Capítulo 27
Verdades ocultas
Lo que hice después de mi encuentro con Hwang no lo recuerdo con claridad, solo son borrones de imágenes y momentos en mi mente. Lo que si recuerdo es la sensación de que nada a mi alrededor era real.
Volví al barrio que bullía en actividad y alegría. El mes de junio había comenzado y el barrio se pintaba no solo de los colores del arcoíris, sino de algarabía y celebración, sin embargo, yo, que años atrás cuando recién me había mudado a ese pintoresco lugar celebraba encantado el mes del orgullo, por esa época, ni siquiera me sentía identificado.
En lugar de subir al apartamento opté por sentarme en unos de los bancos del cercano parque vecinal, aquel donde meses atrás me había encontrado con aquel extraño personaje que intuía, tenia mucho que ver con lo que me sucedía en el presente.
Volver a encontrarlo allí se me hacía improbable, aun así no pude dejar pasar la oportunidad de sentarme en uno de los bancos, mientras mi mirada se perdía entre los transeúntes.
Llegó el momento en que mi vista comenzó a sentirse nublada a la misma vez que un escozor se apoderó de mis ojos, mientras todo el cansancio del día se me instalaba sobre los hombros. Una fresca brisa viajaba entre las hojas de los árboles, yo la sentía sobre mi rostro, acariciándome con benevolencia, y secando la humedad de mi piel.
No sabría decir cuanto tiempo estuve allí, la tarde comenzaba a caer, pero si que de pronto el cielo se cubrió de espesas nubes. El ambiente se oscureció y segundos después el cielo se ilumino espectacularmente con los primeros relámpagos de una tormenta que se cernía sobre la ciudad, casi de la nada.
Una inesperada tormenta eléctrica.
Estuve consciente de que debía salir corriendo a refugiarme, pero el fenómeno atmosférico me atrapo y permanecí sentado en aquel banco, con la mirada perdida en algún punto del cielo.
Me pregunté cuando comenzaría a caer la lluvia, pues el petricor ya se sentía en el ambiente.
Tenía la mirada al frente casi adormilado y fue entonces cuando me llamó la atención en la lejanía una silueta que se acercaba, y estuve seguro de que se dirigía hacia mi. Traté de enfocar la vista, y pude distinguir que se trataba de una mujer que se acercaba a paso firme.
—Hola Oliver. —Frente a mi se encontraba una persona a que no veía hacia meses y cuya existencia casi habia olvidado. Y la menos que pensaba encontrarme.
—¡Jim-Woo! —Intente sonreír, sin molestarme en disimular la sorpresa de verla, mientras me levantaba algo desganado, eso que tampoco pude ocultar.— . Tiempo sin verte, ¿qué es de tu vida? No volví a saber de ti...
La sencilla chica asiática se encogió de hombros sin emitir palabra, antes de sentarse en el lado contrario al que yo habia estado ocupando sobre el banco de cemento.
—No te ves muy bien, Oliver...ven, siéntate a mi lado y hablemos un poco. Creo que puedo aclarar muchas de tus dudas—comentó Ji-Woo como si realmente notara mi semblante apagado o le importara, pero lo más intrigante fue oírla decir que creía poder aclarar muchas de mis dudas.
Hice una mueca de extrañeza antes de girar para colocarme frente an ella que había tomado asiento muy derecha y cruzando una de sus largas piernas sobre la otra. Ji-Woo no dejaba de mirarme con sus rasgados ojos oscuros y una sonrisita de autosuficiencia en sus delgados labios.
Sentí que la chica si podía percibir mi desanimo, y que de alguna manera lo que veía le parecía gracioso, pero no porque se sintiera feliz de las desdichas de los demás, sino porque pensaba que mis predicamentos no lo eran tanto.
—Ven a sentarte, Oliver, lo vas a necesitar —La jovencita dio algunas palmadas sobre el pulido cemento del banco a su lado.
Noté que los destellos en el cielo, que permaneció nublado, menguaban.
—Cuando escuches lo que tengo que decirte, quizás sea merecedora de tu agradecimiento. —La oí decir y se escuchó muy segura.
Me enojé ante su actitud desenfadada, también pensaba en lo estúpido que me sonaban sus alegatos, más que estúpidos, me parecieron sin sentido.
¿Qué sabia ella de mí?
¿De lo que me sucedía?
Nada, no podía saber nada de la pesadilla que era mi diario vivir, o de lo confundido que me sentía. O de lo absurdo y extravagante de mis pensamientos, de mis razonamientos, de la locura que se habia apoderado de mi ser.
¿Qué podía saber Ji-Woo?
—Hazme caso Oliver...siéntate.
Esta vez la miré fijamente a los ojos, mirada que ella me devolvió. El tono juguetón de antes habia desaparecido, dando paso a la sensación de que iba muy en serio. Un poco a regañadientes tome lugar a su lado, acomodándome de perfil, para poder mirarla libremente.
—¿Y bien?
—Tengo que comenzar ofreciéndote disculpas por haber puesto tu aburrida vida al revés —dijo ella ante lo cual yo solo rodeé los ojos —Mi intenciónes eran las mejores, pero un cambio como el que te sucedió no es fácil de asimilar —añadió muy natural y lo más perturbante era que parecía creer que yo entendía de que hablaba. Estuve a punto de levantarme e irme a casa, porque no estaba de animo para sus acertijos.
—No entiendo a que te refieres Ji-Woo.
—Pronto lo entenderás, Oliver...
Lo primero que noté fue la sensación de que una sustancia espesa me envolvía, no, nos envolvía a ella y a mi. Y aunque no podía verla, pues parecía ser transparente, invisible, la sentía firme y casi opresiva a nuestro alrededor.
Luego me di cuenta, con horror, de que, salvo por nosotros dos, afuera de la especie de burbuja que nos rodeaba, el mundo parecía haberse detenido. Y recuerdo que por unos segundos no pude dejar de mirar alrededor cada vez más azorado.
Intuí que algo no iba nada bien, y que la persona, si se podía llamar así a Ji-Woo, a mi lado, era la responsable. Lo que me habia dicho minutos antes comenzaba a abrirse paso en mi mente y por primera me di a la tarea de entender su retorcida y verdadera naturaleza.
Cuando volví a fijar mis ojos en ella, poco falto para que saltara fuera del asiento, creo que lo hubiese hecho si hubiera podido, pero en ese momento mis músculos estaban agarrotados, y aunque mi mente me urgía a huir, mi cuerpo no respondía.
Ya no era Ji-Woo la persona a mi lado.
Horrorizado no pude apartar la mirada del ser que sustituyo a Ji-Woo, en tanto era muy conciente de los relámpagos que iluminaron el cielo, aquellos que por unos momentos menguaron, volvieron a intensificarse acompañados de una fuerte ráfaga de viento que me hizo achicar los ojos, pero no movió ni un apice de la capucha negra que vestia el vagabundo, y se desataba sobre nosotros.
No era una pesadilla, no despertaría sobre mi cama, sudoroso y agitado, con el corazón latiendo a mil. Por más que me esforcé, por unos segundos, en convencerme de que estaba dormido, fue inútil, pues supe en todo momento que no era el caso.
Tampoco ocupé tiempo o tuve la necesidad de cuestionarme que habia sucedido con Ji-Woo, a donde habia ido...
La respuesta estaba frente a mis narices.
Aterrado quise llevarme las manos sobre el rostro, no quería mirar, y de pronto volví a sentirme seguro de que mi mente se encontraba en llamas, enferma y que aquella era la última etapa de aquella horrible enfermedad antes de perder totalmente la razón.
Me pregunté que quedaría luego de mi, y sobre todo, me pregunté cual seria la reacción de Hwang ante la noticia de mi irreversible demencia.
Sin embargo, no pude ocultar detrás de mis manos la imagen de aquel ser, pues continuaba sin poder moverme.
—No estas loco, Oliver...existen muchos secretos ocultos para el ojo humano —La voz que escuche era la de Ji-Woo, pero provenía del personaje inmóvil y tan oscuro sentado a mi lado. Aquel que lucia exactamente igual a como lo recordaba.
Sus palabras en la voz de mi antigua compañera de escuela no eran nada en comparación a todo lo que estaba sucediendo, no me decían nada. Oírla decir que no me estaba volviendo loco seguramente formaba parte de mi locura.
Descubrí que aquello que me impedía moverme fue aflojando poco a poco. Y pude cerrar los párpados unos instantes, dejando escapar mi retenido aliento, y deseando poder evadirme.
—Relajate Oliver. —Al escucharla nuevamente abrí los ojos y esa vez si pude echarme para atrás unos centímetros, asustado, al percatarme que volvía a ser Ji-Woo la persona a mi lado. Aquello fue demasiado y no pude retener las lágrimas que inundaron mis ojos.
—Tranquilizate, porque necesito que me escuches con atención —dijo ella, volvía a ser la hermosa chica asiática que vestia un jean a la cadera y una camisa holgada, la misma que se acerco a mi y fue tan amable en la escuela.
Una chica en apariencia normal y corriente.
No detuve mi mirada sobre ella mucho tiempo, pues buscaba al alto vagabundo a nuestro alrededor, sin embargo, mi búsqueda fue inútil.
Con la libertad de movimientos noté que el mundo a nuestro alrededor parecía volver a la vida. Pude escuchar el ulular del viento, los truenos, y sonidos tan comunes como los bocinazos y el ruido de los motores de los carros y autobuses. De pronto, hasta fui conciente de la vibración de la electricidad en los cables sobre nosotros.
La noche caía, apenas lo hacia, aunque yo tuviese la sensación de que debió hacerlo hace mucho...y con ella, el encendido de la luz ambarina de los focos en los postes del parque.
—Así esta mejor...
Ji-Woo podía referirse a mi actitud, o al alumbrado, quien podía saber. A esas alturas ya no daba nada por seguro.
Me sentía atrapado, de alguna manera sabia que no me iría de allí hasta escuchar lo que ella tenia que decir, seguramente una extraña y maravillosa historia que continuaría sin poder creer.
—¿Quién eres en realidad? —No supe a ciencia cierta si aquello era lo que deseaba preguntar.
—Soy el vagabundo, la mujer del tejado, y la estudiante asiática...soy la mujer de la tienda y la enfermera en el hospital el día en que recobraste el conocimiento...soy el pasado, el presente y sin duda seré el futuro...no tengo edad, género, o idiosincrasia...no le pertenezco a nada y a nadie...viajo el universo y aunque no lo creas tuviste la buena fortuna de que me fijara en ti, viejo amigo —Sacudí un poco la cabeza.
—Esto no puede ser real...
—Lo es, Oliver Fiztpatrick —dijo ella con suavidad — .Y mientras más rápido lo asumas será mejor para ti...
Me disponía a hablar cuando a nuestro lado pasaron dos chicos y unos de ellos le dedico una coqueta sonrisa a Ji-Woo.
—¿Ves? No estas hablando solo, sentado en un banco del parque. Estamos aquí, soy tan real como tu...—Me llevé ambas manos sobre el rostro, agobiado.
—No lo pienses tanto, Oliver. Hay cosas ocultas en el universo...a las que es preferible no darles tantas vueltas. Solo acepta la gracia que te ofresco.
—Dices que tuve suerte de que te fijaras en mi...¿eso incluye lanzarme del techo?
—Así tenía que ser, lo creo firmemente, amigo. Solo mírate en el espejo. Ese dicho que dice «juventud, divino tesoro» debería tener significado para ti. —Bajé mis manos hasta el regazo— .Eres afortunado.
—No sé si llamarme así porque no entiendo lo que sucede y mucho menos cómo terminará todo esto.
—Es sencillo. Vagaba, me encanta visitar ciudades, mezclarme con la humanidad...y tu desventura, esa que llevabas a cuestas me llamó la atención, pero también vi y sentí verdadero arrepentimiento, desdicha por lo que pudo ser y no fue. Y fuiste el elegido, así de simple. Quise darte una segunda oportunidad para ser feliz con el amor de tu vida, pero...¿Cómo conseguía que un chico de diecinueve años se enamorara de un hombre de cincuenta y cinco? No me mal interpretes, puedo hacer casi cualquier cosa, pero decidí devolverte la juventud.
Alejé la mirada de Ji-Woo, llevándola lejos, sobre algunas personas que caminaban por la acera tan despreocupados.
—Una segunda oportunidad...el amor de mi vida...Luca.
—Luca...Hwang, es igual, o es que acaso no te has dado cuenta de que nuestro querido Hwang no es otro sino la rencarnación de tu amado Luca.
La certeza de aquella posibilidad que llevaba en algún rincón de mi cerebro parecio hacer explosión, llenándome por primera vez de esperanza, regocijo, e ilusión.
«Una segunda oportunidad con Luca»
¿Acaso era algo que yo merecía?
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