Capítulo especial: Brenna
Brenna
De donde provengo, un mundo de luz y armonía, escondido, lejos muy lejos de la avaricia y lo mundano de los mortales, mi entusiasta forma de ser me ha traído innumerables desavenencias con mis congéneres.
Desde que vago por el universo, con la eternidad a cuestas, libre y sin miedo a nada o a nadie, me han fascinado los sentimientos y emociones del ser humano, ese misterio que representa el mortal y que quizás jamás se revelara ante mis ojos. No puedo leer mentes, pero si soy buena leyendo auras y experimentando de primera mano lo que me transmiten, sus emociones y sentimientos.
Siempre he sabido en mi eterno caminar que no debo involucrarme, o dejarme afectar por el estado de ánimo de los humanos. Mi función, si alguna, era mediar de algún modo y mínimamente, nunca cambiar, las decisiones, sin embargo, cuando reparé en el viejo Oliver y noté el cansancio y arrepentimiento de su alma, olvide todo lo anterior y por primera vez en mi larga existencia decidí hacer algo más que solo una tibia reacción superficial.
No tengo forma o color, escojo cualquiera que me sirva. Soy un vagabundo desaliñado y sucio dispuesto a escuchar, la pulcra enfermera que puede cuidarte con cariño y dedicación, la amable estudiante asiática o la doñita detrás del mostrador.
Soy todo y soy nada.
Recorro el universo, de manera incorpórea, siendo uno más de los seres fantásticos que el ojo humano es incapaz de apreciar, incapaces también de creer que más allá de lo conocido, existe un mundo repleto de criaturas fascinantes.
Me encanta mezclarme entre los humanos, o subirme a uno de los aleros del hospital para espiar la salida de un cabizbajo Oliver desde mi cómoda posición. No mentire, sabia cual seria la decisión de Luca, pero no podía intervenir.
De allí acompañé al querido y triste Oliver, sin mostrar mi presencia, al parque vecinal cerca de su apartamento, donde estuvo sentado por horas. Hasta para mi que el tiempo no significaba mucho, resulto, si tuviera que decirlo en lenguaje humano, desesperante.
Lo miré reírse como un desquiciado, hablar y gesticular, y también aprecie como terminaba de apagarse su ánimo, dejándolo casi inerte, a merced de lo que la vida quisiera hacer con él.
Por la osadía de devolverle la juventud que había perdido y cruzar su camino con el de su viejo amor reencarnado mis superiores pusieron el grito en el cielo, por usar una expresión muy humana, y condicionaron la conservación de su nueva juventud y segunda oportunidad a la decisión de Luca.
Admito que Oliver se convirtió en mi debilidad, lo quería feliz, lo quería joven y lo quería al lado del amor de su vida, porque aunque yo no podría experimentar jamás ese sentimiento tan humano y poderoso llamado amor, me gustaba imaginar que a traves de sus vivencias y sobre todo de su felicidad, yo podia estar más cerca de, quizás dentro de miles de milenios, experimentar un poco de esa maravillosa emoción capaz de mover mundos, pero también de destruirlos.
Oliver regresó al apartamento que ocupaba y se dejó caer sobre el colchón, pronto perdió la conciencia, su rostro algo crispado por la incertidumbre y el miedo. Justo hasta ahí podía llegar mi intervención, de allí en adelante y por las próximas horas el destino final de Oliver y Luca se escribiría de manera irreversible.
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