Capítulo once
Al día siguiente, como acordamos la mañana anterior estábamos esperando Fernando y yo en la puerta del centro comercial a mi amiga del alma.
—Qué tardona es —dijo Fer mientras jugueteaba con las llaves del coche.
—Un poco —bostecé un poquito y me senté en un banco libre que había.
—Si quieres vamos nosotros mirando tiendas —me sugirió para ir haciendo tiempo y se remangó la manga de la camisa para ver la hora que era—, así no te aburres.
—No tranquilo, estoy bien —le di unas palmaditas a la zona del banquito que había libre—. Ven, siéntate conmigo.
Él me hizo caso y se sentó. Guardó las llaves y se quedó mirando la gente que entraba y salía por la puerta.
—Está bien —cogió aire y lo expulsó—. ¿Hoy te encuentras mejor? —se preocupó por mi esta ricura de hombre.
—Si, mucho mejor —sonreí—. Gracias por preguntar.
—De nada, ¿le damos un toque a ver si nos lo coge? —se tocó el bolsillo dónde tenía el teléfono.
—De momento no, vamos a esperar y si en media hora no ha aparecido pues la llamamos. Estarán de camino Alex y ella pero por la hora que es, les habrá pillado la entrada de los colegios y todo el embrollo ese —me acaricié el cabello—. Así que aprovecho yo para contarte algo.
—Dentro de nada quien tendrá que ir a soltar a Zack y a los peques al cole serás tú, ¿eres consciente de ello? —Fer se conformó con esperar un poquito más—. Cuéntame, soy todo orejas.
—Si, me llena de felicidad con tan solo pensarlo. Ten por seguro que yo no voy a ser la típica madre que solo desean deshacerse de sus hijos para irse con las amigas a tomar café o simplemente para dedicárselos a si mismas porque les estorban —le aseguré—. Mis tres pequeños serán lo primero para mi.
—No me cabe la más mínima duda, vas a ser la mejor madre del mundo pero no se lo digas a Patricia que te lo he dicho que si no me crucifica —bromeó.
—No, no yo no digo nada —hice un gesto de silencio para corroborar mi comentario.
—Eso, eso —chasqueó la lengua él—. ¿Y bueno, me lo vas a contar o qué?
—Ayer estuve hablando con Gorka —empecé mi discurso.
—¿Y bien? Tuvisteis más tiempo de lo habitual así que os dio tiempo de sobra para estar juntos y tocar más temas —me miró.
—Si, fue bien pero quiero pedirte opinión sobre algo porque más bien te involucra a ti de pleno —continué con el mensaje que le quería o tenía que transmitir.
—Comienza.
—Él quiere verte a ti y a mí a la vez —confesé.
—¿Así de repente te lo dijo? —vi su sorpresa en sus ojos.
—Si, al principio yo pensé que pues eso que quería recibirte por separado pero al contrario, quiere que estemos juntos con él —me empecé a poner nerviosa.
—¿Y te dio alguna explicación o algo?
—No, o bueno... si. Me dijo que echa de menos tener a sus amigos reunidos y a su pareja, como a ti hace tiempo que no te ve pues tiene ganas de verte —manifesté el deseo de Gorka.
—No es por mal pensar pero me resulta raro... ¿no crees que podría sospechar algo? —me preguntó.
—Raro es digo, hace tiempo que lo podría haber pedido la verdad —le reconocí—. Espero que no.
—Tu sabes que si no he entrado antes es porque no me atrevía a estar cara a él porque no quería mentirle más y sé que terminaría contandole todo lo que siento por tí, más lo que ya hay y hubo en el pasado —me comentó algo que era consciente de que esa información ya la conocía. Seguía resultandonos incómodos a los dos y más a la vez.
—Lo sé, pero si no quieres le digo alguna excusa —le di a elegir entre no ir—. ¿Ahora si te atreverías a ponerte delante de él?
—Iré, ahora si estoy preparado —dijo contundente—. Voy a llamar a Nacho ahora mismo y le pido un permiso para ver si es posible que pudiese entrar justo esta misma tarde.
—Yo voy a enviarle un mensaje a la brujita mientras —él asintió y saqué de mi bolso mi teléfono. Él empezó a hablar con Nacho y al rato colgó, los dos guardamos nuestros teléfonos después de hablar con Patricia y Nacho.
—Listo, me ha dicho que lo va a preparar y que luego me lo da para que pase contigo a verlo —me informó—. ¿Has logrado hablar con Patri?
—Perfecto, si están a dos minutos. Hubo un accidente y hay retenciones, así que no tardarán en caer por aquí —le relaté el porque no habían llegado aún.
—Anda que les cuesta avisar a estos dos, ains huevo duro y chochito loco —bufó de cachondeo—. Aquí podríamos estar todo el día esperando a los príncipes del sahara y ellos ni avisarnos que se iban a retrasar.
—Pues sí —me reí—. ¿Entonces te dará el permiso hoy ya? Qué velocidad, ¿no?
—Si, eso pensé yo pero igual Gorka lo puso en previo aviso.
—Puede ser —me tapé la boca para bostezar—, igualmente gracias por aceptar su petición.
—Siempre juntos, Ingrid —me dedicó una sonrisa impecable.
—Siempre, pase lo que pase —ambos chocamos los puños para mostrarnos apoyo.
Cinco minutos después, escuchamos la voz de mi amiga llamarnos desde la otra acera.
—¡Eh! ¡Aquí! —ella tan eufórica como de costumbre. A su lado estaba Alexander, que también nos saludó con la mano.
—¡Heeeeeeeeey! —alargó la super e nuestro otro amigo.
—¿Pero eeeeeeeeeeeeeesto qué es? ¿Encima que llegáis tarde venís llamando a las cabras? —bromeé yo.
—Anda que vaya tela, ¿es que no habéis pagado las facturas o algo? Ni un puto mensaje para avisarnos —les atacó Fer—. Morosos.
—Claro, la cabra eres tú —me dio un mini empujoncito Alex y yo se lo devolví con creces.
—Anda y anda... —le refunfuñé al marido de mi amiga—. Si yo soy la cabrita, Gorka qué es...¿el cabrón?
—Efectivamente —se rió el muchacho.
—Oye que nosotros pagamos todo, ¿eh? Nada de llamarnos morosos huevos escalfados, digo colgando —Patricia lo atacó también, ella jamás se podía quedar para atrás en este tipo de discusiones.
—Si, si —intentó picarla Fer—. Bueno venga, vamos dentro a ver si después de estar esperando un rato considerable vamos a tener que esperar otra hora para entrar.
—Está estupidillo hoy, ¿eh Ingrid?
—Qué va, él siempre es así —me reí.
—Santa paciencia —soltó mi amiga y Fer le sacó la lengua burlándose.
La pareja cruzó la calle cogida de la mano y se nos acercaron, nos dimos dos besos todos y ya empezamos a caminar para entrar en el interior del centro comercial.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Patricia.
—¿Por el principio? —le respondió Fer con una pregunta.
Alexander se acercó de estrangis hasta su amiguito gracioso y le dio una pequeñita colleja a Fernando —y con razón, lo bueno de todo es que era todo de coña y de buen rollo. Otra de las cosas que jamás me arrepentiré será de conocer a estas tres personas tan maravillosas. Alex, Fer y Patri—.
—Qué gracioso —espetó Alex—. Si tan listo eres, empieza tu —alargó el brazo para que se adelantara para nosotros seguirlos—, pero por el principio.
—Eso, adelante —dijo mi amiga para picarlo.
—Oh dios —me miró Fer—. ¿Has visto? Se han compinchado en mi contra —me cogió de la cintura con una mano—. ¿De qué team eres? ¿Del de ellos o del mío? —me hizo ojitos.
—Yo soy neutral, ni para un team ni para el otro que no quiero ni cobrar ni salir escaldada —me mofé—. Venga, vamos a algún lado sino quereis que me dé la vuelta y me vaya a la zona de restauración para comerme un buen gofre con chocolatito fundido —con tan solo pensarlo se me hizo la boca agua.
Mi amiga hizo pucheritos de disconformidad.
—¿Para qué me pones el dulce y la tentación delante de mis ojos? Estoy con los antojos a full... ¡Eso no se vale, alá! Ahora la que decide a dónde vamos soy yo, ¡ale, seguirme patrulla! —Patricia si que no titubeó en tomar la decisión por nosotros. Enseguida empezó a tirar de su marido hasta el ascensor para subir a la planta donde estaban todos los bares, restaurantes y puestos de comida rápida.
Ellos llegaron al ascensor y le dieron el botón para esperar a que el transportador de personas se abriese. Sin embargo, yo seguía al lado de Fer y cuando iba a empezar a ir junto a la parejita, él me frenó.
—¿A qué eres de mi equipo? —me hizo ojitos.
—¡Es del nuestro! —nos gritó Patricia—. Vamos, tardones.
—Ingrid es muy lista, no se moja —se rió Alex—. Venga, de verdad ahora vamos.
El ascensor se abrió y ellos se subieron.
—Del tuyo, vamos anda que al final nos matan —tiré del brazo de Fernando y nos subimos al ascensor. Un minuto después, llegamos a una mini cafetería y nos sentamos en una mesita de rincón.
—¿Qué os vais a pedir? —nos preguntó cogiendo una carta Alex y además, nos dio a mi y a Fer otra.
—Yo lo tengo claro, un gofre con chocolate y barritas de kit kat —anunció mi amiga.
—Ostia como se va a poner la gorda, esta noche no cabes en la cama que lo sepas my friend —se carcajeó Fer—. Lo tienes clarito.
—Eso me quito yo, como duermo sola —me reí y Fer me miró con el ceño fruncido.
—Uy qué va... yo de su lado no me muevo —se rió.
—Aún tenga que dormir encima de él como una rana, él de mi lado no se mueve —sacó la lengua—. Por cierto, también quiero un batido de chocolate.
—Pronto ya no dormirás sola —me dijo Alex—. Eso, aunque tenga que dormir así, yo encantado.
Le sonreí a Alex por saber porqué lo decía.
—Como amo a mi niño —Patri lo besó.
—Y yo a ti mi vida —le devolvió el beso—. Bueno, ¿y tú qué vas a pedir, In?
—Otro gofre y de beber otro batido de chocolate con nata por encima. ¿Y vosotros?
—Esa es mi amiga, ¡cómo sabe y que buen gusto tiene! —alargó la mano para chocar las cinco conmigo y yo hice lo mismo para unir nuestras manos, poco después volvimos al estado normal.
—Si es que sabemos elegir —le saqué la lengua.
—Yo creo que optaré por un crep con choco así comparto con mi gordi, aquí he escuchado que los hacen artesanales pero nunca los había probado así que esta es la oportunidad para hacerlo —comentó mirando tierno a su chiquitilla—. De beber pediré un café.
—Oh, qué detallista es mi niño igualmente te hubiese robado la mitad —se volvieron a besar y vi como Fer se tapaba la cara con la carta que compartíamos.
—Lo sé de sobra que lo harías, amor.
—¿Fer? No te escondas, solo faltas tu —miré al individuo familiar que tenía a mi lado.
Él ante mi llamada de atención, alzó la vista y yo lo descubrí totalmente quitándole la carta.
—Yo quiero... otro crep también pero con nata, caramelo, virutas de chocolate y nubes. Más un milkshake de oreo, ¿es así como se dice, no? —nos informó.
—Si, así es —le dije—. Bueno, voy a llamar la atención de alguna camarera. Después de empezar mi captación, una camarera se nos acercó.
La camarera anotó nuestro pedido y se volvió a preparar toda la comanda.
—Luego la gordinflis soy yo, ¿eh? —se metió con él mi Patri y se apoyó en el hombro de su amado.
—Siempre —soltó una risita pequeña Fernandito.
—Bueno, en cuanto terminemos ahora en serio. ¿Para donde tiramos? ¿Muebles o ropa? —rompí el hielo de nuevo cambiando el tema.
—Yo creo que los muebles se llevan más tiempo, ¿qué pensáis? —reflexionó Fer antes de tomar la decisión.
—Una decisión pensada con cabeza —habló Fer.
—A mi también me parece bien empezar por ahí y luego ya la ropa —dio su opinión.
Mientras que nos comíamos lo que nos acababa de traer la camarera, —y de compartirlos entre "parejas". A petición de la señorita nos echamos también una foto con los dulces— seguimos debatiendo.
—Habrá que pagar el transporte para que nos lo lleve todo —dije yo mientras se compartían todo empalagosos la comida la parejita.
—Eso compartimos los gastos, así no sale tan caro —terminó de comer Alex y su chica—. De los montajes nos encargamos Fer y yo, ¿te animas? —se dirigió a él.
—Perfecto —le respondí.
La camarera volvió a quitar todo después de que terminasemos los cuatro, le pagamos y empezamos a ver tiendas de muebles infantiles. Al cabo de unas horas, ya teníamos el pedido listo —muebles, lámparas y algunos juguetes para adornar todo y que quedase perfilado. También elegimos la pintura de los cuartos— para el cuarto de la pequeña Aria y el de mis dos niños. Además, el de Zack también estaba pedido. Estaba segura de que los cuatro iban a quedar preciosos. Cuando los pagamos, nos dirigimos a las tiendas de ropa de bebé. Patri se volvió loca con la primera y todo lo que cogía le parecía poco para su peque.
—Mira esto hermana —se acercó a mí con un vestidito rosa de vuelo de bebé—. ¿A qué es bonito?
—Me encanta pero... —le di la vuelta a la etiqueta—. Es pronto para que se lo cojas, ¿no? Es de seis meses a un año.
—Bueno, pero ya lo tendré guardado para cuando esté más grandecita. Los bebés crecen muy rápido así que puede que incluso lo utilice antes —se acercaron los chicos a verlo también.
—Si, esto también —respondí.
—Y este que os parece, habrá que ponerlo elegante al novio también —nos enseñó un mini esmoquin de esa misma edad pero de niño—. Si se pone de princesita a la nena, el nene hay que ponerlo de príncipe.
—Oye, como mola —cogió Alexander el mini esmoquin—. ¿Cómo podrán hacerlo tan de miniatura? Tengo un trato... se compra el vestidito y el esmoquin para una sesión de fotos futura.
Morí los ojos al ver el mini trajecito, ¡era tan cuki!
—¡Lo acepto! —dije ilusionada.
—Pero la sesión será antes, ¿eh? Así que nena, vamos a comprarle ropita a conjunto ya —me cogió Patricia del brazo y empezamos a indagar conjuntos.
—Para qué habré dicho nada —se carcajeó Alexander—, han tardado en empezar a buscar cosas.
—Mujeres —sonrió Fer y nos acompañaron los dos riéndose por lo que nos tenían que aguantar.
Después de un rato ya habíamos comprado desde artículos de aseo personal hasta mucha ropa de toda clase para los bebés —deportiva, recién nacido, ropa interior, pijamas, algo más elegante, vestidos, zapatos, pantalones, blusas y camisetas. Etc—. Además, les cogí mucha ropa —y cosas de aseo personal— a mis otros dos peques que sino salía mal mi plan, al día siguiente iría a verlos. Estaba deseando poder estrecharlos entre mis brazos después de tanto tiempo. Al terminar con todas las elecciones íbamos a dirigirnos hasta los coches pero Fer cayó en algo que ninguno del resto caímos.
—Oye, ¿no se os escapa algo?
—¿El qué? —preguntó Patri.
—Mucha ropita de bebé pero para vosotras nada, así que ya podéis ir marchando a compraros ropa de premama que también la necesitais —nos recordó, la verdad es que estábamos tan concentradas en los peques que nos olvidamos de nosotras.
—Mierda, es verdad. Grande Fer —chocó el puño con su amigo Alex.
—Uy, a mi también se me olvidó —se quedó pensativa—. ¿Y si venimos otro día?
—De eso nada, ahora mismo no nos seáis vagas —los chicos tiraron de nosotras.
—Vosotras también necesitáis cosas, la panza cada vez va a estar más grandecita —nos recordó Alex.
—Bueno, vamos —acepté yo y más tarde accedió mi amiga.
—Venga Patri que luego vamos a comer —la animó Fer.
Nos dirigimos los cuatro a los coches para dejar las compras y acto seguido, visitamos un par de tiendas de premamá Patri y yo nos cogimos también conjuntos a juego para ir a todo dar como dicen los argentinos. Tras finalizar nuestras compras, convencimos a los chicos para cogerles algo a ellos. A cada uno le compramos una camisa azul marino —aunque lo conseguimos de ponernos muy cazurras y pesadas porque ellos no querían que gastasemos dinero en ellos, pero después de todo lo que nos aguantan era lo mínimo que podíamos hacer— preciosa y ya después de cogerlas volvimos a dejar las cosas a los coches y nos fuimos a comer a Telepizza.
—Qué mañanita más movida —dijo Alex cuando tiraba las cajas de las pizzas al sitio para depositar la basura, Fer también lo ayudó con el resto de las bandejas.
—Pero ha merecido la pena, no me digáis que no —afirmó mi amiga feliz.
—Si, ahora a casa a descansar y luego iré a la Passione Prohibita —Alex ayudó a levantarse a mi amiga.
—Me encantó pasar la mañana con vosotros, ha merecido mucho la pena —dije sonriente.
—Cuando quieras repetimos —nos propuso Fer.
—Oh que le ha entrado la vena paternal... —bromeó Alex y Fer le hizo burla—. Por mi cuando digáis y nos podamos coger tiempo libre.
—Bueno, bueno —esquivó la pregunta Fer y se hizo el loquito para no tener que mojarse con la respuesta.
—A mi también, hermana —sonrió—. Por mi lo mismo, ¿eh? ¿Mañana qué planes hay y para esta tarde?
—Y por mí —asentí—. Pues no te digo de quedar esta tarde o mañana por la mañana porque aprovecharé que todo lo tengo mas o menos controlado en la ofi para ir a ver a mis niños y esta tarde tenemos que ir a las clases antes del parto y ya a ver a Gorka.
—Que por cierto, la cita será doble porque a mi también me quieren ver —les contó Fer.
—Ostias si, me lo dijo Nacho antes de venir. Estaba con Patri conduciendo y me lo comunicó —miró a su amigo con preocupación—. ¿Tu quieres entrar? Te lo digo porque... lo sé todo —anunció refiriéndose a la historia clandestina que tuvimos.
—Yo sé lo conté, espero que no os haya molestado —habló ella apenada por si nos sentaba mal.
—No, tranquila —la abracé.
Alex abrazó a Fernando para darle su apoyo.
—No comparto lo que hiciste pero siempre vamos a ser amigos y voy a estar también en las malas, si necesitas que esté presente cuando se lo digáis, incluso si quereís que esta tarde . Me avisas —le ofreció apoyo Alex.
—Gracias, hermano y si quiero verlo cara a cara. Se lo debo —asintió.
—Si se los decis hoy como si no, no os peleeis. ¿Está bien? Sois amigos de toda la vida, así que aunque el se ponga agresivo tu no le des pie a que se ponga más, ¿entendido? —me advirtió Alex.
—Si, papá —le respondió Fer serio.
—No me vaciles cabron —le dio una colleja a su amigo—. ¿Vamos, amor? —se acercó a su mujer y la rodeó la cintura con el brazo.
—Si el nene te vacila, tú te callas y lo asimilas —le vaciló Fer muerto de risa y él le pegó un guantazo en la espalda, pero el afectado en vez de devolvérsela se burló de él.
—Si, vamos hablando amores —nos dijo su esposa—. Vamos hablando.
—Que vaya bien la tarde cariñitos —musité yo.
Los cuatro nos despedimos, nos subimos a nuestros respectivos coches y cada uno puso rumbo a su destino. Una hora después, Fer y yo estábamos en casa mirando un rato la televisión después de haber guardado todo lo que compramos durante la mañana.
—Ingrid —dijo él, estaba sentado a mi lado.
—¿Quieres que vayamos ya o un poquito más tarde? —miró la hora él.
—Por mi ya, así antes terminamos —le comenté.
—¿Ya descansaste suficiente? Si necesitas hacerlo más no hay problema, a mi me da igual ir ya que ir en dos horas —me propuso.
—Si —me ayudé con las manos y me levanté del sofá. Él al ver que me puse de pie, se levantó también y apagó la televisión.
—Voy un segundo a darme una ducha rápida y me cambio, ¿me esperas aquí o en el coche? —me estiré y me tapé la boca con una mano para bostezar.
—Te espero fuera asi abro todo —se acercó a mi, me dio un beso en la frente y salió de la mansión.
Por otro lado, apagué las luces y me dirigí hasta mi cuarto. Me duché rápidamente, me vestí y más tarde me reuní con él en el coche. Tiempo después estábamos en el despacho de Nacho.
—Tengo algo para ti —habló mirando a Fer.
—Yo ya sé que es —sonreí aunque por dentro sintiese pánico que se lo dijese hoy. No era el momento adecuado y no quería que hubiese una disputa entre los dos. No quería que Gorka hiciese una locura y intentase ir en contra de Fernando.
—¿Y yo aún no? —gruñó de broma.
—Toma, anda —sacó Nacho un certificado y se lo puso a su alcance.
Fernando lo cogió y observó de que era.
—¿Con esto ya podría entrar ahora o solo tiene más usos? —enarcó una ceja y lo miró.
—Las veces que quieras —le informó.
—Perfecto pues así podré entrar en más ocasiones —sonrió—. Gracias, Ignacio.
—Nacho, por favor que Ignacio es de viejo —respondió de cachondeo.
—Qué exagerado eres, ni eres un viejo y mucho menos el nombre es de viejo —quise alentarle con una sonrisa.
—Si es que eres un encanto, ahora entiendo porque Gorka está tan enamorado de ti —en ese periodo de tiempo, Fer se levantó incómodo y yo lo miré.
—¿Podemos ir ya? —nos interrumpió Fer repentinamente.
Nacho y yo nos quedamos en blanco al ver cómo cortó esa conversación que se iba a iniciar y además, de ver cómo reaccionó. A mi la verdad no me extrañó pero sí que era verdad que se podía haber guardado esa brusquedad.
—Si, dadme un momento —me miró Nacho y descolgó el teléfono. Habló con Raúl y en cuestión de minutos colgó—. Acabo de llamar a Raúl para ver dónde está.
—¿Vamos a la misma salita de encuentro que las otras veces? —Fer siguió estando raro.
—Si, ¿qué está haciendo? —confundida evité de nuevo algunas cosas que veía extrañas de Fer.
—Están preparando lo de las clases de los chicos, me ha dicho que vayáis allí en vez de donde siempre —nos pidió—. Al parecer quiere que veáis todo lo que han preparado.
—¿Y allí podremos estar en privado? —le pregunté a Nacho, me interesaba mucho esta información ya que me harían un gran favor si estábamos acompañados así evitaba que no le diese a Fernando el arranque de contarle todo estando aquí dentro.
—Si, claro —asintió y yo mientras lo hacía me levanté de la silla—. En cuanto estéis allí, Raúl se marchará.
—Genial —añadió Fernando abriendo la puerta del despacho.
—¿Queréis que os acompañe o con unas indicaciones basta? No me importa ir con vosotros —sonrió.
—Con unas indicaciones es suficiente, así no tienes que acompañarnos —le respondí.
—Concuerdo con Ingrid, con eso nos apañamos y gracias por todo —alzó el certificado—. ¿Lo tengo que presentar al ir?
—De nada, no no tienes que presentarlo si se trata de un guardia que os conoce pero si os topais con otro entonces si. Yo ya sé que vais a ir así que os aseguro que no habrá ningún problema —entrelazó los dedos de sus manos.
—Perfecto —asintió Fer al parecer un poco más calmado y centrado.
—Dinos entonces las indicaciones y muchas gracias —le pedí a Nacho con educación.
Nacho nos explicó cómo se iba hasta donde estaban instalando el cuarto para dar las clases, después de despedirnos de él nos pusimos de camino. La cuestión era si al cielo o al infierno.
—Fernando.
—¿Dime? —me miró mientras íbamos andando.
—Espera —lo cogí del brazo y lo detuvo. Fer se quedó mirándome en busca de respuestas.
—¿Estás bien? ¿Te ocurre algo? —me puso las manos en los hombros preocupado.
—Si, si tranquilo estamos bien —le respondí para que se tranquilizase.
—¿Entonces? —enarcó una ceja y se acarició la barbilla.
—Estás a tiempo para salir corriendo.
—¿Y por qué iba a querer hacer algo así? —me preguntó de repente.
—No tienes porque entrar si no quieres —añadí yo.
—No soy ningún cobarde, Ingrid —me miró serio—. Así que vamos.
—No le digas nada, por favor —le imploré—. No ahora, esperemos a que salga libre.
—No sé si podré mentirle mas y encima en su cara —dijo decidido.
—Piénsalo, tengo miedo de que te haga algo —me puse delante de él.
—¿Tienes miedo a que me dé una paliza? Pues fijate que me la merezco y te aseguro de que no pondré resistencia si lo hace —empezó a dejarme atrás y yo corrí hasta coger su ritmo.
—No vayas si lo hace y te pega, le negaran todo lo que está consiguiendo con tanto esfuerzo. Hazlo por Zack —seguí intentando convencerlo.
Fer se detuvo y me miró.
—¿Crees que no soy consciente de ello? —me preguntó—. ¿Crees que no sé que le acarreará problemas?
—Si... o eso supongo —hablé con la voz entrecortada.
—Me ofende que no lo sepas y más después de conocerme bien —dijo distante y frío. No era para menos, me había pasado un poco ya que sin quererlo estaba insinuando que lo quería perjudicar y hacerle daño. «Muy bien Ingrid, acabas de meter la pata hasta el fondo».
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