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Capítulo seis

Eran las diez de la noche, la hora de la cena había pasado y todo estaba tranquilo. Los presos estaban en sus celdas y reinaba la paz sumando un momento de tranquilidad el cual me venía de lujo para relajarme. Hablé con un guardia y me concedió un permiso para poder salir del calabozo antes de irme a dormir. Como no tenía muchos espacios disponibles, antes de ir al gimnasio decidí irme a una esquina del patio donde muchos de los reclusos lo usaban para hacer deporte o bien para jugar al fútbol. Me senté en el primer escalón de una grada limitada que había, me apoyé en una esquina y saqué la foto de la ecografía de Zack.

—Tu llegada fue como un beso. De Dios fue mi camino de regreso. Tengo luz, tengo luz en mi instrumento. Tengo luz en cada parte de mi cuerpo. Tengo luz. desde que estás conmigo, siento que tengo luz —tarareé la canción de Camila mientras acariciaba la foto. Estaba tan a mi bola que no me di ni cuenta de que tenía a alguien delante mía observándome con una sonrisa—. ¿Sabes Zack? Eres un milagro que me ayuda a seguir luchando. Tu y mamá me dais luz. Muy pronto estaremos juntos y podremos disfrutar juntos de la vida porque tu le das sentido a la mía —continué hablando solo.

—¿Quién es Zack? —Sebas irrumpió mi momento íntimo y se sentó a mi vera—. Tío, ¿qué haces aquí y hablando solo? Cualquiera pensaría que estás como una cabra.

—Coño, ¡qué susto! —me sobresalté—. Poco me importa lo que piensen de mí —le recordé—. Lo mismo te puedo preguntar a ti, ¿qué haces fuera de la celda? Lo mío es normal porque siempre sobre esta hora suelo salir, ¿pero y tu?

—Uh, qué asustadizo te estás volviendo —sacó su vena puñetera el señorito—. Bueno, fui al aseo y te vi desde el edificio al volver así que vine a verte al ver que no respondías por más que te llamaba. Estabas en tu mundo o más bien, en el mundo de Ingrid.

—Ni cuenta me di, enserio, lo siento —me disculpé.

—Bueno, ¿me vas a decir quién es Zack? Nunca me hablaste de nadie que se llamara así.

—Te hablé de él, Sebas —anuncié pero el muy tonto aún no se dio cuenta de quien se trataba.

—Que no, sino me acordaría —la palabra corto en él se quedaba escueta—. Tan mala memoria no tengo.

—¿Quién crees que es la luz de mi vida junto a Ingrid?

—El bebé que crece en el vientre de ella —me dijo.

Le acerqué la foto para que la viese y él se quedó loco.

—Bingo, Zack te presento a tu tito el empanado y Sebas te presento a Zack.

—¡No jodas! ¿Así se llama? ¡No me has contado nada cabronazo!

—Cómo lo iba a hacer si te acabo de ver y lo hemos decidido cuando me visitó Ingrid antes —le aclaré.

—Bueno, bueno... no me valen las excusas —me sacó la lengua.

—No lo son, gilipollas —él me arrebató la foto y la miró.

—¿Qué sientes al verlo a través de una simple ecografía?

—Una mezcla de ilusión y ganas de vivir —apunté de nuevo mi mirada hacía la foto de Zack.

—Tiene que ser bonita la sensación, me encantaría estar en tu lugar —admitió y me devolvió la foto—. Estarás muriéndote por tenerlo entre tus brazos, colega.

—Ya te llegará a ti también —le sonreí—. Mucho, quiero que pasen ya estos meses hasta su nacimiento.

—No quiero joder el momento pero... creo que deberías de pensar en algo.

—Sé a lo que te refieres, me duele no poder estar con ella y acompañarla —me interrumpió.

—Pero... si en el peor de los casos, para su nacimiento sigues aquí —tosió angustiado—. ¿Te gustaría asistir al parto?

—Si, en ese caso pediré un permiso de unas horas para que me dejen verla pero como aún queda, me toca esperar.

—Me parece bien, pienso que si sigues en la misma línea que ahora lo conseguirás —le sonreí pero aún en mis ojos se podía contemplar que en otro ámbito algo no iba bien.

—Yo también estoy seguro de ello, pero...

—Hay algo que te raya, ¿a que no me equivoco? —me miró atento.

—Cuando nos despedimos no tuve tiempo a preguntarle algo, esto me ha estado rallando desde que nos separamos —comenté.

—¿De qué se trata?

—Mañana irán a echarse unas fotos los cuatro —dije mas rayado que los donetes, ¡qué buenos estaban y cuanto daría por comerme un par de ellos!

—Ah, si esas sesiones de las chicas embarazadas y sus parejas.

—El problema es que su pareja no estará allí, pero si estará alguien que no le corresponde —hablé refiriéndome a Fer. A ver, era consciente de que en un pasado le pedí que si me pasaba algo él debería de casarse con mi mujer y ocuparse de mis niños. Ahora pensaba diferente, era yo el que quería estar a su lado.

—Fer —dijo con tacto para que no me sintiera mal.

—Sí y sé que participará en la sesión de fotos, aunque sea mi amigo no me hace ni pizca de gracia —abracé la foto de mi bebé—. ¿Entiendes lo que quieres decir?

—Si, pero algo me dice que te raya otra cosa —me persuadió para que le contara.

—Me encantaría equivocarme completamente pero tengo mis sospechas en algo.

—¿En qué sospechas? —me miró con la mirada intermitente.

—En Fer.

—¿Qué quieres decir? —noté como seguía sin entender lo que quería decir.

—¿Te acuerdas cuando te conté que Ángel llegó a casa y que ellos fueron a comprarle cosas de primera necesidad? —intenté refrescarle la memoria.

—Si, me acuerdo.

—Pues desde ese momento he visto cosas raras entre ellos —confesé.

—Gorka, no te ofendas. ¿Pero no puede ser que veas cosas que no las hay? No sé, el estrés, todo lo que has vivido trastoca a las personas y pueden llevarte a pensar cosas que no son.

—Te digo que no es nada de eso —gruñí.

—Desahógate que algo me dice que te lo llevas callando hace tiempo.

—Ese día estoy seguro de que entre ellos sucedió algo —por fin fui capaz de soltarlo, solo me faltaba poder comprobarlo.

—¿En qué sentido? —se apoyó en la grada sentado a mi lado.

—Pues, la cosa es que entre ellos estaba más tensa la cosa —empecé a comentarle mis impresiones sobre lo que vi—, la relación había cambiado y no era tan natural. Con decirte que ese día habíamos quedado para cenar todos y él no se quedó.

—¿Te dio alguna explicación de porqué no se quedó? —intentó averiguar.

—Nada convincente y ella lo estaba cubriendo de eso estoy seguro.

—¿Y no te dio por preguntárselo directamente? —le conté de que aunque lo intenté, no conseguí nada ni ella me dio gran cosa.

—Mi sospecha es que o entre ellos hubo algo en plan sentimental o... qué Fer —tragué saliva y me costaba decírselo a alguien.

—Fer está enamorado de ella —sin paños calientes lo dijo y yo se lo agradecí porque era algo que me producía rabia, asco y miles de sentimientos más.

—Si, he visto muchas miraditas, caricias y otros gestos que no se pueden describir con palabras. Desde que ella se quedó embarazada de Zack, me comentaron que él ha estado muy volcado con ella y no la dejaba sola —respiré profundamente—. Me explico, lo último es normal pero, ¿por qué se entrega tanto si no es su hijo?

—Pero eso no quiere decir nada y si sigues con sospechas... —rodó los ojos y me volvió a mirar—. ¿Porqué no se lo preguntas directamente? Tenemos dos opciones. Opción A: Se vuelca porque es el hijo de su amigo y no quiere que esté solo o luego, vaya que está en deuda contigo. Luego nos topamos con la opción B, si hipotéticamente ellos hubiesen tenido algo sexual o sentimental. Cabe la posibilidad de que fuese el padre y a ti te estén mintiendo.

—¿Pero si es así porque Ingrid me hace creer que es mío y me hace participar en la asignación de su nombre? No tiene lógica —me fuí a otro punto para responderle a lo otro que pensó—. Si eso es verdad, ¿crees que él me lo admitiría en la cara?

—Es complicado pero si es tu amigo, lo hará sin importarle las consecuencias pero mi consejo es que si no quieres destapar nada, que lo calles y más adelante trates de indagar.

—Primero, a un amigo no se le traiciona así y por mucho que lo quiera no sé de que sería capaz —me empezó a hervir la sangre con tal de pensarlo.

—Ni se te ocurra cometer ninguna locura, ¿vale? —me miró a los ojos preocupado—. Tampoco te adelantes a los hechos porque no puedes corroborar nada. Estoy en tu situación y cuando acabe todo esto, me siento a hablar con ellos a la vez para averiguarlo todo. Que no quieren confesar, los obligas porque tienes todo el derecho del mundo. Además, él es como tu hermano así que no te comas la cabeza antes de tiempo.

—Ingrid volvería loco a cualquiera, Sebas —manifesté—. En la inauguración de los perfumes, me puso los cuernos con el pavo del modelo. ¿Porqué no lo iba a intentar con Fer? Con más razón, con él me haría más daño que con el otro porque es mi amigo íntimo.

—Si tienes razón pero como te digo, no te adelantes y no pienses en esas hipótesis dentro de aquí porque te va a matar por dentro. Enfócate en cuidarla y estar pendiente del bebe.

—Es que si descubro que es cierto, soy capaz de matarlo —hablé sin pensar y sin sentir.

—No lo harías.

—¿Porqué estas tan seguro? —lo desafié.

—Porque como bien le diste la oportunidad de que se marchase de tu lado para siempre con tal de que fuese feliz cuando ingresaste en prisión, también serías capaz de dejarla libre si de verdad siente algo por él. No lo harías por Fer eso está claro, pero sacrificarías todo por el bienestar de Zack y por la felicidad de ambos. No irías en contra de ninguno.

—Si sería capaz de hacer lo que tu dices, porque la amo —fui sincero—. Pero de Zack jamás me van a separar. Él es mi hijo y aunque no fuese de mi sangre, a él no pienso renunciar.

—¿Ves porqué te digo que tampoco serías capaz de matarlo? ¿A qué no se lo arrebatarías de sus brazos aunque se lo mereciera? —me cuestionó sabiendo ya las respuestas adelantadas—. Por eso mismo, pero bueno algo me dice que el bebé es tuyo así que eso no sería ningún problema.

—Mis tres ángeles no lo van a permitir.

—Eso es, así que aprovecha todas las oportunidades que la veas y no le comentes nada. En cuanto a tus sospechas, las mentiras tienen las patas cortas así que tarde o temprano si es cierto saldrá a la luz —intentó tranquilizarme. Me hacía muy bien estar con él y poder contar con un amigo de confianza.

—Hasta pensé en contratar un detective privado que los siguiera —declaré—, siempre están juntos así que no debería de ser un problema.

—No lo hagas, Gorka —negó con la cabeza—. No es lo adecuado porque si lo descubren, será peor. No te lo aconsejo.

—Gracias por el apoyo —lo abracé y él a mí también.

—Aquí el uno para el otro, ¿recuerdas?

—Si —le respondí.

Un guardia se acercó sin previo aviso y nos miró.

—Es tarde, tenéis que volver a vuestras celdas ya —nos afirmó con aire autoritario.

—Bueno, nos vemos —dije levantándome de donde estaba sentado.

—Buenas noches —se levantó mi amigo también.

El guardia nos custodió a nuestros aposentos una vez nos habíamos despedido. Me acomodé en mi cama y después de un largo rato abrazado a todos los obsequios que Ingrid me entregó, me quedé dormido como un ceporro.

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