Capítulo 3
Amo todo de ti
Esa noche en vez de irme directo a casa, recuerdo que fui a buscar a Luca. Su madre Grace me dio la bienvenida, el apartamento se notaba cálido y olía a guiso de res recién hecho, que automáticamente me abrió el apetito.
—Que bueno que viniste, Oliver. Últimamente Luca esta un poco callado y a mi me parece que tu ausencia en esta casa puede ser el motivo.
Entré al hogar de mi amigo, en la sala, con la vista pegada al viejo televisor se encontraba Charlotte. Y aunque esperaba ver a mi amigo allí junto a ella, me equivoque.
—Luca está en su dormitorio.
Grace se desplazo hacia la cocina después de decir aquello e indicarme con un gesto el corto pasillo poco iluminado que llevaba a los dos cuartos dormitorios y el cuarto de aseo.
Mi indecisión duro solo unos segundos antes de encaminarme hacia la habitación de Luca, me detuve frente a la vieja puerta que ostentaba una pegatina con el nombre de una soda de cola bastante popular por aquellos años.
En otro momento hubiese entrado sin llamar, pero no esa noche. Llevé el puño cerrado sobre la imitación de madera y di dos golpes.
—No tengo hambre, ma.
—Soy yo, Luca.
Enseguida escuche bastante movimiento en el interior del cuarto, y segundos después tuve a un Luca que lucia algo azorado, frente a mi.
—¡Oliver!
Pude notar en su lenguaje corporal que Luca no se esperaba mi visita, y si era sincero yo tampoco tenia planes de ir por allí.
Un vistazo al desorden en la cama de mi amigo revelo donde había pasado la mayor parte del tiempo. El espacio donde dormía era bastante pequeño, con solo una ventana que daba a una oxidada y no muy extensa escalera de incendios en la parte posterior del edificio.
El interior del lugar hablaba en silencio de los gustos de mi amigo por los aviones, de toda clase y modelos. También de su amor por la lectura, las películas juveniles y de músicos como los Bee Gees.
Luca había tapizado la mayoría del espacio en las paredes con variados afiches de sus artistas favoritos, pero también decoraban la habitación pequeños marcos con fotografías, muchas de las cuales nos mostraban juntos, haciendo monerías, tomadas por mi nueva y moderna cámara, que yo colocaba sobre un punto estratégico después de asegurarme de haber accionado el auto disparador.
Sin embargo, no eran pocas las fotos que yo había tomado de Luca como mi modelo exclusivo, esas que yo consideraba las mejores, donde había logrado captar la más pura belleza de sus ojos grises donde refulgían las estrellas, y capaces de opacar toda la luz a su alrededor.
Esa noche mi amigo ocultaba sus hermosos ojos tras unos gruesos lentes para leer, sobre el colchón de su cama me fijé que reposaba un libro de tapa dura, la novela "Orgullo y Prejuicio", de Jane Austen.
—No esperaba verte hoy. Pensé que cerrabas tienda con Eleanore y que luego irían a comer o al cine.
Siempre supe que mis salidas con Eleanore no le gustaban a Luca, se sentía desplazado por ella. Incluso en más de una ocasión vi un atisbo de celos en la expresión de mi amigo, o lo escuché en el tono de su voz.
—Cerramos la tienda, pero yo...
A veces cuando rememoro esa noche estoy seguro de que lo siguiente que dije fue buscando alguna reacción, una contundente, de parte de Luca. Algo que me diera el impulso que necesitaba para salir de mi zona de confort...y lo encontré.
—Creo que no volveré a salir con ella.
Me fui a sentar al borde del colchón apartando un almohadón a la cabecera de la estrecha cama.
Luca se ocupo de abrir más la hoja de la ventana antes de sentarse, lo hizo a mi lado derecho, pero en la otra punta del colchón, mientras colocaba el libro de tapa dura entre sus manos.
—Eleonore me beso...nos besamos.
Esa era la clase de cosas que se suponía compartías con tu mejor amigo.
—Y no sentí nada, Luca. Ni siquiera lo disfrute.
Mantuve la mirada sobre mis manos, no recuerdo porque no me atrevía a mirarlo, mis emociones eran tan confusas.
No obstante, aunque no lo miraba directamente si podía estar al tanto de sus leves movimientos y lo escuché soltar un largo suspiro.
—Estoy muy confundido, Luca. Eleonore es la clase de chica con la cual es casi imposible no sentirse atraído. Ella es hermosa físicamente, pero también amable, inteligente y últimamente he notado su interés por mi. He visto la manera en que me mira, en que se acerca y sonríe.
Mi voz se apago y fue allí cuando lo miré. Lo primero que me llamó la atención fue la manera en que Luca apretaba el libro que aun tenia en las manos.
—A veces creo que algo no esta bien en mi.
—Todo esta bien en ti, Oliver. Ya llegará la persona adecuada.
—Tengo veinte años...los chicos de mi edad ya han tenido por lo menos dos novias, algunos hasta casados y con hijos están. Yo apenas he besado a una o dos chicas...y lo peor es que en ninguna de las dos ocasiones me ha gustado o he sentido nada especial, esas emociones que se supone te ataquen cuando alguien te gusta y lo disfrutas.
Me puse de pie al mismo tiempo en que dejaba de hablar porque nuevamente mi mente hacia la conexión entre mi falta de entusiasmo y respuesta con Eleonore, y los inquietantes pensamientos y deseos que últimamente la persona a mi lado provocaba con su sola sonrisa.
«¿Que sentiría si besara a Luca? » aquel intrusivo pensamiento se instalo en mi mente, negándose a desaparecer.
Luca se puso de pie y fue a dejar el libro sobre su escritorio. Yo aproveche para caminar hacia la puerta.
—¿Por qué no puedes darme un consejo que valga la pena, Luca? Eres mi mejor amigo.
Aquel arrebato que no planee me llevo a acercarme a él y mirarlo de frente. Realmente no supe que buscaba. Quizás estaba cansado de esconder bajo prejuicios lo que deseaba, mis deseos de darle rienda suelta a la atracción que sentía por Luca.
Dejar de lado los miedos, confesarle a mi amigo las ganas de besarlo que se acumulaban con el paso de los días, ganas de tomarlo de la cintura y probar esos labios que estaban enmarcados por un incipiente bigote que apenas comenzaba a dejarse ver.
Hacerle ver que prefería besarlo a él, y no los suaves y rosados labios de Eleanore.
—Yo no soy la persona indicada para darte consejos de esa índole, Oliver.
Sus palabras me sacaron de mi auto reflexión.
—¿Porqué nunca te has enamorado?
—Si me he enamorado, Oliver.
Fue allí cuando me di cuenta de lo cerca que nos encontrábamos, prácticamente ninguno de los dos respetaba el espacio personal del otro.
Algo en esos ojos grises que tanto me encandilaban me hizo decir y hacer lo siguiente.
—No, no lo digas...no quiero oírlo.
Aunque ese «no quiero oírlo» se oyó bastante flojo hasta para mi. Levanté una de mis manos con la palma hacia él, en el típico gesto que pedía que se detuviera.
—De hecho, estoy enamorado de ti, Oliver. Me enamoré de ti y te amo en silencio hace mucho tiempo.
Fue como si sus palabras me golpearan y del impacto mental trastabille hacia atrás. Ninguno de los dos abandono la mirada del otro.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué me lo dices hoy?, cuando te acabo de decir que besar a Eleonore no provoco nada en mi.
Luca solo se alzo de hombros, mientras sostenía mi mirada. Yo intuía por donde iban mis conjeturas y aun cuando algo me impulsaba a hablar sin pensar, algo más me exigió tener cuidado para no ofender al chico frente a mi.
—¿Qué pensaste? ¿Qué somos iguales? ¿Qué yo también me siento atraído sexualmente hacia otro varón, hacia ti?
Fue soltar toda esa basura por mi boca y al instante me arrepentí, sintiéndome como la peor persona en el mundo. Luca se deshizo de sus espejuelos en tanto llevaba una de sus manos a la nuca y bajaba la cabeza.
—Luca...
Mi amigo dio pocos pasos hacia la puerta cerrada de su habitación y la abrió. El sonido de la vajilla, aunado a la música de algún anuncio televisivo se mezclo con el silencio que lleno el espacio que nos separaba a Luca y a mi.
—Ya sabes mi secreto, quizás debí continuar callando, dejarlo así, pero cada día se hacia más pesado. Eres libre de hacer lo que quieras.
Y lo hice, en ese momento abandoné la habitación de Luca llevando mucha prisa e inseguro de si volvería por esa casa.
**************
No recuerdo casi nada de esas horas posteriores a mi apresurada salida del hogar de los Anderson. Aunque si tuve la impresión de que en todo momento retazos de mi conversación con Luca se entremezclaban con los del encuentro entre Eleonore y yo. Además, estaban los recuerdos de mis salidas con Luca, y sobre todo, la de veces que me costaba apartar la mirada de sus labios.
Esa noche no cene, solo tomé una rápida ducha, me puse mis pantalones de pijama, y una camisilla cualquiera antes de echarme sobre el colchón. Mis intenciones eran dejarme llevar hacia la inconciencia y dormir corrido hasta el día siguiente. No queria continuar pensando, porque sentía que, mientras más vueltas daba a todo lo que me estaba sucediendo, más mis sentidos se abrían a la verdad de mis sentimientos por Luca.
Con el casi imperceptible tic toc del enorme y viejísimo reloj de pared en el pasillo que pertenecía a mamá, y que antes había pertenecido a la abuela, y antes de ella, a su madre, quien fue que lo trajo de Europa en barco, como fondo, llegó el momento en que pensé que me volvería loco si no me incorporaba.
Sudoroso y algo agitado hice lo que mi mente ordenó, me llevé ambas manos sobre mis enredados rizos rojizos para echarlos hacia atrás en mi afán por despejarme la húmeda frente.
Minutos luego me puse de pie y abrí con brusquedad las dos ventanas de la habitación, buscando sentir alguna brisa que aliviara el calor que sentía, pero fue inútil, esa noche ni el más mínimo soplo de brisa circulaba.
Después de casi dos horas tratando de dormir, supe que no podría y sin pensarlo mucho salí de la casa, aun cuando era de madrugada y realmente no sabia hacia donde o para que.
Mis pasos me llevaron lejos de mi hogar, fueron minutos en los que caminé aparentemente a ciegas, dejando atrás el barrio donde había vivido toda mi vida por un sector comercial, donde se destacaban más edificios que casas terreras como la mia. Algo cansado pronto me di cuenta de lo cerca que me encontraba del hogar de Luca.
Me pareció que salía de una especie de hechizo cuando como un tonto me quede mirando hacia arriba, hacia la ventana en el segundo piso, que yo sabia abierta y que me llevaría hasta el cuarto de él.
A punto estuve de dar media vuelta y largarme por donde había llegado, pero un nuevo impulso me llevó a probar suerte con la escalera contra incendios. Esa noche subí por aquella endeble y oxidada escalera contra incendios que discurría por la pared del edificio donde vivía Luca.
La verdad es que no puse mucho cuidado a nada, no pensaba en la posibilidad de ser descubierto y confundido por un ladrón, o que un vecino pudiera llamar a la policía o quizás tomarse la iniciativa de neutralizarme con un disparo, sin siquiera molestarse en llamar a la autoridad. Tampoco tomé en cuenta que podia dar un mal paso y caer, y que de ser asi probablemente nadie se daría cuenta hasta que amaneciera.
En mi mente lo único importante era llegar hasta la ventana del cuarto donde dormía Luca, aunque tampoco estaba claro que buscaba allí casi a las cuatro de la madrugada.
Algo agitado después de mi esfuerzo y con las manos manchadas con el oxido de la vieja escalera llegué hasta el rellano que daba justo con la ventana del cuarto que permanecía abierta como esperaba.
Aparté la liviana cortina de vaporosa tela antes de llevar una de mis piernas hacia el interior y con cuidado pasar el cuerpo, dándole la espalda a la cama donde suponía estaba durmiendo Luca. Di dos pequeños saltos para acomodarme y así poder entrar la otra pierna. Mi intenciónes eran no hacer ruido, tampoco queria asustar a Luca.
Una vez adentro de la habitación que se encontraba totalmente a oscuras, giré a solo pasos de la cama, y fue cuando me di cuenta de que mi amigo no estaba en ella. Segundos después Luca abrió la puerta de la habitación, entro, volvió a cerrarla y dejando escapar un bostezo caminó o intento caminar hacia la cama, pero antes se dio cuenta de que no estaba solo y pareció paralizarse.
—Soy yo...Oliver.
Hablé bajito, pero lo suficientemente alto para que pudiera escucharme. Luca se apresuro a encender la bombilla de la lámpara para estudiar que tenia sobre el escritorio.
—¿Qué haces aquí?
Luca se estrujo ambos ojos con una de sus manos en tanto lo vi fruncir el entrecejo, evidentemente extrañado. Nunca antes había subido por aquella escalera, ahora al echar un vistazo hacia afuera sentí un escalofrío.
No supe que contestar porque realmente no estaba claro, solo me encogí de hombros como lo hizo él más temprano.
—Tienes que estar loco para subir por esa escalera.
Llevé las manos al frente con las palmas hacia afuera para mostrarle las manchas de hollín.
—Pudiste caer, Oliver...
Enarbole una sonrisa donde puse mi más sinceras disculpas.
—Si te hubiese pasado algo malo...yo no sé que haría, Oliver.
Para ese momento la voz de Luca se oía ronca y pude apreciar en su tono el miedo que ese pensamiento le provocaba. Nos miramos de frente, yo me sentía un estúpido irresponsable que se dejó llevar, mientras Luca no pudo ocultar su húmeda mirada y la mueca de aprensión en sus labios.
—No me paso nada...¿ves? Estoy bien, Luca.
Salve los pasos que nos separaban y frente a él, demasiado cerca, levanté mis manos para abarcar sus mejillas donde pude sentir la humedad que habían derramado sus ojos.
—No podia esperar hasta mañana para verte, y ni siquiera pensé en tocar la puerta a esta hora de la madrugada, así que subí por esa vieja escalera, solo pensando en tenerte de frente y decirte que yo también te amo, Luca.
Una vez comencé sentí que no podia detenerme. Sentí a Luca temblar.
—Amo mirar tus hermosos ojos girses que tienen estrellas, y que me cautivaron desde el primer momento en que cruce mirada con ellos. Amo verte sonreír, escucharte hablar y amo oírte leer en voz alta esas maravillosas historias de amor que tanto te gustan. Amo pasar tiempo contigo, Luca, sacarte fotografías, sentarme a tu lado en el cine, o en el bingo...amo todo eso y más de ti, Luca.
—Y mis manos me queman por tocar tu piel, por descubrir si realmente es tan suave como parece, en especial la piel donde tienes esa marca de nacimiento que tanto me gusta...sin embargo, hay algo que deseo hacer más que todo, y es besar tus labios, porque estoy seguro que en ellos podré experimentar todo lo que prometen los libros, y sentir esas alocadas mariposas de las que tanto hablan...
Esa noche fue la primera de muchas veces que probé sus suaves labios, comprobando que los besos y caricias entre nosotros no se podían comparar con nada que hubiese experimentado antes. Que eran mucho más intensos a lo que narraban los libros.
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