Capítulo dos
Otro día más encerrado en esta puta cárcel, lejos de la mujer que amaba, de mis amigos, hijos —incluido mi ansiado bebé biológico que estaba esperando Ingrid que aún se encontraba en su pancita, no me importaba si era niña o niño, solo me importaba que fuera feliz y no le faltase nada en toda su vida. Esto era el principal motivo que me hacía hacer las cosas bien dentro de este infierno, si yo mostraba buena conducta la condena se podría reducir considerablemente pero claro, todo no era tan fácil como se pintaba. Tenía que poner mucho de mi parte y lo estaba haciendo. Quería estar libre cuando él o ella naciera e iba a hacer hasta lo imposible para conseguirlo. Me dolía en el alma el no poder estar junto a ella en todo este proceso y sino fuese porque contaba con la ayuda de Fer, Patri y Álex, hace tiempo que hubiese cometido una locura. La amaba con desesperación, era mi puta dependencia, mi oportunidad para cambiar y mi razón de vivir. Ella tenía ese rayito de luz que tanto necesitaba—, el orfanato y mi empresa. Ansiada libertad, era como me sentía y el nombre del perfume que creó Ingrid nada más entrar a la empresa. Si hubiera sabido que esas dos palabras iban a significar tanto en mi vida jamás me hubiese explicado las razones reales. Mentiría si dijese que me arrepentía de todos los crímenes que cometí pero lamentablemente no era cierto —aunque por suerte de una cierta cantidad no me condenaron porque logramos comprobar que fueron esos desgraciados los que trataban de involucrarme en sus mierdas para quedar bien librados pero claro, les salió el tiro por la culata porque mientras ellos estaban bajo tierra, yo me encontraba vivo y con más ganas de nunca de luchar—. Aunque ciertamente se merecían sufrir en carne propia la familia De la Torre todo el calvario que viví, muerto el perro se acababa la rabia y menos mierda había en el mundo. Si se trataba de mi familia estaba dispuesto a todo lo que fuese necesario para que ellos pudieran ser felices.
Vivir en este cuchitril no había sido fácil, a diario tenía que soportar el presenciar peleas ilegales, robos entre los presos y además tuve que convivir con gente miserable sin escrúpulos. Desde asesinos, contrabandistas y violadores. Gracias a algunos privilegios que me consiguió mi amada y mis abogados —Alex y Patri— la gran parte del tiempo la pasaba haciendo talleres formativos de todo tipo y eso me ayudaba a no pensar en mi situación, el resto del tiempo estaba en mi celda y eso me permitía no convivir mucho con el resto de presos. La cárcel me dio mucho negativo pero también cosas positivas. Al principio de llegar, me asignaron una celda con un preso muy conflictivo —al parecer era un asesino en serie— que me trató de atacar sin yo hacerle nada pero por suerte me llevaron a otro calabozo, estuve un tiempo compartiendo un palacete —nótese la ironía— junto a un chaval llamado Sebas. Este sí resultó ser todo un buenazo conmigo y hasta me atrevo a decir que se había convertido en otro de mis amigos y el único que tenía dentro de la cárcel. Él me abrió los brazos cuando entré y sin conocerme me incitó a desahogarme con él, además de mis problemas él también me contaba los suyos y el porqué lo habían encerrado. Sebas tenía dos años más que yo —para ser exactos, treinta y siete— y no estaba casado, ni tenía pareja ni hijos. A él también lo metieron preso en parte por una injusticia, él tuvo unos meses un poco desubicados ya que su ex novia se largó con otro y él perdió la cabeza. En consecuencia, empezó a trapichear, comprar drogas y venderlas. Como bien se dice y de lógica era, quien vendía era también un consumidor nato. Desgraciadamente los que le pasaban toda esa mierda se largaron en una redada que tuvieron con la policía y solo lo pillaron a él en un campo de plantación de marihuana. Por su historia y ese motivo, en parte me sentía identificado con él. A raíz de eso, le dieron la espalda mucha gente y el nivel adquisitivo de su familia no les permitía pagar un buen abogado, por tener solo contaba con un abogaducho de oficio sin experiencia —de estos que estaban más verdes que una rana con la carrera recién sacada— que no era capaz ni de ayudar a que saliera bajo fianza. Por eso, sentí la necesidad de ayudarlo y de comentárselo a mis amigos para ver qué podían hacer con él.
Después de unas horas pensando, vi como un agente venía a por varios presos. Con lo poco que pude oír, era horario de visita y sus familiares habían venido a verlos. Eso quería decir que me faltaba muy poco para ver a mi niña, aunque la viese a diario no era suficiente. Estaba ansioso por verla como el primer día.
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