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Capítulo 4



Perdido sin ti

El romance entre Luca y yo se dio a puertas cerradas, mientras tanto para muchos yo era el pretendiente de Eleanore Rogers y quizás su próximo esposo.

Luca y yo discutíamos bastante, y no fueron pocas las ocasiones en que nos separamos, siempre era el quien me juraba que no quería saber mas de mi. En uno de esos desencuentros, el coqueteo entre Eleanore y yo paso a la siguiente etapa, y una de las consecuencias fue un embarazo sin planificar.

Aquello fue un duro golpe para Luca que exploto en furia, avivada por varias emociones como el despecho, la frustración, lo desilusionado que se sentía y sobre todo a los celos. Mientras yo vivía en un constante estrés.

Semanas después no lo pensé mucho y me enliste en el ejercito, pues fue hasta cierto punto mi manera de salir huyendo. Fui llamado a entrenamiento lejos de Massachusetts dejando a Eleonore embarazada, su padre se hizo cargo de la situación mientras tanto.

Seis meses después regresé al pueblo para ver nacer a mi primogénito, Aidan.

El plan era llevarme conmigo a mi joven familia dentro de dos meses cuando partiríamos hacia la base donde estaría radicado en Texas.

En esos dos meses Luca y yo volvimos a vernos, a encontrarnos a escondidas citándonos en moteles de carretera, lejos de mi familia. La mayor parte del tiempo disfrutábamos de aquellos momentos robados, pero también había mucho reproche y enojo de su parte. Mientras a mi me pegaba la culpa, y la frustración porque sabía que pronto dejaríamos de vernos.

Luca siempre me echó en cara lo mucho que había dilatado las cosas, mi joven amante se refería en especial a nuestros planes de huir juntos meses antes de que Eleanore se embarazara y yo tuviese que casarme con ella.

Siempre fui conciente, y Luca también lo era, de que yo no estaba preparado para vivir sin importarme lo que mi familia, en especial mis padres, pensaran de mi. Para rebelarme ante ellos y anteponer mi relación con Luca a todo lo demás.

Y sentía pavor, un miedo intenso que muchas veces se vio reflejado en pesadillas, con solo pensar que papá pudiera conocer de mi verdadera relación con Luca.

—Si nos hubiésemos largado meses antes, no estuvieses a punto de ser padre, Oliver.

A menudo Luca hablaba con pesar sobre nuestros planes de escapar juntos a California o a New York, y que jamás se concretaron.

Recuerdo que él guardaba casi todo lo que ganaba en su empleo como cajero en una ferretería cerca de la tienda de revelado, y decía que era nuestro boleto a la libertad. Sin embargo, yo siempre le di largas al asunto, pues no queria irme y dejar a mi padre tan enfermo. En esos años papá era incapaz hasta de caminar, pues se fatigaba. Su condición cardiaca había escalado hasta ser casi intratable. Recuerdo que lo mantenía con vida la ilusión de un trasplante de corazón que nunca se llevo a cabo.

Yo era consciente de que si me iba con Luca los dejaría desprotegidos económicamente, pues ya no contarían con mi sueldo. No recuerdo bien que esperaba, quizás continuar viviendo como hasta ese momento. Viviendo una doble vida llena de secretos que lastimarían a muchos.

Mientras que para mi familia por mucho tiempo fui el joven trabajador, familiar y confiable que tenia un romance con la chica más linda del barrio, y que seguramente terminaría siguiendo los pasos de papá, sirviendo en el ejercito, casado y con tres hijos.

Detrás de las paredes de un pequeño apartamento, en los brazos de Luca, era el Oliver apasionado, con sueños y planes que compartía con el hombre que amaba, pero que a la hora de dar un paso al frente en defensa de su libertad, se acobardaba, paralizado por la homofobia internalizada que por muchísimo tiempo fue una piedra en mi camino.

Luca siempre estuvo a mi lado, aun cuando en los últimos meses de nuestra relación discutíamos bastante y nos enojábamos, volviendo a distanciarnos por semanas.

—El problema no era dejar desamparados a tus padres, pues tu sabias que eso no sucedería, Oliver. Y siento tener que decirte esto, pero el problema eres tu, que no te aceptas, que sientes vergüenza y te auto saboteas por amar a otro varón.

—¿Y sabes que es lo peor? Que yo te amo tanto que estoy dispuesto a vivir en el anonimato con tal de estar junto a ti.

Por cosas como esa jamás se me paso por la mente que Luca se iría del pueblo con intenciones de no volver. Por que en el fondo, yo estaba seguro de que él no podría dejarme definitivamente, aun cuando yo estuviese ausente de su vida por casi cuatro años.

************

Cuando regresé de Texas en el mes de julio del mil novecientos ochenta y siete tenia más de cuatro meses sin saber de Luca. Nuestra comunicación por carta y llamadas telefónicas ceso de manera inesperada, sin embargo, siempre sospeche porque Luca comenzó a alejarse de mí emocionalmente.

—¿Cuándo pensabas decirme que Eleanore esta embarazada nuevamente?

La frialdad en la voz de Luca marco un antes y un después en nuestra errática relación.

Recuerdo que siguieron meses de incertidumbre, si, pero también en los que logré mantener la esperanza de que al regresar a Massachusetts, Luca y yo nos volveríamos a ver. Y podríamos reencontrarnos. El solo pensamiento llenaba de ilusión y luz mi gris existencia, evitándome caer en una deprimente espiral que quizás no tendría fin.

—Últimamente estas tan callado...nada parece hacerte feliz, ni siquiera el próximo nacimiento de nuestro bebé.

Eleanore llevaba días haciendo reclamos por mi apatía, y tenía razón.

Aunque nunca fui una persona elocuente al menos trataba de participar en las conversaciones, dar mi opinión de vez en cuando, hacerme presente, sin embargo, las últimas semanas en Texas era más el tiempo que estando en casa lo pasaba ensimismado, y apenas contestaba con monosílabos los interrogantes de Eleanore. Eso sin contar el poco entusiasmo que mostraba ante casi todo.

Aunque físicamente no me ausentaba, no era así mentalmente, pues mis pensamientos estaban lejos, en Massachucet, al lado del hombre que amaba y su extraño silencio. Debo decir que nunca estuve orgulloso de mi proceder con Eleanore, con Luca y hasta conmigo mismo, pero al mismo tiempo, a menudo trataba de minimizar los sentimientos de culpa victimizándome.

Para mi en aquellos años era normal pensar hasta llegar a convencerme de que no tenía alternativa, de que el estilo de vida que llevaba era el más adecuado. Porque en una sociedad donde amar y ser diferente no era bien visto, los que como yo vivíamos esa realidad debíamos de buscar la manera de acoplarnos, aunque estuviésemos llenos de secretos.

No fueron pocas las ocasiones en que agobiado por mis deberes como esposo de una joven mujer que buscaba mis caricias y atenciones huía a encerrarme en el baño fingiendo un fuerte dolor de estómago.

La misma Eleonore solía decirme, entre bromas, que no sabia como habíamos tenido dos hijos, pues entre nosotros la relaciones sexuales eran casi inexistentes. En esas ocasiones yo solía mantener una sonrisita sobre los labios cerrados, pensando en cual seria la reacción de mi esposa si supiera en quién pensaba, mientras me colocaba entre sus piernas, buscando complacerla con caricias que al final no eran para ella.

Por aquellos años me comporte como un verdadero ser egoísta y hasta bajo.

—Solo estoy preocupado, Eleanore. Tengo tantas cosas en la mente...el viaje de vuelta a Massachusetts, los arreglos de la casa que ocuparemos allá, mi nuevo empleo...

Recuerdo que nos encontrábamos en nuestra habitación, ella había salido de darse una ducha y solo cubría su abultada figura de siete meses de embarazo con una bata de toalla. Eleanore lucia radiante, los embarazos, a diferencia de algunas mujeres, hacían resplandecer su belleza.

—Y me imagino que el silencio de tu amigo Luca también es motivo de preocupación.

Ante su mención sentí que mi corazón amenazaba con levantar vuelo.

Mientras decía aquello Eleanore se había desplazado hasta llegar de frente al mueble donde tenia un espejo y sus cosas de arreglo personal. Con movimientos pausados mi esposa agarro el envase con crema de manos para aplicarse la cremosa sustancia sobre una de sus manos, antes de distribuirla sobre la piel de sus antebrazos, prestándoles especial atención a sus codos.

Mi postura había cambiado, de estar bastante relajado sobre el colchón, pase a un estado de completa atención. Era la primera vez que Eleanore mencionaba a Luca de manera tan directa, de hecho, mi esposa solía ser amable con él cuando lo veía o llamaba por teléfono, pero nunca surgió entre ellos una amistad.

Siempre era "tú amigo Luca", nunca "nuestro amigo Luca".

—¿A qué te refieres?

—He notado que ya no te llama por teléfono, tampoco he visto en la correspondencia alguna de sus cartas. Y me he dado cuenta de que a todo lo que acabas de mencionar puede que se sume la falta de noticias sobre él. Además...

Eleanore giró para mirarme con preocupación. Le sostuve la mirada unos segundos preguntándome si entre las aparentemente inocentes palabras de mi esposa se escondía algo más. Por un momento me intrigo que pensaba realmente Eleanore de la amistad entre Luca y yo.

—Varias noches me han despertado tus murmullos cuando tienes pesadillas y en varias ocasiones he oído que mencionas su nombre con agustia en la voz.

Yo era conciente de mis pesadillas, pero jamás imaginé que algo de ellas salía al exterior, mucho menos que fuera escuchado por ella.

—Estoy segura de que Luca esta bien. Probablemente tenga algo nuevo en lo que ocupar su tiempo...

Eleanore se encogió de hombros y volvió su atención a las cremas, a cepillarse cien veces sus largos cabellos, olvidando pronto a Luca y su silencio.

Esa noche Eleanore hizo el intento de buscar mis caricias, yo no me aleje, tampoco puse excusas como solía hacer, esa vez me dedique a pensar en Luca, en sus caricias, en su forma de besarme, y eso bastó para encender algo de la pasión que mi joven esposa necesitaba.

************

Luca y yo no tuvimos oportunidad de volvernos a ver.

El mismo día en que llegamos al pueblo, después de dejar instalada a Eleanore en la casa de su padre, me fui a buscarlo.

Casi no podia ocultar los nervios y la emoción de frente a este nuevo encuentro después de más de tres años de no vernos, y luego de su mutismo por largos meses. La inseguridad y el miedo carcomían mi estómago y con cada paso que daba en la dirección del apartamento donde Luca vivía solo después de que su madre murió, más se acentuó el malestar que hacia estragos en mis entrañas.

Los últimos pasos que me separaban del lugar, casi los corrí, y no me detuve hasta que llegué al segundo piso de un viejo edificio de apartamentos. Lo primero que me noté fue el descuidado aspecto de los pisos y las paredes, hasta mi llego una mezcolanza de ritmos musicales provenientes de los apartamentos y un intenso olor a yerba.

Me detuve frente a la ajada puerta del apartamento veinte y no dude en golpearla con firmeza. No tarde en escuchar lo que me pareció ser alguien arrastrando un par de chanclas, acercándose a la puerta del otro lado. Enseguida escuche como descorrían el pestillo.

La puerta fue abierta por una mujer joven, de tez oscura.

—¿Sí?

La mujer me echó una mirada de arriba abajo, mientras parecía sostenerse de la endeble puerta y fruncia sus gruesos labios. Por un momento trate de hacer la conexión entre Luca y ella.

—¿Puedo hablar con Luca? Dígale que Oliver lo busca, por favor.

La mujer me miró por largos segundos antes de cambiar de posición, llevando el peso de su cuerpo al lado contrario, esta vez recostándose del marco.

—¿Luca? ¿Quién carajos es Luca? Con mucho gusto le daría tu recado, chico pelirrojo, pero no conozco a nadie con ese nombre.

La mujer tenia un tono de voz ronco en el que se apreciaba un fuerte acento hispano, pero se expresaba muy bien y claro, tampoco tuve dudas de que entendiera lo que decía, aun así insistí.

—Luca...¿no vive aquí? Es un joven de cabellos oscuros, ojos grises, no muy alto...

La mujer no tenía intenciones de continuar de pie escuchando mis devarios, ella ya había dicho lo que tenía que decir y me cerro la puerta casi en la cara.

Frustrado deje escapar un suspiro y con desgano giré encaminándome hacia la escalera que me llevaría al vestíbulo que apestaba a orin.

No tenia dudas, ese era el edificio donde vivía Luca, y aquel apartamento, su hogar, o al menos lo fue, ya que estaba seguro de que la mujer no me había mentido.

—¿Oliver? Oliver, primo ¿cuándo regresaste?

Me encontré con mi primo Edward mientras, cabizbajo, caminaba sin rumbo. Me dio un gusto enorme ver una cara conocida después de mi fiasco anterior. Edward me invito a tomarnos algo, unas cervezas, dijo.

Nos sentamos en sendos taburetes de madera de frente al mostrador en un pequeño negocio que vendía bebidas y contaba con dos mesas de billar, y una rocola que por una cuantas monedas tocaba la música escogida.

Recuerdo que esa noche alguien despechado había escogido una variada selección del duo Air Supply, hermosas canciones que hablaban de amor, de añoranza y desengaño.

—¿Luca? ¿Luca Anderson?...

Creo que fue lo primero que le pregunté a Edward después del primer intercambio de palabras entre ambos.

—Al parecer se ha mudado, pero no tengo idea de a donde.

La expresión de Edward contesto mis dudas aun antes que sus palabras.

—Luca ya no vive en la ciudad, Oliver. Lo último que supe de él fue que se fue lejos, pero no sabría decirte a donde.

Después que Edward dijo aquello tuve la impresión de que había ensordecido y que en cualquier momento mi cabeza abandonaría mi cuerpo. Por largos minutos estuve mirando los gestos de mi primo mientras hablaba, pero yo no escuchaba nada, ni siquiera la música o el golpe de las bolas del billar a colisionar entre ellas.

Por momentos mis pensamientos dejaron de tener lógica o conexión, solo me dedique a estar allí, sentado, con un pesado vaso de cerveza tibia frente a mí. Sin embargo, con el paso del tiempo el rastro de un solo pensamiento permaneció dando vueltas en mi mente;

«Al fin te fuiste, Luca...al fin dejaste este pueblucho...pero lo hiciste sin mi...y yo me encuentro tan perdido sin ti»



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