Capítulo siete
Fer, Alex, mi gran amiga y yo nos encontrábamos en el estudio de fotografía de los más grandes camarógrafos del planeta —este era el oficial de nuestra empresa desde hacía mucho tiempo, por ello quisimos confiarle esta sesión también a él—. La sesión empezó con las fotos de ellos, hecho nos llevó como una hora más o menos ya que con el embarazo Patri estaba un poco caprichosita. Tuvieron que repetir más de una foto porque a Patri no le convencían algunas y quería que todo quedara perfecto para dar comienzo a un álbum que le estaba preparando a su bebé. No la culpaba, porque si a mi no me hubiese convencido algo también hubiese repetido todo si no entraba dentro de mis expectativas por ello, quien paga manda. Más tarde, el fotógrafo nos ordenó a mi y a ella que nuestra sesión de las dos juntas iba a dar comienzo. Así fue, estuvimos un buen rato posando como diosas embarazadas. Ya casi terminada la sesión, el fotógrafo nos hizo situarnos en un escenario donde nos hizo juntarnos a Patri, Alex y a mí para culminar la sesión conjunta y dar paso a la mía individual.
—Fer, ¡vamos! —miré a Patri y le estaba sacudiendo los brazos a Fer.
—¿Dónde? —la miró atónito.
—Aquí, vente y nos echamos fotos los cuatro —le volvió a insistir animada. Esta mujer sacaba fuerzas de donde no las tenía.
—Pero... —noté como postraba su mirada en mi—. ¿A ti... te parece bien?
Noté como me pedía permiso por si yo no lo aprobaba, quien tendría que estar en ese lugar era otro y no él pero, después de lo que hizo por mi. Se lo merecía bajo mi punto de vista y estaba segura de que bajo el punto de vista de más personas.
—Ya tardas —le sonreí animándolo a que se acercara.
Fer se unió a nosotros y durante horas posamos los cuatro. La sesión transcurrió con fotos divertidas en alfombras o pequeñas mesitas de niños pequeños, luego Fer y Alex tuvieron que posar tocándonos la barriguita, abrazándonos y alguna que otra foto más tierna con ropita de premamá. Después de un rato, Fer y yo nos hicimos otra sesión únicamente los dos —una vez acabada la mía en solitario—. Aunque me sentía un poco rara, podía admitir estar en paz y protegida. La sesión fue de maravilla y entre los dos se podía mostrar cierta armonía, sinceramente me encantó poder compartir este momento tan íntimo con él —al menos no me sentía fuera de lugar ni sola—.
—Bueno, ya están todas las fotos listas —nos anunció el fotógrafo, Miguel.
—Perfecto —me acerqué a él para pedirle la factura de todo—. ¿Cuánto te debo, Miguel?
En ese momento por detrás se acercó Fer y apoyó sus manos en mi hombro.
—¿Tu sesión en solitario, la mitad con ellos y con Fer? —me preguntó antes de iniciar el cálculo final.
—Incluye lo de ellos también —Fer me miró y yo lo miré de reojo regalándole una discreta sonrisa.
—Bien —Miguel empezó a teclear y al terminar, me dio la factura total. La cogí y saqué la tarjeta para dársela cuando Fer se adelantó y le dio la suya.
—Cóbramelo a mi todo —me volví hacia él soltando su agarre sobre mi.
—Nu —me revelé.
—¿Porqué? Quiero que sea mi primer regalo para mi h... —estuvo a punto de pronunciar la palabra hijo cuando lo saqué de sus cavilaciones y llegué a tiempo para corregirlo— mis... sobrinos —incluyó también a la nena de Patri.
—Pero que no, es mucho y es capricho de nosotras —intenté evitar que lo pagase.
—No insistas y cóbrame a mi —se dirigió hacia el fotógrafo.
En ese instante, Patri y Alex se acercaron también para pedir el presupuesto total del coste de la sesión.
—¿Qué pasa aquí? —nos preguntó Alex.
—Pues nos estamos peleando porque yo quiero regalaros la sesión de todas las fotografías y ella no me deja —comentó Fer.
—Oye no, es demasiado tío —uno que me dio la razón. ¡Viva!
—Es mi regalo para los dos así que callarse —Fer miró al fotógrafo.
—Oye, que por mi no hay problema si me lo queréis pagar tres veces —se rio divertido—. Por mi estupendo, así no tengo que trabajar más por hoy.
—Muy listo nos salió Miguelito —se rio Patri—. Pero, yo también apoyo que es demasiado para que lo pagues tú.
—Hombre, uno tiene que saber hacer negocio —nos reímos los tres ante el comentario de Miguel.
—También, también —admití—. La peseta es la peseta.
—Tengo un trato, mitad tu y mitad yo por si quieres colaborar —Miguel me devolvió la tarjeta y yo me la guardé sin estar convencida.
—No, yo todo y así ya tenéis mi primer regalo —toma ya, en vez de Fer se debía de llamar Mister cabezón porque a cabeza cuadrada no lo ganaba ni Dios.
—Primero y último —musitó mi amiga.
—Eso ya no te lo prometo así que Miguel, cobra ya —Miguel asintió sin mirarnos porque el mareo que le estábamos produciendo lo debía de tener hasta los pinrreles. Fer cogió de vuelta su tarjeta y todos se lo agradecimos con un abrazo enorme.
—Muchas gracias, amigo —empezó su agradecimiento Alex.
—Me uno a mi marido, mil gracias de verdad hermano —sonrió ella tierna. Cuando se lo proponía lo era un huevo la jodía.
Después de deshacernos todos del abrazó yo me volví a lanzar a los brazos de Fer y aunque quedé de espaldas a mi amiga sabía que ya me estaría mirando con cara de sorpresa.
—De nada, pareja —me abrazó y me besó la frente.
—Gracias, Fer —le agradecí yo y él me sonrió en modo de respuesta.
—¿Para cuando estarán las fotos impresas y editadas? —raro me parecía que no preguntase la marujita.
—En unos días quizás, no sé en cuanto las tenga os la llevo yo a La Passione Prohibita.
Acto seguido nos despedimos de Miguel tras su confirmación y nos reunimos en el coche de Fer, nos subimos al vehículo y nos pusimos en marcha hasta la empresa.
***
Después de supervisar unos documentos de producción, decidí atender a un cliente internacional que quería vender en su almacén una serie de nuestros perfumes. Tras una larga charla con él y Alex logramos poner todos los trámites en regla para culminar con la firma de ambos. Mi gran amigo Alex desde que empecé en la empresa me ayudó mucho y sino fuese por su ayuda no hubiese avanzado considerablemente, al tener experiencia él me aportaba muchísimas cosas que yo no sabía y era quien me aconsejaba en las acciones que debería de tomar.
—Bueno, ha sido un placer el empezar a trabajar con vosotros —se levantó Asier, el joven que se encargaba de representar a la otra empresa de la que era dueño y me tendió la mano. La empresa se llamaba Perfumes Galiano SL.
Alex me ayudó a ponerme de pie y ambos le ofrecimos la mano al joven.
—Lo mismo digo, muchas gracias por aceptar distribuir nuestros perfumes en tu empresa —le agradecí.
—Un placer. sin duda —sonrió Asier—. ¿Las cajas dónde puedo recogerlas?
—Están en producción, ahora mismo te acompaño a cogerlas —me ofrecí pero Alex me frenó.
—Quédate aquí, cuanto menos esfuerzos hagas mejor —me miró firme.
—Pero me gustaría acompañarlo —repliqué.
—Hazle caso, Ingrid yo puedo ir solo —añadió Asier.
—Lo acompaño yo, tranquila —me dijo Alex.
—Esta bien, el pedido está ya listo en el punto de recogida así que no tenéis nada más que enseñar el albarán —comenté.
—Estupendo, deja que te consientan —me sonrió mi nuevo cliente, cogió los papeles y salió. En el interior de mi despacho solo quedamos Alex y yo.
—Hazme caso y quédate quieta —me dio un beso en la frente y me ayudó a sentarme.
—Alex, ¿me puedes hacer un favor? —le pedí antes de que cerrase la puerta.
—Si, claro —me miró expectante.
—Dile a mi padrino y a Patri que vengan, porfa.
—¿Y eso? ¿Ocurre algo? —se interesó él como si ocultase alguna información.
—No, solo quiero hablar con ellos —sonreí sabiendo muy bien lo siguiente que iba a hacer.
—Ahora te los mando, hasta luego —Alex cerró la puerta y me dejó sola en el interior de la habitación donde pasaba largas horas.
Inmediatamente, empecé a guardar los documentos que firmamos y el contrato. Miré unos balances de una auditoría reciente para comprobar que todo estaba en orden para hacer tiempo hasta que llegaran Ángel y Patri. La decisión que había tomado ya no tenía marcha atrás y estaba dispuesta a contárselo a los dos, a mi padrino por los años y lealtad que me ha brindado y a Patri porque era una cotilla digna de estar en el plató de Sálvame Deluxe —un programa de cotilleos, salsa rosa y demás—. Bueno, lo de cotilla era broma pero si era cierto que en los últimos días estaba un poco alerta porque sospechaba de lo que había entre Fer y yo. Una de dos, o me mataban o me apoyaban pero no podía ocultárselo más a ninguno de los dos. De repente, llamaron a la puerta y les di paso a los dos.
—¡Hola, hija! Nos ha dicho Alex que viniéramos —miró a Patri apoyando su frase.
—Si, pasad porfa —asentí.
—Hola, hermanita —me saludó Patri y acto seguido cerró la puerta.
—¿Qué tal funciona Marco? Hace poco que empezó, ¿no? —cuestionó Ángel.
—Si, de hecho lo pusimos de prácticas dos meses para que se pudiera sacar los estudios y al serme tan útil lo contraté. Hace un gran trabajo —saqué de un armarito tres vasitos y les agregué a cada uno zumo de piña. Luego, volví a guardar la botella de cristal del zumo y ellos se sentaron enfrente mía.
—Buen fichaje —me apoyó Ángel.
—Mejor que la puta de Belinda es —olé ahí, mi amiga sin filtro y sin pelos en la lengua. Adoraba su forma de decir las cosas sin tapujos—. Aunque si en vez de las tetas, este te enseña la tableta no digas que no.
Los tres nos reímos al escuchar el disparate que acababa de decir la señorita —más bien señora ya— y empezamos a engullir el vertido del vaso.
—Patri por dios que estás casada y esperas un bebé —le recordé entre risas.
—¿Qué? ¿Qué pasa que por estar así no puedo mirar? —objetó—. A nadie le amarga un dulce, yo le soy fielísima a mi amor pero bueno, por contemplar a alguien no mato a nadie. Ni siquiera le soy infiel con el pensamiento, In.
—No tienes remedio —continué riéndome.
—Lo que tengo que escuchar, qué escándalo —soltó una carcajada mi segundo padre.
Patri se estiró hacia él y le tapó los oídos.
—¿Ves? Ya no escuchas.
Me tapé la cara con las manos porque no podía reírme más, con esta seriedad era imposible que se tomaran algo en serio.
—Buenas se juntaron —dijo divertido apartándose de las garras de mi amiga.
—Venga ya vale, vamos a ponernos serios —les llamé la atención.
—Bueno, pero antes déjame decir que Belinda era bien zorra —y hasta que no lo dijo, no se quedó agusto—. Por ser la amante y la secretaria de Gorka tantos años, lo único que buscaba era que le diera un buen... —por inercia mi familiar actuó rápido y le puso encima de los labios la palma de una mano pero poco duró porque esta le dio un mordisquito y él se quejó en silencio con una sonrisa—. Bueno, que buscaba tenerlo entre sus piernas. ¿Así mejor? —nos miró a los dos—. Y a parte, adueñarse de todas sus empresas.
—Si, mejor —asentí.
—Eso sí, esa era una cazadora de fortunas —agregó mi tío.
—Pobre Ilusa, qué batacazo se llevó la pobre —dijo con tono de burla—. A mi Ingrid, nadie le hace sombra y menos esa niñata.
—Bueno, dejemos de hablar de ella que yo tengo algo más importante de lo que hablaros —me impuse para no seguir hablando de ella aunque reconocía que me hacía gracia como Patri se dirigía a ella.
—Si, mejor —asintió mi amiga.
—Cuéntanos pequeña.
—Bueno, no es algo fácil de contar y solo os pido que no se lo contéis a nadie —les imploré con miedo.
—Ay, no queremos sustos —intervino mi padrino.
—Ni yo quiero de esto, ¿estás bien tu? ¿y el bebé? —como lo supuse, lo primero que les alarmaría sería eso.
—No, no gracias a dios yo estoy bien y mi pequeñín igual
—Me estoy poniendo nervioso —se frotó las manos mi padrino.
—Yo también, empieza porfa.
—Antes que nada, no estoy nada orgullosa de esta situación —tragué saliva—. Sé que no estuvo bien pero, en ese momento no pensaba en lo que estaba sucediendo hasta que cuando me di cuenta era tarde. Tenía el pie metido hasta el fondo.
—Nena, ¿no mataste a alguien más verdad? —me preguntó alarmada.
—Me estás inquietando, espero que no hayas cometido alguna locura —expresó él.
—No, nada de eso —negué con la cabeza—. Con esto, darás por resueltas muchas de tus dudas o preguntas —me dirigí a mi amiga.
—Cuéntanos —intervino ella.
—No se por donde empezar pero... —tragué saliva—. Cuando yo empecé con Gorka, sabéis que la relación no era muy buena. Me obligaba a todo, me retuvo en contra de mi voluntad por ser la única testigo que lo podía perjudicar.
—Si —asintió Ángel—, sabemos la historia.
Ángel y mi amiga se miraron para luego asentir. Ambos estaban un poco confundidos porque no sabían el qué exactamente les iba a contar.
—Dentro de la rabia me propuse hacerle daño, intenté ponerle los cuernos con el modelo de la sesión de fotos que se hizo para una campaña pasada —relaté y mi amiga se tapó la boca de la sorpresa que le dio. Asombrada se quedó tras escucharlo—. Bueno, en ese momento mi plan falló debido a que Gorka nos vio.
—¿Estás queriendo decir que no le pusiste los cuernos con él, al final? —me cuestionó indeciso mi padrino.
—Solo besos —corroboré yo—. No pasó nada más.
—Ingrid, por dios —exclamó Patri—. Menos mal que no hiciste nada con ese.
—Pero lo hice con otro —mis mejillas empezaron a sonrojarse por la vergüenza que sentía de contarlo, no solo por mi sino por él—. A estas alturas no sé de quién es mi pequeñín.
—¿Pero en qué estabas pensando hija? Sabes que te apoyo en todo pero en eso no —me riñó—. Gorka pudo ser lo que quisiera pero de verdad da la vida por ti, ¿no es una prueba de amor que esté entre rejas pagando un crimen que no cometió? Nena, que lo hizo por salvarte a ti.
—¿No me querrás decir que es quien yo pienso con el que le pusiste los cuernos? Dime que no, él no puede ser —Patri abrió los ojos como platos.
Las lágrimas empezaron a desbordarse sobre mis mejillas.
—No te equivocas, Patri —me quité una lágrima con la yema de un dedo—. Perdón, nunca quise hacerles daño.
—¿De qué habláis ? ¿Tu sabes quien es? —le preguntó mi padrino.
—Juro que todo empezó como un juego y no quise que llegase a tanto pero, el día que fui a comprarle a mi padrino ropa nos fuimos a su casa después de comprar las cosas y nos acostamos —conté—. Antes yo lo provocaba, nos besábamos y luego también. No os lo niego.
—¿Gorka lo sabe? —miró de reojo a mi padrino—. Si, lo sé. Hace tiempo que he visto mucha entrega por parte de alguien. No era un afecto cualquiera, sino más sentimental. Esta persona se enamoró de Ingrid en medio de un juego y ella me temo que también.
—¿Lo conozco? Decírmelo ya, por favor. Me voy a comer las uñas del pie con tanto suspense —Ángel empezó a ponerse nervioso.
—No, no lo sabe pero se lo vamos a decir en cuanto salga de la cárcel porque merece saberlo —me quedé en silencio—. Tengan las consecuencias que tengamos se lo diremos.
—Fer, se trata de él —se adelantó mi amiga y a mi sinceramente me hizo un favor.
—¿Con su amigo, enserio? ¿No había otro? —se enfureció—. Como vea a Fernando no sé qué le hago.
—Él no quiso jamás hacerle daño, fui yo la que lo enredó y lo enamoró —aclaré con pánico—. No le hagas nada, tío. No lo perjudiques.
—Y tú también te enamoraste de él, ¿pero en qué queda todo? —alucinando Patri quiso enterarse de los sentimientos reales que tenía y por quién eran—. ¿Qué sientes por Gorka? Tía, llegué a pensar que de verdad te enamoraste de él.
—Ese es el problema, que está enamorada de los dos —espetó Ángel—. No le voy a hacer nada pero que voy a hablar con él, lo pienso hacer porque está bien que tu fuiste quien lo arrastró a hacer eso pero él podría haberlo evitado.
—No sé en qué momento pero, me enamoré de los dos y sé que está mal —me quité las lágrimas que me terminaban de resbalar por la cara—. Nunca quise enamorarme de Gorka y mira, cuando empezó a cambiar yo empecé a ceder pero no fue suficiente —miré a mi padrino—. Por favor, no le hagas nada. Mi plan es contárselo todo a Gorka nada más salga de prisión porque enterarse de algo así sería tremendo ahora mismo.
—Si porque si lo haces ahora... lo veo capaz de atentar contra su vida.
—Atentar contra él mismo no lo haría, pero sí que sería capaz de otras cosas aunque se tratase de él y te aseguro de que volveríais al principio de todo —Ángel comentó.
—Por eso no lo hago, luego se lo diremos y asumiremos lo que tenga que pasar —respondí.
—¿Y si resulta que es de Fer? Dime tu que vas a hacer porque estás casada con Gorka —Patri se interesó de mis posibles planes—. ¿Te divorciaras de Gorka para criarlo junto a Fer?
—Gorka no se lo permitirá y yo lo apoyaría en eso, ella es la esposa de Gorka y si cometió un error que lo pague —dijo firme y sabía que iba muy enserio porque conocía cuando estaba enfadado—. Él como mínimo debería de alejarse de ella.
—Pero estamos hablando ante la posibilidad de que fuese de Fer, mira él no va a renunciar al pequeño porque lo conozco y es muy responsable —defendió Patri a Fer—. Si resulta ser de él, no la va a dejar a su suerte esté con él o con Gorka.
—No me voy a adelantar ante los acontecimientos pero aunque sea de Fernando yo voy a seguir siendo la esposa de Gorka y juro por mi pequeño que no volvería a cometer esa locura ni con Fer ni con otro. Mi objetivo sería olvidar a Fernando pero sin alejarlo del niño —manifesté.
—El problema aquí no es que tu lo alejes es que de eso ya se encargará Arizmendi. Aunque en la cárcel esté muy mansito, una traición así no la va a pasar por alto —reconocí que mi Patri tenía razón—. Te lo digo yo que lo conozco desde hace muchos años.
—Hija, te metiste en un fregado muy bueno —suspiró.
Patri se levantó de su silla, se acercó a mí y me abrazó. Volví a llorar del agobio que tenía y fue cuando Ángel se unió también.
—Lo siento, de verdad que lo siento —me aferré a ellos levantándome de mi silla.
—Sea de quien sea o refiriéndome a los problemas que te vengan encima, te aseguro que no vas a estar sola. Aquí me vas a tener, amiga —me apoyó Patri.
—No sé qué haría sin ti —dije sintiéndome culpable.
Mi padrino tiró de mí para abrazarme solamente él, Patri le cedió más espacio para que pudiéramos tener nuestro momento más íntimo y familiar.
—Ingrid, ya eres grande para tomar tus propias decisiones pero debo de ser implacable contigo pero no para hacerte daño sino para ayudarte —me hizo mirarlo a los ojos—. Ya no eres una niña y sé por todo lo que has pasado pero eso no estuvo nada bien, si Gorka se hubiera portado mal, entonces ya era otro cantar.
Sus palabras eran tan duras que me encogieron el corazón pero también sabía que lo único que quería hacer era ayudarme. Él era mi consejero y iba a poner de mi parte para no hacer nada más inapropiado, era mi oportunidad para cambiar y lo intentaría lograr.
—Estoy de acuerdo con Ángel, escúchalo es la voz de la experiencia, hermana.
—¿Me estás llamando viejo? —le preguntó en tono burlesco y poniendo una mano en su propia cintura. Estaba la mar de gracioso.
—No, no para nada —le sacó Patri la lengua—. ¿Qué harás luego? —me preguntó.
Ángel le miró de forma graciosa y luego se fue apartando lentamente de mi.
—Fer quiere llevarme a un sitio —cuatro ojos se fijaron en mi atentos.
—¿Dónde te quiere llevar? —me preguntó mi padrino.
—A unas clases de estas de preparación antes del parto, me ha cogido cita para esta tarde —comenté.
—¿Irá contigo o quieres que vaya yo?
—Él viene, nena —contesté.
—Si te sientes mejor que alguno de nosotros te acompañemos nos lo dices, ¿vale?
—Si —asentí.
—Bueno, pues yo voy a seguir con lo mío —anunció mi padrino—. ¿Comemos juntos?
—No sé aún, yo te aviso con lo que sea —dije indecisa—. No sé la hora de la cita tampoco así que se lo tengo que preguntar a Fer.
—Bueno, yo me voy a ayudar a mi maridito también —me abrazó, guardó todo lo que habíamos ensuciado y abrió la puerta.
—Cualquier cosa me dices, si queréis comer conmigo pues nos vemos en casa.
—Si, padrino —le di un beso a mi Ángel después del abrazo conmigo.
Ángel y Patri fueron al salir pero con un golpecito, los alarmé aposta para que se giraran.
—Gracias por escucharme y por estar conmigo —les agradecí.
—Siempre nos tendrás, hermana —dibujó un corazón en el aire.
—Siempre te apoyaremos, hasta luego hija —Ángel y Patri salieron de mi despacho para incorporarse en sus puestos de trabajo. Patri desde que me quedé con la empresa sola, se incorporó a nuestra plantilla. Era la mano derecha de mi padrino y además, ayudaba a Alex con algunos asuntos legales.
***
Las seis de la tarde dieron. Fer y yo hacía horas que habíamos comido con mi padrino. Después de hacer unas cosas en la Passione Prohibita nos encontrábamos en la clase, el inicio fue bastante ameno, cada pareja explicó parte de su vida como aficiones, a que se dedicaban, si estaban casados etc. Jamás antes había estado en una clase de este tipo pero tan solo entrar ya te irradiaba una sensación de hogar, estaba decorado con fotos de bebés y habían muchas cajoneras con ropita, accesorios y juguetes de bebe—. Los padres —primerizos como yo o con más experiencia— disfrutaban y se relajaban con todas las actividades que hacíamos. En definitiva, había tomado una buena decisión Fernando en apuntarnos. Además de ser productivo, me alejaba de la realidad y me obligaba a no pensar en ciertas cosas.
—Por último, ahora necesito que los papis se sienten en la esterilla —Laura, la instructora, se sentó en su esterilla y con la ayuda de su ayudante de clase, Igor. Igor fue acatando las órdenes que ella decía. El muchacho que rondaba los treinta años se sentó en la tira de fitness y Laura se apoyó en él. Dejó caer su espalda entre sus piernas y apoyó su cabeza en el regazo de él—. ¿Nos veis? Ahora tenéis que poneros en esta posición y las mamis cerrarán los ojos pero los papis no lo harán. Ellos se encargaran de acariciaros el rostro, los brazos y de daros dulces besitos en la carita. Este momento de relajación es clave, ¿entendido?
—Pensad que acabáis de salir del trabajo y estáis cansados después de un día laboral muy largo —fue hablando Igor—. Solo os apetece estar juntos, tranquilos en casa. Dejaros llevar y olvidaros de que estamos aquí por unos segundos, cuando nosotros os lo digamos. Abrís los ojos.
Todas las parejas que estábamos —aunque yo en verdad, no estuviese con la mía sino con uno de mis grandes apoyos que me puso el destino en el camino— acatamos las órdenes de ellos y nos olvidamos de todo por un momento. Fer se sentó de la misma manera en la que estaba Igor y yo como estaba Laura.
—¿Estás bien? —me susurró Fernando mientras aprovechaba que estaba con los ojos cerrados y me hacía suaves masajes por la piel que me quedaba al descubierto.
—Si —sonreí sin abrir los ojos.
Fer depositó en mi mejilla un beso cariñoso que logró que me relajase más.
—Me alegro —aunque no lo veía, sabía que acababa de sonreír. Sin tocarlo ni mirarlo había memorizado cada uno de sus gestos en todo este periodo de tiempo.
—Fer.
—Dime —siguió masajeándome y acariciándome.
—Tengo que contarte algo, pero no puede ser ahora —espeté.
—¿Es importante? —me susurró.
—Si, luego te cuento.
—¿Debo de preocuparme? —se interesó nuevamente. El interés que mostraba por mi, siempre me encantó. Por eso y algún detalle más, acabé enamorándome de él.
—No, luego lo hablamos —inhalé y exhalé aire.
—Okey —respondió él.
Después de su respuesta, me quedé pensando en lo que estábamos viviendo. Era tan bonito ver a tantas parejas unidas que no tenía palabras suficientes para describirlo, qué bonito era el estar enamorado de tu compañero de vida y además, el poder compartir tantos momentos como este. Era de admirar porque no había ni una pareja que no estuviese entregada uno al otro. En momentos como este —aunque tenía a Fer conmigo—, echaba de menos a Gorka. A pesar de todo lo vivido con él, Zack tenía que ser suyo. No podía ser de Fer por el bien de todos. No quería desatar otra guerra más después de lo que ya había pasado.
—Hora de abrir los ojos, chicas —nos ordenó Laura.
Las chicas abrimos los ojos y nos incorporamos por órdenes de Igor. Los padres, nos ayudaron a levantarnos de la estera y para finalizar colocamos todo.
—Con esto terminamos por hoy, nos vemos la semana que viene —anunció Igor.
—Hasta la semana que viene, en la próxima clase probablemente tocaremos el tema de la comida o de los juguetes —nos informó.
—Eso es, venir sin comer por si os hacemos comer papilla nutribén —bromeó Igor.
—No comeremos en dos días para venir preparados —me frotó la pancita Fer.
—Tampoco se trata de que los arruines, basturraco —le regañé de forma bromista—. Que tu te pones a jalar y les dejas la nevera vacía.
Todos los presentes de la clase nos echamos a reír.
—Será que tu no tragas, señorita fina —me estrechó entre los brazos.
—Yo tengo excusa, tengo que comer por dos pero tu no —me reí.
—Buena respuesta'—manifestó Belén, una de mis compañeras. Esta chica era muy menudita pero se notaba el gran corazón que tenía y eso que solo la conocía de un día. Algo me decía que nos íbamos a llevar bastante bien, aparte su marido también se le veía buen chico. Por lo que comentó durante la clase, ella estaba trabajando en una guardería, y no me extrañaba porque era muy dulcecita ella, y su chico era bombero.
—Muy buena, si señor —aplaudió Igor—. Zasca para Fernando.
—Eso, eso burlaros de mí —siguió con la broma. Nos volvimos a reír y recogimos nuestras
—Bueno, lo dicho. Nos vemos la semana que viene —se despidieron Igor y Laura de nosotros mientras recogían todo lo que habíamos utilizado durante la clase.
Fer y yo cogimos mis cosas, fuimos a ver a Gorka a la cárcel un momento y luego empezamos a dirigirnos hacia la mansión. Una vez en casa, entramos en el interior y nos acomodamos en el sofá del salón.
—Ángel aún no llegó, por lo que se ve —dijo él.
—Son las nueve de la noche y tenía una cena con un inversionista así que hasta más tarde no vendrá.
—Entonces voy a prepararte algo de cenar y hablamos un ratito, luego cuando venga ya me voy yo —se levantó del sofá.
—No tienes porque esperarlo, si quieres cuando cenes puedes irte a casa que no quiero que se te haga tarde.
—Sola, no te dejo así que ya vengo —Fer desapareció de inmediato y un rato después, volvió con una bandeja con sándwiches de queso y beicon hechos en la sandwichera, todo calentito y con ese quesito que nada más le dabas un bocadito al pan, se te escurría el queso por los lados. Más una jarra con agua y dos vasos.
Me senté bien para facilitarle las cosas y puse en la mesa del comedor la jarra, serví el agua y el puso la bandeja justo al lado. Cada uno cogimos un sándwich y la cara de placer y satisfacción que puse, le debió de causar gracia porque el muy insensato se estaba riendo.
—Qué bueno está, por favor —me relamí los labios para evitar que se me cayera el queso por los lados—. Tu de que te ríes, ¿eh? —le di un codazo con cuidado y él alargó la servilleta para limpiarme la comisura.
—Me hace gracia ver como disfrutas de la comida, muchas veces me he parado a pensar y me he preguntado porque las embarazadas tenéis tantos antojos.
—¿Quieres tenerlos tú también? —le di otro bocado al sándwich—. Pues fácil, quédate preñado tu.
—¿Y cómo pretendes que lo consiga? —estalló en risas
—Muy sencillo, ponte hormonas y cosas de esas —sonreí—, así te quedarás en cinta.
—Si, en VHS y en DVD también —enarcó una ceja mientras pestañeaba con la otra—. Aunque si tu me ayudas a costearlo quien sabe, igual y me lo pienso.
—Muy gracioso —me burlé de él—, yo no tengo cara de banco ni de cajero automático.
Tras una charla bastante animada y nada mas terminar de cenar. Fer y yo recogimos todo y volvimos al sofá.
—Bueno —soltó de golpe después de bostezar Fer, obviamente se tapó antes de hacerlo por educación.
—Ya te dio el bajón, no me engañes —lo observé detenidamente y pude notar el cansancio en su cara.
—Nada, tranquila —medio sonrió.
—Fer, enserio ve a casa —intenté que cambiara de opinión—. Hay vigilancia, puedo quedarme un rato sola —miré un reloj del salón—. Van a dar la una de la madrugada y mañana te levantas temprano. Además, no tardará en llegar.
—Shh —rechistó—. Oye.
—¿Qué pasa? —me crucé de brazos.
—No me has dicho que te ha parecido.
—¿Qué cosa? —me apoyé en un cojín.
—La clase de hoy, sino estás cómoda o lo que sea podemos anularla —espetó.
—Qué dices, si me encantó —me sinceré.
—¿De verdad? —a Fer se le iluminaron los ojos a pesar del cansancio que mostraban.
—Si, me parece interesante y oye creo que hasta podré sacar amistades de allí así que te agradezco que me llevarás —quise acercarme para abrazarlo pero algo me frenó, él debió de captar algún reflejo mío por la mueca que hizo. Llamadlo telepatía o conocer demasiado a la persona, esa sensación que sin apenas decir nada, la otra persona ya conoce lo que pretendes o deseas hacer—. ¿Son muchas sesiones?
—Una por semana hasta que nazca, pero si un día no puedes ir pues no pasa nada. También tienen clases virtuales —respondió—. Según vi en el folleto que leí en esos casos dan ejercicios para casa y alguna rutina específica dependiendo de lo que se esté tratando en clase justo ese día. ¿Hablas de Belén?
—Me mola también que hagan eso, ¿eh? Así si un día tengo reunión o algo del nuevo catálogo lo puedo hacer desde la oficina o casa —pensé.
—Si, en ese caso yo te ayudaría igual aunque no estemos en clase.
—Sé que nunca me dejarás sola —estiré la mano para capturar la de él y acariciársela mirando a los ojos.
Fer acortó las distancias, se acercó tanto a mi que pude sentir su aliento sobre mi. Lo miré fijamente y él me acarició el pelo.
—Nunca lo haré.
—Gracias, Fer —medio sonreí.
Fernando sin aviso previo capturó mis labios con la ayuda de los suyos. Al principio me dejé embriagar por su perfume, su tacto y su cercanía pero cuando el beso se iba a reiniciar, apoyé mis manos en su pecho para frenar que lo volviera hacer otra vez.
—No, Fer —me levanté de donde estaba y lo miré. Él bajó la cabeza hasta quedarse mirando un punto perdido—. Necesitamos hacer las cosas bien.
—Lo siento, perdóname —se levantó él también—. De verdad no me pude controlar y sé que debemos de evitar ese tipo de contacto por lo que ya sabemos tan bien.
—Es nuestra obligación poner límites entre nosotros por más que nos cueste —dije para recordarnos a los dos la realidad que nos rodeaba—. Ángel y Patri ya lo saben todo.
—¿Ya se lo contaste? ¿Cómo se lo tomaron? —se acercó a mi preocupado.
—Imagínate, y eso que Patri lo sospechaba ya.
Fer se echó las manos a la cabeza agobiado.
—Ya me estoy imaginando lo que debe de estar pensando, me va a matar —empezó a dar vueltas de un lado para otro—. Cuéntamelo todo, porfa.
Lentamente me acerqué más a él y le sujeté las manos para darle seguridad.
—No te van a decir nada —le dije aunque no muy segura de mi respuesta. Conocía las reacciones de Ángel muy bien.
—Me lo merezco si me dicen algo, no tengo miedo. En el caso que me reproche algo lo asumiré y enfrentaré lo que sea. No pienso ser valiente para ir detrás y luego achantarme si se presenta cualquier contratiempo —manifestó. Sabía que sus palabras serían ciertas. Fer no era hombre de echarse para atrás contra las adversidades.
Fer me cogió las manos y me las besó. No nos dimos cuenta de que en la puerta había una presencia que nos acechaba hasta que alguien nos interrumpió.
—Suéltala —nuestras miradas se dirigieron a mi padrino, el mismo que se le veía muy enfadado con Fer. Ángel se acercó y me deshizo del agarre de mi otro amor.
—Padrino —me acerqué a él y me enganché de su brazo por miedo a la reacción que pudiese tener.
—Sé que no tengo justificación pero solo te quiero pedir que me dejes hablar y me iré a casa —le pidió tan educado como siempre.
—Que te largues ya de esta casa —le pidió directamente que se fuese—. Y que te quede muy claro que no te prohíbo que vengas por ella porque si fuera por mi no la verías más.
—No me pienso separar de ella Ángel —se impuso—. No soy un cabrón.
—¡Si lo eres, te metiste con la mujer de tu amigo! —le gritó dando un paso al frente—. Dímelo a la cara, ¿crees que es justo? ¿eso es ser un buen amigo cuando Gorka te dio todo? ¡Habla!
—Padrino, ¡ya joder! —me impuse y lo solté—. Él tampoco tiene la culpa de todo, la que se le ofreció fui yo.
—¿Qué te crees que no sé que tú también tienes la culpa? Pero algo no pasa si alguien no quiere y él perfectamente se podría haber negado —nos recriminó—. Aquí ninguno de los dos sois ningún santo ni santa. Lo más mínimo que debería de hacer es no tener contacto físico contigo de ningún tipo.
—Parad ya, no os lo pienso repetir más a ninguno de los dos —los miré directamente.
—Amo a esta mujer y sería capaz de hacer cualquier cosa por ella —una lágrima empezó a resbalarle por la mejilla, si fuera otra circunstancia me hubiese abalanzado a él para quitársela pero no podía—. Cometimos errores los dos, lo hemos admitido pero todos nos merecemos un nuevo renacer para poder enfrentar nuestros errores y nuestros fallos. Que te quede claro otra cosa Ángel, estoy enamorado de Ingrid y para mi jamás sería un fallo. Si me viese de nuevo en la misma situación no lo haría igual pero si diferente porque o me hubiese alejado de ella cuando empecé a sentir o le hubiese confesado todo a Gorka.
Ángel lo cogió del cuello sin apretarle y al soltarlo de golpe, le asestó dos ostias bien dadas.
—¡Padrino! —lo sujeté para que no volviese a atacar a Fer. Este empezó a relatarle todo como hice yo horas antes.
—Y si te vieras en una nueva situación en este momento, ¿se la arrebatarías verdad? —vociferó mi padrino ignorándome por completo.
—¡No lo haría ni aunque el bebé fuese mío! —alzó la voz—. No la voy a separar de él pero eso si si ese bebé resulta ser de mi sangre voy a asumir mi paternidad y mi responsabilidad —le avisó con total legalidad—. Voy a luchar por estar cerca de él y no me va a importar nada.
—Deberías alejarte sea o no tu hijo —le sentenció.
—Nunca porque aunque no sea de mi sangre, es como si lo fuese y ahora si que me voy —meneó una mano despidiéndose—. Que quede claro que yo no busqué que sucediese esto Ángel. En el corazón desgraciadamente no se manda, ahora si buenas noches —dijo agitado y me miró—. Ingrid, si me necesitas llámame. Mañana te veo.
—Fer... —él salió de casa y yo corrí detrás de él—. Por favor, quédate —le pedí por favor—. No te puedes ir en ese estado.
—Es lo mejor, ¿no ves como se puso? —exclamó—. En parte entiendo así porque Gorka es su ojito derecho pero yo que sé...
—Dale tiempo, él va a recapacitar —intenté persuadirlo—. No te vayas hazlo por mi.
—No me lo va a permitir, Ingrid.
—No se tiene que enterar —dije con la voz apagada.
—No, pequeña —miró hacia la casa y se dio cuenta de que nos miraba Ángel por la ventana—. Piensa en el bebé, de verdad. Necesitas tranquilidad y estando yo aquí no la vais a tener así que entra en casa. Una vez que vea que estás dentro me marcharé.
—Pero...
—El bebé, Ingrid —se me escapó un leve suspiro y recapacité. Fer tenía razón, yo necesitaba estar en paz y con ellos en la misma casa solo se podía producir la segunda guerra mundial y más si el enterarse Ángel de todo de golpe y porrazo fue tan repentino.
—Avísame cuando llegues —hablé.
—Cualquier contratiempo, llámame —Fer abrió el coche y se subió.
—¿Estarás bien? Me da miedo dejarte ir así...
—Claro, amor —me sonrió—. Hasta mañana —le abrí la puerta corredera para que sacase el coche y una vez desapareció. La cerré y entré en casa llorando.
De repente apareció mi padrino por el rellano.
—Ingrid —se acercó a mí.
—Buenas noches —subí las escaleras, entré en mi cuarto pero al parecer, Ángel no se dio por vencido así que me siguió hasta mis aposentos.
—Perdóname por ponerme así, lo menos que quiero es que tu estés mal y eso le afecte al bebé —espetó él—. Entiéndeme.
—¡Pero es que no debiste de tratarlo así, joder! —no pude contenerme hasta que le grité. Inmediatamente me arrepentí de haberlo hecho porque nunca antes le había gritado—. Perdoname, no quise hacerlo pero solo necesito tu apoyo. Ojalá solo amase a Gorka, ojalá pudiese estar con Fer y lamentablemente no es así. Me vi casada a la fuerza con alguien que no quería y cuando empecé a sentir se me desmoronó todo. ¿De verdad piensas que todo esto ha sido fácil?
—No te dije que lo fuese, hija —se acercó, encendió la luz y me estrechó entre sus brazos—. Tranquilízate, esto puede afectarle al bebé.
Rompí a llorar para desahogarme. Si esto ya era así no me quería imaginar el día en el que se enterase Gorka de todo.
—Lo mejor será que vaya a dormir —me aparté lentamente y cogí un pijama de un cajón.
—Me voy a mi cuarto, buenas noches —me deseó entristecido.
—Buenas noches —vi como salió del cuarto. Me cambié de ropa, coloqué alguna prenda mas y me tumbé.
Mis ojos se centraron en la mesita y en el pilotito de luz que se encendía y se apagaba de mi móvil. Apagué la luz y cogí mi teléfono, lo desbloqueé y me puse a mirar las notificaciones. Una era un mensaje de audio de Fernando en el que me avisaba que ya estaba en casa y que iba a estar bien, aparte de estar en las buenas y en las malas. Tras responderle, solté el teléfono en la mesita para ponerle fin a este día tan desastroso aunque tuviese también muchas cosas positivas.
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