.

—Iré entrando las mesas y los sillones de nuevo al cuartel. ¿Me ayudas, Al?

—Claro, Thony.

Los dos hombres comenzaron a llevar las cosas hacia adentro. Sam, por su lado, se despidió alegremente. Tenía que ir a cubrir su turno en la guardia del hospital.

Finalmente, luego de unos cuantos minutos, el lugar quedó vacío. Mientras los chicos seguían limpiando el desastre, Azul salió a vagar por los exteriores.

—¡NO CIERREN, NO CIERREN!—Una mujer comenzó a acercarse aceleradamente. Se detuvo en frente de Azul— Estoy muy interesada, sólo que me retrasé... Fuimos a la casa de mi familia cercana antes de esto, no pude llegar a horario...

—No hace falta una explicación pero...—Miró las manos de la mujer. Llevaba un sobre—. Si vienes a inscribirte, ya cerramos las inscripciones. En verdad lo siento.

La joven suspiró frustrada.

—He esperado toda mi vida una oportunidad para mostrarme. Mi nombre es Willow, vengo desde Vancouver. Tengo nueve años, y un gran poder para servir a esta nación—Bajó un poco su prenda del lado de su hombro izquierdo. Una borrosa marca inutilia estaba plasmada—. Soy mitad inutilia, y en verdad tengo ganas de hacer esto.

Azul tomó el sobre con bajas ganas. Lo abrió ligeramente. La información estaba confusa, y el formulario a medio llenar. Faltaban datos importantes como apellidos, nación, enfermedades...

—Mira, en verdad quisiera ayudarte, pero... ya cerramos y además tienes nueve años. No aceptamos menores de doce. Tu forma física indica buen poder, pero no podemos romper las reglas, Willow—Le devolvió el sobre—. Lamento que hayas venido sola hasta aquí...

—Ella no vino sola. —Un hombre se acercó doblando la esquina del muro. Azul abrió sus ojos. —Vino con su padre.—dijo con calma.

El silencio invadió el terreno por un momento. El corazón de Azul se aceleró al mismo tiempo que su respiración. Lo volvió a ver. Después de tantos años lo volvió a ver.

—Señorita, él es mi padre. Lucas Morbus. Tal vez si no quiere hablar conmigo, podría hablar con él.—insistió desesperada.

—Willow. Ella es Idaly, tu tía.

—No—dijo firme—. Yo nunca pertenecí a tu familia. ¿Si quiera fuiste un buen hermano? Mandaste una carta diciendo que no querías volver a vernos. —aseveró nerviosa quebrando su voz a cada palabra.

—Idaly, escúchame.

—¡NO ME LLAMES ASÍ!—Creó de inmediato un arco y una flecha. Sus pupilas se volvieron violáceas. Luke cubrió a su hija.

—¡IDALY, NO!—Alguien la tumbó por el costado, una mujer.—Perdón, Azul... ya no sé.

—¿Samantha? ¿Esto es una maldita broma?

Azul deshizo su armamento. Sus ojos volvieron a su color natural. Miró la escena, más calma. Luke había cubierto a su hija en un campo de fuerza, su rostro demostraba pánico y auténtica protección paternal. Samantha, por el otro, lucía con miedo y desesperación por el casi ataque a su hermano y sobrina. Azul comprendió que quizás no la estaban atacando. Se recompuso poco a poco.

—Azul... danos un momento para explicarte—Luke se acercó despacio—. Mira, sólo vine a apoyar a mi hija, realmente tiene un buen potencial, y es su mayor deseo defender a su nación.

—Irónico. ¿Por qué no le cuentas que su abuelo se empeñó en DESTRUIRLA?

—Azul. Ni Luke, ni Willow, ni yo tenemos algo que ver con Amadeo... Cuando nos enteramos de lo sucedido con Jeremy y tú, jamás regresamos a esa casa. Lamentamos mucho el sufrimiento que pasaste bajo nuestro techo, pero estamos aquí para la redención. Queremos aportar y ayudarte, ayudarlos a todos.

Hubo un breve silencio. Willow canceló el campo de fuerza. El sol de atardecer iluminó el arenoso y desértico paisaje. Realmente tenía un cuerpo de adulta, tal como Idaly a sus nueve años. No todo había sido tan horrible después de todo.

—No estamos a favor del nepotismo en este cuartel. Sin embargo, si entran menos pasantes de los reclutados, abriremos una segunda tanda a los que no llegaron. Willow—se dirigió a la jóven—. Presentate en ese caso. No puedo hacer mucho por ti.

Luke sonrió y abrazó a su hija. La escena parecía sacada del sueño perfecto de Alba Morbus, quien en paz descanse.

—Es hora de irnos a casa—Samantha tomó una fotografía del pequeño bolso que cargaba—Sé que tu vida fue muy dura Azul, pero adoptada o no, fuiste también mi hermana—miró a Luke para señalarle el cielo. Él asintió con la cabeza—. Si algún día quieres que nos volvamos a ver, detrás de nuestra foto, de aquel día que fuiste mi madrina, está la dirección de mi hogar

—Lo mismo digo, Azul—Lucas acomodó su corbata negra. Su camisa blanca quedó manchada con arena—. Hubieron malos entendidos en nuestras vidas, y algún día me gustaría aclarartelo todo, si estás abierta a perdonar...—Tomó la mano de su hija junto a la de su hermana—Hasta entonces, espero que nos volvamos a ver. No es con nosotros con quién tienes que hablar.

Azul lo miró extrañada. Los tres levantaron vuelo despacio.

—Es conmigo. —Una voz erizó su piel sorprendiéndola por detrás.

—¿En serio crees que quiero verte?—respondió sin darse vuelta.

—Azul... Por favor.

—Vete, Jeremy.

Jer no se movió. Su cuerpo permaneció relajado, sereno. Suspiró con cierto gusto.

—Me dieron la oportunidad de lastimarte y aún así elegí protegerte. Si eso no es amor, no sé lo que es—Colocó sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón—. No necesito otra cosa más que una breve charla, a solas. Déjame darle sentido a la muerte en vida que viviste...

Azul avanzó paso hacia adelante, mas Jeremy la tomó de la muñeca y la frenó. Ella apretó el puño. Resignada, relajó su cuerpo.

—Te daré quince minutos, y lejos de aquí.

Separó su brazo bruscamente. Azul comenzó a elevarse. Jer por detrás la siguió feliz, sin demostrarlo.
Volaron juntos y en silencio hasta el Pico de Gas a las afueras del valle. No demoraron demasiado.

Primero aterrizó él, luego ella. Se sentaron enfrentados.
Jeremy la miró a los ojos, buscando las palabras adecuadas, sabiendo que cada una podría ser un arma o un puente. El aire a su alrededor se cargó de energía. Cada segundo se estiró como un chicle, mientras la verdad esperaba a ser revelada.

—Ante todo quiero pedirte una disculpa, mi familia... no quería perderlos a todos—acercó el mentón hacía sus rodillas levantadas—. Me enteré de esto casi de inmediato a tu llegada. Pude ver quién eras en aquel momento que peleamos juntos. Le rogué a papá que me dejara cuidarte, lo hice por amor.

—Si tanto amor me tenías, ¿por qué no me sacaste de ahí adentro? ¿por qué no decirme la verdad, Jeremías?—apretó los dientes. Apoyó sus manos en la tierra y se levantó—. Escucharte es en vano, no tienes perdón.

Azul amagó a irse. Estaba totalmente furiosa. Sin embargo, Jeremy se levantó de inmediato. La tomó de la cintura, la giró, y colocó dos de sus dedos en su frente.

—¡NAUFRAGII MENTIS!—gritó acompañando un sollozo.

Claro. Porque secuestrar a una niña, cambiarle la identidad, la apariencia, la nación y mentirle a toda tu familia, ¡es excusa de no tener opción!

Te prohíbo que nos expongas, Jeremy. Es por nuestro bien y por el de esa niña

Yo... Yo tengo una condición

¡Que tu historia sea trágica no me justifica la mentira a nuestra familia!

Déjame ser su tutor de entrenamiento. Yo la cuidaré. Le enseñaré todo lo que sé. No le diré nada a mi familia, pero no la volverás a tratar de esa manera otra vez...

Ne noxa...

Los recuerdos de Jeremy comenzaron a proyectarse sobre la consciencia de Azul, envolviéndola en una marea de imágenes vívidas. Cada destello de su pasado era como una sombra que se alzaba, revelando verdades ocultas y fragmentos de dolor. A medida que las escenas se deslizaban ante ella, Azul sintió cómo su resistencia se desmoronaba, abriendo la puerta a una comprensión que antes le había sido negada. En un instante, todo comenzó a tener sentido. La conexión de Amadeo con su secuestro, el oscuro hilo que unía su vida a la profecía, se reveló como un laberinto de dolor y traición. Un escalofrío recorrió su espalda, una oleada de miedo que la hizo temblar. Allí estaba la otra parte de la que le habían hablado las Profeti.

Y luego, la proyección la llevó al día de su primer beso, un momento que había guardado en su corazón como un veneno. Pero justo cuando lo bizarro de ese recuerdo le llegó,  la imagen se cortó abruptamente. Azul quedó en silencio, inmóvil, como si el mundo a su alrededor se hubiera detenido.

—Mi intención no es justificar lo que hicimos como familia. Fue un complot sucio y lo admito, pero entiende Azul—Acercó el cuerpo de ella un poco más hacia él—... Pese a todo sólo tenía nueve años, era el verdadero hermano menor. La idea de una familia feliz era mi único sueño hasta ese momento. No quería romper aquel triste pero único lazo familiar al que pertenecía. Y aún con todo el amor que le tengo a mi padre, te elegí a ti... y lo seguiré haciendo. Tú cambiaste mi vida, y en lo único que pensaba cada día era en darte lo mejor que podía. Y sé que en el fondo estabas agradecida por ello...—La soltó para darle espacio. Se alejó dos pasos atrás— Me despidieron en la escuela, y huí de casa, estoy viviendo de hogar en hogar. La vida me está castigando, y me lo merezco... No podré devolverte la infancia de Azul Vancouver, pero puedo hacerte olvidar completamente la de Idaly Morbus—Extendió su mano—. Dame un sólo segundo de tu vida y te haré olvidar una eternidad.

Azul miró la mano de Jeremy, una mezcla de pena y sosiego la envolvió. No creía que volvería a sentir esa sensación de protección que él siempre había representado. Con un leve temblor en su corazón, tomó su mano, pero en lugar de aferrarse, la apartó con firmeza. Su gesto era tanto un rechazo como una lucha por recuperar su independencia.

—No quiero olvidar lo que, aunque de malas, es parte de mi ser. Mamá me dijo un día que los apellidos no son más que otro nombre en la lista de nuestra identidad. Idaly Morbus fue, es y será parte de mi vida. Me está enseñando a ser quien soy, porque cuando recuerdo apenas un momento vivido en esa casa, me refuerza la razón de mi existencia. Sé quién soy, y eso también es gracias a lo que viví—El sol comenzó a ocultarse, tiñendo el paisaje con un bello tono anaranjado—. No quiero que uses tus poderes para borrar mi mente. Quiero que uses tu mente para ser consciente de tu poder—Cerró sus ojos con fuerza—. Te perdono, Jer. Perdono tu mentira, yo también haría lo que fuera por proteger a los que amo. Sin embargo no me pidas que demuestre afecto por ti. Puedes quedarte en mi casa, si quieres. Sólo por un tiempo, y hasta que encuentres de nuevo trabajo.

Jeremy ahogó su emoción. Por fuera, sólo dedicaba una media sonrisa, pero por dentro, el Jeremy de doce años estaba saltando de alegría.

—No quiero incomodar en tu casa, ni a tu círculo. Tu perdón me es suficiente...

Se quedaron mirando cara a cara. Las manos de él temblaron, y los ojos de ella querían llorar. Luego de un momento, y un instante, se abrazaron como buenos hermanos.

—Te amo, Azul.—susurró Jeremy.

Azul no respondió, pero la calma de ese abrazo le reveló una verdad: él había encontrado el perdón en su corazón. Un perdón que, aunque frágil, les ofrecía una oportunidad para avanzar.

—Debo volver a mi hogar—dijo ella  con nostalgia al separarse.—. Si quieres venir, estás invitado.

Aunque sabía que no debía aceptar, una parte de él anhelaba esa conexión. A pesar del pasado que se cernía sobre ellos, Jeremy asintió, sintiendo que tal vez esa era una oportunidad para redimirse y disculparse con los Vancouver.
Sin embargo en el camino comenzó a dudar de su decisión. La posibilidad de ser mal recibido, de enfrentar las miradas de quienes habían sufrido por su culpa, les pesaba en el pecho.  Simplemente meditó y esperó... Esperó la sonrisa de ella, sonrisa que tanto extrañaba.

Bajaron caminando. El cielo comenzó a oscurecerse mientras el sol se ocultaba por el horizonte. Todo parecía repetirse, como si el tiempo no hubiera pasado desde aquellos días lejanos en los que se llevaban bien.

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