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Capítulo nueve

Un nuevo día había comenzado y ya estaba en la Passione Prohibita. Hoy llegué unas horas más tarde porque no me encontraba bien, tenía el cuerpo revuelto y tenía muchas náuseas —Zack estaba bastante inquieto porque podía sentir cómo se movía dentro de mi— . Fernando y mi padrino me insistieron varias veces en que me quedase en casa y que trabajase desde allí a distancia pero, necesitaba con todas mis fuerzas despejarme y salir a que me diese el aire. Así que esta mañana me lo había tomado un poco más relajado sin pegarme las panzadas de trabajar que estaba acostumbrada a darme. ¿El acto de presencia también contaba, no? Pues eso era justo lo que yo estaba haciendo. Dando la cara siempre.

—Ingrid —la puerta de mi despacho se abrió sin previo aviso y apareció Fer con una taza de té de jengibre y una magdalena de chocolate—. ¿Estás mejor?

—No mucho —admití—, pero puedo aguantar. Luego por la tarde ya no vendré, iremos a ver a Gorka y ya a casa —le informé para que supiese los planes que teníamos hoy.

—Podemos irnos ya si quieres, no seas cabezona —me puso el té delante de mis narices y yo lo miré.

—No, no —negué con la cabeza.

—Tómate esto, te sentará bien —me ordenó sentándose enfrente mía—. Si no se te va, te llevaré al médico.

—No es necesario, está revoltoso nada más pero ya nos dijeron que es normal —me bebí el té sorbo a sorbo sin saborearlo. Esta mañana no era capaz ni de distinguir ningún sabor.

—Cómete la magdalena —me medio ordenó—. Se hará lo que sea conveniente y no se te permite discutir, el niño y tú sois lo más importante ahora.

—No tengo hambre —respondí desganada.

—No lo hagas por ti, sino por él —insistió—. Si luego no estás bien, avisaremos a Álex para que le diga a Gorka que hoy no irás.

—No le digas nada, no quiero preocuparlo —seguí bebiéndome el picosito brebaje. Era tan asquerosito que hasta me gustaba y me aliviaba.

—Bueno, pero ya iremos mañana a verlo —comentó.

—No, iremos hoy y punto —dije firme.

—Ingrid, no me seas cabezona. ¿Cómo vas a ir encontrándote mal? —quiso que cambiase de perspectiva de mi mentalidad—. En cuanto salgamos de aquí, a casa.

—Si puedo estar aquí, puedo ir también a verlo a él —seguí erre que erre.

—Buff, ¿pero no te das cuenta que si vas va a ver que no estás bien? Se va a enfadar, Ingrid. Lo conocemos muy bien —y dale, cuando se ponía plasta no había quien lo aguantara.

—Fernando el de los huevos colgando, ya —refunfuñé—. No quieras darle la vuelta ni cambiar las decisiones ya tomadas.

—A veces te pones de testaruda, qué tela —se quejó.

—Así soy, a quien no le guste que se tape los ojos y se tape los oídos —suspiré, me terminé el té y la magdalena.

Fernando retiró todo en cuanto terminé y salvo la taza, tiró el envoltorio de la magdalena. Al terminar la acción, se sentó de nuevo enfrente mía.

—¿Te traigo algún medicamento? —Fer volvió a las andadas.

—No, gracias —le agradecí mientras marcaba el número de mi amiga varias veces sin obtener respuesta—. ¿Puedes hacerme un favor? —le pregunté sin saber si iba a aceptar mi petición después de no haberlo tratado de una forma muy cariñosa hace nada.

—Dime —apoyó las manos en mi escritorio.

—¿Puedes avisar a Patri para que venga? La llamo y no lo coge —le pedí.

—No te lo cogerá porque se le olvidó el teléfono en casa, la he visto antes de traerte el té y me ha dicho que ahora vendría —me informó.

—En qué estará pensando la despistadita, ains —suspiré—. Gracias por decírmelo.

—En la chiquitina, supongo —sonrió—. No es nada.

—Si, seguramente —me tapé la boca para no bostezar—. ¿Te puedes creer que aún no hablamos sobre los nombres?

—¿Vosotras?

—Si, raro en ella que es la que lo quiere tener todo al dedillo —me reí.

—Pues sí, es raro que no te haya dado la tabarra ya —se terminó riendo él también.

—No tardará —seguí risueña.

La puerta se volvió a abrir y Patri entró sin saludar con una sonrisa de oreja a oreja, cerró la puerta y se acercó a mí para darme un gran abrazo de oso polar.

—Se dice hola, ¿eh? —bromeó Fer—. Hi, buenas, hello, ciao, bonjour...

—Me sorprende tu capacidad de saber idiomas, ¿eh? —se burló de el pobrecito. Sin duda, no era su día hoy y a mi en el fondo me divertía.

—Patri, no seas mala —me reí.

—No, de verdad hoy no es mi día —susurró divertido—. Primero doña gruñona que no quería comer nada, luego que por sus santos cojones tuvo que venir encontrándose mal, luego que está empeñada de ir a ver a Gorka y no a ver al doctor. Y ahora vienes tú, a meterte conmigo. Pedazo de pécoras —dijo de broma—. Como estéis todo el embarazo así, miedito. Sois tan iguales que aguantaros a la vez, será un suplicio —nos sacó la lengua.

Abracé con más fuerza a mi amiga antes de que se apartase y se lanzara en los brazos de Fer, después de abrazarse ella se sentó al lado de él.

—Con qué suplicio, ¿eh? —empezó a chincharle ella haciéndole cosquillas. Fer empezó a reírse y ella terminó entre tanto jueguecito sentada encima de él.

Me quedé mirándolos divertida y terminé riéndome. Parecían dos niños pequeños recién salidos del cole con ganas de jugar a lo que fuese, quien volviera a ser niña otra vez.

—Solo un poco, va —espetó de broma Fer.

—Y sigue el cabronazo, ¿un poco, encima? tsss. —empezó a pegarle pequeños puñetazos por el cuerpo sin herirle—. Primero de todo Ingrid, por un día que no vayas a ver a Gorka no va a pasar nada y segundo, si es necesario ir al médico vas. ¿Capichi? Tu y el bebé estáis primero así que Gorka lo entenderá.

—Pero es que no quiero que piense que lo he abandonado —confesé.

—Es que no lo has hecho, un día regulín lo tiene cualquiera así que si no estás bien hazle caso a Fer —habló clara.

—Pero... es que necesito verlo —aclaré un poco confusa porque me sorprendía ver la actitud de Patri con Fer sabiendo todo lo que sabe—. Después de todo, él no puede compartir todo esto con nosotros por estar donde está.

—Ingrid, no te rayes más y haznos caso —ahora sí se puso seria—. Y contigo tengo yo que hablar —le dio un sopapo en la espalda.

—Ay, ¿qué pasa ahora? —se quejó Fernando.

—Bueno... —me quedé mirándolos. Ahora si me empezaba a dar miedito mi amiguita del alma.

—¿Cómo qué qué pasa? ¿No podrías haber dicho que no, hombre blandengue o es que solo piensas con el nabo? —y tuvo que soltar su hachazo de gloria. Ya estaba tardando doña Patricia—. ¿Tu quien te crees para enamorarte de ella? ¿No hay más mujeres en el mundo? —le echó en cara seria sin quitarse de encima.

Fernando se quedó pálido de golpe y me miró a mi.

—Patri, escúchame —la hizo mirarlo a los ojos—. No era mi intención hacerlo y no me voy a excusar con nada.

—¿Y porqué no pusiste el freno hijo mío? —le preguntó.

—En el corazón no se manda y aunque os pongáis en contra de mis sentimientos no puedo cambiarlos —respondió—. Si estuviese en mi mano, primero no me habría enamorado de ella y en segundo lugar, me olvidaría de ella en un plis plas.

—Conoce a otra, así de sencillo —espetó ella.

El momento ya empezaba a incomodarme. Fer me importaba y mucho, poco a poco me enamoré de él y no solo él debería de hacer el intento de olvidarme sino yo a él también pero con tanta cercanía era algo totalmente imposible. Miré al otro afectado para ver cuál era su respuesta.

—Si fuese tan fácil —me miró de reojo y volvió a mirarla. Él sabía que esta parte me estaba incomodando.

—Yo te presentaré si hace falta a alguna —comentó.

Fer suspiró y noté un poco de tensión en el ambiente.

—Bueno, y si en vez de calentarnos la cabeza con ese tema... no hablamos mejor de ¿los nombres de los bebés? ¿tenéis pensados algunos? —cambió el tema radicalmente y yo lo agradecí, el tema no era fácil para ninguno de los dos. Él tenía que soportar que yo estuviese con su amigo y yo tarde o temprano tendría que acostumbrarme a verlo con otra.

—Bueno, por esta vez cambiamos de tema porque es un tema que me interesa mucho pero no te pienses que esto va a quedar así, ¿vale? —dijo en modo de advertencia ella.

—Descuida —tragó saliva incómodo—. ¿Cómo le pondrás a la niña? ¿Ya lo sabéis tú y Alex?

—Si, ya tenemos el nombre elegido —sonrió como una niña con una barbie nueva.

—¿Y cuál será? —le pregunté yo por decir algo y mostrar interés en el tema.

—Aria nos encanta, pero igual nos decantamos por otro no sé —nos contestó a los dos a lo que queríamos saber.

—Aria es bonito —intervino él.

—Ya me la estoy imaginando de chiquitita y de mayor —Patricia cerró los ojos y se puso a idealizarla—. Me encantaría que fuese pelirroja, con una carita de porcelana como las muñequitas de estas que se regalan de vez en cuando y con una sonrisa que puede dejar idiotizado a cualquiera.

—Vaya, el nombre perfecto para un pivón —me reí—. No me sorprende el color de pelo, ¿eh? Desde siempre te ha gustado ese color.

—Oye, pero ten cuidado a ver si la confunden con el queso burgo de Arias y a ver si va a ser clavada a una muñeca de porcelana. Mira que estás dan yuyu y a ver si en cuanto la conozcan van a salir todos corriendo —bromeó y Patricia le gruñó.

—Uy... lo que te ha dicho —me reí.

—Qué dices, ¿estás tonto? —le sacó la lengua—. No pasará eso, te lo aseguro. Al contrario, mi hija será toda una diva desde pequeña y de mayor si rompe, será corazones. Nada ver con esas muñecas que se compran en los chinos.

—No, no si yo solo lo digo por si en el colegio se meten con ella. Ya sabes... los niños como son —se excusó entre bromas.

—Incluso si a ella le gusta, la apuntaré a una escuela de modelos o algo —Patri seguía ya a su bola, esta mujer cada día me encantaba más. Si no fuese mujer, iría a por ella.

—Si saca tu cuerpazo podrá hacer lo que quiera, si pero eso no es lo que yo te he dicho —quiso retroceder a su anterior comentario.

—No se van a meter con ella por eso y quien se atreva le arranco los ojos —afirmó ella.

Patri lo dijo con tanta seguridad que los tres nos reímos simultáneamente.

—Además, tendrá a mi yerno para defenderla así que no tendré que preocuparme por nada —comentó.

—¿Cómo? —abrió los ojos como platos Fernando—. ¿Ya le tienes la vida resuelta que hasta conoces al yerno? Joder, qué crack. Sabe cómo será, su futura profesión y hasta al novio.

—Claro y por conocer, hasta conozco a mis consuegros. ¿Cómo te quedas, chaval? —sonrió triunfadora y abrió los ojos para mirar directamente a Fer.

—Coñe, pues dímelo que yo soy muy cotilla —le pidió de cachondeo—. Me he quedado como se quedaba Ángel Llacer en operación triunfo o en tu cara me suena. MUERTA.

—Me encanta Ángel, si pudiera me lo traería a casa —añadí—. Soy muy fan de él desde pequeña, con él no nos faltarían risas.

—Y ahora fue otra la que va a su rollo —se burló de mi Fernando—. A ver, quiénes son tus consuegros? ¿los conozco?

—Se te va, In... —se burló también mi brujilla pero no me importó, les hice burla desde mi sitio.

—Claro que los conoces —mantuvo el misterio porque la cabrona, aún no se lo soltó y yo sabía hasta los nombres y apellidos de cada uno.

—Cuéntame, quiénes serán los afortunados de tenerte de consuegra?

—Mis consuegros serán Gorka y Ingrid —le contó pero se quedó pensando durante un segundo—. O bueno, si tu eres el padre, tú lo serías en vez de él. No me había parado a pensarlo.

—Uh, ¿eso quiere decir que el bebé de Ingrid será tu yerno? —especuló con toda la información que le había dado por adelantado.

—Claro, se van a criar juntos y quien no nos asegura que entre ellos no surgirá algo bonito.

—Sería lo suyo, ya sabe ella que por mi encantada —apoyé la idea de Patri, ella estiró su brazo para unir nuestras manos pero por la postura que estaba, volvió a sentarse bien y además, se sentó al lado de Fer.

—Estaría guay, la verdad —esbozó una sonrisa Fer—. Digno de una película romántica.

—Hasta podemos apuntarlos al mismo colegio para que tengan el mismo círculo de amigos, ¿a qué sí, nena? —se dirigió a mi—. Digno de película de óscar, como mínimo.

—Por supuesto —asentí.

—Los padres amigos, comparten su niñez y adolescencia juntos... ¡y pam! El amor nacerá —espetó Fer—. Qué bonita historia, quién la pillara.

—Si, mas o menos así será —respondió Patri.

—Y bueno, Patri ya me ha contado cómo será la niña —me miró Fer ahora—. ¿Cómo imaginas al chiquitín? ¿Tienes algún ideal?

—Pues puede sonar un poco cliché pero con que venga con salud, el resto me da igual —opiné sincera—. Yo no le voy a imponer su profesión ni nada por el estilo, él tendrá que decidir lo que quiere pero si es verdad que me encantaría que se enamorara de Aria una vez sean adultos. Sería un gran sueño y si estamos del mismo tiempo, no será ningún problema.

—Lo tenéis claro las dos el parentesco, ¿eh? —nos sonrió.

—Si —respondimos las dos a la vez.

—Qué pro todo, ¿y físicamente cómo te lo imaginas? —me preguntó Fer.

—Como su padre —dije con idea porque realmente aún no sabía quién era. No podía decir ningún rasgo característico porque si era de Gorka, a Fer le haría daño—. Estoy segura de que si se parece al afortunado, será terriblemente guapo.

—Eso tenlo seguro, los candidatos son guapísimos los dos —comentó.

—¿Y el nombre, cuál será? —quiso saber Fernando.

—Pues yo le pondría el nombre de su padre pero, al final no será así —comuniqué decidida.

—¿Entonces? —me miró expectante Fer.

—El otro día lo hablé con Gorka y decidimos que se llamará Zack —les anuncié aunque en esta decisión debería haber contado con la opinión de Fernando por si las moscas.

—Un nombre potente y con personalidad —dijo ella.

—Me encanta, es muy buena elección —me sorprendió el comentario de Fer.

—¿De verdad? —lo miré sorprendida.

—Si es como el nombre, será un tío de los pies a la cabeza —opinó de nuevo mi amiga.

—De verdad, yo no podría haber elegido mejor —me respondió ilusionado.

—Me alegro mucho de verdad y perdóname por no hablarlo antes contigo —me disculpé por no hacerlo participar en esta decisión asumiendo que era de Gorka el pequeñín.

—No te preocupes —me sonrió.

Este gesto me llenaba de esperanza y alegría mientras nuestra amiga en común nos observaba a los dos. Segundos después, la puerta del despacho se volvió a abrir, Fer y Patri se giraron para ver quien era.

—¡Hola! Hombre, no sabía que estábais todos aquí reunidos —se volvió Alex para cerrar la puerta detrás de él—. Muy mal me parece por no avisarme de la reunión —bromeó.

—¡Hola! —saludé a Alex.

—¡Hola, amiguito! —lo saludó también Fer.

—Mi vida, no pensaba que ibas a venir tan pronto —se levantó su mujer y se lanzó a sus brazos. La joven pareja se besó y Alex le acarició la pancita feliz.

—¿Cómo están las niñas de mi vida? —preguntó sin apartar la vista de los amores de su vida—. Terminé antes, mi vida —dirigió su vista hacia Fer y yo.

—Genial, vida ven —lo hizo sentarse en el asiento en el que ella estaba sentada, luego se acomodó en las piernas de su hombre.

—¿De qué habláis? —le preguntó Alex a su chica.

—De los nombres de los bebés y como nos los imaginamos —le habló.

—Yo también te amo, cariño —intervino Fernando para burlarse de su amigo.

—Celoso —miró Alex sonriente a Fer.

—Hombre... que si estoy celoso —se hizo el ofendido—. Todos los cumplidos para tus niñas y a Ingrid y a mi, que nos den.

—Oy, oy, oy que celosito se puso —hizo pucheros mi amiga y Fer se cruzó de brazos bromeando.

Sin esperarlo nuevamente, la puerta se volvió a abrir y quien entró fue Ángel que cerró la puerta antes de saludar.

—¡Hombre! ¿Qué hacéis todos aquí? ¿Regalan pollo asado o algo? Porque si es así, me apunto —entró a mi despacho, el que estaba dentro del de Gorka pero los separaba una simple puerta, y sacó una silla para terminar poniéndola al lado de la mía.

—Otro como Alex —se carcajeó Fernando—. Parece que os hayáis preparado las mismas palabras.

—Qué dices, tú Fernando el de los huevos colgando —se metió con él.

—Ingrid dos, ¡hola! —lo saludó risueño—. Los dos con lo mismo, en.

—Eso te pasa por meterte conmigo, pavo —se defendió Ales de coña—. Hola, Ángel.

—¡Hola, padrino! No, no regalan nada —me estiré para darle un beso en la mejilla y él hizo lo mismo.

—¡Hola, Ángel! —saludó mi amiga a mi padrino.

—Bueno, pues que pena que no regalen nada porque ya me había hecho ilusiones —bromeó mi padrino.

—Qué tontito eres, mi niño —miré con ternura a mi padrino y él me dio otro beso en la cara.

—Siempre, mi pequeña —me respondió.

—A mi aún no me pusieron al día, he llegado hace nada —le comentó Alex.

—Ah, bueno entonces no me siento mal por ser otro desinformado —siguió bromeando.

—Pues no, no te sientas así —dijo Alex—. Que por cierto, ahora que estáis todos voy a aprovechar para daros una noticia que estoy seguro que hay alguien de aquí a la que le va a interesar mucho.

—¿No me digas que has planeado algún viaje juntitos? —le sugirió pero, más bien de sugerencia era en plan broma.

—¿Es buena o mala? Si es mala, ahórratela —se metió mi padrino en la conversación.

—Pues, cuéntanos la noticia pero si es mala... espera un rato para dárnosla —espetó Fer.

—Es muy buena —manifestó con los ojitos brillantes, besó a su mujer de nuevo y acto seguido nos miró a todos—. No, de eso no se trata amor pero cuando nazca Aria ya iremos.

—¿Quién es Aria? —preguntó mi padrino perdido.

—Nuestra niña, Ángel —le informó acariciándose la barriga para que entendiese de quien se trataba—. Zack y Aria, ¿no suena bonito?

—Joder, ¿quién es Zack? —ahora fue Alex quien se perdió—. Si, quedan preciosos juntos.

—Decís nombres así como así y no nos enteramos —dijo mi padrino.

—Haber venido antes y os hubieseis enterado de todo —le sacó la lengua mi amiga.

—Si me hubierais avisado, tss —siguió haciéndose el picado.

—Es el pequeñín —señaló Fer a mi panza—. Gorka y Ingrid ya se lo eligieron.

—¿Cuándo fue eso? No estaba enterado —me miró.

—Bueno, bueno volvamos al tema de Alex, adelante, empieza pero por el principio —lo incité a que nos lo contase—. Luego te explico, ahora es más importante lo que Alex tenga que decirnos.

Todos nos quedamos en silencio para dejar que procediera Alex.

—¿A quién le afecta? —rompió el silencio Patri.

Alex me señaló directamente a mi y todos nos quedamos mirándolo.

—A ella, pero a todos nos dará mucha alegría.

—¿A mi? ¿Ya me van a entregar a los peques? Dime que si, porfa —mostré nerviosismo e ilusión.

—Aún no nos dijeron nada pero, esa será la próxima noticia que te daré —miró a su mujer con complicidad.

—Qué sea pronto, la espera se me está haciendo eterna —hablé.

—Eso, en nuestra casa nos falta la alegría de los pequeños y así el ambiente se volvería mucho mejor todo —dijo mi padrino.

—Pronto, nena —añadió mi amiga y yo le sonreí—. Muy pronto, tendrás tres peques para ti sola.

Y aún me faltaría él. Gorka completaría la familia que formamos de la noche a la mañana.

—Ten paciencia, será muy pronto te lo aseguro —me quiso tranquilizar Alex.

—Algo escondéis... pero va —me resigné a esperar más, total después de todo ya estaba acostumbrada—. Empieza.

—Te afecta porque si todo sale bien, tendrás a tu lado a tu marido —me anunció enseñando toda la dentadura vitaldent.

—¿Qué? —abrió los ojos como platos Patri.

—¿Eso es enserio? —Fer preguntó.

—No hagas bromas con eso, ¿eh? No me la vayas a ilusionar, Alex —Ángel le avisó.

—¿Qué quieres decir? ¿De verdad, pasó algo? —se me empezaron a caer las lágrimas—. Dime que no mientes y ya puedes estar contándome todo.

—Dejadme hablar —nos pidió—. Pues bueno, hoy tuvimos una reunión con el director de la prisión —empezó contándonos como fue todo, hasta incluyó lo del taller que iba impartir Gorka—. Así que eso, si todo se hace bien le darán ese permiso especial pero aún no tenemos una fecha establecida. Todo será sobre la marcha.

—¡Eso es una noticia del copón! Ojalá se lo den pronto, lo de testificar será lo de menos. Yo personalmente me encargaré de que lo cumpla todo a rajatabla —comentó feliz mi padrino.

—¡De puta madre, cómo me alegra oírlo! Más le vale portarse bien porque sino le voy a dar de ostias hasta que no le quede ni un pelo en la cabeza —Fer estaba siendo sincero, lo conocía y sabía que no lo dijo por quedar bien. Le sonreí y él también me sonrió a mi.

—Ojalá lo haga bien, necesitamos todos tenerlo aquí —me levanté llena de esperanza de la silla y me acerqué hasta donde se encontraba Alex y mi amiga. Ella se puso de pie y él también para abrazarme—. Muchas gracias por todo lo que estás haciendo por él.

Alex me abrazó y yo me aferré a él con lágrimas, él las notó caer y me las quitó lentamente.

—Por él, sería capaz de todo Ingrid. ¿Sino lo ayudo yo, quién lo hará? Además, cuando lo metieron en prisión te prometí traértelo de vuelta y así va a ser —me quitó otra lagrimilla que floreció de repente—. Guarda las lágrimas porque quiero que las uses de emoción el día que lo tengas enfrente tuya.

—No podías haberme dado mejor noticia, gracias de verdad y tranquilo. Me las guardaré todas para el día en el que lo veamos salir de esa pesadilla —espeté—. Acabo de comprobar que sí es cierto el dicho que dicen. Quien tiene un amigo, tiene un tesoro.

—De nada, cuñada. Ahora solo toca esperar un pelín más y ya estaremos todos juntos —me acarició el cabello mientras Fer, Ángel y mi amiga se abrazaban felices—. Pues si resultó ser cierto.

—Estoy dispuesta a esperar lo que sea necesario —balbuceé de los nervios que tenía. Segundos después, le di un beso en la mejilla y me abalancé a los brazos de Patri.

Patricia rompió a llorar de emoción y yo no pude contenerme así que lloré también al verla asi.

—Jope, yo no quería llorar. El embarazo me está volviendo una sensiblona —se regañó.

—Llorar es bueno, hermana mía no te sientas mal por ello —le dije para hacerla sentir mejor.

—No sabes como me alegro por ti —me abrazó más fuerte—. No veo la hora de estar todos juntos con los tres niños.

—¿Me habréis contado, no? —bromeó mi padrino.

—Claro, a Fer también —miró a Fer y él se lo agradeció con un guiño.

—Así me gusta —nos sonrió mi padrino.

—Yo tampoco veo la hora Patri. Tengo unas ganas de que esta pesadilla termine y poder estar todos juntos que aunque esté bajo vigilancia ya no es lo mismo porque lo tendré cerca de mi —le comuniqué.

—Ay amiga, quien te lo iba a decir a ti —expresó.

—¿El qué? —le pregunté arrugando la nariz.

—A pesar de todo lo que has tenido que pasar por su culpa, has terminado enamorándote del incomparable y del invencible Gorka —me susurró.

—¿Qué? —exclamé—, claro... que no.

—Ingrid, por dios. Tira a contarle el cuento a otra porque conmigo no funciona —me miró a los ojos—. Si tu no sintieras nada por él, ¿crees que te preocuparías tanto por un individuo que primero te hace la vida imposible y luego te obliga a estar a su lado? Venga Ingrid, no te engañes a ti misma.

—Es que no estoy engañando a nadie —le susurré para que nadie se enterase de lo que estábamos hablando.

—Hasta Fer se ha podido dar cuenta de tu actitud con Gorka durante estos meses, ahora no puedes pasar un día sin verlo, illa —me hizo gracia ese chiquilla en andaluz que le salió.

—Pero todo es porque... —me cerró la boca poniéndome un dedo sobre los labios.

—Escúchame y te suplico que esto si te lo tomes en serio —dejó de hacer presión sobre mis labios y apartó el dedo.

—Suelta todo lo que me tengas que decir —la animé a que soltase todo lo que estaba guardando.

—Otra en tu lugar, lo hubiese dejado a su suerte y tu no lo hiciste —habló con esa verdad que me sabía al dedillo ya—. Te dio opción a que te largaras de su lado y aquí sigues. ¿No crees que no es esa una suficiente prueba de amor?

—Patricia —pronuncié su nombre antes de que se atreviera a continuar con tal de hacerme despertar del mundo de rechazo hacía Gorka que yo había creado.

—Dime —me respondió con un monosílabo.

—No puedo abandonarlo... porque —tragué saliva.

—Estoy esperando otra de tus maravillosas excusas, adelante —ahora la que me animó a que continuase fue ella—. ¿Porqué?

—Porque estoy en deuda con él —ostia, Ingrid. Vaya cosa más convincente te has marcado—. Él me salvó de ir a la cárcel porque te recuerdo que lo condenaron a más años de prisión por un crimen que cometí yo para salvarle la vida.

—Y ese crimen podía haber tenido otro rumbo si no lo hubieses puesto en alerta cuando viste que el otro camuflado iba a dispararle, si no hubieses hecho nada Gorka no estaría entre nosotros ahora mismo. Por eso digo que ahí tuviste otra oportunidad para librarte de él —contrastó.

—No iba a permitir que lo matasen, nena. Él también salvó a mi padrino, gracias a él los niños están protegidos en un lugar seguro y no les falta de nada, ellos volverán a mi para siempre un día no muy lejano y todo gracias a él. Y ya no es solo eso, hasta está levantando una casa para que yo tenga a mi familia cerca de mi —enumeré algunas de las cosas que me había brindado y merecían ser destacadas.

—¿Sabes porque hizo él todo eso, verdad? —me preguntó.

—De cierta manera si, al principio pensaba que lo que él sentía por mi era obsesión enfermiza pero con el paso del tiempo me demostró que no era así —comenté—. Por eso en cierta forma, cambié un mínimo con él aunque jamás dejase de ser una cabrona.

—Él está loco por ti, Ingrid —afirmó—. Antes de conocerte él no era de atarse con nadie porque tampoco es que hubiese encontrado a alguien con la que pudiera pasar el resto de su vida. Cuando te conoció, todos sus planes se hundieron como si del Titanic se tratase.

—Ya... —me quedé sin saber qué decir.

—Y si quieres saber qué es lo que os une, es bastante sencillo el interpretarlo —siguió contándome.

—Zack es la razón por la que sigue luchando y lo que nos va a unir de por vida —respondí.

—Y otra cosa más os seguirá uniendo de por vida —argumentó.

—¿A qué te refieres? —le cuestioné.

—En el amor que sentís y en el verbo amar. Cada uno lo demuestra a su manera pero es algo que no podéis ocultar. Ninguno, que te quede claro —dijo con mucha seguridad—. Pronuncia esas dos palabras que tienes atragantadas desde hace tiempo. Grítalas, patalea pero saca lo que llevas dentro.

Patri me conocía tan bien que hasta me daba terror y ese miedo me causaba ganas de vomitar y no por ser signos del embarazo. Jamás le confesé a nadie lo que sentía actualmente por Gorka pero ahora no podía decirlo a los cuatro vientos, simplemente porque estaba Fer cerca y no quería causarle más dolor. Cuando me dispuse a decir unas cuantas palabras más, alguien nos interrumpió y me rodeó con un brazo por los hombros.

—¿Qué dos palabras tiene que gritar? —Fer se apoyó en mí. En mi interior empecé a suplicar que no hubiera escuchado ni una frase de toda nuestra conversación—. Qué tanto susurráis, pillinas. Contadme, yo también quiero saber.

Clavé los ojos en Patricia y me quedé estática al notar a Fernando enganchado a mi.

—¡Qué bueno! —exclamé lo primero que se me pasó por la mente.

—¿Cómo que qué bueno? —preguntó Fer—. ¿Se puede saber de qué habláis?

—Pues qué bueno estaba el camarero —me siguió el rollo para salvarnos el pellejo y un interrogatorio de campeonato.

—¿Eing? ¿Qué camarero? —nos miró a las dos y yo no fui capaz de mantenerle la mirada.

—Le estaba contando a mi queridísima amiga que el otro día fui a un restaurante con mi marido y había un camarero que estaba cañón al nivel de darte un mega infarto. Vaya que si me hubiese pillado soltera, le hubiera pedido el número de teléfono, el DNI, la SIP, la matrícula del coche y todo lo que hubiese hecho falta —aluciné con la trola que le acababa de contar al muchacho. No me reí de milagro.

—Vaya, que se te mojaron las braguitas —bromeó—. Uy si se entera el abogadito...—le sacó la lengua.

—¡No! Eso solo me pasa con el hombre de mi vida —le dejó claro—. Pero oye, los ojos están para mirar Fernandito.

—El de los huevitos colgandito —chasqueé la lengua riéndome.

—Eso, tu apóyala —me miró mal y después clavó la vista en Patricia—. Verás, verás lo que opinará Alexander al sentir que los ojos están para mirar. Además, nadie dijo lo contrario —continué con la broma.

Patri se carcajeó y justo en ese punto de la conversación, Alexander se acercó a nosotros y terminó de rodear a Patri con sus largas zarpas —refiérase a los brazacos que gastaba—.

—Ña, ña, ña —le hice burla.

—¿Qué es lo que tengo que mirar? —nos preguntó.

—A nada cariño, bueno —rectifiqué—. Mejor mírame a mí —le puso ojitos Patri.

—A ti siempre, mi reina —la besó sin importarle que estuviésemos delante.

—Nada, nada... que no te engañe que bien le hizo el chequeo mediante escáner ojil al camarero del restaurante del otro día dónde comisteis, cenasteis o yo qué sé —le di un codazo y me reí.

—¿Escáner ojil? ¿Eso cómo se come? Suena como si fuera Ali oli —me tronché de la risa de una manera que casi lloro.

—Anda la otra, ya está pensando en comer otra vez —se incorporó por último mi padrino a la conversación.

—Oye, que no... —fruncí el ceño—. Me estoy portando bastante bien, desde que me comí lo que Fer me trajo, no volví a comer nada.

—Aquí cada uno a su rollo —se carcajeó Fernando—. Eso último que dijo, constato que es cierto.

Alexander miró a su mujer e hizo pucheritos. ¡Estaba de mono!

—¿Cómo es eso de que miraste al camarero? —le preguntó refunfuñando—. Tu solo tienes que tener ojos para mi.

—Saca esas garras, Alex —lo animó mi padrino.

—Y los tengo solo para ti, estaba de coña pero como este se lo traga todo, pues... —dijo refiriéndose a Fernandito—. Mira que eres metemierda —dijo de cachondeo.

—Quien iba a tener la culpa, pues yo... —fingió estar triste.

—Siempre la tienes —sonrió tanto mi amiga que no dejó un piño sin mostrar. ¡Trident total!

—No me cambies tu el tema, anda —avisó Alex a su chica.

La parejita feliz y mi padrino siguieron hablando de temas aleatorios. En cambio, Fernando se rió y me miró.

—¿Quieres ir a comer ya? Se ha hecho mediodía entre tanta tontería —me preguntó.

—Si, tengo lasañas congeladas que preparé yo así que podemos ir a casa todos y comemos allí —propuse—. Si les apetece venir, claro .

—A mi me gusta el plan, voy a decirlo a ver qué les parece —me sonrió—. Gente, ¿vamos a comer todos a casa de Ingrid?

—¿Pero habrá que comprar comida preparada, no? —contestó mi amiga—. Así no tenemos que ensuciar la cocina.

—Yo también apoyo la idea de mi churri —habló Alex.

—Venga sí, vamos —agregó mi padrino.

—No, no hace falta comprar nada. Hice lasaña casera y tengo una completa congelada así que eso en el horno se hace en un periquete —comenté.

—¡Qué rica, la hace de lujo! ¡Os lo aseguro! —afirmó Ángel—. Os la recomiendo, cuando la probéis querréis repetir.

—Pero sin explotarme, ¿eh? —bromeé y todos nos reímos.

—Ángel tiene razón, yo también la probé y estaba exquisita —apoyó Fer el argumento de mi padrino.

—¿Y cómo es eso que aún no la catamos, eh? —intentó picarme Alexander.

—Eso, eso sí tan rica está. ¿Por qué no hemos tenido el privilegio de hincharnos ya? —y prosiguió su mujer. Sin duda, eran tal para cual.

—Pues porque siempre hemos elegido otros menús —sonreí.

—Diciéndolo así... tiene razón —espetó Patri.

—Bueno, pues ya llegó la hora —habló Alex—. Eso si, con la condición de que nosotros llevemos el postre.

—¡Ay, si! ¿Una tartita, por ejemplo? —propuso la golosita de Patri.

—Yo me ofrezco a pagar la mitad —se ofreció Fer.

—Y yo una parte —dijo mi padrino.

—Que no es necesario de verdad, hay muchas cosas en casa —dije.

—Tu calla —me pidió Fer de buena forma—. Lo pagamos Alex y yo. Tu tampoco pagas nada —le dijo a mi padrino.

—Oye, ¿pero por qué? —mi padrino protestó.

—Ponéis la casa y el menú así que no se hable más —opinó de nuevo Alex.

—Eso, eso así que vámonos todos ya —Fer cogió mi bolso, me lo tendió y abrió la puerta de salida.

—Arreando, pues —salió Alexander de la mano de su esposa—. De camino compramos el pastel.

Seguidamente, salí con Fer y mi padrino fue el encargado de cerrar todo antes de encaminarnos hasta nuestra casa. Un rato después, emprendimos el camino hasta mi palacete. Por el camino compraron la tarta y tiempo después, llegamos a mi hogar. Fer me ayudó a gratinar la lasaña y el resto preparó unos canapés de paté y quesos. Además, contribuyeron en preparar las bebidas y la mesa del salón. Acto seguido, comimos todos juntos y de postre servimos la tarta con unos cafelitos.

—Voy a explotar —expresó Alex.

—¿Ves lo que pasa cuando pruebas algo tan rico y elaborado? Que ya no sabes si el preñado eres tu o tu mujer —soltó una risa demasiado adorable Fer.

—Fer, vete a la mierda —respondió de broma su amigo.

—Pero con una lasaña bajo el brazo, por favor así si me pierdo no pasaré penurias —se rio Fer.

—Una docena, cojones ya que pides, pues pide bien —lo animó Ángel.

—También, también —habló Alex

—Menudos payasos están hechos, bueno Ingrid. ¿Qué haréis luego? ¿Y mañana? —me preguntó Patricia.

—Ir a la cárcel y a la sesión de antes del parto —les conté mis planes—. Y bueno, ya el resto en casa. Mañana, me tomaré la mañana libre.

—Nada, que hasta que no se sale con la suya no para —se quejó mi ex amante bandido y yo le guiñé el ojo.

—Si estás mala no vayas a ningún lado, ¿eh? —entre todos recogimos la mesa, fregamos y colocamos.

—Ya estoy mejor, tranquilos —medio sonreí.

—Bueno, esperamos que sea así —dijo Alex—. Nosotros nos vamos ya.

—Voy con vosotros —intervino mi padrino dándome un beso en la frente—. Hazle caso a Fernando.

—Esta bien, llevaros tarta anda —les partí un par de raciones bastante generosas y se las puse en tapers.

Ellos aunque se resistían, acabaron aceptándolo.

. —Gracias, hermana —me abrazó Patri—. Mañana si quieres vamos a mirar cositas de bebé y elegimos los muebles a la vez.

—Y ya que estamos les compro la habitación a mis otros dos peques —me referí a mis dos amores chiquitines.

—Me parece perfecto, ¿a las diez? —me preguntó ella.

—Si —aprobé su decisión.

Patri, Alexander y mi padrino se fueron a sus labores. Por otro lado, Fer y yo nos acomodamos en el sofá.

—Qué cansancio tengo —le dije—. Descansamos un rato y vamos a eso.

—Vale señorita —me apoyó en su pecho un ratito—. Intenta dormir un rato, porfa.

—No quiero —me froté los ojos muerta del cansancio.

—Pues deberías —me aconsejó—. Descansa un poco y ya te llevo.

De repente, el timbre de casa empezó a sonar pero ni me enteré ya que me quedé frita súper rápido. Fer debió de abrir porque una hora después, me desperté acurrucada sobre él mientras que el muchacho estaba entretenido con unas fotos.

—Hola —observé cómo miraba Fer unas fotos pero tenía los párpados tan pegados que apenas pude apreciar nada—. ¿Qué miras? —me froté los ojos para espabilarme.

—Mira lo que llegó —me ofreció unas fotografías y dos álbumes con las sesiones que nos hicimos—. Acaba de mandarlas el mejor fotógrafo del mundo y no era por exagerar.

Antes de mirar nada me froté los ojos y me incliné para verlas. De golpe y porrazo me incorporé y me senté al lado de Fer para después quitárselas y ojearlas yo misma.

—¡Buah! Qué preciosidad de fotos, no tienen ningún defecto —hablé ilusionada—. ¿Cuándo llegaron que no me enteré?

—Cuando caíste como tronquito vino un mensajero de correos con el sobre —me contó.

—¿Qué dices? ¿Y no me avisaste?

—Lo que escuchaste, bonita —me besó la frente—. Dormías como una princesa.

—Jo, qué asco de cansancio me entra de repente, ni me enteré de cuando sonó el timbre —seguí ojeando las fotos—. Luego sacamos copias y aviso a estos que ya llegaron.

—Como digas —me acarició el pelo.

—Voy a darles las gracias al gran profesional que hizo posible esta maravilla y aviso a estos. Así mañana se las doy en un momento cuando nos veamos —me levanté para buscar mi móvil y luego volví al lado de Fernando. Le mandé un WhatsApp al fotógrafo agradeciéndole su trabajo, luego avisé a Patri de todo y como era de esperar se volvió loca por saberlo.

—Venga —sonrió él—. ¿Quieres ir a la clase de antes del parto?

—Si, vamos a la sesión y luego hacemos todo lo que tenemos pendiente —me volví a levantar y él lo hizo también.

—Espérame aquí si quieres, voy a cambiarme de ropa y vamos —musité.

—Okey, pues vamos aunque sea a la primera sesión, así nos da tiempo a ver a Gorka que si nos quedamos en toda la sesión, no vamos a llegar—. Voy a adelantar pequeña, voy a preparar el coche y abro mientras la puerta corredera.

—De acuerdo, pues voy a ello —desaparecí hasta mi habitación, me puse un vestidito suelto y unas sandalias a juego. Guardé el teléfono en el bolso y junto a eso, metí las fotos también dentro. Suerte que el bolsito en vez de parecer uno normalito era más grandecito porque con todo lo que llevaba no me cabía ni un alfiler.

Salí del cuarto y minutos después ya había cerrado la casa, me monté en el coche y Fer —que ya tenía la puerta abierta y estaba con el coche arrancado— se puso en marcha hacia la clase pero antes, paró el coche para que hiciese las copias de las fotos —nada más tenerlas, le regalé todas las que salía él también y una mía sola en la cual estaba acariciándome la pancita— unos segundos y acto seguido reanudamos nuestro trayecto. Un buen rato después, asistieron a las clases —al final nos quedamos un poquito más de lo previsto— y nos pusimos rumbo a la cárcel.

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