Capítulo quince
Las semanas más duras ya habían pasado, hoy era el día del juicio final y todos estábamos con los nervios de punta. Yo me tuve que sentar en la zona de los testigos —debido a que yo presencié unos de los crímenes que en realidad lo cometí yo en defensa propia aunque eso nunca se supo—, Consolación se sentó junto a mi amiga Patricia y Fer. Además, en el lugar estaban Nacho, Ángel, Raúl y Sebas —quien consiguió un permiso por buena conducta como en su día lo hizo mi niño—. El juicio inició y llamaron a varias personas a testificar —incluida yo—, el juez siguió todos los pasos del juicio durante la sesión y Alexander intervino en muchas ocasiones. Él sí que resultó ser un amigo fiel, jamás lo dejó solo y ahí estaba jugándoselo todo para que su mejor amigo saliese de la cárcel. La vida fue muy injusta con Gorka pero también fue muy buena al ponerle en su camino a personas como ellos. Cinco horas después el juicio terminó y tuvimos que esperar a que los jueces deliberaran. La espera era insoportable porque intentaron hacerles preguntas trampas tanto a Gorka como a Alex pero por suerte los dos salieron bien airosos de todo aquello, por un momento pensé que no lo iban a dejar libre pero en el fondo me quedaban esperanzas.
—Tranquila, todo saldrá bien —se acercó a mi Sebas para presentarse—. Sé que por las circunstancias no nos han presentado pero yo soy Sebas, el amigo de Gorka.
—Encantada, Sebas —le sonreí—. Me ha hablado mucho de ti, quiero darte las gracias por cuidarlo y no dejarlo solo dentro de ahí.
—Encantado, yo soy Ingrid aunque ya sabrás mi nombre. Espero que lo que te haya contado haya sido bueno —me sonrió él también—. Las gracias te las debo de dar yo a ti. Gracias a ti, a Gorka y Alexander mi caso se ha vuelto a abrir. Si llego a salir, me va a faltar vida para agradecéroslo —respiró un segundo—. Es un placer estar a su lado.
—Todo bueno tranquilo, te quiere como un hermano —le puse una mano apoyada en su hombro—. Y si es así, conmigo también puedes porque los amigos de mi esposo también son los míos.
—Gracias de verdad —me volvió a agradecer—. Para mi él también es como un hermano y me encantaría que fueses mi amiga.
—Cuenta con ello —lo abracé a pesar de que él estaba esposado y yo para colmo estaba a estilo Sancho Panza.
—¿Y el chiquitín, cómo se porta? ¿da mucha guerra como el padre? —bromeó carcajeándose a pesar de la angustia que escondíamos cada uno.
—Bueno, va por días pero si es muy revoltoso —se me escapó una carcajada—. Pero nada, todo bien. Después de todo el embarazo en general no ha sido muy molesto y podemos decir que no hubo ningún problema del que preocuparse. Eso sí, me han llevado a rajatabla siempre y como me pasase en algo bronca me caía.
—Normal, todo lo que se haga por vuestro cuidado es poco —argumentó.
—Si la verdad, apoyo nunca me faltó desde que él ingresó en prisión —decidí cambiar de tema—. Oye y tu pórtate bien, ¿eh? Que tenemos que reunirnos muy pronto todos e irnos de cañas.
—Tener el apoyo de tus seres queridos es brutal —quité lentamente de él mi mano—. Si claro, pero no solo de cañas sino de cenas, comidas, meriendas. Yo ya me lo apunto, ¿eh? Ahora no os vais a deshacer de mi que lo sepas.
—Hombre tú has llegado para quedarte y no te vamos a permitir que te vayas de nuestro lado —le advertí.
—Ni yo voy a permitir que os vayáis de mi lado —nada más responder Sebas, una mujer vestida elegante salió de una sala y nos ordenó que pasásemos todos porque el veredicto ya estaba decidido.
Por turnos fuimos entrando todos los que estuvimos anteriormente y una vez sentados. El juez nos comunicó la decisión final. La pesadilla había terminado, Gorka fue declarado inocente de todos los cargos pero debía de cumplir unas pautas que el juez y su corte impusieron, cualquier traspiés que diese le podría volver a costar su libertad. Al fin podíamos ser felices con los niños y con Zack, el que estaba a punto de nacer.
***
Unas horas después, Gorka ya había salido de prisión y se reunió conmigo en casa. La mañana había sido muy intensa y lo único que quisimos fue irnos con los niños que nos estaban esperando en nuestro hogar. Estos días la novia de mi padrino nos estaba ayudando aunque ya estaban instalados en su ranchito, ella se ofreció a quedarse con mis peques y ellos le cogieron mucho cariño rápidamente.
—¿Queréis que os prepare algo? —nos preguntó Cristina mientras estábamos todos reunidos en el salón.
—Por mi no, gracias —le sonrió Gorka—. ¿Os apetece a vosotros algo? Puedo hacer yo también lo que necesitéis.
—Yo tampoco —negué también—, pero si os apetece tomar algo podéis comer igualmente, ¿eh? —propuse risueña.
—Yo tampoco, mi vida —dijo mi padrino cogido de la mano de ella.
—A mi tampoco me apetece nada —opinó Cris y todos nos reímos—. Solo lo decía por si queríais.
—Cúchala que buena mujer, es capaz de preparar lo que sea aunque no quiera ella —mi padrino la besó y aún así se me hacía raro.
—Una joya, padrino —admití aunque a mi madrina nadie la iba a superar.
—Cuídala mucho —le aconsejó Gorka—, personas como ellas —nos señaló a Cristina y a mi— solo se encuentran una vez en la vida.
—Mira quien fue hablar —se burló de Gorkita.
Por otro lado, miré a los niños mientras ellos hablaban.
—¿Queréis algo de merendar, mis amores?
—No, mami —dijo Vera y el pequeño me lo dijo todo sacudiendo la cabeza. Ellos y Gorka estaban apoyados en mí como una familia feliz.
En ese instante, la puerta del salón se abrió y todos nos quedamos mirando a la persona que entró.
—Hola a todos —nos saludó Fernando y todos le saludamos, asimismo le invitamos a que se sentara con nosotros pero no quiso—. Gorka, ¿podemos hablar?
Un nudo se me me formó en la garganta al escuchar que Fer quería hablar con Gorka, con cuidado acomodé a los niños a un ladito y me levanté acercándome a Fernando.
—Si, claro —se levantó Gorka también—. Vamos a mi despacho —le comunicó y él asintió. Gorka, Fer y yo salimos del salón comedor, acto seguido nos encerramos en el despacho.
—Ahora no —le supliqué a Fer en susurros—, espera a mañana.
—¿Qué espere a que? ¿Pasa algo? —por mi mala suerte, Gorka me escuchó—. ¿Porqué ahora no?
Fernando y yo miramos a Gorka —yo con más temor que su amigo—. Mi marido se sentó en su asiento principal, me acomodó una silla a su lado y me hizo sentarme. Por otro lado, Fer por invitación de su amigo tuvo que sentarte frente a nosotros.
—Bueno —entrelazó los dedos Gorka.
—¿Puedo preguntar algo? —le cuestionó su amigo.
—Claro, os traje aquí para hablar —le respondió tan tranquilo pero algo me decía que la cosa no iba nada bien y que la bomba estaba a punto de estallar.
—¿Sobre qué? —miré a Fer y le hice un gesto para que no metiese la pata, no quería que lo provocase ahora que estábamos todos en casa.
—No sé, ¿me lo dices tú? —mi marido se apoyó en el respaldo de la silla.
—¿Qué te tengo que decir? —saltó Fer y vi como Gorka apretaba los dientes.
—Fer... —tartamudeé—, compórtate.
—¿Y tú, cariño? ¿No me tienes que confesar algo? —mister Abrain me miró a los ojos intimidante, me recordó el día en que lo conocí en ese pueblo.
—Si —admití.
—Pues, empieza —me hizo un gesto para que empezase pero antes de que dijese nada, Fer me interrumpió.
—Empezaré yo así que ella no dirá ni una palabra en toda la historia, ¿lo tomas o lo dejas? Promete que con ella no te vas a enfadar ni culpar de absolutamente nada —le propuso.
—Lo tomo pero quiero toda la verdad —siguió manteniendo la serenidad.
—Estoy enamorado de tu mujer y lo he estado desde el primer momento en el que empecé a tratarla —empezó a relatar la historia y Gorka dio un golpe en la mesa que hizo retumbar todo lo que había sobre ella.
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