Capítulo 24
Luca y Hwang
Probé los suaves labios de Hwang y fue como si mi corazón se hiciera liviano y pudiese remontar el vuelo. Fui lentamente, tentativo, saboreando la tersa piel de su boca, mientras sentía que él hacia lo mismo, aferradose a mis hombros, en tanto yo abrazaba su cintura.
Por algunos segundos la efímera sensación de que había vivido ese momento anteriormente me nublo la mente, pero la deseche de inmediato. No permitiría que mi, al parecer, enferma mente, comenzara a sabotear ese hermoso momento con Hwang, nuestro primer beso.
Con ímpetu quise profundizar el beso, y Hwang me dio la bienvenida al interior de su tibia boca, enredando su lengua con la mía.
—¡La comida esta lista!
Escuché la voz de mi tío demasiado cerca, prácticamente creí que se encontraba justo detrás de la puerta y mi reacción inmediata fue separarme, retrocediendo varios pasos. Hwang se llevó una de sus manos al pecho, ambos quedando inmóviles por unos segundos, a la espera de que Edward apareciera, sin embargo, no fue así.
No habia nadie detrás de la puerta, cuando me giré después de cerciorarme, Hwang y yo nos miramos y fuimos incapaces de no echarnos a reír, para mi, y quizás también para él, fue nuestra manera de liberar algo del sofoco que sentíamos.
—¡Hwang, Oliver, están sordos, muchachos!
Un nuevo llamado nos puso en marcha fuera de la habitación sin darnos la oportunidad de hablar de lo que sucedió entre nosotros minutos atrás, aunque para mi estaba clarísimo. Siempre me atrajo Hwang, y esa atracción se habia convertido en algo más, en ese sentimiento llamado amor.
Estaba enamorado de Hwang Lee y tenia la esperanza de ser correspondido por él.
********
Esa noche después que los invitados se marcharan, aun de pie delante de los escalones que llevaban al vestíbulo del edificio, recuerdo que intente bromear con Edward acerca de su evidente interés en la tía de Hwang.
Sin embargo, Edward, lejos de aceptar lo que yo insinuaba, me tomó de sorpresa con una pregunta.
—Dime algo, Oliver...son cosas mias o...tu y Hwang se gustan. —Bajo la poca iluminación de unos de los focos callejeros aprecie su gesto burlón. Pude hacerme el loco y evadir la respuesta, no obstante, decidí decir la verdad.
—Si tío, Hwang Lee me gusta mucho. —Sin embargo, opté por dejarlo hasta allí, y no hablarle sobre mis sentimientos.
Hwang y yo no volvimos a vernos fuera de la escuela por varias semanas, así que no se dio la oportunidad de un nuevo encuentro para explorar hacia donde iba nuestra relación. Sin embargo, enseguida su padre volvio a irse de viaje, Hwang fue a buscarme.
Ese fin de semana llegó de sorpresa a animarme el caluroso y aburrido sábado que tenia por delante, solo en el apartamento, pues Edward habia salido. El asiático me envio un mensaje apurándome para que bajara y lo encontrara en el parque.
—Tengo dos entradas para una exposición de fotografía que no querrás perderte, te espero en el parque, apúrate —La exposición vespertina se llevaría a cabo en Manhattan, en una lujosa galería donde nos codeamos con gente adinerada y hasta algunas figuras del ambiente artístico local de Broadway.
Nos mezclamos entre la gente y no faltaron las miradas de reojo o más directas, quizás por nuestra juventud e irreverente forma de conducirnos, o debido a la vestimenta que llevábamos, nada formal o elegante.
No obstante, a ninguno de los dos nos importaba. Juntos no dejamos de recorrer toda la sala, arriba y abajo, admirando el trabajo de J. Meers, un artista de la fotografía oriundo de Texas.
Tampoco desaprovechamos la oportunidad de picar de la extensa mesa con aperitivos y sacarnos una selfie frente a un enorme espejo, yo modelando los zapatos tenis que habían visto mejores días y Hwang, unas botas que desentonaban bastante con las altas temperaturas.
—Y ahora, ¿cuál es el plan? —preguntó mi amigo, lo miré pasarse el dorso de una de sus manos sobre su frente.
Nos encontrábamos en la espaciosa acera frente al edificio donde estaba la galería, la humedad y las altas temperaturas se cernieron sobre nosotros.
—Busquemos un lugar con aire acondicionado, nos sentamos y pedimos algo de beber —dije tratando de ubicarme.
—¿Qué tal si te invito a casa? —sugirió Hwang y antes de que pudiera decir cualquier cosa— .No nos queda lejos, a solo unas cuantas calles, y allí nos espera un jacuzzi gigante para ayudarnos a aplacar el calor —añadió moviéndose entusiasmado frente a mi. Hwang no me dio tiempo a decidir, como antes, no me dejo hablar, y halo de mi después de tomar una de mis manos.
No me negué, fue casi imposible. Entre risas y juegos llegamos al imponente edificio, Hwang nos abrió paso y pronto nos encontramos dentro del edificio a bordo del ascensor, iniciando un ascenso hasta el último piso del rascacielos.
Esa vez pude admirar con más detalle el amplio apartamento, la decoración minimalista y lujosa, que estuve seguro seria el sueño de muchos. El ambiente dentro del inmueble era fresco con un sutil aroma a frutas, seguramente proveniente de algunas velas aromáticas.
En esa ocasión no estaba a la expectativa de encontrarme de pronto con el padre de Hwang y poco a poco sentí que podía relajarme. Hwang no perdió tiempo en buscar un pantalón corto para mi dirigiéndome a unos de los cuartos de baño, antes de desaparecer en su habitación.
Cuando me cambie, opté por dejarme la camiseta que llevaba, me dirigí hacia las puertas de cristal que separaban la amplia sala de una terraza en madera, donde a simple vista, el protagonista era un enorme y magnífico jacuzzi.
—¿Te animas? —Hwang se encontraba muy cerca de mi, murmurando aquello sobre uno de mis oídos. Su atrevimiento provoco en mi un estremecimiento que recorrió mi espina dorsal. Hwang me dio un empujoncito, antes de adelantarse, echándose de una al jacuzzi que bien podría considerase una pequeña piscina.
—¡Vamos, Oliver! ¡El agua esta riquísima! —exclamó.
Hwang se paseo por la superficie del jacuzzi, mientras mojaba sus brazos y pecho desnudo. Yo no podía alejar mis ojos de él, mientras recogía agua con sus manos para echársela sobre la cabeza.
—No iras a meterte con esa camiseta...—Lo oí decir con un gesto de reprobación. Llevé la mirada sobre la prenda y me encogí de hombros, me sentía más cómodo llevándola y no le veía nada de malo—. Es broma, haz lo que quieras —Sentí que Hwang pensó que su comentario me incomodaba y trato de suavizar las cosas, en cambio yo, pensé que tampoco era nada malo si prescindía de ella.
—Esa agua se ve extremadamente fría...
—Pues sí, pero pronto se acopla. Es que con este calor y la piel tan acalorada, cualquier cosa se siente fría —mencionó.
Me saqué la camiseta y no niego que por unos instantes me sentí cohibido bajo el nada discreto escrutinio de Hwang, con aquella sonrisita sobre los labios que no lograba interpretar.
El agua sobre mi acalorada piel se sintió casi helada, pero pronto la sensación paso a ser deliciosa y refrescante.
La enorme bañera de hidromasaje, esa vez esa función no estaba encendida, no era un lugar para nadar, pero si podíamos sumergirnos tranquilamente hasta el cuello, sentados en los asientos para ese propósito. El jacuzzi se encontraba empotrado en la madera de la terraza y casi en su totalidad cobijado por la sombra de su techo.
Más allá había un juego de mesa y sillas, con una enorme sobrilla, y varios asientos para tumbarse a tomar el sol.
Unos minutos sumergidos bastaron para que Hwang pareciera aburrirse y comenzara lo que podría llamarse un ataque el agua, que sin tregua, salpicaba sobre mi, nublándome la vista y provocando que aspirara y tosiera, mientras indignado y molesto a partes iguales, le devolvía el ataque.
Pronto, estábamos riéndonos sin parar, mientras continuábamos la batalla de agua. Nos encontrábamos bastante cerca, y sentí que ambos sabíamos lo que sucedería a continuación.
Sin pedir perdón o permiso, llevé una de mis manos hacia su cintura, halando de él hasta tener su pecho pegado al mío. Hwang soltó un jadeo antes de que llevara mis labios sobre los suyos, solo deseaba disfrutar de sus besos, aquellos que por tantos días se me negaron.
El chico llevó sus brazos sobre mis hombros, juntando sus manos en la base de mi nuca, y abriendo sus labios para mi, que no dude en profundizar la caricia.
Aquel beso despertó mis ansias, y enseguida supe que a Hwang le sucedió lo mismo, lo sentía, como sin duda él podía sentirme a mi. Y estuve seguro de que ambos estábamos preparados para dar el siguiente paso.
Ardiendo en deseos, acaricié sus costados subiendo mis manos desde su cintura, hasta el pecho, mientras Hwang restregaba su pelvis contra la mía, un movimiento que no hizo otra cosa sino encenderme más, pero también me llevó a preguntarme si él, aun cuando notaba su excitación, estaba realmente dispuesto a avanzar.
Abrí los ojos, separándome un poco, soltando sus labios que resintieron mi lejanía, y fue lo peor que pude hacer.
Porque asustado, me safé de su agarre, empujándolo y retrocediendo aterrado cuando vi frente a mi a un chico del que habia visto algunas fotos, que vivió hacia años y que fue el amor de la vida de mi padre.
Me giré y salí del jacuzzi, tan rápido que resbale en uno de los escalones golpeándome la rodilla con el borde.
—¡Oliver!
Horrorizado, debatiéndome entre la visión y la seguridad de que no podía ser real, di algunos pasos alejándome y sin atreverme a mirar atrás.
—Lo siento, Oliver. Creo que me excedí, no quería forzar las cosas, no tiene que ser así.
Reconocí la voz de Hwang, cerré los ojos por unos instantes y lo sentí detrás de mi.
—Oliver...
¿Cómo le digo que me estoy volviendo loco?
Hwang toco una de mis manos, animándome a girar. Le debía una explicación, pero como habia sucedido la vez pasada, mi mente se encontraba en blanco.
Giré, y me lo bebí con la mirada, en alguna parte de mi persistía el miedo de volver a ver en él a Luca, ese personaje del pasado de Oliver Fiztpatrick que atormentaba últimamente mi vida.
—No tienes por que disculparte, Hwang. Soy yo el que tiene que hacerlo...
No pude controlarme y lo abrace con fuerza, vacilante tardo unos segundos en devolverme el abrazo.
—No me dejes...por favor. Tu eres real, solo tu...
Quizás mis palabras solo llenarían con confusión a Hwang, más de la que probablemente ya sentía.
—No lo haré, Oliver —Hwang se arrimó más a mi, y yo lo agradecí, mientras pasaba una de mis manos sobre sus cabellos mojados.
Sin deseos de volver al jacuzzi, Hwang y yo nos fuimos a la cocina. Fuimos por unas sodas y nos llevamos un paquete de galletas dulces de vuelta a la sala, justo ahí oímos que alguien abría uno de los dos cerrojos de la puerta principal.
Hwang me apuro por el pasillo en el momento en que oímos la voz de Binna.
—Hwang, hijo...
Aunque Binna me conocía, un intercambio de miradas entre Hwang y yo basto para que por esa vez, yo permaneciera oculto. Hwang abrió una de las puertas y con un gesto me indicó que entrara.
Enseguida me di cuenta de que estaba en su habitación. Entrar fue como cruzar un portal hacia la década de los ochenta. Y tuve la loca sensación de que antes, no supe cuando, ya habia visto todo ese decorado.
Desde los afiches con bandas y cantantes de la época tapizando las paredes, los juegos de mesa apilados sobre un estante, los aviones en miniatura, un tocadiscos, el VHS y hasta un walkman con una pila de cassetes al lado.
Ver todo aquello y lo que había pasado antes de alguna manera contribuyó a que cuando fui de regreso a casa no podia dejar de pensar en el chico de cabellos negros y ojos grises, Luca, a pesar de lo absurdo que todo me resultaba.
*******
Horas después, sentado sobre mi cama, recién salido de darme una ducha, mi mente mezclaba momentos, imágenes e ideas. Me sentía preocupado, y con miedo, pues por aquel momento pensaba que sufría de algún trastorno derivado del accidente que tuve. No podía dejar de pensar en Luca, en Hwang, comparándolos, aunque sabia que no tenia lógica hacerlo.
Sin embargo, no podía parar. Me sentía inquieto, y por más que le daba vueltas a lo que me pasaba no le hallaba una explicación plausible.
No la había, a no ser que la locura estuviese apoderándose completamente de mi.
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