Capítulo diez
El día no podía avanzar de la mejor manera, la noticia de que pronto sería libre me hizo muy feliz si yo ponía de mi parte —y vaya que si la iba a poner—. Desde que me ofrecieron estar en el taller para ayudar a los jovencitos, me hizo sentirme muy productivo y realizado —al contrario de estos tres meses atrás que ni yo mismo sabía cómo me sentía— y me llenó de nuevas posibilidades. Junto a Raúl, el día fue muy ameno porque terminamos de perfilar algunas cositas y ya en breve —por no decir al día siguiente—. Tenía unas ganas de conocerlos terribles y poder apoyarlos con mis experiencias, era grandioso para mí.
—Bueno, ¿qué te parece? ¿Añadirías algo más? No sé, cómo alguna actividad física —me propuso Raúl.
—Sería interesante —me mordí el labio y me quedé pensando en alguna opción—. Pues como no tenemos grandes cosas, he pensado en hacer algún partidillo donde se llevasen premios pero no sé si eso lo podremos realizar.
—¿Premios? ¿De qué tipo? ¿Qué sugieres?—me lanzó tres preguntas simultáneas pensando que era esa gran idea que se me había ocurrido—. A ver, dependiendo de lo que sea, se podría mirar.
—A ver, esto solo es una sugerencia —hablé—. Escúchame y me dices que te parece, podemos plantear cosas que tu propongas también.
—Dale, te escucho —me alentó a que le contase.
—Pues iría por equipos, en este caso dos. El equipo ganador tendría un premio especial, yo que sé una comida que no se haga dentro del reformatorio o algo que a los chicos les guste mucho como la fast food que les pirra a todos o ofrecerles alguna noche de cine. Podríamos alquilar películas o bajarlas de internet pero claro, de eso no me podría encargar yo porque no tengo acceso a un portátil aquí y no sé si se podría acondicionar una televisión para ese fin —añadí—. O una pantalla de estas que se pone en los cines de verano con un proyector, es otra opción.
—Pues está guay la idea, también podríamos negociarnos unos juegos de mesa o de playstation, alguna nintendo yo que sé. Lo que apruebe el superior Nachito —postuló.
—Me gusta la idea —le respondí.
—Y en cuanto a las pelis, lo discutiré con Nacho a ver que nos deja tener —mencionó.
—Si no nos deja eso, podríamos hacerles una pequeña biblioteca —di otra opción.
—¿Tu crees que les interesará leer? No lo veo, ¿eh? —se le escapó una risita muy graciosa. Hasta pareció sacada de un comic de estos que se venden en las papelerías.
—Oye, la lectura es un buen pasatiempo. Yo prefiero tener un buen libro antes de no tener nada y aburrirme como una ostra entre cuatro paredes —parloteé.
—Yo también lo preferiría, Abrain —dijo él.
—Leyendo se aprende mucho —admití.
—Pues si, oye ya tenemos otra opción —sonrió Raulete.
—Bueno pues lo hablaremos con Nacho, estaría de lujo o es como si aprendieran idiomas. En un futuro cuando muchos salgan también les servirá —comenté.
—También, eres una caja de ideas. ¿Eh? —me lo tomé como un elogio.
—¿Cómo crees que he levantado la Passione Prohibita? Con todas las ideitas de esta cabecita —sonreí.
—Si, me comentó Alexander toda la historia y te admiro —el comentario que dijo él, se notó que no lo dijo por quedar bien sino que lo sentía realmente. Reconozco que al principio, no me caía muy allá pero no es mal tipo si hace todo eso para apoyar y sacar adelante a esos chavales.
—Gracias —le agradecí acercando mis manos esposadas a él para que me tendiese una de sus manos. Al hacerlo, nos dimos la mano como si estuviéramos cerrando un pacto.
—De nada —habló y a los pocos segundos, deshicimos el apretón de manos.
Raúl miró la hora y se acercó a la puerta.
—Vamos, es hora de la comida y ya terminaron el resto de los presos de comer —abrió la puerta y yo me levanté, me reuní con él.
—¿Hoy adelantaron la hora o solo me parece a mi?
—Un poco, pero ya podemos ir nosotros así no te los cruzas —comentó.
—Igualmente, se me pasó la mañana volando —cerramos la puerta y empezamos a andurrear por los largos pasillos.
—Cuando se está entretenido, el tiempo pasa de otra forma —parafraseó.
—Cierto —poco después, fuimos al comedor y cogimos dos bandejas del menú que nos daban en el día. Sopa de aguachirri con dos fideos contados en un santiamén y un filete más seco que unas bragas de esparto acompañado con ensalada y un bollito de pan. De postre, un yogur azucarado y para qué más.
Raúl y yo nos sentamos a comer antes de desearnos buen apetito. Se notaba a las tres leguas que a ninguno nos entusiasmaba el menú de hoy —aunque yo en verdad a diario contaba con un menú especial pero al venir aquí directamente, no debieron ni acordarse pero por un día daba igual—.
—Está rico, ¿eh? —agregué irónicamente mientras comía.
—Vaya... estupendo si parece agua de fregar —se descojonó Raúl.
En ese momento se acercó un chef a nosotros y nos quedamos mirándolo.
—Lo siento, hubo una confusión —me puso al lado otra bandeja—. Esta es la que le tocaba a usted, si desea retiro la que le pusimos por error.
—Tranquilo, no pasa nada —sonreí haciéndole saber que no pasaba nada por la equivocación.
—Discúlpanos, en serio —Raúl nos miró a los dos y luego me miró a mi.
—Igualmente, se la dejo aquí y que aproveche —se alejó el muchacho y entró a la cocina.
—Con menu personalizado y todo, qué cache —bromeó Raúl.
—Si, pero de verdad que no pasaba nada porque un día no me lo hayan dado —di mi punto de vista.
—Qué considerado —terminamos de comernos el primer menú que nos dieron.
—Bueno, ya que lo han traído habrá que ver lo que tocaba hoy —estiré el brazo sin quitarme las esposas y levanté la tapa.
—Eso, la comida no se desprecia nunca —asintió Raúl abriendo los ojos como platos—. ¿Enserio? Tarta de queso, pollo asado con patatas, pan y ensalada de col, más de beber coca cola.
—Nada mal —sonreí.
—Joder, así me gustaría a mi también estar preso si te tratan como un rey cabron. Lo único malo es que no estás ni en tu puesto de trabajo ni junto a tu familia —siguió mirando la nueva bandeja.
—Te aseguro que preferiría tenerlos a ellos y tener pan duro para todos los días —cogí su plato sin permiso y le puse la mitad de todo lo que me habían dado—. Ale, a compartirlo juntos.
—Lo sé, oye que no es necesario —protestó—. Puedes comértelo tú solo. Y bueno, entiendo también que prefieras solo tener un cacho de pan.
—¿Me vas a negar que no se te están saliendo los ojos de las órbitas desde que lo viste? No seas idiota, lo compartimos —le dije.
—Testarudo, muchas gracias Gorka —le di su plato y luego yo comí en los que tenía la nueva bandeja.
—No eres tan malo como te pintaban —dijo mientras le daba un mordisco a una alita—. Eres generoso y un buen tío.
—Imagino todo lo que habrás escuchado de mí —seguí comiendo.
—Nada bueno pero, yo pienso que la desesperación te llevó a todo eso. El perder a tu hermanita y a tus padres, no es algo fácil que superar —me dio su opinión—. Yo si hubiese estado en tu situación, probablemente hubiera actuado igual.
—Si, es muy duro ver como te arrebatan la vida entera por dinero. Antes de eso era un chaval normal que trabajaba como cualquiera para sacarse lo que tenía en ese momento y pues todo cambió cuando sucedió todo —suspiré.
—¿Quieres saber mi opinión?
—Claro que sí, adelante dímela —terminé de comerme mi parte.
—La vida te endureció de una forma que afectaba a quien más querías, pero sigo pensando que eres un buen hombre por como hablas de tus hijos y tu mujer —dijo él.
—He cometido y tengo muchos fallos o defectos no te creas pero, me encantaría cambiar algunas cosas y alejarme de todo mi pasado. Necesito renacer entre mis cenizas para hacer feliz a Zack, mis pequeñines y al amor de mi vida. Por eso necesito salir de aquí ya, quiero empezar una nueva vida con ellos y aunque no pueda irme a otro país quiero quedarme en mi residencia e intentar disfrutar de ellos, brindarles todo lo que necesitan es mi sueño —expresé.
—Eres buen padre también, aparte de todo lo que yo te dije —terminó de comer.
—Ojalá lo sea, ellos se merecen todo lo mejor —me acomodé en la silla.
En ese momento vinieron a quitarnos las bandejas y se las llevaron. De nuevo nos quedamos solos.
—Te deseo lo mejor, de verdad y espero con todas mis fuerzas que puedas salir de aquí más pronto de lo que esperas. Te lo mereces, Gorka —comentó y yo lo miré agradecido.
—Muchas gracias Raúl, te confieso que al principio no me caíste bien porque te veía algo sobreactuado y un poco sargento pero tú también eres un buen hombre. Al menos lo poco que pude conocer de ti, esos talleres no los hacen cualquier persona —le confesé con total sinceridad—. Solo un gran ser humano.
—Uy, ya me está sacando los trapos sucios —bromeó—. Eso tú usa la táctica del peloteo para que te ayude y sumar puntos para así salir antes señor listillo.
—Oye pero no te quedes solo con lo malo, so gilipollas. Te he dicho también cosas positivas —me levanté de mi sitio, me acerqué a él y le di un mini puñetazo en el hombre a pesar de seguir con las esposas.
—Que me da igual, pelota saliste y punto —siguió bromeando.
—A ver si ahora que me caes mejor vas a hacer que retrocedamos, ¿eh guapo? —me burlé—. Mira que de yo caerme mal a bien, es como el amor. Voy hacia atrás super rápido —bromeé.
—Bueno, tu veras. El que va a perder eres tú —bromeó Raúl mientras se levantaba. En ese momento, el trabajador recibió una llamada y lo cogió, después de varios minutos hablando colgó.
—¿Sucede algo? —le pregunté.
—Me han preguntado que si seguías conmigo —me respondió—. Y bueno, la llamada está relacionada contigo.
—Cuéntame —le pedí.
—Tengo una noticia muy buena que darte —sonrió el muy cabrito pero no soltó prenda aún.
—Las noticias buenas dímelas de golpe así se me sube la adrenalina más pronto —le dije.
—¿Sabes que ahora toca hora de visita no?
—Claro, en nada irán los presos al punto de encuentro —medité.
—Pues hoy irán más tarde —explicó.
—¿Y eso? —me interesé en saber el porqué de ese cambio.
—Pues porque Ingrid vino antes de lo previsto, así que te van a conceder más tiempo de lo habitual para estar con ella —sonrió y a mi me hizo muy feliz saber la noticia.
—Pues entonces vámonos ya, corre —salí como un rayo hacia la puerta.
—¡Eh! Espera correcaminos, no metas el turbo tan rápido —Raúl me alcanzó a los pocos segundos.
—Vamos tardón, que no quiero desperdiciar ni medio segundo de ver a mi señora —Raúl me abrió la puerta y juntos iniciamos el camino hasta un despacho de visitas en lugar de ir a la sala común donde los demás presos reciben a sus familiares.
—Tanta prisa y aún no llegaron —se mofó de mí en cuanto entramos en el interior de la habitación.
—Grrr —le gruñí.
—Siéntate, anda —se quedó al lado de la puerta y yo me senté en una de las sillas que había, la que quedaba justo enfrente de dos más.
—Raúl, tengo una pregunta —se me ocurrió algo de repente que me había estado rayando mucho durante estas últimas semanas.
—Dime, ¿qué necesitas saber? —me preguntó.
—Es posible que reciba dos visitas en una vez. ¿Cómo un dos por uno? Sin mi abogado pero si Ingrid con otra persona al lado —hice la petición con un fin. Necesitaba tener a Fernando y a mi mujer en el mismo espacio para poder descifrar lo que esconden. Aunque me gustaría directamente preguntarles a la cara lo que me atormentaba, quería antes observarlos.
—En teoría sí, pero hoy no podrá ser porque antes debemos de consultarlo —contestó dejándome la duda medio aclarada.
—Me sirve, no tiene porque ser hoy —hablé.
—Pues deja que hable con Nacho y si se puede a ver si mañana podemos hacer que alguien más pase junto a Ingrid. ¿Puedo saber de quién se trata? —argumentó y pidió educadamente saber el nombre.
—Fernando, uno de mis mejores amigos —hablé sin tapujos—. Gracias, Raúl.
—Entonces creo que sí podrá ser posible, ten en cuenta de que en todo este tiempo solo has recibido la visita de Ingrid y tu abogado Alex así que no creo que nos pongan problemas para que recibas a alguien más —reproducció Raúl.
—Me haríais un gran favor —espeté.
—¿Es por algo en particular o por gusto de que te quieres reunir con los dos al mismo periodo de tiempo? —le correspondió hacer la pregunta porque el motivo era algo que debía de saber él, Nacho y Alexander.
—Un poco de las dos —le resumí la misma historia que le conté a mi amigo de prisión.
—Bueno pues ya te avisaremos alguno, no te preocupes —miró el reloj y vio como alguien se aproximaba a la puerta.
El tintineo de la puerta, vino acompañado de Ingrid y Nacho. Este último la hizo pasar y sin decirme nada, me quitó las esposas después de acercarse él a mi. A continuación, él le retiró la silla de la mesa a Ingrid para que se sentara e incitó a Raúl que salieran ya y nos dejaron solos.
—¿Puedo estar sin esposas? ¿Puedo tener contacto físico? —les pregunté indeciso porque no sabía de qué iba la cosa.
—Si, tenéis un permiso de una hora a solas así que aprovechadlo —nos informó Nacho antes de cerrar la puerta.
Ya estábamos solos después de tanto tiempo, después de tanto teníamos una oportunidad para tener un poco de privacidad y no los típicos minutos limitados. No sabía porque, ahora que podíamos expresar miles de sensaciones nos encontrábamos los dos un poco paraditos. Sin avisarla me levanté, la agarré por la cintura y la besé apasionadamente. Ingrid no se apartó ni hizo un amago de que es lo que mierda haces.
—No te imaginas lo mucho que echaba de menos tener momentos de estos contigo —le dije sin separarme ni un milímetro de ella y sin parar de besarla. Ella se dejó llevar y me rodeó por el cuello sin dejar de introducir su lengua dentro de mi boca. Solo ella sabía hacerme enloquecer, la lástima era que no tenía protección porque sino hubiese sido capaz de hacerle el amor encima de la mesa.
—Yo también lo echaba de menos —confesó por primera vez y tan directamente. La cogí de esa carita y la miré fijamente.
—Te amo —le dije sin rodeos—. ¿De verdad echas de menos mis besos o solo mi presencia?
—Absolutamente todo —me mordió el cuello.
—Hasta nuestros momentos íntimos por lo que veo —se movió un poco y terminó mirándome a los ojos.
—¿Tu no? —me intentó sonsacar información picantona.
—Mi amor, haz el favor de no tentarme porque hace nada estaba pensando en hacerte mía encima de este escritorio —le señalé con los ojos la mesa.
Ingrid soltó una carcajada sonora, cuánto echaba de menos escucharla reírse de esa forma.
—¿Te atreverías? —me mordió el labio y no pude evitar que se me resbalaran de los labios saliva.
—Contigo me atrevo a todo, muñeca —le mordí la lengua y la seguí besando. La cogí por la cintura, la senté encima del escritorio y me aferré a ella.
—Interesante —me acarició el cabello—. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
—Estoy de acuerdo contigo, yo quería pedirte algo también —le adelanté antes de tiempo.
—Dime —se levantó de la mesa, me hizo sentarme en una silla y se sentó sobre mis piernas.
—Hace tiempo que no sé de Fer —inicié la frase—. ¿Todo bien con él?
—Si, todo normal —admitió.
—Sigue pendiente de ti y de guardaespaldas, ¿cierto? ¿o has buscado a otra persona?
—Sigue siendo él, ¿ocurre algo con Fernando? —me preguntó extrañada por nombrarlo sin venir a cuento.
—No, nada solo que hace tiempo que no hablamos de él ni tampoco entra a verme —respondí.
—¿Te gustaría que entre un día? Puedo pedirlo si quieres para que le den un permiso —me anunció.
—Pero no quiero que entréis por separado, sino a la vez —reconocí.
—¿Y eso? —nada más proponérselo supe en ese instante que le extrañó lo que le dije.
—Echo de menos tener un momento con mi chica y mis amigos, a Alexander hace menos que lo he visto pero a él justo hace tres meses. ¿Se lo podrías decir? —le pedí con ojitos de ternero degollado.
—Así será, Gorkita —aceptó sin andarse por las ramas—. Luego cuando esté con él, se lo digo.
—Gracias, vida mía —le agradecí sin levantar sospechas de mis próximos planes—. Aunque no venga a cuento, ¿qué tal va la casa de mis suegros y cuñado? Hace tiempo que no te pregunto.
—Pues poco a poco, va bien la cosa pero aún le falta terminar la obra —me contó.
—¿No te dijeron aún una fecha de estimación? —le pregunté para saber más detalles, como las otras veces no contamos con mucho tiempo este era el momento de ponernos al día.
—Antes de tener el bebé yo, pero claro es según la velocidad que lleven. De momento marcha bien —me sonrió.
—Por suerte la veré terminada —la besé en el moflete.
—Si no pierden el ritmo digo yo que sí, pero aunque tengamos que esperar un poco más la veremos juntos —me acarició la carita.
—Qué ganitas tengo, ¿y de la adopción se sabe algo?
—Pues la verdad es que tampoco, le pregunté a estos y según me dijeron ya falta poco —espetó.
—Mira que va lento esto cojones —me quejé—. Y yo que pensaba que cuando yo saliese de prisión ya estarían contigo.
—Los asuntos legales es lo que tiene pero bueno, antes de que se me olvide... —se quedó pensativa.
—¿Dígamelo? —intenté hacerme el graciosillo—. Si esos asuntos son una mierda, tardan la vida, jozú.
—He hablado con Patricia —me dijo con una sonrisa.
—¿Sobre qué? Si se puede saber —le cuestioné para saber más de lo que estaba a punto de decirme.
—Mañana iremos a comprar los muebles del cuarto del bebé juntas y la ropita —me contó—. Ya en esa misma vez aprovecharé para acomodarles el cuarto a los peques, ¿qué te parece? Así cuando ya nos los podamos llevar lo tenemos todo acondicionado. Un día de estos tengo que ir a verlos.
—Es muy buena idea, así lo tenemos adelantado —la apoyé—. Cuando vayas dales un besito de mi parte, ¿vale?
—Si, descuida si hace tres meses que no pude ir. Como mucho los vi por videollamadas y eso, entre unas cosas y otras todo ha ido horrible —habló—. También evité una chispa en ir porque me preguntarían por ti y quieras que no, no me gustaría mentirles.
—Es difícil la verdad... ellos no se pueden enterar de donde estoy, ¿vale? Si vas diles que he tenido que hacer un viaje de negocios o algo por el estilo.
—Lo haré, por cierto antes de que se me olvide tengo que darte algo —expuso.
—¿Qué es? —se me iluminaron los ojos de golpe.
Ingrid cogió el bolso y sacó un par de fotos de la última sesión que se hizo con Patri y ella sola.
—Uh, ¿ya están las fotos reveladas? —me quedé mirándolas de lejos.
—Si, mira estas son para ti —me dio fotos que se hizo ella sola y una que estaba junto a Patricia. Además, me enseñó también unas que tenían con todos juntos. Al ver a Fernando ahí en vez de alegrarme, me fue muy raro. No me gustaba que estuviese en el lugar que me correspondía a mi.
—Qué bonita ha salido mi princesa —se me aguaron los ojos de emoción.
—Ey, los hombres fuertes como tú no lloran —me secó las lágrimas y me abrazó sin que yo soltase las fotos. La abracé, le regalé un besito en el hombro y volví a mirarla en la cara.
—Si lloran —afirmé—. No se que hice en esta vida para que me pusiera en tu camino aunque no fuese como me lo hubiese imaginado en realidad. Teníamos que habernos conocido en otras circunstancias mejores.
—El pasado no se puede cambiar —la rodee por la cintura y ella a mi por el cuello.
—Lo sé, pero el presente y el futuro si se puede mejorar —musité.
—Eso sí —sonrió.
Dejé en la mesa las fotos después de besarlas y la besé de nuevo.
—No quiero que te vayas —le comenté y empecé a acariciarle la carita.
—Ni yo quiero irme —Ingrid me sonrió radiante—. Me gustaría confesarte algo.
—No te vayas, quédate conmigo. No me importa el lugar si estoy contigo, mi amor —la besé—. ¿Qué me tienes que confesar? —mi cabeza empezó a cruzarse por si lo que tenía que decirme era todo aquello que no deseaba de escuchar. No sabía siquiera si iba a ser capaz de soportar esa presión así tan directo. Aunque no era un tío miedoso, llegué a sentir ese sentimiento de cerca.
—Pronto estaremos juntos —me besó en la comisura—. Lo que te tengo que decir creo que es lo que has querido escuchar desde el momento en el que me conociste.
—Si —la besé de nuevo en los labios—. He querido escuchar tantas cosas —me carcajeé de broma.
—Uy... a saber qué cosas —me sacó la lengua.
—Nada, nada... —le saqué yo la lengua también—. Bueno, ¿qué es lo que me quieres confesar? Mira que no tengo una lima ni tijeras para arreglarme las uñas si me las muerdo.
Ingrid me cogió la mano derecha y me empezó a morder las uñitas —o más bien uñazas— de forma cariñosa.
—Yo te las arreglo —siguió dándome mordisquitos divertida pero no soltaba prenda la picarona.
—Encantado dejo que me la arregles, pero va que te me vas de tema y ya nos liamos con otras cosas —insistí.
—Mira que eres ansioso, ¿eh? —soltó mi mano y nos volvimos a abrazar.
—Hombre si no quieres que lo sea, no tires la piedra y escondas la mano —le mordí el labio con dulzura.
—Te quiero —me susurró al oído y enseguida me miré los pantalones por si se me caían de la impresión—, te adoro —me mordió la oreja delicadamente— y te amo.
Las dos últimas palabras me dejaron de piedra, no sabía si había escuchado mal o si me lo había imaginado. Nunca antes me había dicho esas palabras que para mi se estaban convirtiendo en algo mágico. Lo que siempre había soñado escuchar de sus labios se hizo realidad. ¿De verdad se estaba cumpliendo mi sueño o ella lo estaba diciendo todo por compasión? ¿Enserio había sido capaz de romper esa coraza que tenía ella?
—¿De... de verdad? —empecé a tartamudear e incluso me llegué a poner un tanto nervioso.
—Si —me contestó con un monosílabo.
—¿Hasta que estás enamorada de mi o solo me lo dices para que yo me sienta mejor? No quiero que te veas obligada a decírmelo por pena ni por hacerme sentir bien por estar aquí, ¿de acuerdo? —quise asegurarme antes porque estaba un poquito desconfiado y quería corroborar que fuese verdad.
—Estoy enamorada de ti, no me preguntes cómo pasó pero es la verdad —volvió a confesarme y a mi se me volvieron a aguar los ojos. La cogí de las manos y la miré a los ojos.
—Aunque ya te lo he dicho muchas veces quiero que sepas, que yo también sigo enamorado de ti —reconocí— y aunque me arrepienta de muchas cosas. Jamás me arrepentiré de haberte elegido a ti para que seas mi mujer y quien me acompañe hasta el final de mis días.
—Y yo te prefiero a ti por encima de todas las cosas, Zack y tú sois mi familia —dijo sincera.
—Y yo os preferiré a los dos toda mi vida, sois la razón por la cual aún sigo en este mundo. Sino os tuviera conmigo, no me hubiera importado morir hace mucho tiempo. Vosotros le dais sentido a mi vida —declaré con todo mi corazón.
—Y tú a la nuestra —me abrazó cariñosamente y yo apoyé mi cabeza en su hombro para aspirar el dulce aroma que desprendía.
La atmósfera empezó a cambiar y nos fundimos en uno con tan solo estar abrazados. Ella me empezó a contar el resto del tiempo como iban las sesiones de preparación del parto, como iba todo en la Passione Prohibita, la evolución que tenían otras cosas y como estaban pasando los días. Además, me confesó que no se había sentido muy bien durante este día y que mi rival —refiérase a mi amigo Fernando— intentó que no viniese a verme para que descansara, en eso si estaba de acuerdo con él. Cualquier contratiempo que tuviese podían pasar factura y más siendo el inicio de un embarazo.
—Debiste hacerle caso, amor —hablé—. Por un día que no puedas venir no pasa nada, está claro que quiero verte todos los días pero vuestra salud es lo primero. Así que si te vuelves a sentir mal, prométeme que te vas a quedar en casa, ¿de acuerdo? Tampoco quiero que me ocultes que te sientes mal.
—Jo, no me regañes tú también —me puso morritos y yo le di un piquito de la ternura que me dio. Se ponía tan bonita cuando se le veía tan vulnerable ante mí y tan cariñosita—. No te oculto nada, ¿no ves que te he confesado que no estaba muy allá? Si te lo ocultase no te lo habría dicho.
—No te regaño, nena —pronuncié—. A ocultarme no me refería solo a eso, sino a otras cosas más —dije con doble intención.
—No pienses en eso —apartó un poco la mirada disimuladamente. Ya había aprendido a descifrar el significado de todos sus gestos y de nuevo, verifiqué que algo me estaba ocultando. De verdad no quería obligarla a que me lo dijese pero sí me gustaría que saliese directamente de ella.
—Ingrid, ¿me prometes que me lo contarás todo e incluso las cosas que no me vayan a gustar? No quiero que me tengas secretos por mucho que nos duela o me vayan a doler. —Lo prometo —en ese momento la puerta se volvió a abrir y el culpable fue Nacho.
—Siento interrumpiros el momento pero ya ha pasado el tiempo estimado, Ingrid ya se debe de ir —nos informó Nacho.
Al momento de escuchar esas palabras la pegué más a mi y les puse morritos.
—No, por favor un ratito más —hice pucheros—. No me dejes sin ella otro día más.
—Qué más quisiera, pero son las órdenes lo siento —nos dijo como disculpándose por tener que hacerlo, era muy buen jefe.
Poco a poco, Ingrid se empezó a separar de mi. Cogió el bolso y yo cogí las fotos que me trajo. Nos despedimos y Ingrid tuvo que salir de la sala donde estábamos, ella puso rumbo a casa con Fer y yo un día más me quedé más solo que la una.
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