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Epílogo



2019


Barcelona, España


Las vistas del hermoso atardecer que pintaba el cielo de Barcelona con pinceladas de amarillo, rojo y marrón, mientras al mando del enorme avión aterrizaba junto al piloto después de más de ocho horas de vuelo, fue el preludio de mi esperado encuentro con la persona que me esperaba.

Apenas iban a ser las siete de la noche de un viernes de ese caluroso verano, y el comienzo de dos maravillosas y esperadas semanas de vacaciones. Eran mis primeras vacaciones desde que habia comenzado a fungir como co piloto para una exitosa compañía de aviación internacional, mi trabajo ideal, el trabajo soñado.

Este receso lo esperaba con ansias y ilusión, pues tendría la oportunidad de disfrutarlas al lado del hombre que amaba. No habia sido fácil planear y sobre todo hacer posible estas vacaciones, que no solo tomaríamos para descansar y estar juntos, sino para hablar de lo que nos depararía el futuro, al menos lo que estaba en nuestras manos proponer.

Porque si algo me habia enseñado mi caminar por la vida, más largo de lo que la gente podría imaginar, era que el ser humano propone y...los caprichosos seres del universo, disponen.

Y en ocasiones se equivocan y hasta buscan la manera de enderezar la metedura de pata universal.

El hombre del que me enamoré hacia milenios, no, solo cuarenta y un años atrás, me esperaba justo detrás de las puertas corredizas de cristal que separaban la zona restringida del aeropuerto El Pratt, de la concurrida área común, donde miles de pasajeros se despiden de amigos y familiares, hacen filas, y registran equipaje, dentro de otras cosas.

Mi chico de cabellos jengibre y ojos verdes, ese que el paso del tiempo le dio otra oportunidad, una segunda oportunidad, pero que no recuerda nada, mientras que yo, lo recuerdo todo.

Oliver, mi Oliver, al fin juntos.

Mi sonrisa se ensancha, si eso es posible, cuando atisbo el reflejo de mi figura, ese hombre alto, delgado, de cabellos negros y ojos rasgados, tan diferente a mi apariencia años atrás.

Y contrario a lo esperado, no me atormento, ni siquiera resiento la perdida de mis hermosos ojos grises que tanto le gustaban a Oliver, pues sé, que mis nuevos ojos oscuros y rasgados, lo vuelven loco.

—Al fin llegas, amor —Oliver me recibe con un largo abrazo, y sin pena y a la vista de todos me planta un sonoro beso en los labios. Mi corazón baila de alegría, pues finalmente podremos vivir libres y sin reparos nuestra sexualidad, pero sobre todo nuestro amor.

—¿Me extrañaste? —

—No sabes cuanto. Además estoy muy emocionado por este nuevo comienzo. —Oliver se refiere a las vacaciones que nos esperan en Costa Brava, pero también a lo que hablamos sería nuestro futuro.

Él veía con ilusión el esperado éxito de su próxima exposición de fotografías en Madrid, y la inauguración de su estudio academia en Barcelona, yo, aun cuando continuaría mi carrera como co piloto con miras a completar las horas y experiencia para ser piloto, planeaba hacer de Barcelona mi hogar permanente junto a Oliver.

Enganché mi brazo derecho al suyo y juntos enfilamos hacia el exterior del aeropuerto. Y mientras Oliver parloteaba interesado en saber si estaba cansado o si me apetecía ir a comer algo antes de llegar al apartamento, yo hacia memoria...

Memorias que me llevaban al día en que salí del hospital flaqueado por mi padre y Timothy. Recuerdo con viveza la sensación de que hacia todo mal, que todo iba mal. Callado y pensativo, mientras mi padre empujaba la silla de ruedas en dirección al vestíbulo donde planeábamos tomar un taxi.

Timothy, que en esos tres días se mantuvo al tanto de mi salud, atento y hasta cariñoso, parecía reacio a irse a casa, y caminaba a mi lado. No por primera vez desde que desperté en ese cuarto de hospital, luego de la epifanía que me sobrecogió y por la que fui a parar encima de un automóvil cerca de Central Park, me pregunté como pude fijarme  en alguien tan soso como él.

Y no pude evitar compararlo con Oliver, el chico rudo y algo taimado que conocí cuando me llamaba Luca y del que me enamoré perdidamente, o el Oliver expresivo que apenas podía disimular sus sentimientos y emociones cuando estaba cerca de Hwang.

—¿Estás bien, hijo? —Desde mi accidente habia notado ciertos cambios en papá, buenos cambios que me hacían sentir importante y atendido.

No obstante, precisamente en aquel momento lo único que quería era libertad, no deseaba a mi padre o a mi ex novio preocupados por mi bienestar, o complaciéndome con palabras bonitas.

—Llévame con Oliver, papá. —Solo necesitaba volverlo a ver, tenerlo de frente y confesarle que lo quería en mi vida, nuevamente y esta vez para siempre. Quería decirle que no podia albergar rencor, que mi alma lo amaba, que estaba dispuesto a echar al olvido mis dudas, y comenzar de nuevo.

Tenia la loca sensación de que si no buscaba a Oliver de inmediato, para abrazarlo y confesarle que no podría volver a estar separado de él, algo cambiaría para siempre y no precisamente para bien.

—No creo que sea bueno que estes visitando personas —comentó papá.

—Lo mejor es que te vayas a descansar, Hwang. —Estuve a punto de decirle a Tim que mi nombre era Luca, pero a tiempo cerré la boca. Sin embargo, dejé escapar un bufido, mientras centraba mi mirada sobre mis manos cruzadas.

—Ya he descansado bastante, papá. Por favor, llévame con Oliver —dije con firmeza, e impulsivamente me puse de pie, deseando correr y no detenerme hasta que no tuviera de frente a mi amor.

Recuerdo que papá a regañadientes accedió a mis deseos y que yo, rápidamente me despedí de un confundido Tim, que quedo de pie en la acera, mientras mi padre y yo subíamos a unos de los emblemáticos taxis amarillos de la ciudad con destino a Greenwich Village.

—Hwang. —Oliver y yo nos encontrábamos frente al jeep negro que nos llevaría a casa—  .¿Quieres ir a comer a ese bistro nuevo del que te hable? o prefieres que te prepare algo ligero en casa —añadió el amor de mi vida.

—No tengo mucha hambre, amor...pero tengo otras cosas mejores que hacer en mente, vamonos a casa, Oliver.—aparté de su rostro algunos de los mechones rizados rojizos que amenazaban con obstruir mi visión de sus ojos, mientras embozaba una traviesa sonrisita que sabia, él conocía muy bien su significado.

—Creo que a mi también me apetece llegar pronto a casa, amor...

Oliver apretó una de mis manos antes de alejarse de mi que luego de depositar mi pequeña maleta con ruedas en la parte trasera del auto, tomé el asiento del pasajero.

Con la mano con la que cambiaba las velocidades del moderno Jeep, pero que también se deslizaba sobre mi regazo para acariciar una de las manos que descansaba sobre mi pierna, Oliver dedico casi su total atención sobre la carretera.

Ambos anticipábamos con ansias nuestra llegada al hogar que compartíamos, y la promesa de demostrarnos el amor que nos unía. Un amor que quedo en pausa por muchos años, pero que de manera maravillosa, después de nuestro encuentro en el parque cuando fui a buscarlo al salir del hospital, solo yo recordaba lo que habia sucedido, surgió para volver a unirnos, y esta vez libre de prejuicios y miedos.

—Te amo, Oliver—

—Yo te amo más, Hwang.

***************

Nunca más se volvio a saber del señor Oliver Fitzpatrick, aquel maestro enjuto y algo amargado que solía cruzar el parque vecinal con rumbo a su casa y al que en ocasiones se le veía hablar con un vagabundo.

Su desaparición fue un misterio, que poco a poco fue perdiéndose entre el pasar de los meses. El apartamento que una vez vivió, lo ocupa su primo Edward con su prometida Binna, mientras que su hijo, Oliver Jr, se fue a vivir a Europa donde ejerce su profesión de fotógrafo y vive con su novio Hwang.

¿Qué más se puede pedir de la vida , sino una segunda verdadera oportunidad?


Fin🧡

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