Capítulo cuatro
Los presos entraban y salían de sus celdas pues seguían las visitas de sus familiares —aunque algunos no sabían el porque no recibían ninguna. Quizás por el grado de peligrosidad o bien porque no querían saber nada de ellos, como muchos de los casos eran repudiados por sus familias por haber asesinado a alguien de su sangre. Ojito al dato que si me viese en esa postura, no podría decir que no haría lo mismo—. Sentado en la cama esperaba que alguien viniese a avisarme que ya podía ir a la sala de encuentro, pero nada. Pasaron los segundos, los minutos, las horas y este rato se me estaba haciendo eterno. Minutos después, vi como el último preso que salió volvió a su celda y fue cuando me dio un bajón de mil demonios. Ingrid me había fallado, la primera vez que lo había hecho y yo solo debía de aceptarlo. Al fin y al cabo, debería de acostumbrarme a sus ausencias. Derrotado y sin esperanza me recosté en mi catre y me quedé como una momia.
—Gorka —escuché como un guardia me llamaba así que enseguida dirigí mi atención a él.
—¿Sucede algo? —pregunté por si acaso, la verdad es que no quería hablar con nadie y menos con un guardia.
—Levántate, te esperan en la sala de visitas —me ordenó.
De un salto me incorporé y me lancé hasta las rejas. El trabajador abrió para que pudiera salir y me llevó de camino a una sala privada.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Mande —espetó el señor.
—¿Quién vino? —seguí caminando detrás de él.
—Su mujer —al escuchar su respuesta se me iluminaron los ojos.
Vino, Ingrid vino y yo me sentí abandonado por su ausencia. Con ayuda de las vírgenes del mundo, los santos y el rey del cielo —Dios—, consiguieron que viniese cuando más ansiaba tenerla cerca. En silencio, le di las gracias una y mil veces. Nada más cruzar la puerta, la vi sentada a través de una pantalla de cristal que nos separaba. Ella me daba la vida, ellos hacían que me mantuviese de pie.
—Hola —me saludó ella.
Me senté enfrente de ella y la miré feliz.
—Hola cariño, pensé que no vendrías —opiné mirándole la barriguita.
—¿Porqué pensaste eso?
—Nada, no me hagas caso —acaricié la pantalla como si la estuviera acariciandola a ella—. Tonterías mías.
—Seguro pensaste en que no iba a volver más —añadió ella.
—No te equivocas —le di la razón y le pegué una patada a una mesa—. Mierda de distancia que no puedo ni tocarte.
—Volveré hasta el último día en el que estés aquí —abrió los ojos sorprendida—. Ya falta menos, Gorka.
—Me parece que alguien está de mal humor —se acomodó en la silla.
—No, y menos si estás aquí —apoyé la mano y ella la puso junto a la mía aunque nos separara el frío cristal.
—Entonces, ¿a qué vino eso? —me preguntó confundida.
—No sé, por la rabia acumulada de no poder abrazarte, ni besarte y sin poder estar en casa —pestañeé un par de veces porque ya no sabía en qué posición ponerme—. Se me está haciendo eterna la espera.
—Pues creo que ese humor cambiará muy pronto —parafraseó.
—¿Buenas noticias? —Ingrid y yo dejamos caer los brazos hasta la mesa porque nos dimos cuenta cómo un guardia frunció el ceño de modo desaprobatorio.
—Si —asintió y le cedió a un guardia una cajita, este después de inspeccionarla con un detector de metales, drogas y más mierdas, me la cedió—. Ábrelo, te va a ilusionar tanto como a mi cuando lo veas.
Puse la cajita encima de la mesa y paulatinamente la abrí. Mi cuerpo rebotó al ver la caja que poseía tres cosas muy valiosas para mi. Sin alzar la vista de la cajita, saqué la ecografía de mi bebé con lágrimas de mis ojos —si se siente, este tío tan duro llora más que una magdalena ahogada en un vaso de leche—. Acaricié la foto y acto seguido, puse en la mesa un osito de peluche en color azul.
—¿Es... es un niño? —tartamudeé nervioso e ilusionado.
—Si, hoy fui con Patri a que nos hicieran la eco —empezó a narrar cómo se dio todo—. Ella está empeñada en que su niña y nuestro niño serán pareja en un futuro.
—Me agradaría mucho la idea —sonreí sin dejar de acariciar el osito—. Bua, después del día de mierda todo esto me ha hecho llenarme de esperanzas.
—De eso se trata, la próxima vez que vayamos te traeré más fotos para que duermas con ellas o bueno, más bien para que sientas que no estás solo y que te estamos esperando —comentó.
—A mi también me gustaría que fuesen nuestros consuegros así todo queda en familia —me transladé a otro punto por curiosidad—. ¿Sabes cómo la llamarán?.
—Algunos nombres me dijo ella pero el definitivo no.
—Pues nosotros deberíamos de pensar en alguno, ¿qué nombre me sugieres? —me acaricié la barbilla pensativo.
—¿Qué tal si pensamos en dos o tres, nos los decimos y ya decidimos? Es una buena forma para participar los dos al mismo tiempo.
—Empecemos, amor —aprobé su propuesta con interés.
—Propongo que se llame como tu, Gorka —me sorprendió gratamente su elección, me encantó que lo hiciese—. Siempre soñé con ponerle el nombre del padre si era niño.
—Me encanta que lo pongas en lista como posible candidato —esbocé una sonrisa agradecida—. Yo propongo... un nombre que a mi siempre me inspiró y sino me llamase así, me hubiese encantado que mis padres me lo pusieran.
—¿Cuál es? —se mordió el labio—, tu nombre es muy bonito pero me pica la curiosidad saber el tuyo.
—Te agradezco que lo hayas elegido, mi vida —sin más preámbulos, se lo dije—. Mi opción es Zack. Es un nombre con garra, fuerza y poco visto. Cuando sea mayor me lo imagino digno de un emprendedor, un tipo con muchas fortalezas y sin miedo a nada. Un luchador como sus padres y un soñador empedernido. Ágil, sabiendo lo que quiere y luchando por sus metas.
—Además, es poco común —repiqueteó la mesa con las uñas—. Es un candidato fuerte, te lo aviso. Yo no se lo había escuchado a nadie. Es raro, pero eso si no sería Zac terminado en C, sino terminado en ce y zeta. Así tiene más poderío y hasta es elegante.
—Voto por esa terminación, me parece muy original —saqué la ensaimada y le di un mordisco haciendo ruiditos de satisfacción. Bendita comida de fuera—. Como echaba de menos estos placeres de la vida, gracias por traerme una antes de venir aquí.
—Sabía que te gustaría —cambió de tema ilusionada—. Propongo Luke también.
—Y yo agrego Hipólito —le gasté una broma para ver que decía. Su semblante cambió totalmente, de una expresión de felicidad se transformó a una cara desencajada.
—No me jodas, ¡ese nombre, me niego a ponérselo! —dio dos golpecitos en la mesa y yo durante esos segundos me terminé mi ensaimada—. ¿Qué quieres que le entre hipo y los críos ya le tengan una broma? Vamos, ¡ni hablar!
La forma indignada en la que hablaba me hizo estallar entre risas.
—Vale, vale, no me pegues —sonreí.
—Y tu no te rías, ¿eh? —me desafió—. Que aún estando en la cárcel puedo matarte.
—¿Ha escuchado guardia? Me acaba de amenazar —dije con ironía—. Pues ten cuidado, que entonces acabarías conmigo entre rejas así que por mí mátame ya. No irías muy lejos mi gruñona —miré al guardia que parecía un espárrago todo tieso—. No intente salvarme, quiero que me mate ahora mismo —fingí que me lanzaba un puñal y me atravesaba la espina dorsal.
Como echaba de menos esos arranques posesivos, casi se me había olvidado esa vena bruta que la caracterizaba porque claro, para mi fortuna ahora era un auténtico ángel conmigo. Mi pequeña fierecilla.
—Tenemos sitios de sobra, así que no hay problema —añadió el guardia cara de seto. ¡Anda, si tenía sonrisa y todo!
—Payaso asqueroso —ladró cruzada de brazos—. No tientes a la suerte, puedo ser pecado.
—No hables de pecado, que te voy a imaginar sin ninguna prenda y en vez de a mi celda me van a tener que llevar al purgatorio como mínimo.
El color de sus mejillas empezaron a cambiar a un tono rojizo natural, se parecía hasta al circulito del navegador de internet Opera.
—Te juro que si no estuviésemos acompañados te ibas a enterar de lo que vale un peine —cerró los puños con ímpetu.
—Me vuelves loco, mi arisca favorita —me tronché y me lamí los labios para sacarla de sus casillas—. Anda, no te revoluciones pequeña. Hace mucho que no te hago rabiar, esto es cómo un avance de los siguientes capítulos.
—Claro, claro y esto es La Bella y La Bestia segunda parte —espetó irónica.
—¿Tu serás la bestia, no? —seguí tomándole el pelo.
—Si, la bestia que se va a llevar a mi hijo para siempre así no lo verás más. En cambio, tú serás la bella desvalida y solitaria que se quedará fregando el suelo a lo cenicienta con un trapo y lavando platos como cual sirvienta —me levanté haciendo pucheros e ignorando parte de su habladuría—. Ni se te ocurra, ese niño es también mío.
—¿Quién te lo asegura?
—Ingrid, no me provoques haz el favor —me volví a sentar cabreado—. Quiero criar a nuestro hijo contigo y aunque intentes rayarme. No lo vas a conseguir.
—No te estoy provocando —aclaró sin ser creíble ante mí.
—Cambiemos de tema mejor —necesitaba cambiarlo porque no me convenía perder los estribos estando con ella. «Relax Gorka, relax. Después de la buena conducta que estás consiguiendo, no puedes dar un paso en falso ahora».
—¿Qué propones? —me miró esperando un argumento o un tema de conversación que no nos disgustara.
—Decidamos el nombre del pequeñín —le sugerí.
—Venga, ¿cómo nos ponemos de acuerdo?
—Cerremos los ojos, pensemos durante un minuto y al abrirlos decimos a la vez un nombre, si hay empate por ser diferentes —señalé a la estatua—. Él desempatará.
—Me parece justo —vocalizó.
—A la de una, a la de dos y a la de tres —empecé la cuenta atrás.
Los dos cerramos los ojos y nos quedamos pensando. En mi caso no tenía mucho que pensar porque apostaba por el nombre que tanto había deseado ponerle a mi futuro hijo, así que ya era cuestión de suerte que saliera vencedor.
—Hora de abrir los ojos —Ingrid los abrió y yo también—. ¿Preparado?
—Más que preparado —sonreí.
El guardia se unió y nos hizo un gesto para que hablásemos ya.
—¡Zack! —pronunciamos a la vez decididos.
—Gracias por coincidir porque entre cosas de pareja, no me gustaría meterme —sonrió de medio lado.
Ingrid y yo lo miramos pero luego, —o al menos yo— nos comimos con la mirada radiantes.
—De la que te has librado, es muy testaruda —me dirigí a él—. Habla la voz de la experiencia.
—No creo que sea para tanto, Abrain —musitó y no volvió a replicar hasta después de un rato..
—Eso lo dice porque no la conoce —«Y ni quiero que la conozcas»—. Bueno, ¿viniste con Fer? ¿Dónde está?
—Fuera esperándome —se acarició la mini barriguita que se le veía a través de la cristalera—. ¿Zack, lo adjudicamos?
—Oficialmente será Zack Arizmendi Abrain —expuse orgulloso y con la boca llena de seguridad—. ¿No suena bonito, amor?
—No, suena asquerosamente feo —rodé los ojos hacia ella.
—¿Perdona? Si le da una fuerza increíble —dije disconforme—. ¿Cómo eres capaz de decirme eso? —me incliné un poco sobre la silla—. Si suena a rey y hombre poderoso. Zack Arizmendi Abrain —hice un gesto con las manos dibujando una nube extensa—, tiene una reunión en las próximas horas —me puse en situación imaginándome cómo sería cuando fuese un nombre.
—Te estás olvidando de un detalle importante, Arizmendi.
—¿Qué detalle? —hablé.
—Que este niño tiene madre, ¿no ves algo raro en tu nombre y apellidos?
—Eso ya lo sé que tiene madre —dudé con lo último que dijo. Estaba seguro de que no me había equivocado—. No, no lo veo.
—No sería Zack Arizmendi Abrain —me corrigió—, su nombre será Zack Arizmendi Triana. Te faltaba mi apellido, ¿o eres tan corto que no te acordabas del nombre completo de tu mujer?
—Fallo mío, lo siento —le pedí disculpas. La verdad es que no me disgustaba que llevase su apellido como debería de ser—. Si me acuerdo, pero me vine arriba y usé los míos mi señora.
—Pues apúntatelo, Zack Arizmendi Triana —recalcó—. Con mi apellido queda más bonito.
—Espero que no lo confundan con el barrio de Sevilla —Ups, tierra llamando a la fiera.
—Já, já, já —arrugó el rostro al escuchar la broma—. Ingrid, no le hagas caso al feo este.
—Oye, eso es un punto importante —llegó la hora de provocarla—. Zack se parecerá a mí, porque tú eres demasiado fea así que sacará mi guapura.
—¿Tu guapo? Pero mírate... si estás hecho un espantajo con ese uniforme de preso —maldita bruja, sabía donde atacarme bien.
—Lo soy y eso es lo que te trajo loca de mi desde que me conociste —chasqueé la lengua como si hubiese triunfado con mi forma de apostillar.
—Sueña, mon amour.
—Repite eso, que no me lo dices todos los días —me incliné para verla mejor.
—Mon amour —mis pupilas se relajaron y no supe como no me salieron mini corazoncitos.
—Me lo quedaré grabado mentalmente para cuando esté solo, acordarme de esas dos palabras tan especiales —confesé—. Dormiré con eso y con estas cosas tan lindas —alcé los dos regalitos que me había hecho.
—No te pega ser tan ñoño, Gorkita.
—Si es que cuando quiero puedo ser un chocolatito pero claro, tú no te dejas querer—dije abiertamente.
—¿Qué no me dejo querer? —apostilló en modo de pregunta.
—Para nada —moví la cabeza de lado a lado—, eres muy arisca y cuando intento acercarme a ti, me esquivas.
—Porqué será... —fue apaciguando su tono de voz—. Eh, que ya no soy tan... tan como antes —clamó.
—Eso es cierto pero, ya sabes lo que necesito y ahora más que Zack está creciendo dentro de ti.
—Lo intentaré, por él —me encantaba cuando decía la palabra intentar.
—¿Y por mi? —la reté para ver qué respuesta me daba. Quería que saltara pero, ya no era tan fácil porque sabía controlarse bien la cabrita.
—También —soltó casi al segundo, diría que casi sin pensar y por guardar las apariencias. «Ay, pequeña. Qué mal se te da mentir».
Simplemente sonreí, no dije nada más. Durante unos segundos, el tiempo se paró pero el guardia habló para que le prestasemos atención.
—No me gustaría interrumpirlos, pero ya se agotó la hora de la visita —nos informó—. Señora de Arizmendi, debe de irse.
Ingrid se levantó de la silla y me miró.
—Bueno, me tengo que ir —dijo aferrándose a su bolso.
—¿Vendrás mañana? —me interesé porque sino era su propósito estaría a tiempo de convencerla de inmediato.
—Claro, pórtate bien —se despidió con la mano—. Saludos de Fer.
—Lo haré, os amo —me puse de pie y el guardia me cogió del brazo para guiarme hasta la celda—. Saludos para él.
—Y nosotros a ti, mañana iré a una sesión de fotos con la pareja y Fer —fue lo último que dijo antes de irse ya que no me dio tiempo ni a replicar. De nuevo, me había quedado solo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro