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Capítulo 16


Sueños mojados


En una de mis visitas a la pequeña biblioteca dentro de la escuela, buscando un libro de referencia para un trabajo de ciencias políticas me encontré con Hwang Lee de frente, a pocos pasos uno del otro, en uno de los estrechos pasillos repletos de estanterías con libros.

Yo ya tenia el libro que necesitaba en mi mano derecha y pude haber dado la vuelta, ignorando al muchacho, pero los deseos de saludarlo pudieron más que mi sentido de la prudencia. Y es que yo sabia, aun antes de decir ese «hola», que Hwang Lee podría contestarme con cualquier majadería, o simplemente ignorarme rotundamente.

Y aquello último fue precisamente lo que sucedió, luego de echarme un rápido vistazo.

Aun conciente de que mi saludo no seria apreciado y mucho menos contestado, no pude evitar el enojo que enseguida me subió desde el cuello al rostro en forma de rubor, en tanto giraba el cuerpo para enfrentarlo.

Mi intención era decirle lo poco educado que era, justo antes de que el asiático buscara mirarme de frente, atrapando mi mirada con la suya. Por unos segundos una imagen muy difusa se proyecto ante mis ojos, trastocando las facciones de Hwang.

—¿Tienes algo que decirme?

Escuchar su voz dirigida a mi fue bastante sorpresivo, y me ayudo a despabilarme, y por un instante pase por alto su belicoso tono de voz.

—¿Esperas que te de las gracias por una ayuda que no te solicite? Si eso es lo que quieres, no tengo problema Fitzgerald... muchísimas gracias...

La entonación de su voz no podia ser más odiosa.

—¿Contento?

Hwang no retrocedió, sino que se encimo a mi logrando que fuera yo quien me echara hacia un lado, pegando la espalda a la madera de los tablilleros para hacerle espacio. Lee se escabullo frente a mi y por un momento estuvimos muy cerca.

—No somos o seremos amigos, Oliver. Es más, es mejor que ni te vean conmigo, porque seguramente comenzaran a murmurar que seras el próximo Tim.

Esa vez no escuche molestia o desprecio en su voz, sino una advertencia. Esa vez Hwang retrocedió, en tanto mi mente volvia a ser ocupada con esa otra imagen, esta vez mucho más clara, de un chico de cabellos oscuros y ojos grises. Recordé que no era la primera vez que lo veía. Lo que no pude tener claro fue, de dónde lo conocía.

—¿Y eso qué fue?

Me sobresalte ante la inesperada intervención de Ji – Woo, más cuando no la vi venir, de hecho, pensaba que ese día tampoco había asistido a clases.

—No queria asustarte.

—Pensé que no habías asistido hoy a clases.

—Aunque no me veas, no quiere decir que no estoy cerca.

Aquello no tuvo mucho sentido para mi, pero me encogí de hombros antes de sonreír.

—Así que ya hay avances, con Hwang, quiero decir. Al menos te ha dirigido la palabra.

—Si, para ser grosero, como siempre.

—Hwang esta pasando por un mal momento.

—Eso no le da derecho a ser tan desagradable, solo lo salude. Aunque no es nada raro, Hwang Lee nunca me ha mostrado más que incomodidad, y no sé porque, pero no importa, Ji – Woo, no me gustan los abusos y fue solo por eso que intervine esa vez en la cafetería.

Con el libro todavía en una mano me dispuse a caminar al mostrador para poder retirarlo, Ji -Woo camino detrás de mi.

—Oliver...

Me detuve y giré un poco ante su llamado que acompañó con un suave toque sobre mi hombro. La chica busco mi mirada y una vez atrapado no pude retirarle mi atención.

—¿Sabes que no es saludable minimizar nuestras emociones?

Esa vez entendí claro y fuerte por donde iba Ji – Woo y solo atine a soltar una carcajada, mientras bajaba la mirada y sacudia la cabeza.

—Lo que usted diga, «Sensei»

Ante aquello Ji – Woo me acompañó en mi ataque de risa.

************

—Dime algo Oliver, ese chico que defendiste y por el cual te metiste en problemas ¿es tu amigo?

Esa noche había sido yo el encargado de cocinar la cena, y disfrutábamos de una cremosa pasta en salsa blanca, pedacitos de pechuga de pollo y brócoli.

Durante la cena el tío y yo solíamos conversar sobre alguna noticia o evento reciente, en ocasiones hablabamos de su primo, mi presunto padre, e incluso llegamos a hablar sobre la ex esposa de Fitzgerald y sus dos hijos, mis medios hermanos, sin embargo, que Edward me preguntara sobre Hwang Lee me pareció extraño y hasta gracioso.

—¡No, que va! Hwang Lee no me soporta, es raro, pero cualquiera diría que me guarda rencor por algo que le hice en el pasado.

Aquello provocó las risas de Edward y con ello, el tema de mi huraño compañero de clases terminó.

Sin embargo, más tarde, mientras estaba solo en mi habitación, esperando ser arrastrado a la inconsciencia, lo que mencioné sobre el rencor y el pasado se mantuvo dando vueltas en mi mente.

Los días continuaron su curso trayendo temperaturas más frías y algunas lloviznas. Recuerdo que mientras, la mayoría de mis compañeros se iba de fiesta por Halloween, yo rechacé varias invitaciones y preferí quedarme en la casa.

Esa noche fue que encontré, bien escondida en el clóset de Oliver, una maltrecha caja que olía a humedad, con una carta, un libro y varias fotos, aquello último fue un gran impacto para mi y corrí con Edward, inquieto por saber quién era el chico de cabellos oscuros en todas las imágenes, un chico que ya habia visto antes, de hecho estaba seguro que era el dueño de la imagen que recientemente abarcó mi mente durante mi último encuentro con Hwang.

El tío disfrutaba de uno de sus programas favoritos repatingado cuan largo era sobre el sofa de la sala, casi a oscuras, mientras yo me ubicaba sobre la butaca cerca de la ventana con la ajada caja de zapatos entre mis manos.

—Tío..¿quién es este chico? ¿ Y cómo se llama?

Edward presiono uno de los botones en el control remoto del televisor para bajar el volumen, y enderezo la posición.

—¿Qué dices, Oliver?

Con dos de las cinco fotos que habían en la caja, una que mostraba la imagen de Oliver Fiztgerald joven mirando hacia la cámara con una alegre sonrisa sobre sus labios, junto al otro chico, al de cabellos oscuros y ojos grandes, bajé la caja al suelo para dejarla cerca de mis pies.

La otra era un primer plano del mismo atractivo jovencito, sonriente. Era una imagen vieja y algo deslucida, pero aun así pude apreciar en la sonrisa y sobre todo en la mirada del chico hacia la cámara, que disfrutaba posar para el fotógrafo, incluso podía inferir que de alguna manera sutil coqueteaba con la persona detrás del lente.

—¿Quién tomo esta foto?

Aunque una especie de susurro en la cabeza me dijo que ya conocía la respuesta.

Edward extendió una de sus manos y yo le entregue las dos fotografías. El tío parecio extasiarse unos segundos observando las imágenes, mientras yo esperaba lo que tenia que decir, un poco absorto en mis propios pensamientos, mientras veía las luces blancas del televidor reflejarse en los vidrios de los espejuelos de Edward.

Él volteo una de las fotografías para leer algo en el reverso de la misma, algo que yo no vi.

—Oliver y Luca...mil novecientos ochenta y uno.

«Luca»

—¿Quién es Luca?

Y lo más importante, ¿por qué lo habia visto en mis sueños, o pesadillas?

—Luca Anderson, hacia mucho tiempo que no veía una de sus fotos. Tu padre y Luca eran los mejores amigos...

Me dio la impresión de que Edward pensó en añadir algo más, pero se contuvo.

—Oliver adoraba la fotografía, eso lo sacaste de él. Y Luca se convirtió en su modelo, aunque yo también le serví en ocasiones, aunque la verdad era que Luca Anderson era muy atractivo y lucia mejor en las fotos.

Edward soltó una alegre carcajada celebrando su propio comentario.

—¿Era?

—Luca murió hace años...creo que fue en el mil novecientos ochenta y siete. Aquello devasto a Oliver, pues eran muy unidos.

Mil novecientos ochenta y siete, el año donde se detuvo el mecanismo de la fecha del reloj que llevaba.

Esta vez sentí fuertemente que Edward no me decía todo, y lo miré directo, esperando oír lo que fuera que faltaba por decir en torno a Luca Anderson.

—Ese feo y anticuado reloj que tanto te gusta fue un regalo de Oliver para Luca. Cuando él murió, su prima se lo entrego, con todo lo demás a Oliver, dentro de esa caja que tienes a tus pies. No tienes idea de lo mucho que sufrió mi querido primo la partida de Luca.

Edward me devolvió las fotografías antes de dejar escapar un largo suspiro de resignación, y yo las tome con dedos temblorosos, la mención del reloj que adornaba mi muñeca de alguna manera altero un poco mis nervios.

—A estas alturas no sé si Oliver regresará, o quizás él y Luca estén juntos en algún lugar, creo que eso lo haría muy feliz. Oliver nunca se perdono darle la espalda a Luca y al amor que compartían por una vida convencional, por un matrimonio sin amor.

Escuchar la confirmación de lo que sospechaba acelero un poco los latidos de mi corazón. Esa era la clase de vinculo que mi padre compartía con el chico de los ojos grises. Se amaban.

Una sonrisa de pesar se instalo sobre mis labios.

******

Los intensos rayos de un sol de estío, incidían sobre las tranquilas aguas del lago. Un cielo límpido, el suave ulular de la brisa y el trinar de algunos traviesos pájaros perturbando la tranquilidad de aquel pedazo de tierra frente al agua, que Luca y yo habíamos hecho de nosotros aquel verano.

Después de la madrugada en que subí hasta la habitación de Luca para declararle mi amor, él y yo buscábamos la menor oportunidad para estar juntos, pero sobre todo solos, y poco a poco ir descubriendo nuestra sexualidad.

No fueron pocas las veces que nos escapábamos hacia ese lugar oculto, «nuestro lugar» como solíamos llamarlo aunque fuera cursi. No recuerdo habernos puesto de acuerdo, pero ambos sabíamos que nuestra relación tenia que mantenerse en las sombras hasta que nos fuéramos juntos de aquella pequeña ciudad.

O quizás lo sabia yo, y Luca lo infería y aceptaba.

Con el pasar de las semanas lo que comenzó siendo encuentros acalorados, en los que nos reconocíamos y buscábamos conocer el cuerpo del otro, fueron tornándose más intensos, en tanto la pasión fue creciendo.

Sin embargo, ninguno de los dos se atrevía a dar el siguiente paso. A Luca quizá lo detenía su timidez e inexperiencia, en mi caso, a lo último se añadía el temor a peder el control, pues cada vez más, sentía que perdería la cabeza por el chico de los ojos grises. Era tanto el deseo que sentía por Luca que comencé a temer no ser capaz de poner un limite, que yo mismo, sin importarme nada más, dejaría ante la vista de todos quien era el dueño de mis pensamientos.

No obstante, fue ese mismo verano, al amparo de las altas yerbas amarillentas, sobre una manta que apenas cubría la superficie aplanada y hostil debajo de nuestros cuerpos desnudos, con algunas gotas de agua del lago evaporándose sobre nuestra piel, que Luca venció su timidez y yo, mi temor.

Juntos iniciamos un camino de aprendizaje, lleno de suspiros, palabras, sentimientos y caricias.

********

Mis labios sobre la piel de su cadera izquierda, mientras con la punta de mi lengua trataba de delinear el contorno de aquel curioso número ocho, esa marca de nacimiento que siempre me volvió loco, en tanto un aluvión de suspiros ahogados salían de la boca de Luca, mientras los dedos de una de sus manos se enredaban en mis cabellos.

Una brisa fría parecio rodearnos, a pesar de tener sobre nosotros los candentes rayos solares, perturbando nuestro preludio de una añorada entrega y de pronto me encontraba solo, con la respiración agitada, mirando sin ver a mi alrededor, y sin el calor de mi joven amante.

Cuando abrí los ojos me di cuenta de que habia estado soñando, un sueño tan intenso que difícilmente podría perderse en mi memoria como los anteriores.

En tanto fijaba la vista en el techo, sintiendo la corriente de brisa fría proveniente de la rendija que dejé abierta entre el marco y una de las ventanas, trataba de tranquilizar mis anhelos, en tanto era conciente de la dura erección que pedía alivio.

Nada de lo anterior me perturbo mucho, un sueño mojado lo tenia cualquiera, sin embargo, un sueño mojado con el que fue el amante de tu padre, creo que no era nada común, y aquello si me hizo pensar bastante.




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