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Capítulo 29


En la espera



La habitación privada donde se encontraba Hwang estaba envuelta en penumbras, gracias a las gruesas cortinas, a pesar de que en el exterior era una tarde soleada de verano.

Cerré la puerta con mucho cuidado y me acerque con igual cuidado a la cama ortopédica de sábanas impolutas. Sentí como mi nerviosismo aumentaba, acompañadas por emociones como el miedo, la tristeza y la culpa.

Ralentice mi pasos cuando ya estaba casi sobre el lecho de Hwang, y desde allí intente mirarlo. El hermoso joven reposaba tranquilo, con su brazo izquierdo luciendo una escayola, en el brazo derecho aprecie que llevaba el catéter para los intravenosos.

Si algo tenían en común Hwang y Luca era lo atractivos que eran físicamente, una belleza masculina, pero a la vez delicada. Igual que me sucedía con Luca, cuando estaba con Hwang sentía ternura, pero también una atracción muy poderosa hacia él.

En ese momento, después de mi encuentro con Ji-Woo y conciente de la loca realidad, aun me costaba creer que el chico frente a mi recordaría una vida pasada que de existir, debía de permanecer en la ignorancia.

—En el noventa y nueve por ciento es así, y creo que nunca sabremos porque, en el caso de Luca, será diferente —mencionó Ji-Woo saliendo de la nada para estar de pie a mi lado, provocándome un susto tal que poco falto para que terminara en el suelo.

—¡QUE HACES AQUÍ!

La chica, esta vez vestía una especie de tunica con los colores del arcoíris, iba desclaza y llevaba el cabello trenzado, no ocultó lo divertido del momento.

—Vine a despedirme, siéntete afortunado Oliver Fiztpatrick —dijo. Yo, con una de mis manos sobre el pecho deje salir el aliento.

—Podrías haberme avisado.

—Quería sorprenderte, apuesto a que no esperabas volverme a ver —mencionó y dejó escapar unas risitas.

—Por supuesto que no...

El sutil sonido de tela contra tela, y un casi imperceptible movimiento interrumpió nuestro intercambio de palabras.

—Oliver...¿eres tu?

Sentí como el corazón daba un brinco de alegría, mientras mis ojos iban sobre la cama donde reposaba Hwang. Un sutil aroma a petricor asalto mis fosas nasales, y arrugue el entrecejo extrañado.

Enseguida me di cuenta de que Ji- Woo ya no se encontraba a mi lado, desde ese momento no puedo evitar asociar el aroma de la lluvia con una sensación agradable a la que no consigo dale nombre.

—Oliver..

Ande los pasos hasta detenerme a uno de los lados de la cama.

—Hwang...

Los párpados cerrado de Hwang se abrieron poco a poco, sus largas pestañas se agitaron antes de que él pudiera fijar su mirada sobre mi.

—Entonces es cierto...

Antes de escucharlo noté en su ávida mirada que el temido y a la vez ansiado momento del que me hablo Ji-Woo habia llegado. Hwang levantó con calma su mano derecha hacia mi, hasta rozar la piel de una de mis mejillas con sus dedos, en una ligera caricia.

Hwang bajo nuevamente el brazo, antes de murmurar.

—No es uno más de mis sueños, o pesadillas. Eres joven otra vez...recuperaste la juventud perdida, y yo, de alguna manera he vuelto...

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, y si alguna duda me quedaba sobre la identidad de la persona que reposaba en la cama, terminó por desaparecer. Fue una sensación muy loca, como todo últimamente.

El chico seguía siendo físicamente Hwang, el guapo asiático de cabellos y ojos oscuros, ese que a mis ojos poseía una belleza única, él que levantaba múltiples miradas a su paso.

No obstante, con solo escuchar su voz, y sentir la mirada de sus oscuros ojos sobre mi, me di cuenta de que tras esa imagen se encontraba el chico de ojos grises repletos de estrellas, el mismo del que me enamoré por primera vez.

—Luca...

No pude reprimirme, tuve que dejar salir su nombre en un suspiro, ese nombre que por mucho tiempo deseé volver a pronunciar, y que se perdió con el tiempo. Nuestras miradas se encontraron, Luca embozo una tenue sonrisa mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas.

—Dios...al fin puedo volver a mirarte a los ojos...sabes que mi último pensamiento antes de que se me apagara el mundo fue para ti, sentí un miedo terrible de no volverte a ver otra vez, Oliver...y después de ahí...la nada, la oscura nada...—Luca cerró los párpados y giró un poco la cabeza hacia el lado contrario, mientras me fije que apretaba el puño de su mano derecha.

—Yo...lo siento tanto, Luca...no sabes cuanto lo siento. Por años viví arrepentido, lleno de culpabilidad y amargura...deseando poder perderte perdón. Eres mi amor, y siempre lo serás.—Apenas me di cuenta de que igual que Luca, yo también lloraba con mis manos cerradas alrededor de una de las barandas de metal de la cama.

Sentía un ardor pulsando por salir a modo de grito desde lo más profundo de mi ser, y me incline sobre mi, ahogando el lamento que pugnaba por abandonar mi garganta.

—Esto es tan loco...absurdo, increíble...y al mismo tiempo maravilloso. Tu y yo...juntos nuevamente, iguales y a la misma vez tan diferentes. ¿Quién creería algo así? —Luca dejó escapar una amarga carcajada que termino en un acceso de tos. Yo no podía dejar de llorar, incapaz de articular palabras.

Mi mente volvió a repetir lo último que me dijo Ji-Woo en el parque, antes de perderse entre la gente, mientras yo permanecí perdido entre la bruma de todo lo que me habia dicho.

—Luca debe de elegir según lo dicte su corazón, sin presiones, sin lastima...

Ji-Woo fue clarísima, la decisión de Luca no podía ser influenciada por nada exterior. No podía dejarle saber que mi juventud dependía de él, era lo justo.

—Supongo que nadie...—dije en un murmullo.

Luca, porque no podía verlo o llamarlo por otro nombre, conecto su mirada con la mia nuevamente. Mantuvimos el contacto por largos segundos, y no sé si fue el miedo y la incertidumbre que hacia mucho se habia instalado en mi ser, pero percibí lo próximo que saldría de la boca de Luca.

Y de pronto entre en negación, no quería, no deseaba oír su rechazo, aun cuando estaba conciente de que tal vez no podía ser de otra manera. Levanté una de mis manos pidiéndole en silencio que me escuchara.

—Nada de lo que pueda decirte hoy justificaría lo que sucedió hace tanto tiempo atrás...pero agradezco tener la oportunidad de volver a mirarte, sin importar cuan diferente seas ahora, se que eres tu, Luca, mi amado Luca al que no supe valorar...el hombre que ame...porque Dios sabe que lo hice, pero que no merecía...y probablemente hoy tampoco te merezca.

De pronto perdí la voz y con el paso de los segundos sentí el peso del silencio que se extendió entre nosotros, y tuve la sensación de que solo quedábamos él y yo, aislados del resto del mundo. Y al decir lo que salió de mis labios, lo hice también con mi alma.

—Perdóname Luca...perdóname por no ser valiente, por comprender demasiado tarde que no podía vivir sin ti, por ser tan ciego que no vi desde el principio que mi felicidad estaba a tu lado, juntos contra el mundo si era preciso...perdóname...

Sin darme cuenta, con cada palabra fui inclinándome hasta terminar hecho casi un despojo sin fuerzas arrimado a un costado de la cama, ahogado en el dolor que sentía, y en el llanto que derrame.

Al fin pude dejar salir ese sentimiento de culpa que por años guarde en mi pecho y que no me dejo avanzar en muchos aspectos, porque desde que Luca se habia marchado, yo solo era la sombra de lo que un día fui.

—Puedes irte tranquilo Oliver...no me fui de este mundo guardándote rencor o rabia, al contrario me fui amándote, igual que Hwang te ama ahora. Y me alegra ver que ya no eres el mismo de antes, que aprendiste lo que la vida y sus misterios quisieron mostrarte. Solo espero que puedas encontrar la felicidad, y aunque no deja de dolerme que no sea a mi lado, estoy seguro de que separados estamos mejor que juntos...

—Luca...

—Vete Oliver...por favor...

Recuerdo poco luego de que abandone la habitación donde Hwang reposaba luego de su accidente. Me fui directo al vestíbulo del hospital, no busque a Edward, y mucho menos me importo como llegaría desde allí al apartamento.

Tenia la sensación de que me pesaba la cabeza y no dejaba de mirarme las manos esperando que en cualquier momento reaparecieran las manchas de edad, la piel reseca y las arrugas.

Luca habia hecho su elección, no me quería en su vida. Era lo esperado, era lo justo, pero aun así no dejaba de doler, llenándome de desilusión y también de miedo a un solitario futuro, pero sobre todo al castigo de saberlo tan cerca y a la misma vez tan lejos.

Cuando me di cuenta ya me encontraba en el parque vecinal cerca del apartamento que compartía con Edward, aquel lugar tan especial, donde seres misteriosos decidían ponerse creativos con las vidas de los pobres humanos.

Recuerdo que aquel pensamiento me hizo reír como un desquiciado y que no fueron pocas las personas a quienes les llame la atención. No sé cuanto tiempo estuve sentado en aquel banco, pero no fueron pocas horas. No deseaba llegar al apartamento y encontrarme con Edward, seguramente volvería a regañarme por irme del hospital sin avisarle, o por no responder las llamadas o los mensajes de texto.

Lo cierto era que tenia los ánimos por el piso y cero ganas de responder preguntas, mucho menos siendo tratado como un chamaco de dieciocho años cuando tenia casi cincuenta y cinco. Volví a reír amargamente al imaginar el regreso del viejo Oliver Fitzpatrick y el cuento que tendría que inventar para justificar mi prolongada ausencia.

Sabia que no solo tendría que inventar una buena historia sobre mi ausencia para convencer no solo a mi familia inmediata sino a las autoridades. Lo que no lograba figurar era que explicación daría para la inesperada ausencia de mi supuesto hijo.

Casi como un demente, sentado en aquel banco, en ocasiones hasta hablando y gesticulando al aire, hasta llegue a plantearme la posibilidad de huir lejos, donde nadie me conociera y comenzar de cero. Sabia que aquello último no me haría conservar mi casi robada juventud, pero al menos cuando el viejo Oliver volviese lo haría en un lugar y rodeado de gente completamente ajena a todo el drama.

De aquella manera me ahorraría muchas explicaciones.

Pensar sobre el regreso del viejo Oliver me llevó a preguntarme cuando despertaría luciendo mis merecidas arrugas y canas.

Esa noche volví de madrugada al apartamento y muy cansado casi me arrastre sobre la cama. Mi último pensamiento consciente, aquel que me provoco una mezcla de anticipación y miedo, fue si cuando me mirara al espejo la siguiente mañana, el viejo Oliver me devolvería la mirada.

Ya las cartas estaban echadas y solo me quedaba esperar la jugada final del caprichoso destino.


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