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Capítulo 19




Flor de cerezo



Recuerdo que no pude sacarme de encima las dudas, mientras veía acercarse a Hwang Lee embozando su conocida tímida sonrisa.

¿Qué haces, Oliver? ¿Por qué no lo dejaste ir? Bien podias dejarlo ir...

—¿Quieres subir? De seguro allá arriba esta mi tío Edward...

—No quiero ser molesto, parecías tener algo urgente que hacer.

Sacudí la cabeza encogiéndome de hombros.

—Solo exagere un poco...asi que tu eres Piloto1997.

Hwang bajo la mirada, ese día calzaba otro par de tenis, esa vez en colores claros como el beige y el blanco, pero igual de costosos que los anteriores.

—Un nombre algo ridículo ¿no?, en su momento no se me ocurrió nada mejor.

—Tranquilo, me parece muy bien si te gustan los aviones.

—Adoro los aviones, de hecho sueño con ser piloto.

Nuestras miradas se encontraron, ambos llevábamos pintadas en nuestros rostros sendas sonrisas.

—¿Quieres subir?, así te presento an Edward.

—¡Seguro!

Me adelante, esa vez no tuve que usar mi llave para entrar al edificio, pues una pareja joven salía y detuvo la puerta principal en tanto Hwang y yo entramos.

Como pensaba, el tío ya se encontraba en casa. Al entrar al apartamento el confortante olor a pizza recién hecha que llenaba el pasillo que llevaba a la cocina, nos deleito el olfato e hizo gruñir mi estómago con aspaviento, provocando en Hwang el asomo de una carcajada y en mi, un incómodo bochorno.

—¡Oliver, hijo!

Edward secaba sus manos con el paño que siempre tenia para esos fines, su mirada fue de mi, hacia Hwang sin disimular su curiosidad, entonces de vuelta a mi. De inmediato hice las presentaciones, luego fui a dejar mis cosas al cuarto en tanto Edward se encargaba como buen anfitrión de ofrecerle algo de beber a Hwang, y encaminarlo hacia la sala donde el coreano tomo asiento en el sofá.

—Ya te habia visto antes, en la escuela, tu eres uno de los chicos envueltos en la pelea.

—Tio...

Hwang me echo una rápida mirada, y no parecía nada afectado por el comentario de Edward, lo vi sonreír al parecer encantado con la atención del tío, mientras a sorbos saboreaba el refresco de soda que Edward le brindo.

Yo ocupe la otra esquina del sofá, para ese momento ya no estaba tan seguro de que invitar a Hwang habia sido buena idea. Mis destrezas sociales no eran muy buenas, y aunque no lo conocía bien creía que las de mi compañero de escuela tampoco. Tuve la impresión de que si Edward no estuviera allí, Hwang y yo pudiéramos haber sido consumidos por el silencio.

Dando fe de lo que habia pensado, Edward lidero la conversación haciéndole algunas preguntas a nuestro invitado, así supe algunas cosas de Hwang.

—Mi madre murió de cancer cuando yo era pequeño, no la recuerdo, eso si, papá se encargo de que tuviese cientos de fotografías de ella. Vivo con mi padre que no se ha vuelto a casar, y que viaja muchísimo, vivimos en Manhattan. Cuando mi padre esta de viaje me quedo con mi tia Juni aquí en Greenwich village.

Me dio la impresión de que la muerte de su madre ya no afectaba a Hwang, o al menos eso quería dejar ver. El tema de su padre parecía tener más peso, cuando lo mencionaba Hwang no podía ocultar su incomodidad y me dio la impresión de no querer abundar. Sus siguientes palabras, cambiando de tema, me lo confirmaron.

—Me encanta este sector, es tan pintoresco. Cuando pueda voy a mudarme para acá.

Edward convido a Hwang a quedarse a cenar con nosotros, el muchacho acepto y contrario a lo que hacíamos siempre, esa vez cada uno tomo sus pedazos de pizza sobre platos plásticos, los vasos con refresco de soda y volvimos a la sala, y mientras desgustabamos la rica pizza vimos el noticiero que mi tio no se perdia, a mi me encantaba verlo también, y continuamos con un episodio más de una de las series televisivas que Edward y yo no nos perdíamos.

Por un momento pensé que Hwang se aburriría, pero al parecer fue todo lo contrario. Por mi parte, confieso que fue más el tiempo que dure echándole rápidas miradas al coreano que viendo a los actores dándole vida a los personajes de la serie de detectives.

Mi propia actitud me incomodó, pues nuevamente me veía pendiente, demasiado, a los movimientos de Hwang Lee, a sus gestos. Mirándolo, esa tarde me di cuenta de que llevaba el cabello un poco largo en la nuca, y de que, cuando estaba muy concentrado tendía a tener mala postura.

«Debo decirle que si sigue así pronto tendrá una fea joroba»

Aquello último era en parte a lo que me refería cuando me regañaba por estar demasiado pendiente del chico. Y no voy a negar que le tenia miedo a un cambio brusco en su actitud hacia mi, seguía sin conocerlo y algo me decía que podía esperar eso y más de él, todo basado en su actitud anterior.

Y definitivamente no quería exponerme a un nuevo rechazo, porque lo cierto era que Hwang me gustaba, y mucho.

Recuerdo que esa noche lo acompañé hasta la acera frente al edificio donde su tia vivía, al principio dude, Hwang era un adolescente de casi dieciocho años, los cumplía dentro de unos días, y quizás lo menos que quería era un guardaespalda, pero caminar junto a él fue tan natural como respirar, mientras hablábamos sobre mis planes para el siguiente día, a los que él se apunto con espontaneidad.

—Entonces ¿nos vemos mañana en el parque? ¿Después de las once?

Pude decirle que no, que prefería irme solo a fotografiar, pues necesitaba toda la concentración para lograr buenas tomas, y que él a mi lado solo me serviría de distracción, pero no...

¿Cómo le decía que no cuando tenia sus oscuros ojos sobre mi? Esa mirada que comenzaba a parecerme tan tentadora, y abrasante, como si detrás de esa oscuridad hubieran miles de fuegos fatuos que me encandilaban.

En ese momento aun seguía en la ignorancia sobre mi pasado, incapaz de imaginar hacia donde iban las cosas. Ignoraba que de manera maravillosa pronto mi pasado, el presente y también el futuro llegarían a colisionar de manera absoluta.

********


Esa noche antes de que me venciera el sueño recuerdo haber aceptado la solicitud de amistad de Piloto1997. Aquella fue una noche de descanso reparador y cuando abrí los ojos a un nuevo día me sentía lleno de energía y, ¿para qué negarlo? Muy ilusionado por un nuevo encuentro con Hwang Lee.

Mucho antes de la hora acordada para encontrarnos en el parque, estaba listo. Edward se levantó y me encontró sentado frente a la mesa de la cocina, con Tom an mis pies comiendo, mientras yo terminaba de guardar mi equipo fotográfico en la mochila.

El tío dejo escapar un largo bostezo caminando directo a la máquina de hacer café para servirse en una taza bastante grande la recién hecha bebida. El consumo de café era algo que el tío y yo teníamos en común.

—¿Otra vez de excursión fotográfica?

—Necesito armar ese portafolio.

—Creo que tu nuevo amigo podría ayudarte.

Edward halo una de las sillas y se acomodó en ella después de dejar sobre la superficie de la mesa la humeante taza con café. No se lo dije, pero era algo que habia pensado mientras me arreglaba.

—Es un chico muy guapo. Su apariencia oriental para muchos es exótica, y lo mejor, es joven, no como yo que ya estoy pasado de moda.

En eso último no le podia dar la razón.

—¿Qué dices? En las fotos que te hice luces muy bien, tío, nada de pasado de moda.

Sin embargo, Edward tenia mucha razón, Hwang seria el modelo ideal para terminar de armar el portafolio, pero no sabia si me animaría a proponérselo.

Dejé al tío alistándose para salir a hacer algunas compras, y cargando la mochila sobre uno de mis hombros y una enorme excitación entre medio del pecho, baje y salí a la calle.

Apenas el reloj marcaba las once de la mañana, pero ya podía sentirse que seria un día bastante caluroso a pesar de que la primavera apenas y daba sus primeros pasos.

Antes de adentrarme al parque donde se supone me encontraría con Hwang Lee sacudí del frente de mi camiseta negra algunas pelusas, ajuste mi cinturón, a diferencia de algunos adolescentes yo si vestia cinturón, pues odiaba llevar los pantalones a las caderas, y mostrando los calzoncillos.

Con gestos nerviosos aparté un mechón de mi cabello que insistía en cruzarse sobre mi ojo derecho, haciéndome cosquillas, y olisquee mis axilas asegurándome de contar con la protección del desodorante, no seria la primera vez que olvidara ponérmelo.

Después de todo eso me sentía listo para mi encuentro con Hwang.

—¡Oliver!

El llamado de mi nombre a mis espaldas me paralizo y mientras giraba tratando de dar mi mejor cara pensé que tanto habia visto el chico, y que estaría pensando de mi. Con un poco de suerte el asiático no habría notado mis movimientos de hacia solo segundos atrás.

—Hola Hwang...

Hwang Lee llego a mi lado, vestia pantalones cortos hasta la rodilla, y una camisilla sin mangas color azul claro, en sus pies calzaba sandalias. De pronto yo me sentí demasiado abrigado con mis jeans largos, la camiseta oscura y mis viejas tenis Vans.

A mis ojos Hwang lucia como si hubiese salido de tomar una ducha en esos mismos momentos, mientras el calor que comenzaba a sentirse parecía afectarme solo a mi, que sentía el cuello de la camiseta húmedo.

Creo que no pude disimular mi percepción, la idea de que mi aspecto desentonaba con la del chico frente a mi, o incluso con el entorno, pues enseguida noté que la sonrisa que adornaba los labios de Hwang fue desapareciendo poco a poco y lo vi cruzarse de brazos.

—¿Sucede algo, Oliver?

Luche por dejar de pensar en esos estúpidos detalles y puse mi mejor sonrisa antes de hacer un gesto que habia visto mucho en mis compañeros de clases, en especial, cuando querían lucir despreocupados.

Con uno de mis puños cerrado le di un golpe sobre el brazo a Hwang, mi intención era lucir cool, así que lo acompañé con un gesto de la cabeza invitándolo a seguirme, mientras giraba y comenzaba a caminar.

—No pasa nada, ¿qué te parece si tomamos el teleférico hasta la isla Roosevelt?

Cuando volví a mirarlo noté que el chico se masajeaba el lugar donde habia dejado caer el golpe, que aunque yo supuse fue solo un toque suave, al parecer al chico no le pareció así. Hwang se demoro unos segundos en seguirme, pero cuando lo hizo, ya no se masajeaba el brazo, y volvía a tener sobre sus finos labios una alegre sonrisa.

—¿La isla Roosevelt? Me encantaría, en especial si podemos ver los cerezos en flor.

La isla Roosevelt es una isla que pertenece al distrito de Manhattan, mide 3,2 km de largo y ya para esos días era sobre todo residencial, repleta de áreas verdes, instalaciones deportivas y de lujo, eso pese a su pasado algo turbio.

Hwang y yo tomamos el subterráneo hasta la calle sesenta y desde allí abordamos el teleférico cuyo trayecto duraba algunos cuatro minutos y sobrevolaba el East River. Hwang y yo disfrutamos del viaje entre nervios y risas. Las vistas desde allí no desilusionaban, definitivamente New York era, es y será una ciudad especial.

La isla Roosevelt podría considerarse una isla de clima extremos, ya sea en verano, pues hay pocos lugares con sombra, o en invierno cuando el frío y el viento amenazaban con congelarte, pero era primavera y aunque la temperatura estaba por encima de la media para esa época del año, allí, por lo menos yo, encontré el ambiente menos asfixiante que cuando estábamos en el barrio.

Hwang dio muestras de conocer la historia de la isla mejor que yo y no tuvo reparos en ofrecerse como mi guía. Yo jamás habia estado allí antes, o eso me parecía, así que agradecí su entusiasmo y conocimientos.

Mientras Hwang hablaba sobre el pequeño faro construido para guiar el camino hacia el antiguo hospital New York City Insane Asylum, una de las instituciones psiquiátricas que antiguamente albergaba la isla, yo me dedicaba a tomar fotografías.

Ya de ese lugar no quedaba nada, solo el recuerdo. Más adelante encontramos pequeños parques y miradores además de lugares para comer, tomarse un café o comprar algunos recuerdos.

Hwang y yo decidimos comprarnos sendos batidos de mantecado, él de fresa y yo, preferí uno de chocolate.

Después de pasar algunos minutos disfrutando las bebidas decidimos continuar caminando y pude sacar muy buenas fotos de algunas ardillas y gansos que campeaban por su respeto. También vimos una comuna de gatos que vivían en las ruinas del otro antiguo hospital de la isla, uno donde solían poner en cuarentena a los enfermos de viruela.

Y en todo momento, mientras trataba de concentrarme enfocando a las traviesas  ardillas que movían sus pequeños  hocicos en tanto permanecían muy quietas, solo asechando los olores que le traían la suave brisa, con todos sus sentidos pendientes a cualquier amenaza, o llevaba el lente de la cámara hacia las preciosas vistas del Skyline de Manhattan, mis sentidos estaban demasiado concientes del chico asiático cerca, de su voz, pero sobre todo, de lo hermoso que lucia en tanto la brisa movía algunos mechones de su lacio cabello oscuro, y de las ganas que tenia de voltear mi cámara hacia él para lograr captar su imagen desprevenida, y natural.

Sin embargo, el temor a su reacción me frenaba. En eso pensaba cuando el chico se alejo casi corriendo dejándome algo pasmado por unos segundos, pues me tomo totalmente desprevenido.

Pronto me di cuenta de la razón de su entusiasmo cuando lo vi hacerme señas para que me acercara, con sus brazos levantados.

—¿No son hermosos, Oliver? Es casi como estar en Japón...bueno, casi...casi.

Ante sus dichos no pude aguantar la risa, mientras caminaba hasta llegar a él, no solo por aquella comparación, sino por la alegría que mostraba el chico. Los cerezos en flor se encontraban en casi toda la orilla este de la isla, y realmente eran bellísimos.

«Y dicen que su aroma combate la melancolía»—pensé aunque no recordaba haber leído aquello antes.

Hwang se dejo caer sobre un banco de madera y hierro justo debajo de uno de los coloridos árboles de cerezo, yo no tarde en imitarlo.

Hwang pareció relajarse, cerrando sus párpados, sentado derecho, con las manos sobre su regazo. Lo miré por unos segundos, parecía respirar pausademente, tanto, que por un momento tuve la absurda idea de que se habia quedado dormido.

—He tenido que aprender a relajarme, Oliver, antes cualquier cosa me causaba estrés.

Hwang permanecía con los ojos cerrados en tanto yo, no pude evitar exaltarme un poco al escucharlo, pues no lo esperaba y mucho menos esperaba oírlo decir algo tan especifico, como si supiera lo que yo pensaba.

—¿Sabes que soy el rarito de mi pequeña familia asiática?

Hwang abrió los ojos y busco mi mirada, yo no me negué, y nos miramos fijo, los dos sentados sobre el banco de madera y hierro, con los cuerpos algo ladeados para poder mirarnos.

—Soy el chico gay a quien no lo comprende su padre, aunque debo decir en su favor que lo ha intentado y lo sigue intentando. En la escuela siempre tuve problemas, no soy el gay querido por un grupo de chicas que lo defienden, será que nunca fui sociable...

—Y eso no es todo, Oliver. Ya te dije que creo que soy un alma vieja en un cuerpo joven. Mis gustos no son comunes, adoro las películas, música y moda de los ochenta, y apenas tolero lo moderno. Siempre me he sentido tan fuera de lo común, tan diferente...creo que eso proyecto y por eso nunca he encontrado mi lugar.

La voz del chico se perdió y lo miré cambiar de posición, ya no me miraba, ahora su atención estaba sobre la orilla del rio, en tanto la mia continuaba sobre él, optando por esperar, no queriendo romper con mis palabras la atmósfera, ofreciéndole el espacio que pensé necesitaba, y el tiempo para expresar lo que aun no decía.

Sin embargo, pronto percibí que quizás Hwang esperaba por mi, temiendo el rechazo, o el frío trato al que quizás estaba acostumbrado.

Me aclare la garganta, y pase una de mis manos por mi nuca, masajeándome el cuello que de pronto sentía rígido. En mi mente buscaba las palabras correctas para suavizar la densa atmósfera que de improviso nos habia envuelto.

—Yo no creo que seas raro, Hwang Lee, aunque ser raro tampoco es tan horrible, yo soy raro y me pasan cosas raras en todo momento, cosas que algún día te contaré.

Me puse de pie, colocándome frente a Hwang y creo que se asusto un poco ante mis movimientos, también me di cuenta que mis últimas palabras le despertaron curiosidad, pero ese era un tema para otro día.

—Vamos, sonríe Hwang Lee, ¡muéstrale al mundo esa linda sonrisa!

Sin avisarle enfoque el lente de la cámara hacia él y emocionado tomé la primera foto.

—¿Qué haces?

—¡Tomando algunas fotografías para el portafolio que nos hará famosos!

Hwang Lee se puso de pie e hizo algunos gestos con sus brazos, y manos, llevando estas últimas sobre su rostro para ocultarse detrás o esas eran sus intenciones, una intenciones que no quedaron muy claras, pues a su vez fue atacado por las risas.

—¡Estas loco!

—¡Vamos Hwang Lee, posa para mi lente!, ¡no te arrepentirás!

El chico asiático y yo no paramos de reír, de movernos, en tanto yo no dejaba de apretar el obturador de la cámara buscando tomar la imagen del chico en diferentes poses, ángulos y gestos. Fueron minutos alocados y espontáneos, el principio de lo que ninguno de los dos imaginó, de una verdadera segunda oportunidad, para vivir nuestra segunda historia de amor.




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