Capítulo 8
El vagabundo y el maestro
Principios de abril 2015
La primera vez que lo vi fue dos meses antes del accidente, si es que puedo llamarlo así. Recuerdo que caía la tarde y una brisa agradable disipaba un poco del inusual calor para ser un día de mediados de abril.
Me encontraba disfrutando de una de mis, cada vez más esporádicas salidas, sentado en un banco de madera del parque, con un ejemplar de la reciente novela de suspenso de uno de mis escritores favoritos, Dean Koontz. Amaba sumergirme en los mundos creados por él, donde casi cualquier cosa podía suceder.
Recuerdo que su presencia provoco una especie de escalofrío por mi cuerpo, incluso por unos momentos me pregunté de dónde había salido, pues no lo vi llegar, fue como si de la nada se materializara en el banco vacio a mi derecha.
Pronto me convencí de que probablemente no lo vi llegar, pues estaba distraído leyendo, aunque precisamente ese día, más temprano, había pensado que la lectura no había logrado atraparme por completo como usualmente hacia lo escrito por Koontz.
Siempre supuse por su complexión que se trataba de un hombre, aunque jamás pude verle el rostro que llevaba oculto bajo una especie de manto oscuro, que también cubría parte de su cuerpo en la parte superior.
El vagabundo, así lo llamaba mentalmente, llevaba pantalones largos y oscuros, unos zapatos que pronto dejarían de proteger sus pies, y me fijé que no llevaba calcetines. Con solo mirarlo me provocaba calor, pero él parecía estar a gusto con su indumentaria.
A sus pies descansaba una especie de saco roído que lucia poco pesado, pero eso no lo podia saber. La persona lucia descuidada, alcanzaba a ver algunos mechones de su cabello oscuro y desaliñado que escapaban del manto con el que cubría su cabeza, pero nunca sentí mal olor corporal desprendiéndose de su persona.
Esa primera tarde recuerdo que me fui a casa y pronto me olvide del extraño del parque, uno que jamás había visto antes vagando por el barrio.
No obstante, contrario a lo que hacia comencé a cruzar por el parque todos las tardes al salir del colegio, siempre llevando un libro para leer o algunos trabajos que debía corregir. Y aunque podia sentarme en cualquier banco vacio del extenso lugar, siempre terminaba haciéndolo en el banco junto a ese extraño que día tras día se encontraba en el mismo lugar, casi en la misma posición y indudablemente con la misma vestimenta, aun cuando la temperatura comenzaba a arreciar.
Debo decir que esa persona jamás me presto atención, y mucho menos me dirigió la palabra. Y a mi no me hacia falta, lo menos que era por aquellos días, ahora que me parecen tan lejanos, incluso me parecen que fueron vividos por otra persona, era un hombre comunicativo y amistoso. Para la gran mayoría de las personas, era un viejo cascarrabias que le costaba hablar, y más sonreír.
Sin embargo, según los días pasaban convirtiéndose en semanas, quizás llevado por la soledad en la que vivía, sentí la necesidad no solo de ser amable con esa persona, sino de saludarla, o comentarle de forma casual que lindo estaba el día, o que calor hacia.
Recuerdo que el vagabundo solía colocar a su lado un envase de plástico, donde recolectaba monedas, siempre había el que cruzaba por el parque y dejaba caer unas cuantas en el envase. Yo pronto me uní a esos buenos ciudadanos y diariamente depositaba uno o dos dólares dentro.
De un «hola» casual y un «que hermoso esta el día» bastante inusual, yo jamás decía cosas así a mis compañeros en el trabajo o a mis vecinos, pasé a preguntarle «¿cómo estás hoy?» y a comentarle cosas como;
«Hoy fue un buen día en el trabajo»—por ejemplo.
Lo siguiente fue salir expresamente a comprarle unas sandalias, lo hice impulsivamente pues ni siquiera sabia su tamaño, pero me daba pavor ver como día tras día los zapatos que llevaba se abrían más a los costados. Como era verano opte por llevarle unas sandalias dejándome llevar por un estimado, realmente no sabia si el hombre lo agradecería o no, quizás hasta me tiraría con las sandalias cuando se las ofreciera. No era un secreto que algunas personas podían ver mi gesto como una humillación.
No obstante, esa posibilidad no me detuvo y todo fue bien, el vagabundo acepto el calzado, pero no dijo nada, ni siquiera un gracias. Desde ese momento en adelante me convenci de que era mudo.
Para cuando mayo hizo su entrada yo había incorporado a mi aburrida rutina una visita al parque para sentarme en el mismo banco, no lo pensé en aquel momento, pero nunca lo encontré ocupado por alguien más, y simplemente pasar el resto de la tarde junto a una persona que ni siquiera me dirigía la palabra. Quizás si hubiese podido analizar mi proceder, hubiera salido corriendo para el médico temiendo estar en las primeras etapas del Alzheimer o alguna extraña demencia.
Sin embargo, nunca lo hice. Al contrario, lejos de salir corriendo y no volver ni siquiera a cruzar por el parque, una tarde no dude en hacerle una pregunta al extraño personaje que llevaba días dando vueltas por mi cabeza.
—¿Me permites contarte sobre alguien?, sobre alguien muy especial.
Lo que estaba a punto de hacer tendría que haber levantado una bandera roja en mi conciencia porque era algo que nunca hacia, y era hablar de mi pasado, y en especial sobre Luca, con alguien.
El vagabundo no contesto, eso lo esperaba, pero esta vez hizo un movimiento afirmativo, inesperado, con la cabeza, que me confirmo que me escuchaba, entendía y que además estaba de acuerdo con oír lo que queria decirle. Recuerdo que sentí una sensación calida expandirse por mi pecho, una emoción agradable, casi de alegría.
Aunque nunca lo hacia, esa tarde descubrí lo bien que se sentía hablar sobre Luca.
—Solo me he enamorado una vez, su nombre era Luca, un hombre maravilloso a quien yo no merecía. Me amó con entrega, nunca trato de cambiarme, aunque no estaba de acuerdo con la mayoría de mis decisiones. Estaba dispuesto a continuar a mi lado, en la sombra, un lugar que yo mismo le di cuando por complacer a los demás, y evitar el rechazo de algunos, uní mi vida a otra persona...
—Lo traicione, me aleje de él...empeñándome en continuar mi vida de engaños, y al final fue demasiado para Luca y decidió irse lejos...¿sabes que de nada sirvió su intento por regresar? Ya la vida tenia otros planes para nosotros. Luca no logró regresar a mi...pereció en el camino, en un absurdo accidente de trafico, y eso es algo que no me perdono, la culpa ha ido creciendo en mi, y con cada año que pasa es peor...
—¿Te has enamorado?, presumo que si, y solo espero que no te comportaras como un verdadero imbécil, como un cretino...como yo. Porque yo conocí el amor, amigo, el verdadero amor, pero todo lo eche a perder por cobardía, por no tener las agallas de defenderlo, y de ponerlo por encima de todo lo demás. Ahora estoy solo, arrepentido, un viejo amargado a quien la culpa tortura un día si, y el otro, también. He pasado los últimos veintiocho años añorando a Luca, extrañando su presencia, su voz, el contacto con su piel, y esos hermosos ojos grises donde yo podia ver estrellas reflejadas...no hubo, no hay y no habrá un solo día en que no pienso en él...
Es gracioso, pero ahora pienso en lo que pensarían las personas que se fijaban en nosotros, dos hombres muy dispares, sentados uno al lado del otro, pero en diferentes bancos. El vagabundo y el maestro, el silencio y aquel que no podia parar de hablar sobre el único y verdadero amor de su vida.
Y me pregunto si me tomarían por un loco pues era evidente que la persona que yo había escogido para ser mi receptor ni siquiera miraba en mi dirección. Incluso he ido más allá y en ocasiones me he preguntado si aquel vagabundo realmente estaba allí, si alguien más podia verlo, o si era yo el único con tal privilegio...pero el por qué me preguntaba todo eso lo sabrán más adelante.
**************
En aspectos más mundanos de mi vida, continué con mi trabajo como profesor, sin embargo, pronto las clases finalizarían y tendría mucho tiempo libre. A mediados de mayo recibí una llamada de Edward, quien vivía en New Jersey con su segunda esposa Muriel.
Edward me pidió alojamiento.
—Mi divorcio de Muriel ya lo considero inminente, Oliver.
Edward planeaba ir de vacaciones por un mes a Massachusetts, a su regreso, probablemente para finales de junio, iba a necesitar que yo lo recibiera, pues ya no pensaba volver con Muriel a New Jersey.
—Nuestras diferencias son irreconciliables, primo.
Edward no lo dijo, pero yo sospechaba que su inclinación por la bebida era una de esas diferencias.
—Eres bienvenido, Edward.
Aquellas palabras fueron sinceras, en el fondo no me desagradaba la visita de mi primo aunque fuera en esas circunstancias.
—¿Por qué no te animas a viajar conmigo a Massachusetts, Oliver?
A mi primo le hacia mucha ilusión volver a la ciudad que nos vio nacer después de varios años ausente, visitar la familia por parte de padre que aun vivía allá, además de a unos cuantos amigos. Edward no tuvo hijos, pero podia decir que tenia varios sobrinos. Ante mi negativa Edward alego lo siguiente;
—¿Qué vas a hacer solo durante tres meses de vacaciones de verano?
—Muchas cosas, créeme que no tendré tiempo para aburrirme, pues planeo caminar por Nueva York, ir al cine, a comer a algún lindo lugar y lo mejor, retomare mi pasatiempo favorito, la fotografía.
Como fue cierto que dije todo eso en beneficio de mi primo y su preocupación por mi solitaria existencia, realmente lo de retomar la fotografía era algo que venía pensando desde hacia semanas.
Las clases terminaron y pronto me vi con todo aquel tiempo libre del que hablaba Edward. Y un buen día, de improvisto y sin pensarlo abandone el apartamento para tomar un taxi hacia un área muy concurrida por negocios de todo tipo, entre ellos una tienda donde vendían modernas cámaras fotográficas y todo los ascesorios necesarios.
No escatimé en gastos y me hice con todo el equipo digno de un fotógrafo profesional, aquello trajo a mi memoria recuerdos de días pasados al lado de Luca. Él siempre fue mi admirador número uno y mi modelo preferido.
Esa tarde, bastante emocionado con mi compra a cuestas, no dejé de pasar por el parque. Mi amigo, hacia días que así lo llamaba en mi mente, se encontraba en el mismo lugar, sin mostrar ningún cambio en su apariencia. Aun llevaba aquella extraña y visualmente pesada capucha sobre su cabeza y hombros.
Cuando pase frente a él de camino al banco que siempre ocupaba a su lado, después de saludarlo con un «Hola» deje a su lado una caja de cartón con una enorme porción de pastel de zanahorias en el interior, yo más temprano había disfrutado de uno igual y decidí comprar uno adicional para mi nuevo amigo.
Él ni se imuto, por lo menos no que yo notara, aunque de alguna forma en que ni yo mismo comprendía, sentía que agradecia mis gestos.
—Hoy me fui de compras...hacia tiempo que no salía a gastar un poco de dinero en algo que no sea comida o medicamentos. Compre todo lo necesario para retomar mi pasatiempo favorito, la fotografía...¿te había mencionado que me apasiona tomar fotografías? ¿Y que Luca era mi modelo favorito?...
Mientras hablaba palmeaba las bolsas plásticas con el logo de la tienda donde llevaba todo lo que habia comprado.
—También era mi mayor admirador. Realmente Luca era todo para mi y por mi, sin embargo, como ya te mencioné, jamás le di el valor que merecía, y me odio por eso. A veces anhelo tanto una nueva oportunidad, una real, aunque sé que es algo absurdo, pues el pasado no lo cambia nadie.
En ese momento sentí como el entusiasmo que pude percibir durante el día, se perdía, mientras un doloroso vacío parecía abrirse en mi pecho. Dejé escapar un largo suspiro antes de plasmar todo mi fervor en las siguientes palabras, palabras que me salieron del alma;
—Si pudiese retroceder el tiempo, y volver a tener dieciocho años no lo dudaría. Si pudiera, seria capaz de cambiar lo que me resta de vida por una nueva oportunidad.
Ahora pienso que ese momento fue decisivo para lo que sucedió semanas después.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro