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Capítulo 2



Impensable


Esa tarde después del cine acompañé a Luca, como si fuéramos amigos de toda la vida, hasta el apartamento que ocupaba con su madre Grace y su prima Charlotte, en los altos de una farmacia donde su progenitora trabajaba desde hacía años.

El apartamento fue propiedad de la abuela de Luca, y por esa época vivía allí la familia Anderson. Era un lugar pequeño que necesitaba algunas reparaciones. Tenía solo dos dormitorios, uno en donde dormían Grace y su sobrina Charlotte, el otro lo ocupaba Luca.

Charlotte vivía con los Anderson mientras estudiaba su maestría en educación elemental, y trabajaba en un mercado los fines de semana. Esa noche Luca también me hablo de su padre que había muerto en una pelea callejera hacia unos años atrás. El muchacho era bastante comunicativo y en las primeras horas después de que nos vimos en el parque, no reparó en contarme sobre su vida y la de su familia.

Contrario a mi que fui más reservado.

—En ocasiones me veras ayudando a mamá detrás de la caja registradora de la farmacia, mientras ella barre o limpia el polvo de las tablillas.

Por su condición respiratoria la madre prefería que su único hijo se mantuviese lejos del polvo y los productos de limpieza. Luca, según dijo, planeaba conseguir un empleo propio donde obtuviera ganancias, así ayudaría a su madre y comenzaría su camino hacia la independencia.

No recuerdo un día después de esa tarde en que Luca no estuviese presente en mi diario vivir de una u otra forma, pues aunque no nos viéramos físicamente, yo siempre lo tenia en mis pensamientos. En ocasiones sonreía al recordar uno de sus pésimos chistes, otras veces, rememorando nuestras conversaciones.

Las señales de hacia donde iba nuestra amistad estuvieron allí desde el primer momento, pero yo no quise verlas, porque inconscientemente sabia que si las encaraba, quizás saldría corriendo lejos de él, y eso, eso era algo impensable para mi.

El chico de cabellos oscuros, boca grande y ojos inmensos, grises y llenos de estrellas, pronto se convirtió en alguien importante en mi joven vida.

—Así que trabajas en la tienda de revelado del padre de Eleanore Rogers.

Caminábamos lado a lado, faltando algunas cuadras para que llegáramos a su hogar. Luca había esperado por mi salida del trabajo recostado de una de las paredes de un centro comunal cerca de la tienda de revelado. Hubiera preferido que pasara a esperarme en el interior de la tienda, porque afuera la temperatura se mantenía alta, pero él se negó.

El plan era ir un rato a la feria, pero antes teníamos que pasar por su prima Charlotte y una amiga.

La feria del pueblo, con todas sus maquinarias o machinas, las luces, los singulares espectáculos, sus puestos de juegos y comida grasienta, se convertía en el punto de encuentro preferido de la juventud todos los años a principios del mes de julio.

Recuerdo que le eché un vistazo a mi nuevo amigo, extrañado, pues percibí en su tono de voz incomodidad y algo más que no supe discernir.

—¿Conoces a Eleanore? —

La idea de que como la mayoría de los jóvenes que conocían a Eleonore, Luca tuviese interés romántico por la linda chica se instaló en mi mente. Continuamos caminando, mientras sospechaba que pronto tendría a Luca preguntando por la chica, cosas como;

¿Sabes si Eleonore tiene novio, Oliver? ¿O si le gusta alguien? ¿Cómo es trabajar con ella? ¿Es simpática?

—Fue mi compañera de clases la mayor parte de la escuela elemental, antes de que su padre la matriculara en un colegio privado. Recuerdo que era muy linda conmigo, nunca me rechazo y siempre estuvo ahí si la necesitaba, algo que no puedo decir de la mayoría de mis compañeros.

Lo que Luca mencionaba concordaba con la Eleonore que yo conocía. Una chica sonriente y amable que siempre tenia un saludo cordial a flor de labios.

Ninguno de los dos emitió más palabras, a nuestro alrededor una cacofonía de sonidos se mezclaban unos encima de los otros, entre ellos, los pasos que dábamos casi acompasados rumbo a la casa de mi nuevo amigo.

—No sé si me gustaría trabajar para su padre.

Aquello fue bastante inesperado, de hecho, según recuerdo, mis pensamientos ya no estaban con Eleanore y el supuesto interés de Luca por ella. Y recordando lo mucho que comía por esos años, probablemente estaría pensando que comería al llegar a la feria, ¿una grasienta hamburguesa con queso? o ¿un enorme pedazo de pizza?

Me detuve y Luca lo hizo frente a mi, el edificio donde vivía se encontraba justo frente a nosotros. Cuando nuestras miradas se encontraron me di cuenta de que él esperaba que dijera algo.

—El señor Rogers es un poco malhumorado...

—Seguro que tu le caes bien, probablemente no te miré como a mi —comentó Luca.

No recuerdo que iba a decir, han pasado tantos años...

Sin embargo, la alborotosa salida de Charlotte y su amiga nos distrajo, y yo decidí no abundar en el tema, después de todo Adolph Rogers era mi jefe.

Como aquella hubo muchas salidas lo que restó de aquel verano del 78 con Charlotte y su amiga Clare, una chiquilla algo callada al principio, pero que una vez entraba en confianza era una excelente compañera muy divertida. No obstante, debo ser sincero y reconocer que estando solo con Luca era cuando la pasaba mejor.

Con él podia ser yo mismo, hablar de mis sueños sin temor a que alguien se riera o comenzara a ponerme trabas. Podia ser un payaso porque Luca me acompañaba en mis payasadas, él adoraba hacer chistes malos para luego reír de manera estruendosa.

Juntos dimos largos paseos montados cada uno en su bicicleta, íbamos al cine con bastante frecuencia e incluso a los juegos de bingo que organizaban en su barrio los domingos. Recuerdo que cuando el verano dio paso al otoño y las temperaturas comenzaron a bajar, era más el tiempo que pasábamos dentro de casa, ya fuera su apartamento donde siempre me sentí bienvenido por su familia, o en mi casa.

No fueron pocas las ocasiones en que Luca fue invitado a cenar con nosotros y a compartir una vieja película. Mi madre, mi hermana menor Aisling y Edward, mi primo, siempre lo trataron con amabilidad, sin embargo papá, que al comienzo no le prestaba gran atención a mi nuevo amigo, al pasar lo meses fue cambiando de actitud, dándome a entender con sus gestos y palabras que había algo en Luca que no era de su agrado.

—No sé porque este chico vive pegado a ti todo el tiempo, Oliver.

Aquello era algo que comenzó a decirme cada vez que podia.

—Es mi mejor amigo, papá.

Hacía años que no le daba ese título a alguien.

—Ya tienes casi diecinueve años, Oliver, creo que es tiempo de que te consigas un novia y dejes de andar para arriba y para abajo con ese chico.

De primera instancia yo no entendía cual era la molestia de papá, o quizás, no queria verla.

Años después, rememorando esa época, pienso que mi padre se dio cuenta, algo que estoy convencido de que mi inconsciente decidió ignorar, de la manera en que Luca me miraba. Incluso quizás, hasta vio antes la conexión entre Luca y yo, y como zorro viejo, intuyó hacia donde podrían desviarse las cosas.

Cuando llego el verano del 80, dos años después de nuestro primer encuentro, recuerdo que hacia meses y a raíz de un pasadía al rio donde nos bañamos en ropa interior, que había comenzado a aceptar lo que por mucho tiempo rezague a un rincón de mi mente.

Mis sentimientos por Luca, las emociones y sobre todo, los deseos que mi amigo me provocaba y que no eran propiamente amistosos.

Y aunque había días en que me convencía de que toda mi confusión era a consecuencia de algún desbalance en mis hormonas, en otros prefería mantenerme lejos de mi amigo, aun sabiendo de que no era justo.

Por esos meses comencé aceptando las invitaciones de Eleonore al cine, a comer un helado e incluso, a varias fiestas del instituto donde la chica cursaba estudios universitarios. Debo decir que disfrutaba de su compañía y que no detuve los avances y coqueteos de la muchacha. Por un tiempo estuve convencido de que salir con la hija de Adolph era la solución a mis desbocados y prohibidos deseos.

—¿Tú y Eleonore son novios?

Esa era una de las interrogantes de Luca, que no dudaba en exteriorizar un día si, y el otro también. Luca comenzó a resentir mis salidas con Eleanore, a las que por supuesto él no estaba invitado.

—No, no lo somos.

—Harían una bonita pareja .—Siempre terminaba asegurando lo mismo, aunque recuerdo que la manera en que lo hacía no se escuchaba muy sincera.

Yo jamás hable de mis inquietudes con nadie, mucho menos con la persona que tanto me atraía. Y no en una, sino varias veces me desvele pensando no solo en mis sentimientos hacia él, sino en los suyos hacia mí, porque en esos años estaba inseguro de muchas cosas.

De esos meses recuerdo una noche en especifico, la ocasión detonó las acciones de Luca y que como una ficha de domino que cae y se lleva a las demás, incentivo las mías.

Esa noche de sábado éramos Eleonore y yo cerrando la tienda de revelado, pues su padre había salido del pueblo a unas diligencias familiares. Aunque habíamos salido en ocasiones y hasta flirteado, nunca había existido un acercamiento físico entre nosotros, pero esa noche, Eleonore se aventuro a echarme los brazos al cuello y de manera atrevida, sin darme tiempo a pensar o siquiera a prepararme, asalto mis labios con los suyos.

Recuerdo que más allá de la suavidad de sus labios y la humedad de la punta de su lengua buscando abrirse paso al interior de mi boca, no fue mucho más lo que sentí.

Eleonore me besaba apasionadamente, mientras yo la dejaba hacer y apenas correspondía a su iniciativa. La atractiva chica pretendía dar todo en aquel beso que a mi me había dejado igual.

Y en mi mente pareció hacerse la conexión entre mi falta de respuesta a su beso y los inquietantes pensamientos y prohibidos deseos que la vista de Luca en ropa interior, con sus cabellos y blanca piel húmeda,  mientras jugaba a salpicarme agua, había provocado en mi.

Alterado, rompí todo contacto con Eleanore y retrocedí ante la pasmada mirada de la chica.

—Debo irme...

Eleonore no atinó a decir nada antes de que yo giraba y encaminaba mis pasos calle abajo, y lejos de ella. Recuerdo que me fui de allí con miles de pensamientos en mi mente, atropellados, y unidos a ese avasallante sentimiento de temor hacia mi verdadera naturaleza, hacia mi absoluta verdad.



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