spike y su busqueda
Desde el momento en que escuché los gritos del pueblo, un presentimiento oscuro se apoderó de mí. La gente gritaba, vitoreaba y celebraba con una euforia que helaba la sangre. Al principio, no comprendía qué sucedía. Me acerqué a la plaza, donde una multitud se había reunido. La brisa llevaba consigo el olor acre de humo y carne quemada. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué el pueblo celebraba con tanto fervor?
Y entonces lo vi. Ahí, en el centro de todo, estaba él. Sergio. Mi hermano menor, atado a un poste, envuelto en llamas. Su cuerpo se retorció mientras el fuego lo consumía, pero no se escuchaba ni un solo grito. Su mirada permanecía fija, desafiando a los que se regocijaban con su sufrimiento. Fue en ese momento que comprendí lo que habían hecho. Lo habían condenado, no por algo que hubiera hecho, sino por ser quien era: diferente, incomprendido.
Quise intervenir, pero mis pies no respondieron. El miedo me paralizó. Miré a mi alrededor, buscando apoyo, pero solo encontré rostros llenos de odio y alegría maliciosa. ¿Cómo podía enfrentarme a todos ellos? Me quedé allí, congelado, observando cómo mi hermano era reducido a cenizas mientras yo no hacía nada. Una parte de mí murió con él ese día.
Cuando finalmente el humo se disipó y la multitud comenzó a dispersarse, me acerqué al lugar donde yacía lo que quedaba de Sergio. Solo quedaban cenizas y algunos huesos calcinados. Caí de rodillas, sintiendo una mezcla de culpa y rabia. No sabía si llorar o gritar. Pero lo que sí sabía era que mi vida nunca volvería a ser la misma.
La ascensión al cielo
Esa misma noche, cuando el pueblo finalmente se quedó en silencio, el destino decidió que mi tiempo también había llegado. No fue una muerte gloriosa ni heroica. Simplemente, los mismos que mataron a mi hermano decidieron que yo, por compartir su sangre, también debía morir. Me arrastraron fuera de mi hogar, me golpearon hasta que mi cuerpo no pudo resistir más. Mi última visión fue el cielo nocturno, tranquilo y lleno de estrellas, antes de que todo se volviera oscuro.
Cuando abrí los ojos, ya no estaba en el mundo mortal. Una luz cálida me envolvía, y frente a mí había un portal resplandeciente. Había llegado al cielo. Pero no sentía paz. En mi corazón solo había amargura y resentimiento. ¿Por qué yo? ¿Por qué no había hecho nada para salvar a Sergio? Esas preguntas me atormentaron incluso en ese lugar sagrado.
Los días en el cielo se transformaron en semanas, y luego en meses. Me entrenaron en las artes de la espada, algo que siempre había amado en vida. Con cada golpe y cada movimiento, sentía que estaba acumulando fuerza, no solo para proteger, sino para vengarme. Mi talento creció rápidamente, llamando la atención de los más altos rangos celestiales. Con el tiempo, ascendí hasta convertirme en uno de los espadachines más habilidosos del cielo, ocupando el quinto lugar entre los mejores.
Pero ese logro no me llenaba. Mi corazón seguía cargado de odio y una sed de justicia que no podía apagar. Sabía que Sergio había muerto de forma injusta, y también sabía que no podría descansar hasta enfrentarme a él. Porque algo en mí me decía que no había desaparecido del todo.
La búsqueda de Negrus
El día que descubrí que Sergio había regresado como un demonio, mi mundo se tambaleó. Los rumores en el cielo hablaban de una criatura oscura, un ser de poder inmenso que estaba sembrando el caos en el mundo mortal. Al principio, no lo creí. Pero cuando escuché el nombre "Negrus", todo encajó. Sabía que era él. Mi hermano había regresado, pero ya no era el mismo.
Decidí buscarlo. Dejé el cielo, enfrentándome a las advertencias de mis superiores. No me importaba. Necesitaba verlo, necesitaba entender qué había pasado con él. Mi búsqueda me llevó por caminos oscuros y peligrosos. Cada paso me acercaba más a él, pero también aumentaba mi miedo. ¿Cómo lo enfrentaría? ¿Podría matarlo si era necesario? Estas preguntas me atormentaban mientras avanzaba.
Finalmente, nuestras rutas se cruzaron. Lo vi, de pie en medio de un campo devastado, rodeado de cuerpos y llamas. Su figura era imponente, y sus ojos brillaban con un fuego que no reconocía. Este no era Sergio. Este era Negrus, una entidad completamente distinta. Pero incluso en su forma demoníaca, podía ver algo de mi hermano en él. Tal vez era su postura, o la forma en que su mirada, aunque llena de odio, también reflejaba tristeza.
Desenfundé mi katana, sintiendo su peso familiar en mis manos. Era la misma que había usado durante mis años de entrenamiento, mi compañera constante. Sabía que no podía contenerme. Si quería respuestas, tenía que luchar. Y así lo hice.
La primera vez que cruzamos espadas fue un torbellino de emociones. Sus golpes eran devastadores, impulsados por una fuerza que superaba todo lo que había enfrentado antes. Pero no retrocedí. Mis movimientos eran precisos, mi entrenamiento en el cielo había perfeccionado cada técnica. Cada choque de nuestras armas era un recordatorio de lo lejos que habíamos llegado desde nuestros días como hermanos humanos.
A pesar de mi habilidad, no podía derrotarlo. Su poder era abrumador, y cada golpe que lograba conectar apenas le hacía mella. Sin embargo, él también parecía contenerse. Podía haberme matado en cualquier momento, pero no lo hizo. Tal vez, en el fondo, Sergio todavía existía dentro de Negrus.
Cuando la batalla finalmente terminó, ambos quedamos de pie, agotados pero vivos. Negrus me miró por un momento, y en sus ojos vi algo que no esperaba: dolor. Antes de desaparecer en la oscuridad, dijo algo que nunca olvidaré: "No soy el monstruo que ellos querían que fuera, Spike. Pero tampoco soy el hermano que recuerdas".
Esas palabras me persiguen hasta el día de hoy. Continúa mi búsqueda, no solo para enfrentarlo, sino para entenderlo. Quiero saber si hay algo de Sergio que pueda salvarse, o si mi hermano realmente se ha perdido para siempre. Mi viaje no ha terminado, y no descansaré hasta encontrar la verdad, sin importar el costo.
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