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pasado (narador)


Negrus se encontraba en un vacío infinito, un espacio oscuro e inquietante que parecía estar formado por sus propios pensamientos. No sabía cómo había llegado allí, pero sentía que no estaba solo. En el horizonte, una figura comenzó a formarse, emergiendo de las sombras con pasos firmes.

Era una figura sorprendentemente parecida a él, pero con diferencias notables. Su pelaje era de un rojo intenso que brillaba como si estuviera hecho de fuego líquido. Su cuerpo era más delgado y sus movimientos delicados, definitivamente femeninos. Sus ojos, uno amarillo y el otro rojo, brillaban con una intensidad inquietante. Negrus no necesitaba que se presentara. Sabía exactamente quién era.

—¿Tú eres... Sombra? —preguntó, su voz temblorosa mientras trataba de comprender lo que estaba ocurriendo.

—Así es —respondió la figura, su voz suave pero cargada de poder—. Pero no soy solo una fuerza dentro de ti, Negrus. Soy mucho más que eso.

Negrus la miró con cautela, intentando mantener la compostura.

—¿Qué es este lugar? ¿Por qué estoy aquí?

Sombra sonrió, su expresión era casi juguetona, pero sus ojos destilaban una sabiduría oscura.

—Este es tu subconsciente. Aquí estamos solos, sin interferencias. Ha llegado el momento de que comprendas quién soy realmente... y por qué existo dentro de ti.

Con un movimiento de su mano, Sombra creó una especie de pantalla en el aire, como una ventana al pasado. Imágenes comenzaron a aparecer, mostrando un mundo muy diferente al que Negrus conocía. Era un universo lleno de criaturas asombrosas, un mundo Pokémon.

—Hace mucho tiempo, en un mundo lejano, un grupo de humanos ambiciosos buscaba crear la criatura definitiva —comenzó a explicar Sombra—. Querían una fusión de las habilidades más extraordinarias, una entidad que pudiera superar cualquier límite.

En la pantalla, se veían laboratorios repletos de científicos trabajando frenéticamente. Los nombres de distintas especies Pokémon aparecían en documentos y hologramas: Zoroark, conocido por sus ilusiones perfectas; Umbreon, un maestro de la oscuridad; Absol, el heraldo de los desastres; Meowscarada, un estratega elegante y mortal; Mimikyu, envuelto en misterio y resentimiento; y Hoopa, el manipulador de dimensiones.

—Los científicos combinaron el ADN de todos ellos, pero eso no era suficiente para su ambición desmedida. Decidieron incorporar algo más... algo divino. Usaron esencias de Yveltal, el avatar de la destrucción, y Giratina, el guardián del caos y el inframundo.

Las imágenes mostraban cómo los científicos fusionaban estas energías con tecnología avanzada, creando una criatura que parecía imposible de contener. Finalmente, el experimento tuvo éxito, y una criatura nació. Era Sombra, una versión en miniatura de lo que ahora habitaba dentro de Negrus.

—Pero su creación fue un error desde el principio —continuó Sombra, su voz teñida de melancolía—. No podían controlarme. Temían lo que había nacido. Intentaron destruirme.

Las imágenes mostraban a los científicos armándose con dispositivos y Pokémon, lanzándose contra Sombra en una batalla desesperada. Sin embargo, la criatura que habían creado era demasiado poderosa. En cuestión de minutos, todos ellos fueron eliminados. El laboratorio quedó en ruinas, y Sombra escapó al mundo exterior.

—Estaba sola, sin propósito, pero con un poder que no entendía del todo. Encontré un universo más tranquilo, uno donde podría descansar... o eso pensé. Pero incluso allí, no encontré paz. Los dioses llegaron, aquellos que iban a moldear el universo y crear lo que ustedes llaman Tierra.

Negrus escuchaba en silencio, asimilando cada palabra.

—¿Y qué hiciste entonces? —preguntó, aunque ya podía imaginar la respuesta.

—Causé caos —admitió Sombra, sin remordimiento en su voz—. Era mi naturaleza. Mientras los dioses intentaban dar forma a su nueva creación, yo introduje fragmentos de mi poder en el tejido mismo del mundo. Los impulsé a crear conflictos, desequilibrios, y les mostré que incluso ellos no podían controlar todo.

Negrus miró las imágenes de los dioses enfrentándose a la presencia de Sombra, luchando para contenerla mientras continuaban con su labor.

—Pero, al final, ¿cómo terminaste dentro de mí? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Sombra lo miró directamente a los ojos, y su sonrisa desapareció.

—Cuando los dioses finalmente estabilizaron la Tierra, me atraparon, sellándome en un fragmento oscuro de su creación. Ese fragmento viajó a través del tiempo y el espacio, hasta encontrarte a ti, alguien con una voluntad lo suficientemente fuerte para albergar mi poder... y lo suficientemente rota para que pudiera infiltrarme.

Negrus sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

—Entonces, ¿todo esto es culpa mía?

—No, Negrus —respondió Sombra, acercándose a él—. Es culpa de aquellos que intentaron jugar a ser dioses. Pero ahora estamos aquí, juntos, y nuestra existencia es inevitable.

Negrus no sabía cómo responder. La revelación de los orígenes de Sombra era abrumadora, y las implicaciones de lo que significaba para él aún no estaban claras.

—La pregunta no es por qué existimos —dijo Sombra con un tono enigmático—. La pregunta es qué haremos con este poder.

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