Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1


Para el chico que tenia estrellas en los ojos



Verano 1978



Ese fue uno de los veranos más calurosos que recuerdo, la humedad y la falta de brisa duplicaban la incómoda sensación de ser un pollo cociéndose bajo las brasas, mientras caminaba la acera en dirección a la oficina de reclutamiento del ejército de Estados Unidos.

Llevaba bajo el brazo un sobre de papel manila con mis documentos para enlistarme, y recuerdo que cuando lo saqué se notaba casi igual de húmedo que la tela de la camisa de algodón que llevaba.

A pocas cuadras del parque que debía cruzar para llegar al edificio que albergaba la oficina gubernamental me detuve para secar un poco la humedad de mi rostro con el pañuelo que siempre cargaba en uno de mis bolsillos.

Introduje el magullado sobre de manila en mi pesado morral, y con disimulo olisquee cerca de mis axilas, una a la vez, preocupado de que el desodorante que me había puesto en la mañana estuviese por fallar, acabando con un olor nada agradable en esa área. Debo decir que no sería la primera, y de seguro, no la última vez.

Crucé la calle y entré a los predios del parque que a esas horas, justo el mediodía, y con ese calor, se encontraba casi despoblado. Tenia que cruzarlo de esquina a esquina, lo que me llevaría frente al edifico que buscaba. Cuando estaba justo en el medio del bonito remanso urbano volví a sentirme sudoroso, y volví a secarme la frente con el pañuelo.

Más adelante me fijé en un grupo de árboles, muy juntos, que brindaban sombra a una parte del parque, y a unos bancos desocupados debajo de sus frondosas ramas. Recuerdo haber pensado que sentarme allí unos minutos no me haría mal antes de continuar mi camino. Además no pensaba regresar por la tarde a la tienda de revelado donde trabajaba desde hacia unos meses.

El señor Adolph era mi jefe y el dueño del lugar, un amigo cercano de la familia de mi madre, y que no había dudado en darme una oportunidad de trabajo cuando me gradué de escuela superior.

Económicamente las cosas en mi hogar no estaban bien, pues a mi padre, un veterano de la segunda guerra mundial, le habían diagnosticado una afección cardiaca que lo mantenía retirado del puesto de supervisor que por algunos años ocupó, en una fabrica de plástico.

En la casa sobrevivíamos con el cheque mensual que recibía del gobierno, y uno que otro trabajito de costura que hacia mi madre. Los gastos y el costo de vida no hacían sino elevarse y por lo mismo yo estaba consciente de que necesitaba trabajar, así que cuando se presento la oportunidad en la tienda de revelado no lo dude ni un segundo.

Además todo lo que tuviese que ver con fotografías me llamaba la atención, pues mi sueño era llegar a ser fotógrafo profesional. Y la verdad era que disfrutaba bastante de las seis horas que pasaba en la tienda, aunque no así del carácter del dueño.

Adolph era un hombre alto y robusto que según él mismo proclamaba, fue boxeador aficionado en su juventud, pero que no le hacia falta ni mencionarlo porque su sola presencia solía intimidar a las personas.

Mi jefe necesitaba estar al tanto de todo lo que sucedía, sentir que tenia el control no solo de su vida y su negocio sino incluso de sus empleados, también le encantaba aconsejar y no solo eso, ser escuchado y tomado en cuenta.

En la tienda solo éramos él y yo hasta que llego a trabajar los viernes y sábados su bonita y simpática única hija, Eleanore.

La chica que apenas tenia diecisiete años, lucia los ojos azules y el cabello castaño de su padre, siendo esas las únicas semejanzas con su tozudo progenitor. Eleonore era de baja estatura y dueña de una figura bastante voluptuosa para su joven edad.

En una ocasión escuché que la muchacha había heredado mucho de su madre, una guapa Neoyorquina que cuando su hija tenia diez años se fue del pueblo para no volver. Clare y Eleonore compartían cartas de vez en cuando y una que otra llamada telefónica durante el año.

También decían que el abandono de su mujer marcó a Adolph de tal manera que no quiso volver a casarse. Incluso había quien aseguraba que de ser un hombre alegre paso a ser el tipo amargado que encontrabas detrás del mostrador de Rogers Films Developer.

Esa tarde en el parque la idea de sentarme unos minutos se hizo más que tentadora. Era también de algún modo, mi manera de extenderme un poco antes de llegar a la infame oficina del gobierno.

La realidad era que el asunto del reclutamiento era más un deseo de mi padre que mío. Siendo veterano estaba convencido que me esperaba un prometedor futuro en las filas del ejercito, donde según él, tendría la oportunidad no solo de servir a la patria, sino de disfrutar de todos los nuevos beneficios que él no había tenido la oportunidad de tener. Por ejemplo, estudiar una carrera universitaria si así lo deseaba, costeada por el ejercito.

Cuando papá era joven el servicio militar era obligatorio para todo hombre de dieciocho años en adelante, y así fue hasta mil novecientos setenta y tres, sin embargo, los beneficios obtenidos después de servir eran casi inexistentes, aparte de un endeble cheque mensual.

Yo estaba consciente de que una vez firmara no tardarían en llamarme para ir a entrenamiento, uno que seria lejos del pueblo, probablemente en otro estado. La idea de abandonar el pueblo que me vio nacer y aventurarme a nuevas experiencias no me parecía nada desagradable, y eso último junto con mi afán de complacer a papá, porque según yo, él sabia lo que me convenía, me habían llevado hasta los predios de la oficina gubernamental ese día.

Fue estando de pie a unos pasos del primero de una hilera de tres bancos de madera, sintiendo la inclemencia de los rayos solares sobre la piel descubierta de mis brazos, cuello y rostro, que llamó mi atención un papel del tamaño de una hoja de libreta, que bailaba a ras del suelo de cemento impulsado por un inesperado y bienvenido soplo de brisa.

El volante, pronto me pareció identificar la propaganda de la milicia específicamente de la fuerza aérea, en la maltratada hoja, fue a pegarse a los bajos de mis pantalones de poliéster.

Mi primer curso de acción fue sacudir la pierna para zafarme del indeseable pedazo de papel, pero a último segundo decidí extender mi brazo derecho para agarrar el dichoso volante. Al enderezar la postura no pude dejar de fijarme en un chico flaco que se acababa de detener a algunos pasos de mi, y que parecía tener bastante interés en el papel en mis manos.

—¿Es tuyo?

Mi actitud desinteresada y hasta podría decirse que ruda, se desinfló para dar paso a una inquietante incertidumbre cuando el muchacho de cabellos oscuros y yo cruzamos miradas. Nunca supe cuál fue su primera impresión de mi, porque nunca le pregunté, pero por mi parte desde esa primera vez en que me cruce con Luca Ian Anderson me vi poderosamente atraído por su mirada, por esos ojos enormes y grises.

«Este chico parece que tiene estrellas en los ojos»—aquel intrusivo pensamiento me distrajo, a la misma vez que resultaba algo incómodo y hasta extraño.

—Si...digo no, puedes quedártelo si gustas.

—¿Para qué querría yo esta propaganda?

Supe que había sido un poco antipático al hablar aun antes de ver la expresión cautelosa en el rostro del chico. Hice amago de estrujar el papel que mostraba el dibujo de un avión Mc Donnell F 101 Voodoo, esa clase de avión supersónico que fue usado por la fuerza aérea durante la guerra fría.

Sin embargo, al notar como su expresión precavida cambio a una de anhelo me disuadió de hacerlo.

—Aquí tienes. —Recuerdo que le tendí el volante y el muchacho, en ese momento pensaba que era dos o tres años más joven que yo, no dudo en tomarlo.

—Gracias.

Una tenue sonrisa ilumino sus facciones, dándole aun más brillo a sus ojos grises, antes de girar para sentarse sobre uno de los bancos y extraer de unos de sus bolsillos un inhalador. Desde mi posición lo miré hacer uso del medicamento antes de colocar el volante sobre la madera del banco y alisarla con sus manos.

—¿Quieres unirte a las fuerzas aéreas? —Estaba consciente de que estaba supuesto a continuar mi camino, pero no lo hice.

—Qué más quisiera yo... pero me rechazaron.—El chico no pudo ocultar su frustración.

Luca me explico sobre su historial médico de asma que había padecido toda su vida.

—¿Y tu? ¿Vas a enlistarte? De seguro no tendrás problemas para ser aceptado.

Me di cuenta de que todo aquello del ejercito frustraba al muchacho.

—¡Pues ya quisiera ser rechazado! No quiero ir al ejército, es mi padre el que considera que es lo mejor que puedo hacer con mi vida. En cambio, yo quiero ser fotógrafo profesional e inmortalizar a grandes estrellas.—No pude ocultar la ilusión que aquella posibilidad me causaba— .Algún día ahorrare los suficiente para irme de este pueblo a la ciudad y allí pagaré un curso de fotografía.

Estaba consciente que aquellas afirmaciones pudieran irse por el desagüe si me enlistaba voluntariamente al ejercito. Que eran puros sueños y fantasías, y que probablemente jamás se harían realidad. Guardé silencio de pronto, consciente de lo mucho que había hablado con un extraño.

—Me llamo Oliver Fitzgerald.

Presentarme con el chico de ojos grises fue lo más adecuado.

—Yo soy Luca Ian Anderson. —Ver cómo se intensificó su sonrisa iluminando más el brillo de sus ojos, fue una de las mejores cosas ese día.

Luca extendió su mano izquierda para estrechar la derecha mía, que le ofrecí a destiempo. De esa calurosa tarde recuerdo poco más o menos. Sin embargo, hay tres cosas que no he podido olvidar.

La primera, cuando casi me perdí en los grisáceos ojos de Luca, la segunda; el momento exacto en que la intención de ir a enlistarme se perdió como agua entre los dedos, y la tercera; lo bien que la pasamos en la tanda vespertina del cine local viendo uno de los estrenos de ese año; Grease, con John Travolta y Olivia Newton John.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro