Capítulo 9
Al vacío
El día en que sucedió el accidente, por llamarlo de algún modo, fue un buen día, aunque por meses fui incapaz de recordarlo.
De manera increíble, antes de que acabara el día, todo lo que fui y era en esos momentos desapareció, pero no fue hasta mucho tiempo después que el manto que nublaba mis recuerdos fue retirado, y aterrorizado, como jamás lo estuve antes, me enfrente al futuro más perdido que un marinero sin brújula en una tormenta.
Y hablando de tormentas, la tarde del día en cuestión se desato, de la nada, una tormenta de relámpagos y truenos, acompañados por una intensa lluvia, que pusieron mis nervios de punta. Creo que jamás lo he mencionado, pero detesto los truenos y los relámpagos.
En esa ocasión el intenso chaparrón me sorprendió a mi regreso del Brooklyn Bridge, donde fui a tomar unas fotos del icónico puente y sus alrededores. Era un domingo a mediados del mes de junio, un día muy caluroso, pero disfruté muchísimo mi expedición fotográfica.
Fue poco después de las cinco de la tarde que comencé a notar la oscuridad, gracias a enormes nubes grises que poco a poco se cernían sobre el área y decidí que era momento de regresar a mi hogar. Recuerdo que cuando tomé un autobús hasta la estación de tren correspondiente, ya podia apreciar en el cielo los primeros ramalazos destellantes.
Cuando subí las escaleras desde la estación del tren comenzaron a caer sobre mi gruesas gotas de lluvia y pendiente a resguardar de alguna forma la mochila en la que llevaba mi cámara fotográfica, me apresure a cruzar la calle y mis pasos me llevaron a cortar camino por el parque que siempre visitaba. No esperaba encontrar a mi amigo en su lugar acostumbrado, sin embargo, no negaré que al pasar y ver vacío el banco de madera, me pregunté donde estaría en esos momentos, y casi enseguida me dije que seguramente refugiándose de la tempestad en alguna esquina techada.
No me detuve hasta que llegue al edificio donde vivía y en el vestíbulo me sacudí algo de la lluvia sobre mi, luego tome el elevador hasta el cuarto piso pensando en que comería para cenar. Mis planes antes de la tormenta eran detenerme a comprar algo de comida China, una de mis preferidas, pero dada las circunstancias lo más parecido a eso que podía encontrar en mi alacena era una de esas sopas pre cocidas, de esas con más fideos que vegetales, y bastante saladas.
Después de dejar la mochila con la cámara sobre mi cama y saludar a mi gato Tom que no parecía estar afectado con los estallidos de los truenos, fui a darme una ducha. Minutos luego, de pie frente al espejo del botiquín del cuarto de baño, y mientras cepillaba mis todavía abundantes, pero canosos cabellos, mi cuerpo pareció cimbrarse cuando después de una intensa luminosidad en el oscuro cielo, escuche un tremendo estruendo que poco falto para que soltara el cepillo que tenia en una de mis manos.
—Odio los truenos...
Ya vestido con un pantalón largo de suave tela de algodón que usaba para dormir, y una sudadera con el logo de Van Halen que había visto mejores días, dedique algún tiempo a revisar el correo, mientras esperaba por que la apetitosa sopa pudiera comerse. Recuerdo que me eche al bolsillo del pantalón la factura del servicio de electricidad pensando en enviar el pago con mi tarjeta de crédito antes de irme a dormir, si no lo hacia de inmediato en ocasiones lo olvidaba.
Cuando la sopa estuvo lista para degustar coloque el envase, junto con una cuchara, encima de una mesa que utilizaba para ese propósito al lado de la butaca donde solía pasar mis noches, mirando televisión.
Antes de sentarme ajuste el aire acondicionado central y me hice con el control del televisor, afuera parecía que se estaba cayendo el mundo en agua.
Me dejé caer sobre la cómoda butaca, el mueble estaba muy cerca de una de las ventanas de la sala, justo al lado, recuerdo que en ese momento tenia la cortina de la ventana recogida a un costado del marco, pues solía dejarla así en beneficio de Tom que le encantaba subirse al alfeizar y mirar hacia el exterior.
Esa noche no me ocupe de soltarla, pero en vez poner la atención en mi cena o en el programa detectivesco que me encantaba ver, mi atención se desviaba a la dichosa ventana y al oscuro exterior. En ese lado de la calle no había mucho que ver, solo un edificio desocupado en remodelación, de menos altura del que yo vivía.
Tom salto a mi regazo de manera inesperada buscando atención y caricias, algo que no hacia muy a menudo, y como antes, con el estruendo del trueno, me asuste.
—Entre tú y los truenos me van a volver loco.
Me tome algunos minutos para complacer a mi caprichoso gato antes de que el mismo decidiera irse en dirección a la cocina, seguramente a comer y beber.
Volví a acomodarme sobre la butaca y mientras accedía al control con mi mano derecha, lleve nuevamente la vista a la izquierda, otra vez hacia la ventana.
—Si no corro esa cortina no podre hacer nada más...
Me puse de pie y ya de frente a la ventana cerrada lleve mi mano sobre el gancho que sostenía la cortina en mi afán por dejarla caer, así acabaría con la ridícula fijación que hacia minutos se había apoderado de mi, pero justo entonces un poderoso rayo ilumino el cielo y su resplandor revelo la presencia de una persona en el techo del edificio vecino, ese que estaba desocupado y en remodelación.
Mi corazón pareció saltarse un latido.
Darme cuenta de la presencia en esa azotea de un ser humano fue preocupante, fijarme, cuando centre mi mirada sobre ella que se encontraba peligrosamente al borde del alero, mientras la lluvia la empapaba, fue aterrador.
Mi primer impulso fue abrir la ventana y gritarle, buscar llamar su atención de alguna manera, pero al mismo tiempo me di cuenta de que era la cosa más estúpida que podia hacer. Sin embargo, tampoco hice lo que cualquier persona con buen juicio hubiese hecho, que hubiera sido llamar a emergencias.
Con la certeza de que la intención de ese desconocido era saltar al vacío, fui sacudido por la urgencia de impedirlo. No me detuve a pensar en nada más, actúe por impulso y abandone la seguridad de mi hogar para salir a esa noche lluviosa.
Bajé las escaleras, ni siquiera pensé en usar el elevador, consciente de lo inusual de mi comportamiento, pero no me importó. Volví a pensar en que debí llamar a la policía en tanto casi emprendía una corta carrera hasta detenerme en la puerta de doble hoja en metal y cristal que llevaba a un vestíbulo en penumbras del edificio aledaño.
Mi conciencia insistía en disuadirme, en lograr que diera la vuelta y regresara a mi apartamento, tomara mi celular y marcara el número de emergencias. Eran ellos los que tenían que encargarse de lo que sucedía con esa persona, pero no lo hice.
En vez de eso, esperando encontrar resistencia, hale una de las hojas de la puerta de metal y cristal. Estaba abierta, no había nada que me impidiese entrar al edificio desocupado, donde se podían apreciar las obras de construcción que se estaban llevando a cabo.
Dejándome llevar por los escasos vestigios de luz provenientes de algún alumbrado cercano o de la misma actividad lumínica a consecuencia de la tormenta, comencé a subir por las escaleras, sin pensar en las condiciones en que pudiesen estar. Ese edificio llevaba desocupado algunos años y apenas habían comenzado las remodelaciones.
Me movía enfocado, mi propósito era llegar hasta el techo para disuadir a la persona que evidentemente queria quitarse la vida, de que no lo hiciera.
Enseguida que salí al exterior note dos cosas, que la lluvia y los relámpagos se alejaban, despejando el cielo, y que la persona en el alero aun se encontraba allí. Cuando pude enfocarla bien, noté que le daba la espalda al vacío, además de que su figura me pareció inquietantemente conocida.
—¡Hey!
Mientras me acercaba con pasos cortos, lo menos que deseaba era asustarle, estuve seguro de que la persona frente a mi era a quien yo llamaba mi nuevo amigo, aquel extraño y solitario hombre, el vagabundo que yo escogí como receptor de mis lamentos. Ahora estoy seguro de que yo no lo escogí, fue el...o ella, que me escogió a mi.
Un aluvión de sentimientos y emociones me sacudió, mientras me acercaba más al vagabundo del parque. No alcanzaba ver su rostro, pero no me sorprendió, pues jamás había podido hacerlo. En esa ocasión recuerdo que tenia la cabeza algo inclinada hacia su pecho, y los brazos a los costados, sus piernas enfundadas en los mismos pantalones de siempre, algo separadas.
En tanto más me acercaba, comencé a sentir el aumento de la sutil brisa que percibí una vez salí a la azotea minutos antes. Podia sentir mechones de mi cabello bailar mecidos por la brisa, también fui conciente de que no podia apartar mi mirada de la oscursa figura a pasos de mi.
Incluso recuerdo pensar lo incorrecto de toda la situación, yo no debía de acercarme, al contrario, debía dejar un espacio entre él y yo, y tratar de convencerlo de alejarse del alero, pero no, ahí estaba yo, caminando peligrosamente en pos de él.
—Oye no tienes porque hacer esto, siempre hay alternativas...
Esas palabras me parecían vanas, pero aun así fue lo único que se me ocurrió decir, mientras extendia uno de mis brazos. Buscaba animarlo a que me diera la mano, en mi mente, en ese momento, con eso bastaría para alejarlo del peligro.
Aun así, cuando el extendió uno de sus brazos, gesto que interprete como la aceptación de mi ayuda, me costo echar a un lado las dudas que comenzaron a filtrarse en mi mente, y ofrecer mi mano nuevamente.
Sin embargo, en cuestión de segundos, ya no hubo vuelta atrás.
Al principio solo sentí la punta de sus dedos tocar los mios, no obstante, enseguida su mano abarco la mía, con fuerza. Entonces fue cuando tuve la absurda sensación de que uno de esos relámpagos que tanto odiaba había salido de su cuerpo para cruzar al mio, en tanto horrorizado veía un resplandor verde imposible brillar allí sobre la oscuridad que era su rostro, allí donde debían de estar sus ojos.
Recuerdo que el pavor se expandió por todo mi ser, pero más allá de eso, lo último de lo que estoy seguro es de la sensación de perder toda la voluntad, la resistencia y con horror verme arrastrado al vacío, solo, mientras en la lejanía escuchaba una especie de canto con palabras ininteligibles.
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