19. "Ganar para hacer justicia"
14 de Marzo, 2287
Grense Jakobselv
Reino Sekunder
La primavera estaba pronta a llegar. Folium Sekunder sabía bien que ese era un buen momento para comenzar a desatar el caos. Aprovechó aquella noche especial para que las estrellas iluminaran el río Jakobselva. Pasada la media noche hundió sus huesudos pies en el agua dejando que el frío recorriera cada nervio de su cuerpo. El estremecimiento lo volvía más resistente.
Sólo miró el cielo. Miró el cielo y suspiró. ¿Qué podía hacer con semejante poder en mano?
Una figura salió a flote desde el fondo de ese playo caudal. Parecía muerta hasta que tomó la orilla del pastizal para respirar y salir. Sekunder se sintió temeroso, pero no era una opción demostrarlo.
—El río está hermoso para fallecer de hipotermia, ¿verdad?—dijo ese "hombre" desnudo y flaco de aspecto particular.
—¿Qué mierda eres?—preguntó Folium con asco. El hombre se le rió.
—Soy tú, Folium. Bueno, Foliet en realidad.—Quitó el agua de su rostro. —¿No te olvidaste de mí, no?
—No...—respondió dudoso. El aspecto sí era como el de Foliet, pero adulto. —¿Qué estás haciendo aquí?
Foliet sacó una manta desde el fondo del agua como si aquello fuera un armario. Así húmeda y todo se la echó encima.
—No lo sé. De hecho soy sólo una proyección de tu mente mientras estás durmiendo.—Aspiró el gélido aire nocturno. —¿No extrañas ser un simple humano? La vida era más fácil antes de venir aquí.
—Recuerdo cuando papá me traía a este río a nadar durante el verano. Apenas y viví cinco años, pero fueron los mejores de todas mis vidas. Desde que estoy aquí me siento tan solo, todos están mi contra, no tengo amigos... La gente que me sigue no es por respeto, sino más bien por miedo. Me han condenado a ser alguien que no soy.—Arrojó una piedra hacia la otra orilla. —Sólo quisiera que este mundo comprendiera la belleza de la humanidad, donde nadie tiene poderes, donde no existen las jerarquías... Donde todo es perfecto.
—¿Y si se los hicieras sentir? Vuélvelos humanos. —preguntó Foliet seriamente. Folium se lo tomó como una broma riéndose en el acto. El hombre no se rió.
—Vaya gracia...
Breve silencio.
—Tienes el poder Profeti en tus manos, ¡Y convertido! ¿Qué es lo que te detiene?
Folium torció las cejas y volteó a verlo, pero él ya no estaba. Al abrir los ojos, despertó de día en aquella orilla del río.
—Tengo que ganar para hacer justicia...
Marzo 16
El silbido de la tetera quebró los tímpanos de Anthony. El triste artefacto fue golpeado y tumbado al suelo por él. Inmediatamente se agachó a recoger su desastre. Tomó un trapo sucio colgado sobre la mesa y con ello secó el agua caliente del suelo. Lástima que la tetera de cerámica ya estaba completamente rota.
—¿Otra más?—susurró Sam asomándose por la entrada.
—¡Válgame Profeti, Sam! Pensé que eras Azul.—chistó.
Sam se arrodilló para ayudarlo. Era la tercera en el mes.
—Deberías hacerte ver esos silbidos... Mis implantes ya no te sirven y no puedes seguir rompiendo cosas de la casa de Azul. Aunque creo que ya se dió cuenta que cambiamos los peldaños de las escaleras unas quince veces... Quién diría que el rechinar de la madera podía hacerte sangrar los oídos.
—Bueno... Yo estaba muy cerca de esa pared el día del bombardeo. Simplemente pasó lo que debía pasar. Al menos estoy vivo.
—¿Otra más, Thony?—preguntó Aldavinski llegando de repente y asustando a los otros dos.
—¡Carajo! ¿No pueden simplemente llegar despacio?
—Es que Azul está cerca. Seguro está llegando.
Rápidamente escondieron los restos del desastre detrás de los muebles. Corrieron hasta la sala para sentarse los tres sobre el sofá. Azul entró sin siquiera mirarlos. Luego de cerrar la puerta subió las escaleras deteniéndose en el primer peldaño. Agachó la cabeza.
—Deja de romper mis cosas, Anthony. —aseveró molesta continuando su rumbo. Thony se arrugó sobre sí mismo.
Cuando escucharon el retumbar del portazo, se relajaron.
—¿Qué es lo que le está pasando? Lleva como dos semanas con ese comportamiento absurdo.
—Es por la carta de Jeremías. La dejó con incertidumbre por dos meses hasta que le llegó la noticia de que se mudó a Moscú y que por nuestro bien no lo busquemos. Realmente quería que él estuviera para ella, pero así la dejó...—comentó Aldavinski. —Los Morbus me han pasado el reporte semanalmente para mantenernos al tanto de los que aún siguen entrenando clandestinamente, pero nada saben sobre Jeremy. Personalmente prefiero que todo quede así. Ese muchacho sólo ha logrado lastimarla.
—¿Por qué no nos has contado antes sobre esto?
—Azul no quiere que hable del tema. Quiero decir, hay que respetarla.—Pasó su mano por todo el rostro. —¿Tú sabes algo sobre Lucrecia y Arthur? Pasó un tiempo...
—Mis primas me informaron que todo está en orden. A diferencia de aquí, allí las clases y el trabajo siguen con normalidad. Los sekunders no se atreven a pisar esas tierras... Aunque sí me han llegado reportes de ataque en los otros fuertes alrededor del mundo.
—Son simples delincuentes... Creo que Alfred está exagerando al cancelar las actividades ordinarias de esta región..
—Aunque todo fuera una hipérbole hay que seguir adelante. —Aldavinski se paró tomó su chaqueta colgada en los ganchos de la entrada. —Iré a ver a mis padres. Volveré para el almuerzo y—miró hacia arriba. Susurró. —...traten de animarla. Jeremy ya la destruyó mucho.
Desde lo alto de su habitación, ella vio como uno de sus más leales compañeros se alejaba del hogar. Simplemente sin volar, sin inmutarse. Estaba muy lastimada por dentro, y ese dolor sólo estaba rompiendo al grupo.
Diciembre 20
2286
Azul
Lamento haberte dicho esas palabras aquel día en Solumni. Fareed pudo haber estado delirando, pero sé que hay cosas ocultas que me inclinan más hacia un lado que hacia al otro. Debo esclarecer mi mente y mi cuerpo para poder ayudarte y ayudarnos. No te olvides que tengo una familia aquí a quienes también tengo que cuidar. Volveré. Volveré en poco menos de tres semanas y estaremos juntos sin dar paso a más. Eres el amor de mi vida y eso nada ni nadie podrá cambiarlo jamás.
Las cosas a las que me estoy enfrentando van más allá de un trabajo en parejas, esto debe ser en equipo y en un gran equipo; sin embargo debo empezarlo yo solo.
Te escribo una carta porque sé que no me da el rostro para decirte las cosas de frente. Me iré a Rusia por un tiempo, y aunque no pueda darte la razón, sólo te diré que nos beneficiará. Te amo, Azul. No me tardaré.
Jeremy.
Febrero 28
2287
Azul
Azul. La última vez que te escribí fue para decirte que volvería pronto, pero esto de extendió más de lo esperado. No volveré a la nación Inutilia y tengo más de diez razones para darte pero que aun así no valen la pena darles su lugar.
Conseguí un lugar donde puedo ejercer la docencia sin ser señalado, y en donde puedo ayudar sin lastimar a nadie. Sé que te lo prometí, pero no puedo hacer más. Puedes escribirme cuando quieras, lo sabes. Mis palabras siempre estarán aquí.
Por favor no te molestes conmigo. Al final del camino hay un bello lago esperándonos. Ojalá y puedas visitarme algún día.
Te ama por millas, Jeremy.
Volvió a releer esas cartas con muchísimo dolor. Ya no le quedaba más nadie que sus únicos tres amigos. Con Liberty desaparecida, Lucrecia y Arthur fuera del país, y Jeremy del otro lado de mundo su única voluntad eran el 4A.
La casa tenía que estar lista para la noche. Habría una visita muy especial que sería grata para todos. Sam y Azul se encargaron de ambientar los cuartos. Mientras que Anthony y Aldavinski se encargaron de la cena y el aseo.
—¡Ya están el borsch y los pelmenis!—avisó Al desde la cocina.
—Y ya están aquí los Hitachi.—completó Sam mirando por la ventana.
Los residentes le dieron la bienvenida a la noble familia. Era muy valioso e importante para ellos un descanso del labor. Ya hacía un tiempo que aquella cena se venía posponiendo. Finalmente y luego de dos meses se dio.
—Es un honor para nosostros cuatro tenerlos hoy en nuestra casa, Señora Hitachi.—dijo Azul tomando la mano de Nadenka. —Por favor, tanto usted como su familia tengan la libertad de sentirse en su casa.
—Gracias a ustedes mis nobles.—Olfateó el aroma proveniente de la comida. —¿Mis sentidos me fallan u hoy comeremos comida tradicional de nuestra tierra?
—De un Hitachi para otros. —dijo Aldavinski con una sonrisa.
Nadenka; Iván, su hijo; Igor y Faddei entraron educadamente. A los cuatro se les notaba lo fino de la realiza.
La noche y la cena resultó ser una idea muy bien ejecutada por ambas partes. Hubieron nuevas noticias: El financiamiento para el fuerte volvería nuevamente. También se le brindó un gran monto al salón de auxilio en donde Sam trabajaba.
Con bastante suerte, en menos de un mes los jóvenes estudiantes podrían volver al instituto ya que volverían las actividades académicas con normalidad.
—¿Cómo está todo en el fuerte Gelida del norte? Me contaron que los sekunders los atacaron hace dos semanas.—preguntó Anthony llevando un pedazo de comida a su boca.
—Murieron sesenta y dos personas, fue una tragedia. —contó Igor. —Aunque el ataque del fuerte Deserto central sufrió daños más graves. El mes pasado cuando los atacaron derrumbaron una de las torres sobre la sala de entrenamiento. No hubo sobrevivientes.
—¿De cuánto estamos hablando?—indagó Azul.
—ciento doce jóvenes... Y no hemos podido localizar el sitio donde están. En cuanto sepamos la ubicación de Sekunder activaremos el protocolo Morgana.
—¿De qué se trata eso...?
—Algún día lo sabrán...
Desde el comienzo de la guerra las tragedias iban golpeando las puertas de todos. Nadie sabía cuando podría ser el último día de vida del otro.
Para descongestionar el momento, cada uno tomó un momento de relajo luego de juntar la mesa.
Sam jugó alegremente con los niños invitados. Ser madre estaba dentro de sus planes. Era lamentable el hecho de que los mezclas no pudieran reproducirse.
Anthony y Azul asearon el comedor luego del banquete mientras hablaban con Nadenka sobre los talentos ocultos provenientes de la tierra Deserto.
Aldavinski, en cambio, se relajó un rato nocturno junto a Igor en el patio de la casa. Lo acompañó mientras este último fumaba un habano.
—¿Quiénes eran tus padres, jovencito?
—Bah, no creo que los conozcas. Eran dos personas humildes de San Petersburgo. Lamentablemente por la alta discriminación tuvieron que exiliarse. Sus nombres eran Agneska y Oleg Aldavinski.
—El que no los conozca no los desprestigia. Nadenka y yo vinimos a romper los patrones que vienen impuestos del sigo pasado. No quisimos que nuestros hijos estén limitados por ideas retrógadas y clasistas. Mi abuelo antes de morir me dijo que no dejara de luchar por el puesto de Señor, pero yo sabía que eso le correspondía dignamente a mi hermana por ser la mayor. A papá no le importó la tradición y supo que no había mejor opción que ella para sucederlo.—Inhaló humo. —Somos un equipo. El marido de ella fue un patán que la embarazó y quiso abusar de su poder. Grave error el de Gregorio.
—¿Qué pasó con Gregorio?
—Duerme con los peces. —rió. —Desde entonces entendimos que no necesitamos un linaje para prevalecer. Hitachi es una nación, no una familia. Y...—susurró. —Queremos y estamos planeando generar un sistema democrático dónde la gente vote quién quiere que los presida.
—Me alegra saber que estamos avanzando como nación.—Sacó una botella de vodka de debajo de su asiento. —Ya no habrán más discriminaciones. Quizás y me planteé visitar esas tierras de nuevo.—Levantó la botella. —Za zdaróvie!
Uno inhaló, el otro bebió.
—San Petersburgo está bastante cambiado y bonito. ¡Vete volando! Yo te esperaré allá para mostrarte en lugar. No como segunda línea, sino como un amigo.
—Me encantaría Igor, pero yo no puedo volar.
Igor tosió liberando halos de humo de tabaco.
—¿Cómo es eso que no puedes volar?
—Mamá no podía. No sé si es algo congénito que ella llevaba o sí fue la complicación de su embarazo; pero nací siendo incapaz de usar ese poder base. Apenas y logré una vez elevarme unos treinta centímetros.
Hitachi lo miró con pena. Chocó su palma contra los hombros de Al.
—Si las diosas te sacaron ese poder, es por que seguro eres bueno en miles de cosas más. Tal vez y destino va para otro camino.
—Gracias Igor. —Apoyó la botella en el suelo. —Puede sonar un disparate pero irónicamente quiero ser piloto de avion.
Ambos rieron a carcajadas.
—Todos tenemos pensamientos extraños y graciosos. Papá creía que algún día me crecerían alas y así entonces sería el nuevo señor Hitachi. —fumó la última pitada. —Vaya hombre loco.
Sam largó una risita al escucharlos compartir ideas. Mientras tanto ayudaba a Faddei con su dibujo. Anthony se le acercó.
—Deberías cambiar tu profesión a maestra. —dijo con cariño.
—Quizás sí...—respondió acompañando su respuesta con una risa. —No lo creo, de todas maneras. Salvar vidas es mi vocación.
Anthony se arrodilló a su lado. La miró fijo a los ojos con una conexión indescriptible. Las manos de Sam comenzaron a temblar... Otra vez aquella sensación.
—Anthony... ¿recuerdas ese día que volvió Azul? ¿Ese día que estaba contigo mientras hacías guardia? ¿Lo recuerdas?—preguntó nerviosa.
—Cómo olvidarlo. Ese día regresó nuestra mejor amiga. —sonrió. Frunció el ceño. —¿Por qué?
—Anthony. Ese día quería decirte algo muy importante. Muy. Importante. —entonó. Las palabras tiraban patadas de ahogado intentando salir de su interior. Miró los labios de él, miró sus ojos, miró sus pecas. Suspiró.
—¿Sam...?
—Anthony tú me gustas. No. ¡Yo estoy enamorada de ti!—soltó suspirando al sentir la liberación de ese peso. —Llevo años sintiendo lo mismo, siendo incapaz de mirar a alguien con otros ojos. Y sé que por varios tiempo fastidié a Aldavinski por su obsesión con Azul, pero... Pero simplemente creo que me estaba proyectando en él.
Anthony sintió que su corazón se arrugó dando un vuelco entero. Pensó un momento su respuesta.
—Bueno, creo que en realidad no era ningún secreto. Lo sospeché de pequeño, pero no creí que hasta el día de hoy aún lo sintieras. —pasó su mano por el colorido cabello de ella. —Sam, aprecio mucho tu sentimiento y lo respeto, pero no lo comparto. Te quiero, te amo, pero es un amor más cercano al de una hermana que al de una mujer... Por favor, no te lo tomes a mal.
—Claro que no...—susurró sonriendo. —De hecho, no esperaba correspondencia, sólo quería contártelo. Ya sabes... Por si no sobrevivimos.
—¡No pienses en eso pequeña diablilla!—burló despeinándola.
Su jueguito de niños se vio interrumpido por un tirón de ropa que le propició Faddei a Sam.
—¡Qué hermoso está tu dibujito, Faddei! ¿Qué es?
—Es un murciélago sobre el hombro de papá. Y esta es tía Nadenka peleando con una cabra negra—dijo en ruso. Sam no lo entendió en lo absoluto.
—¿Qué dijo?—preguntó con una voz apenas audible.
Anthony observó aquellos garabatos con amargura. Disculpó a Sam con un gesto y salió corriendo a la cocina.
—Te salió muy bello ese gatito y ese sátiro. —exclamó acariciando su cabello.
Algo muy feo e incómodo sintió ella luego de ver aquellos inocentes dibujo del niño. Su cabello dejó de ser colorido por un rato para volverse de un color blanco preocupante.
Dejó un momento solo a Faddei con su primo. Caminó sin que le prestaran mucha atención hacia el ventanal grande de la sala. Comenzó a sentir mucho frío.
—Azul...—llamó preocupada. Vino enseguida.
—¿Qué sucede?
—Alguien nos está mirando desde afuera...—Señaló temerosa a la figura sobrehumana que estaba parada en la vereda del frente. A ambas les causó repulsión.
La luz mágica de la casa comenzó a parpadear sin razón. Anthony, Igor, Aldavinski y Nadenka se unieron a la observación misteriosa.
La agitación de sus respiraciones en el cerrado ambiente fueron empañando poco a poco el vidrio. Cada vez mas ojos surgían de entre la oscuridad para observar de lejos a la residencia Vancouver. Los vellos se les erizaron, las manos les sudaron... Y la luz se apagó.
—¿Qué pasó con esta mierda?—insultó Igor en su lengua materna. Tomó un rebenque oculto en sus pantalones y salió afuera para acabar con las miraditas.
—¡Espera! No vayas sólo Igo-
Anthony no pudo siquiera acabar con su frase. Todo transcurrió lentamente.
Igor salió despedido hacia adentro de la casa con un sekunder sobre sus hombros. Entraron de a montones destrozando los vidrios y la puertas de entrada. Ninguno de ellos escuchaba algo. Todos estaban peleando en medio de una horrible oscuridad.
Nadenka corrió hacia el cuarto de Lucrecia para buscar y proteger a su hijo pero siquiera antes de pasar la entrada, aquellas bestias la tomaron de la cintura y la sacaron rápidamente.
Azul y Thony prontamente desenvainaron sus arcos y sus flechas para defenderse pero les destrozaron el armamento en su caras. Y así pasó: se intentó, pero... Se intentó, pero...
Nada más pasó por la cabeza de Sam además de esos dibujos que graficó el menor de los presentes. Corrió hacia Faddei y lo protegió con los campos de fuerza de su primera raza.
Igor quedó muy lastimado en el suelo, sangrando entero por la mutilación de su brazo derecho. Aldavinski lo corrió del camino.
Cada vez más y más hombres y mujeres grises iban entrando. Eran solo cinco contra los veinte de ellos. Y destrozaron, y dañaron, y no huyeron. Esta vez no huyeron. A puro poder base se fueron defendiendo y cuidando entre ellos, mas no les estaba dando a basto las energías. Todo volvió a correr rápidamente.
—¡IGOR!
—¡NADENKA!
—¡ANTHONY, TOMA EL CUCHILLO!
—¡ALDAVINSKI, CUIDADO!
—¡PRIMER PODER BASE INUTILIA, CAMPOS DE FUERZA!
Despacio y por partes la casa iba desmoronándose por los ataques y defensas. Los sekunders no producieron sonido alguno. Ninguno de ellos. Llantos desgarradores se escucharon desde el lugar de Sam. La desesperación fue en aumento.
—¡Quitémonos a estos de encima y vete con Sam!—ordenó Vancouver a Roucker después de liberarse de una sekunder de una paliza. Otro grandote los aplastó contra la pared. —¡Ay!
En un santiamén una fuerza externa los disparó a ellos y al maligno para el suelo. No era magia, sino la pared rota que por un enorme impactó se salió y los dejó bajo los escombros.
—¡AZUL!
—¡ANTHONY!
Los implantes auditivos del merilia volaron a distintas direcciones. El pitido molesto en sus oídos le trajo una horrible jaqueca repentina. Sólo la mitad de su cuerpo quedó tapado, y a su mala suerte. Buscó por tanteo en el suelo a ver si los encontraba pero sin querer tocó una bota que no era de ningún conocido. Miró.
—No me toques maldita mezcla...—exclamó Folium Sekunder con especial asco. Sujetó a Anthony por el cuello de su capa y lo levantó hasta la altura de sus ojo. —Sé que te mueres por estar a mis pies, pero... ¿por qué no pones en práctica la palabra dignidad?
Violentamente lo sacudió y lanzó como si fuera una pelota. Anthony atravesó dos paredes hasta la cocina. Cayó rendido en el suelo junto a Igor. Todos se quedaron quietos.
Sekunder pisó escombro por escombro hasta dar con la mano de Azul. La pisó.
—¡AAAHG! ¡ALEJASTE DE MÍ A TODOS MIS SERES QUERIDOS! ¿QUÉ MAS QUIERES DE MÍ?—gritó con la boca ensangrentada.
Folium se arrodilló y la miró.
—No te lo tomes tan personal, querida. Sólo quiero un mundo justo en donde no haya más clasismo dado por estos estúpidos.—Señaló a Aldavinski. —Si dejas de meterte en mi camino, podré hacer lo mío tranquilamente. Quiero hacer justicia, y para eso primero tengo que ganar esta guerra.
—¿QUÉ LE HICISTE A MI HERMANO IMBÉCIL?—gritó Nadenka acercándose a toda velocidad contra su peor enemigo. Saltó para tumbarlo pero Folium la desvío de una cachetada.
—A ESTO ME REFIERO. NADA LES IMPORTA MÁS QUE USTEDES MISMOS Y POR ESO YO DECLARO FIN DEL JUEGO.
Pisó con fuerza el suelo haciendo correr una onda expansiva por todo el terreno. Las columnas comenzaron a vibrar indicando que todo estaba a punto de desmoronarse.
Azul se teletransportó con mucho esfuerzo lejos de los vestigios de pared que tenía sobre ella.
—¡SALGAN TODOS! ¡SAM, LLEVÁTE A LOS HITACHI LEJOS DE AQUÍ!
Una risa maliciosa y un chasquido de dedos de Folium resonaron gravemente.
—Cancelación total de poderes...—musitó. El talismán, ahora negro, se iluminó arrebatando cada poder a su paso.
—¡MIS PODERES!—gritó Afidelé.
—¡ESTOS SON MÍOS!—declaró uno de los secuaces de Folium llevándose a los niños. Dos más de esos tomaron a los hermanos Hitachi en menos de un segundo de tiempo.
—Estás acabada, Azul Stella. Disfruta de los pocos momentos que te quedan con estas sucias personas porque será la última vez que lo verás. —advirtió Folium antes de desaparecer en la negrura de la noche junto a la familia Hitachi.
—¡SALGAMOS RÁPIDO! ¡LA CASA SE CAERÁ EN PEDAZOS!
Vancouver quedó inmóvil sobre las rotas escaleras del hogar. Lágrimas involuntarias cayeron sin cesar. Sam corrió a buscar al moribundo Anthony antes de que la casa lo aplastara. Salieron en contra del tiempo. Aldavinski cargó a Azul sobre él y juntos fueron los últimos en escapar. Ni un segundo más, ni un segundo menos.
El estruendoso derrumbe sucedió detrás de ellos. Al voltear a ver no había más que una pila de ladrillos y vigas que antes solían ser un hogar. Ahí había crecido una familia, ahí estaban los últimos momentos de George Vancouver antes del punto final. Ahí estaban las medidas de Arthur, los cuadros de Liberty, los primeros pasos de Azul... Ahí habían recuerdos, y ahora ya no había nada.
¿Qué clase de sucia jugada le habían hecho?
—¿Y ahora qué? Secuestraron a la familia real y por poco nos matan. —lloró Sam.
—Destrozaron tu casa. —agregó Aldavinski con un nudo en la garganta.
—Si ellos quieren ganar para hacer "justicia"—chilló con rabia.—, nos toca hacer justicia para ganar.
Con un equipo de élite sin poderes, ahora todo entrenamiento se había vuelto en vano. Sin casa, sin preparación, sin un certero camino...
El principio del fin llegó.
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