20. "Hacer justicia para ganar (1)"
Junio 23, 2287
Valle Inutilia
Qué ventoso estaba afuera. Qué desolado estaba afuera. Eran las ocho de la mañana y el sol aún no salía, y parece que no salía porque le temía a la oscuridad.
Ese verano no era cálido, era frío. Los niños no estaban jugando afuera de las calles, las familias no pasaban el fin de semana en el parque, y los eventos de apertura de estación habían sido cancelados. Exanimun le hizo frente a su etimología y todo en su escencia se murió.
Por lo menos el 4A estaba unido.
Luego de la caída de la casa Vancouver no les quedó más remedio que buscar otro hogar. La siguiente opción, y única, fue la casa de Roucker; quien no tenía a más nadie que a ellos. Y bueno, allí estaban ellos: los cuatro amigos de la infancia rendidos en el frío suelo de madera del joven Anthony.
-Azul... Azul...-susurró Anthony moviéndola suavemente. Ella se despertó entre quejidos. -Te llegó una carta de Argentina. Debe ser de tu madre y hermanos.
Le arrebató el sobre de sus manos y en el mismo instante se sentó a leer.
Mi cielo
Te estamos escribiendo hoy, mayo quince del año ochenta y siete. Hoy tu hermano cumple doce años, ¡qué enorme que está! No tienes idea de cuánto ha cambiado en este tiempo. Ha adquirido unas habilidades excepcionales.
Nos enteramos del cierre de la frontera y de la revisión de correo en las aduanas... Veré la forma de que esto te llegue pronto. Nosotros estamos bien. Las primas de "A" ya son parte de nuestra familia también. Nos cuesta adaptarnos al idioma español pero cada vez hablamos más fluído.
Hija, te amo, te extraño, te adoro. Ya no veo la hora de volver a verte. Mientras tanto nos estamos viendo todas las noches a través de la luna.
Con todo el cariño, tu madre L
Déjenme ponerlos al tanto de todo.
Después de ese infernal día de marzo las cosas cambiaron mucho por este lugar.
Folium Sekunder finalmente logró lo que quería: se apoderó del mundo. Luego de destrozar mi único hogar y la esperanzas de un pueblo, secuestró a la familia Hitachi y se apoderó del palacio. Ese maldito y sociópata dictador se encargó de hacer de todos una vida miserable. Desde que está en el poder nadie tiene energías ni fortalezas para pelear o... vivir.
Los sekunders se reproducieron como larvas en la basura. Ya sea por magia o concepción natural pero están plagados por todos los rincones de Exanimun. Cada semana nos llegan reportes que parecen pequeños cuentos de terror dado a las tragedias y crimenes que está escritos... Ya casi no hay lugar para enterrar a los muertos.
Todo lo que hacemos se ha vuelto un suceso clandestino dónde cada noche tenemos miedo de que sea la última... Y se sienten así y mil veces peor.
Aún tengo la imagen de Nadenka Hitachi mirándome con súplica, con esos ojos desesperantes que a gritos dicen "ayúdame" y yo sin poder hacer nada porque mi maldito cuerpo no reaccionó. Ya no sé que nos depara el destino pero si de algo estoy segura es que juntos lo escribiremos. Nosotros. Nosotros sin ayuda de ningún libro mágico.
Estas tres personas a mi alrededor son mi motor. Juntos derrocaremos a la tiranía sentando firmes una gran revolución.
Sólo quiero decir...hemos llegado hasta aquí. Terminemos con esto.
Julio 01
Palacio Sekunder
Ya no brillaba el rojo bermellón de las cortinas y alfombras del ex palacio Hitachi. Ahora ese rojo estaba amarronado por la sangre penetrada en las paredes de oro sólido. Lo que antes había sido la cuna del mundo, ahora era la sepultura de su fin... Y el descarado verdugo estaba sentado sobre la silla de la matrona creyéndose el rey.
Finalmente tenía a Exanimun controlado. Después de más de doscientos años logró ganar para hacerle justicia a su injusto castigo. Aunque... Aunque aún se sentía bastante vano.
Miró sus enormes manos con detenimiento: ya se podían nota los surcos signos de envejecimiento. Si bien aquel resultado le daba una grata sensación diaria, sentía que algo en su interior...faltaba. ¿Era así como tenía que terminarlo todo? Cerró sus ojos para ver más allá de su oscuro interior. Vacío. Al abrir los ojos se encontró con él.
-¿Otra vez así, Folium? Me decepcionas... Ningún rey debe sentirse de esa manera. Un rey tiene que ser avaro, egoísta, monarco.
-Silencio, Foliet... Sólo vives en mi mente.-gruñó aplastando ambos lados en su cabeza.
-Te equivocas renacuajo. Yo soy tu mente. -El joven desnudo y deforme se le subió de un sólo salto con sus escuálidas piernas. -¿Que no hay algo en tu lista de pendientes que debes terminar...?
-Sabes que esa bruja no se puede morir, pero al menos ya no me puede matar. -vociferó escupiendo entre palabras.
-Bah, no. No hablo de eso. Eso es inútil... Sino de la otra cosa relacionada a mí... Aunque no te vendría mal recordar que ese talismán no está del todo bien configurado...
Folium parpadeó. Al abrir los ojos de nuevo Foliet desapareció. O bien nunca estuvo ahí. Se paró del sillón con las piernas temblando y caminó hasta el pasadizo interno de la sala mayor. Cruzó la primera puerta a la izquierda donde en ese cuarto, debajo de una vieja alfombra, estaba la entrada a las pesadillas del mundo. Quitó la cerradura de la puerta del suelo y saltó hacia adentro del sótano.
-Hola, familia...-saludó con tono amigablemente tétrico. -Vengo a traerles noticias...
La familia Hitachi completa lo miró con temor a través de las barandas oxidadas de hierro. Sollozaron juntos.
-¿Qué es lo que quieres de nosotros...?-indagó Igor, quien era el más afectado de todos.
-Volverán a pagar por el mal que le están haciendo a este lugar.-afirmó Nadenka con una combinación de miedo y firmeza. Folium se colgó de las barandas.
-No lloren, pequeños escuálidos. Papi sólo viene a decirles que llegó el juicio final y es hora de decirle adiós a su hermoso pueblito...
Julio 01
Valle Inutilia.
Anthony subió tambaleante a una silla, alzando las manos en un intento frustrado de alcanzar las vigas del techo que estaban goteando. La lluvia se había filtrado por los huecos, dejando un rastro de humedad en el suelo de madera ya desgastada. Antes, con un simple poder base, habría podido solucionar todo. Pero esos tiempos parecían lejanos ahora. Sus poderes, como los de todos, se habían desvanecido casi por completo desde el fenómeno anormal que los sekunder desataron. Y nadie sabía por qué.
-Vamos... -murmuró para sí mismo, estirándose más allá de sus límites con los músculos temblando por el esfuerzo.
Unos centímetros más, pero seguía sin alcanzar. Bajó la mirada a sus pies, resignado. Nunca había sido el más alto, pero antes eso no importaba. Antes... tenía fuerza.
Alzó la vista hacia el techo una vez más y, con un suspiro, saltó. Sus dedos apenas rozaron la viga cuando esta se partió con un crujido seco, haciéndolo caer de espaldas contra el frío suelo. Se quedó allí un momento, mirando el techo como si en ese silencio pudiera hallar alguna solución. Pero solo vio las gotas caer sobre sus ojos.
Con esfuerzo, se sentó. El agua ya formaba pequeños charcos a su alrededor empapando el suelo. Miró a su alrededor, una vez más. Lo que antes había sido un hogar ahora era solo un recuerdo marchito. El salón comedor ahora estaba cubierto de camas improvisadas y mesas llenas de armas. Las habitaciones de su padre y su hermano, que alguna vez respiraban vida y recuerdos, se habían convertido en depósitos de primeros auxilios y escondites del pánico.
"Ya no es un hogar", pensó, con la garganta apretada. "Es solo otro fuerte."
La melancolía lo abrazó por un instante. Era como si las casas mismas, una por una, se estuvieran rindiendo, desmoronándose bajo el peso de algo mucho más grande que la guerra. Algo que no podían entender. Se puso de pie con dificultad, justo en el momento en que un golpe en la puerta lo devolvió a la realidad.
Anthony, aún con el dolor de la caída en su cuerpo, tomó su arco y flecha.
El suelo crujió bajo los pies de Anthony mientras se acercaba a la puerta con su arco ya tensado y con la flecha lista para ser disparada en un instante. El silencio en la casa era casi opresivo, roto solo por el sonido del viento que se colaba entre las aberturas de las paredes. Sentía el peso de la responsabilidad en sus hombros; no podía fallar en proteger a los que estaban dentro.
De pronto, un golpe resonó en la puerta, seco y contundente. Anthony se quedó quieto, su respiración contenida, los ojos clavados en la madera, esperando cualquier otro sonido que pudiera confirmar sus temores.
Del otro lado, una voz quebrada rompió el silencio.
-Por favor... -dijo el extraño-. No vengo buscando pelea... no quiero problemas.
Anthony entrecerró los ojos forzando su agarre en el arco. No respondió, pero tampoco disparó. El silencio fue su única respuesta.
-Sólo... sólo necesito hablar con Azul. -La voz del hombre del otro lado temblaba cansada-. Es muy importante. Vengo de Solumni... traigo un mensaje para ella. Algo que no puede esperar.
La madera crujió bajo el peso del silencio. Anthony, todavía sin soltar la cuerda del arco, se acercó lentamente con sus pies apenas haciendo ruido. No confiaba en lo que oía. Nadie debía saber dónde estaban.
-Lo sé... entiendo que tengas miedo -continuó la voz, esta vez más débil, casi rogando-. Pero no me queda tiempo. Si no hablo con ella, algo terrible va a suceder. Te lo suplico...
Anthony llegó a la puerta y, con un movimiento rápido, miró por una rendija. Afuera, bajo la lluvia, un hombre moreno mayor se tambaleaba sosteniéndose el costado con una mano. Su ropa estaba sucia, raída por el viaje, y la desesperación en su mirada era inconfundible. No parecía un enemigo, pero Anthony sabía que las apariencias podían engañar.
-Sé que no confías en mí -dijo el hombre, mirando directamente a la puerta como si supiera que lo estaban observando-. Pero no me queda otra opción. Por favor, deja que le hable. No te pido nada más.
Anthony sintió un nudo en el estómago. Podía ver la honestidad en los ojos del hombre, pero no podía arriesgarse sin más. No en estos tiempos.
Con la respiración contenida, aflojó la cuerda de su arco, pero no lo guardó. Lentamente, sus dedos rozaron el cerrojo de la puerta.
-Por favor... es sobre la guerra. -La voz era apenas un susurro ahora, como si estuviera perdiendo las fuerzas-. Si no la encuentro, todo estará perdido...
Anthony vaciló por un momento más, y finalmente, abrió la puerta sólo lo suficiente para que el hombre, empapado y exhausto, pudiera caer de rodillas al suelo.
-Thony, ¿quién es...?-preguntó Azul entrando al salón. Sus ojos se sorprendieron de verlo. -¿Fareed? ¡Madre Santa!-exclamó corriendo hacia él.
-Azul... Azul...-dijo moribundo intentando pararse. -Tenemos que hablar
***
Con un hambre voraz, el invitado devoró hasta el último gramo de avena que le pusieron frente a él. Fareed estaba irreconocible comparado a quien Azul conoció en Solumni, visiblemente agotado y cargado de desesperación.
-Me encantaría ayudarte... Pero Jeremy no está aquí.-supo decir ella pensando que buscaba algo más.
-No, eso ya lo sé. -respondió Fareed con una voz rasgada, llena de peso. -Tengo una culpa que me consume. Tengo que decírtelo a ti, a tu equipo, y si es posible, al mundo entero.
Anthony le sirvió un vaso de agua. Fareed lo bebió rápidamente, como si fuera su último recurso para calmar el tormento interno. Su mano temblaba.
-¿Recuerdas ese día en Solumni?-continuó él con su voz temblando. Azul asintió. El recuerdo del abandono de Jeremías la volvió a atormentar.
-Ese día les advertí que estaban jugando con fuego y no me equivoqué. Los Sekunder ya han reducido todo a cenizas y aún desean más. Quieren un mundo nuevo bajo sus propias leyes, y no podemos permitirlo.
Un silencio pesado llenó la habitación. Azul y Anthony se miraron incómodos. Fareed sintió el peso de la incredulidad en sus miradas y supo que dudaban de sus palabras.
-Perdón que te interrumpa, Fareed, pero ¿cómo puedes estar tan seguro de todo esto?
-Joven Anthony...- Fareed miró al joven con un dolor grabado en sus ojos. -Yo no soy un superhumano como ustedes. Mi falta de poder me ha permitido ver la verdad. Puedo reconocer a otro de mi especie con solo olerlo.-susurró.
Anthony, siendo algo irrespetuoso, distrajo su atención para notar los blancos cabellos entre los oscuros. Se pasó una mano por la cabeza temiendo envejecer igual de débil. Rozó su rostro en una expresión de angustia. Su audición deteriorada hacía que los murmullos de la conversación se sintieran más distantes, y sus manos temblaron al recordar su propia impotencia. Tenía miedo.
-¿A qué te refieres con alguien de tu especie?- preguntó Azul, desconcertada. Su voz temblaba ligeramente, mezclando confusión y miedo. La posibilidad de enfrentarse a los sekunders, especialmente con Liberty en juego, la inquietaba profundamente.
-Sekunder. Folium Sekunder era humano en su vida pasada.-soltó Fareed con un tono grave y desgarrador. -Se acerca una guerra en la que usar poderes será inútil porque no los tendrán...
El aire se cargó de una pesada expectación. Azul y Anthony intercambiaron miradas de incomodidad. El peso de la revelación hizo que la tensión en la sala se volviera casi tangible. Fareed percibió la duda en sus ojos y sintió un amargo retortijón de desesperanza al ver cómo su advertencia no era tomada en serio.
-No estoy jugando, Vancouver...- insistió. Su voz apenas sonaba como un susurro cargado de dolor. -Esto no terminará bien si siguen con el plan vigente. Sekunder no sólo quiere gobernar. Él quiere crear algo peor. Y si no lo detienen, tendrá el poder para hacerlo. Para vencer a un humano, deben ser igual de despiadados que él...
Otro silencio profundo llenó la habitación. Azul, con lágrimas en los ojos, miró a Fareed aterrorizada siendo incapaz de procesar toda la información y con el miedo de perder a Liberty opacando su juicio.
-Fareed, en verdad aprecio mucho la información que nos estás brindando. Sin embargo ya es tarde para cambiar todo y empezar desde cero.-lamentó ella. -Además, ya casi no tenemos gente que quiera pelear con nosotros. Sólo imagina que les diéramos una noticia de este corte... Seremos cuatro contra millones de ellos.
-Yo... Yo sabía que esto les pasaría. Y no pretendía venir aquí, largarles esta noticia tan desgarradora e irme.-se levantó abruptamente golpeando la mesa con su barriga. -Mandé a una de las personas que más confianza le tengo en la vida para recolectar talentos o fenómenos que no están relacionados con el poder de esta tierra. -continuó caminando cojo para la puerta de entrada.
-¡NI SE TE OCURRA ABRIR!-gritó Anthony alarmado.
Kumari tiró del cerrojo sin tomar medida de seguridad alguna. La entrada quedó abierta de par a par mostrando al siguiente visitante.
El hombre mojado miró desde su lugar hacia adentro para no ser atrevido. En el momento que conectó miradas con Azul sus ojos amenazaron con comenzar a llorar, pero no se dio el gusto. Fareed lo sujetó del brazo y lo hizo pasar como si fuera su casa. Anthony suspiró de alivio, Azul de angustia.
-Señorita Vancouver. Me encantaría retirarme y dejarlos solos en este momento, pero realmente no tengo a donde ir porque los sekunders acabaron con mi casa.-dijo Fareed tragando saliva al final. -¿Sería posible residir en esta vivienda sólo por hoy?
Anthony no dejó que Azul respondiera. Ella simplemente estaba en shock. Él le realizó un gesto con su mano para que caminara y saliera de la tensión. Ambos hombres se fueron.
Por un momento, Azul pensó que era una alucinación, un juego cruel de su mente. Sin embargo, al sentir la misma punzada en el pecho, supo que era real. Ese dolor, esa angustia familiar, solo podían ser provocados por él.
Sus ojos lo buscaron, ansiosos y resentidos a partes iguales. No había nada que quisiera más que desaparecer, esconderse antes de que él la viera. Pero ya era tarde. Lo que más temía desde hace siete largos meses estaba sucediendo. Fareed lo había traído de vuelta. El hombre que le rompió el corazón con su abandono.
-Fueron siete meses muy largos...-murmuró Jeremy, con la voz entrecortada.
Azul apenas pudo respirar. El nudo en su garganta era insoportable. Aquello se sentía demasiado similar al primer encuentro en el fuerte antisekunder del año anterior, cuando Jeremy le había confesado sus mentiras. Su corazón se había hecho pedazos entonces, y ahora estaba nuevamente en la misma situación. Tragó saliva, pero no pudo contener la rabia.
-Tú... silencio.-logró decir con dificultad, tomando aire como si las palabras quemaran al salir. -¿De verdad crees que puedes irte, dejar dos o tres cartas, desaparecer durante siete meses, y volver como si nada? ¿De verdad crees que puedo recibirte como a un héroe?-su voz se rompió, y una lágrima silenciosa rodó por su mejilla.
Jeremy respiró hondo, inseguro, pero intentó justificarse.
-Fue necesario, Azul. No había otra forma...
-¡NO, JEREMY!-gritó ella liberando todo el resentimiento acumulado estallando con sus palabras. -¡LA IRRESPONSABILIDAD AFECTIVA NO ERA NECESARIA!-Azul apretó su pecho intentando contener el dolor que la estaba asfixiando. Durante tanto tiempo, había aprendido a endurecerse, a levantar barreras, pero ahora, ante él, esas murallas se desmoronaron.
Había confiado en él, lo había amado como un hermano, como el único vínculo de seguridad que había tenido en años. Y él la había dejado sola, con un corazón hecho trizas. Las lágrimas se volvieron imposibles de contener.
Jeremy la miró con ojos dolidos, pero avanzó hacia ella, intentando acortar la distancia que ahora parecía infinita.
-Azul, por favor. Quise volver, pero no podía...-empezó a decir caminando hacia ella.
-¡Ni un paso más!-advirtió Azul, levantando su mano para detenerlo. -Desapareciste cuando más te necesité. ¡Desapareciste!-repetía como si la repetición le diera más fuerza. Su respiración era errática, y su mirada, antes llena de amor y confianza hacia él, ahora solo reflejaba desilusión. -Confié en ti una vez, Jeremy. Pero no volveré a hacerlo. ¡Ya no te amo! ¡No intentes venderme ese maldito cuento de terror!
Jeremy cerró los ojos con dolor. Lo sabía. Sabía que la había perdido mucho antes de ese momento, pero escucharla decirlo lo destrozaba.
-Fuiste tú quien rechazó el matrimonio-respondió a modo de reproche que no pudp ocultar. Sabía que ese era el punto más sensible entre ambos. -Te ofrecí huir conmigo, empezar de nuevo, pero no quisiste.
Azul se rió con amargura, y sus ojos se llenaron de furia.
-¡Porque yo no huyo, Jeremy! ¡Yo no soy como tú! Yo sí doy pelea. No corro cuando las cosas se ponen difíciles. Tú no entiendes lo que es luchar, ¿verdad?-Su voz se quebró, no sólo por el enojo, sino por el profundo dolor que sentía al ver al hombre que alguna vez había sido su protector tan ajeno y distante.
Azul retrocedió unos pasos, necesitando espacio. Los recuerdos volvieron a ella como una avalancha. Recordó cómo Jeremy había sido su único apoyo durante los años más oscuros de su vida, cómo había estado a su lado cuando no tenía a nadie más. Pero entonces, cuando más lo necesitó, él se fue. Y ahora, después de tanto tiempo, después de abandonarla sin una verdadera explicación, ¿esperaba que lo recibiera con los brazos abiertos?
Ella lo miró, buscando en su rostro una respuesta, algo que le diera sentido a su dolor, pero lo único que vio fue un hombre roto. Jeremy había perdido tanto como ella, lo sabía. Pero ya no podía permitirse consolarlo, no después de todo.
-¿Sabes lo que más duele, Jeremy?-preguntó en un susurro con su voz cargada de cansancio. -Que incluso ahora, después de todo, todavía una parte de mí quiere perdonarte. Pero no puedo. No después de lo que hiciste. No después de haberte confiado todo... y que te fueras de esa manera.
Jeremy no dijo nada. No había nada que pudiera decir. Su amor por ella seguía intacto, pero había sido un amor egoísta, centrado en su propia necesidad de protegerla, de tenerla cerca. Y ahora, ese amor era su maldición.
-¿Qué quieres de mí ahora?-preguntó Azul, con la mirada fija en él, desafiante pero rota. -¿Qué esperas que haga, después de todo lo que hemos vivido?
Jeremy solo bajó la cabeza.
Azul sintió que algo dentro de ella se rompió. Las palabras que había esperado durante tanto tiempo, las que había temido escuchar, ni siquiera aparecieron. No podía seguir aferrándose al pasado, a la versión de Jeremy que una vez había querido y admirado. Él ya no era ese hombre.
Jeremy, con el peso de la culpa y la angustia, bajó los hombros, intentando encontrar las palabras. Azul, sin embargo, no le dio oportunidad. Se adelantó, mirándolo con una firmeza que no había mostrado hasta ahora.
-Escucha bien lo que te voy a decir-comenzó temblando de rabia.-. No quiero que me vuelvas a hablar. Te quedarás, porque Fareed te necesita, porque ellos te necesitan, pero no yo. No más.
Jeremy intentó replicar, pero el destello en los ojos de Azul lo detuvo en seco.
-Anthony y Aldavinski serán tus superiores. Quedas a sus cargos.-continuó con frialdad-. No voy a confiar en ti de nuevo, Jeremías. Ya lo hice una vez, y pagué el precio. Pero me aseguraré de que no pongas un pie fuera de lugar. No me obligues a arrepentirme de esta decisión.
Las palabras de Azul cayeron como un martillo. Jeremy, por primera vez desde que la conocía, se quedó completamente en silencio, sin argumentos, sin excusas. Sabía que había roto algo irremediable entre los dos.
Azul dio un paso hacia atrás, alejándose de él. Sin decir más, se giró y se alejó. Su silueta se perdió entre las paredes de la casa Roucker. Jeremy la observó hasta que se desvaneció, sabiendo que esta vez, no habría redención.
-Bien hecho, bueno para nada.-reprendió Aldavinski con arrogancia. Entró por el mismo pasillo por el que Azul se fue. -Por-Contó con los dedos.-...cuarta vez en su vida te apareces de la nada y la lastimas. ¿Hay otra cosa que sepas hacer además de destruirla?
Jeremy no respondió, pero lo miró abrasivamente con ganas de golpearlo.
-El que vayas a estar a mi cargo no significa que puedas tratarme como se te dé la gana, Aldavinski. -dijo con crudeza apretando los puños. Al se acercó hasta quedar frente a él.
-Antes me intimidabas, Jeremías... Ahora simplemente me das pena. Quizás la rompiste, pero conmigo no hay nada que puedas hacer para lastimarme.-susurró en su cara.
Jeremías rió con avaricia.
-¿En serio eres tan estúpido?-preguntó irónicamente. -¿Por qué crees que Azul no recuerda quién eres?-confesó golpeando con su dedo el costado de su cabeza.
Aldavinski abrió los ojos desorbitado por esas palabras.
-No...
-Sí...-sonrió Jeremías. -Y si no fuera porque ya es tarde, lo volvería a hacer...
Los músculos de Lyubitelzhizni se tensaron gravemente. Por primera vez en toda su vida sentía la inmensa sensación de golpear a una persona hasta asesinarla. Toda la culpa de su sufrimiento desde el retorno tenía un autor que no había sido la naturaleza, sino ese sociópata frente a él. Respiró hondo para intentar calmarse.
-Soy mejor persona que tú...-largó una lágrima. -Y yo no necesito hechizarla con magia o hacerme pasar por otra persona para que me quiera. -contestó enojado. -Preparate, Jeremías, porque luego de esta guerra desaparecerás para siempre de nuestras vidas.
El solum lo esquivó sin mirarlo a los ojos. Una tensión gravísima dividió a Jeremías del resto del equipo, sin embargo, ese momento no podía desperdiciarse en conflictos internos. Debían permanecer unidos ante el enemigo mayor.
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