Capítulo catorce
Por fin, el día había llegado. A pesar de no ser el abrazo que yo esperaba al menos pude tenerla cerca después de nueve meses sin poder verla ni por videollamada. Ella no podía parar de sollozar pero yo tampoco. Consolación había sido una madre para mi desde que yo no era capaz ni de aguantarme a mi mismo.
—Mi mami, no te imaginas lo mucho que te he echado de menos —agaché un pelín la cabeza para depositar en su cabeza un pequeño besillo.
—Y yo mamá, no te imaginas cuanto —se me empezaron a caer las lágrimas.
—No me vuelvas a hacer esto nunca más, te lo pido por favor —me imploró llorando mi madre.
—Lo juro pero, ahora no me llores más porque me estás partiendo en dos —le quité las lágrimas y ella a mi.
Consolación me miró a los ojos y yo la cogí de las manos. Se las besé y la miré con la mirada afligida.
—Prométeme que no te vas a volver a ir —me pidió desesperada—. Una vez lo aguanté pero dos veces no lo soportaré. Sino fuese por los niños y Ingrid, me hubiera vuelto loca hace mucho tiempo. Prométeme que jamás volverás a cometer ninguna tontería ni mucho menos te vas a involucrar en ningún asesinato.
—Llegó la hora del renacer, mamá —le di un beso en la cara—. He cambiado y todo por un motivo.
—Renace hijo, esta es tu oportunidad para cambiar y conseguir todo lo que deseas —ahora fue ella quien me dio un beso en la cara—. Lucha por tu familia y aprovecha esta oportunidad que te va a dar la vida para ser feliz y dejar atrás el pasado.
—Te aseguro que esta vez no lo voy a desperdiciar y voy a hacer las cosas bien —le sonreí y le acaricié la cara.
—Me tranquiliza saber eso, pero ahora cuéntame las últimas novedades —me pidió ansiosa por saber.
—En las próximas semanas, tengo fecha del juicio y si todo sale bien seré libre pero siempre que cumpla un requisito —empecé a contarle.
—¿Cuál?
—Tendré a alguien vigilando mis pasos durante los próximos dos años y además, tendré que ir todos los días a firmar en la policía —le expliqué—. Es un seguimiento que me quieren hacer para saber que estoy haciendo las cosas bien pero con este permiso no tendré ciertos privilegios.
—Pero eso es una estupenda noticia, hijo —me sonrió ilusionada, su cara cambió radicalmente y ahora la veía más tranquila—. Haz las cosas bien y cuando menos te lo esperes, te despertarás de este mal sueño y todo habrá terminado.
—Lo pienso hacer y más que un mal sueño. Despertar allí era más una pesadilla pero bueno, supongo que me lo gané porque tampoco fui un santo, en primer lugar por obligar a Ingrid a permanecer a mi lado por miedo a que me delatara y en segundo lugar por matar a sangre fría.
—¿Te arrepientes de haberlo hecho? —me preguntó.
—No, de haberlos matado nunca me arrepentiré pero si de arrastrar a mi mujer a ese mundo y de haberla obligado a hacer cosas que ella no sentía —fui sincero—. Si ellos no me hubiesen arrebatado lo que más quería, jamás hubiese hecho algo semejante. A día de hoy, tendría una vida diferente y es posible que en ese caso no hubiese conocido a Ingrid ni a los niños.
—Arrepiéntete, tu no tienes culpa de que la vida te la jugara así —me aconsejó.
—No puedo, madre pero de lo demás te aseguro que si lo pienso hacer —le respondí.
—Eso espero y bueno, cuéntame eso de tus clases en prisión —demandó ella y de repente tuve la necesidad de buscar a Ingrid. La busqué con la mirada y estaba en la puerta mirándonos.
—Te lo cuento por el camino, ¿vale? Tenemos a Ingrid allí esperándonos —la señalé.
Nosotros miramos a mi esposa y luego empezamos a andar hacia donde ella se encontraba mientras le contaba todos los acontecimientos ocurridos los últimos meses.
—¿Te cuento una sorpresa que me gustaría hacer? —le susurré al oído.
—Dime, cariño.
—El día que me den la libertad condicional, voy a pedirle matrimonio a Ingrid —le sonreí un poquito colorado.
—¿Enserio? ¿El mismo día? —abrió los ojos como platos.
—Si —antes de llegar donde estaba Ingrid, puse el freno e hice mirarme a Conso—. Pero necesito tu ayuda, la de Patri y Alexander.
—Claro que te ayudaré, ¿qué tengo que necesitar con tal de que seas feliz?
—Solo necesito un par de cosas.
—Arranca hombre, me estás poniendo de los nervios —me dio una colleja floja—. Corre, no vaya a acercarse y nos pille.
—Buscar una iglesia, vestidos de novia para que pueda elegir y uno de novio, hablar con la familia de ella para que ese día estén bien —le dije lo que quería—. Buscadle vestimentas también a los niños y en un lugar que queráis un pequeñín convite.
—¿Sabes a quienes quieres invitar? —me preguntó ilusionada—. Encantada te ayudaré, me encantaría preparar la comida también.
—Habla con ellos porfa y pide ayuda —hice una pausa—. Ah, y no te olvides de buscarte el vestido más bonito que exista en la tierra porque la madrina tiene que ser la más guapa del planeta —otra pausa más—. Y de cocinar tu nada, ese día te quiero de reina —volví a acordarme de otra pregunta que me quedó en el tintero—. Ese día solo me hacéis falta varias personas, tu, los niños, mis amigos de siempre, una pareja que se hizo amiga de Ingrid y la familia de ella.
—¿De verdad quieres que lo sea? —empezó a llorar otra vez y aceptó mi otra petición asintiendo..
—¿Quién mejor que tú? Pues claro —me abrazó y volví a mirar a mi mujer.
—No puedo creerme que ya mi sueño se vaya a cumplir —la achuché—. Gracias por esta oportunidad pero eso si, prometeme que si no quiere hacerlo no la vas a obligar.
—Tu eres quien me va a entregar a la mujer que amo, mamá —le regalé más de un beso—. Qué mejor que tu asi que no me des las gracias, ese papel te corresponde únicamente a ti —le saqué la lengua—. En cuanto a tu otra pregunta, si no quiere casarse conmigo no la obligaré y si ella lo que desea es irse de mi lado porque no me ama, no se lo impediré siempre y cuando no me aleje de los niños. Eso sí, voy a luchar por ella hasta el último día.
—En este momento me doy cuenta de lo mucho que la amas pero seguro que no has pensando en algo —me achuchó—. Y te pienso entregar, pienso estar a tu lado en los buenos y malos momentos.
—Siempre lo has hecho y si, soy capaz de todo por Ingrid hasta de no ser feliz yo porque lo sea ella —volví a mirar a Ingrid y esta hizo una señal para informarme que iba a entrar dentro. Tras hacerlo, cerró la puerta—. ¿En qué no he pensado?
—Me has hablado de los vestidos pero, ¿y si está embarazada en ese momento? ¿habrá que buscarle uno adecuado no?
—Si, por eso dije que escojas varios y ella ese mismo día que lo elija —añadí.
—Se me ha ocurrido una idea muy guay así.
—¿Cuál? Mama, vamos a entrar que ya hicimos esperarla mucho y muero por ver a los niños —reanudé los pasos junto a ella.
—No te la diré, es sorpresa —se hizo la interesante y yo la miré de reojo—. No me seas así y dime.
—He dicho que no.
—No te marques un Ingrid, ¿eh? —me reí.
—Es que tanto juntarme con ella pues... —bromeó—. Vamos anda.
Ella se adelantó unos pasos, abrió la puerta y luego pasamos los tres —incluido el guardia—. Me enseñó los cambios que hizo en los últimos meses, los nuevos empleados y actividades. Más tarde entramos en el sitio que había deseado pisar todo este tiempo, la habitación de mis niños. Consolación abrió la puerta y el alma me vino al cuerpo cuando vi a Ingrid junto a los pequeños, jugando como la otra vez. Ellos encima de ella haciéndoles cosquillas. Al ver la escena, mis ojos se empezaron a aguar. Mi madre me miró y entendió mi reacción al inmediato, antes de que se dieran cuenta me abalancé sobre ellos feliz.
—¿Pero qué poca vergüenza es esta, eh? ¿Cómo os atrevéis a hacer esto sin mi?
—¡Papá! —gritó feliz Naím y se abalanzó a mi cuello—. Porque te fuiste, te echamos mucho de menos.
—Cuidado niños, no le hagáis daño a mamá —les avisé para que con la emoción no fuesen burros y le pudieran hacer cualquier tipo de daño—. Yo también os he echado de menos pero el trabajo mandó hijos, me impidió estar con vosotros —miré a Ingrid y le guiñé el ojo derecho agradecido
Ingrid sonrió radiante y ayudó a la pequeña para que se lanzase a mi también. El estar abrazando a mis pequeños era otro de mis sueños y otro motivo por el que luchar, ahora ya teníamos su custodia y ahora si eran legalmente míos.
—No nos abandones más —me rompió la pequeña con sus palabras a la misma vez que me daba besos.
—No lo haré pero solo dadme unos días más, ¿vale? —les pedí cariñoso.
Ingrid se fue levantando poco a poco y abrazó a Consolación.
—Si, papá —habló Naím—, Ahora contarme, ¿todo lo habéis hecho bien o tiene que venir el monstruo de las galletas a comeros? —les empecé a hacer cosquillas a los dos.
Los niños empezaron a reírse y yo también con ellos. Verlos sonreír o reír, me devolvía la vida.
—Si —dijeron al unísono.
—Y me consta, son unos angelitos —intervino Conso.
—Así me gusta —les hice una seña a las dos mujeres de mi vida, que en realidad eran tres porque a Vera también la incluía, para que se acercaran.
Me incorporé con los niños y cuando se acercaron. Nos fundí a todos con un mega abrazo y ahí fue cuando empecé a recuperar todo el tiempo perdido —esto solo acababa de empezar—. Antes de tener que volver al lugar que tanto odiaba, vimos una película en el cuarto y cenamos —incluyendo al guardia que también lo invitamos a unirse aunque le dijéramos a los niños que era un amigo nuevo que me había echado. Que oye, podría ser pero no era el caso. Pasaron las horas y nos tuvimos que despedir de ellos, así que el guardia, Ingrid y yo dejamos el orfanato. Más tarde dejamos a mi mujer en casa y yo volví al lugar del que me tenía que ir despidiendo a contrarreloj.
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