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Marzo

   Cambié por completo el restaurante. Había pasado de ser un “restaurante altamente conocido por sus raros platos” a un “restaurante como cualquier otro, pero con carnes deliciosas”. Me sentí responsable por todo lo que ocurría. Llevábamos casi un mes secuestrando y cocinando a los desdichados que encontrábamos en la calle. Aquellos clientes, sin saberlo, estaban consumiendo carne humana.

   Una pareja de mujeres jóvenes se quedó hasta tarde una noche. Melody les llevó una sopa especial que ella misma había preparado. Ambas la comieron gustosamente. Un rato después, estaban tosiendo fuertemente, con mucho esfuerzo para respirar. En unos segundos, ya se habían desplomado sobre la mesa. 

   Miré con lástima y tristeza a aquella pareja. Eran una preciosidad. No podía creer que Melody cometiera semejante barbarie, aunque, honestamente, no me sorprendí. Me dijo que nos lleváramos a las dos jóvenes y las dejáramos en la cocina, que ella se encargaría. Observé entonces a los demás chefs. Nadie se movió ni mostró un signo de emoción. Pareciera que todos estaban inmóviles ante aquel acontecimiento.

   Dejé a ambas jóvenes en la cocina una vez que los chefs terminaron de limpiar y dejar todo listo para el día siguiente. Después de que salí, Melody entró y cerró la puerta. Decidí echar un vistazo, pese a todos mis principios. Sabía casi en mi interior lo que iba a pasar, pero aún así me equivoqué.

   Melody desnudó a una de las jóvenes primero, subiéndola arriba de la mesa donde se preparaban los alimentos. Empezó a acariciarlas de un modo bastante raro. Casi…sensualmente.
Se quitó entonces el uniforme de sous chef. Quise dejar de mirar con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo no me respondía. Me di cuenta tarde de que no me podía mover. Se subió encima del cadáver de la joven y miró sus ojos muertos. Llevó una de sus manos hacia su zona íntima y fue entonces que empezó a gemir.

   No quise aguantar más. Aquello sobrepasaba mi comprensión acerca de lo que ocurría. Esa loca mató y ahora profanaba a las pobres jóvenes. Me vi forzado, aún sin entenderlo, a ver cómo continuaba. Lanzó un último gemido, más placentero que los demás y, como si lo supiera de alguna forma, miró en mi dirección, a través del cerrojo. Me sobresalté y salí corriendo de aquel lugar.

   El día después de eso servimos lomo ahumado. Apenas pude mirar a Melody, quien alardeaba sobre lo especial que había sido para ella preparar esa carne. Me llené de odio y desprecio hacia ella, pero no podía hacer nada. Me volví asesino y cómplice de estos actos. Ni siquiera podía encontrar consuelo en mi equipo de chefs.

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