el peso de sombra
El horizonte se teñía de rojo y negro, como si el mismo cielo presagiara la oscuridad que se desataría sobre el campo de batalla. Un viento gélido recorría las tierras desoladas, trayendo consigo el rugido lejano de miles de demonios que marchaban, ansiosos por desatar su furia sobre aquellos que osaran enfrentarlos. El aire se cargaba con una sensación de desesperación, pero también con una energía palpable de lucha.Negrus se encontraba de pie, con la espalda apoyada contra una roca gigante, su capucha caía desordenada, mientras las sombras de Sombra, su propio demonio interior, amenazaban con envolverlo. Sus ojos amarillos y rojos, reflejaban una mezcla de impotencia y furia. Estaba exhausto, herido por las múltiples batallas previas, su cuerpo ya no respondía con la rapidez que necesitaba. El poder de Sombra, el cual había sido sellado por la capucha mágica de Mara, comenzaba a desbordarse, pero Negrus no podía arriesgarse a perder el control; la devastación que podría desatar sería imparable.A su lado, Darius estaba igualmente agotado. Su armadura, aunque resistente, mostraba signos evidentes de desgaste. Había luchado sin descanso, y su espada, aunque afilada, tenía grietas en el filo. Ambos sabían que el ejército demoníaco se acercaba a gran velocidad, y aunque el sol se ponía en el horizonte, su lucha apenas comenzaba.—Esto... esto no puede ser el final —dijo Negrus en voz baja, apenas audible, como si hablara consigo mismo más que con Darius. Sus palabras reflejaban una mezcla de desesperanza y una creciente rabia interna. Había pasado por tanto, había sido rechazado, traicionado, asesinado, resucitado como algo más... pero nunca imaginó que terminaría así, al borde de la muerte, sin poder hacer nada para evitarlo.Darius, con una respiración pesada y entrecortada, se giró hacia él. Sus ojos, usualmente fríos y calculadores, ahora reflejaban la misma desesperación, pero también una determinación inquebrantable. Sabía que no había vuelta atrás. El futuro de ambos dependía de su capacidad para luchar, y no podían permitir que la muerte se llevara lo que aún quedaba de esperanza.—No vamos a morir hoy —respondió Darius, su voz grave, firme, pero con una tensión en cada palabra. No importaba lo que viniera, él no permitiría que el destino se cerrara tan fácilmente. El poder que Negrus había obtenido al renacer como demonio, aunque peligroso, era la última esperanza para frenar lo que se avecinaba. Y Darius sabía que, aunque todo estuviera en su contra, había una mínima posibilidad de ganar si ambos se unían.Negrus lo miró, por un instante, con desconfianza. No podía evitarlo, su naturaleza demoníaca lo llevaba a no confiar completamente en nadie. La soledad de su existencia, los recuerdos de su vida anterior como Sergio, la traición de Sara, y la muerte de Spike... todo ello lo había marcado de tal forma que no permitía que nadie se acercara demasiado. Pero Darius, en su desesperación, había sido lo único que quedaba. Si querían sobrevivir, tendrían que hacerlo juntos.Negrus apartó la capucha que había caído sobre sus hombros. La energía oscura de Sombra comenzaba a emanar de su cuerpo, desbordando las sombras que cubrían su piel, envolviendo su figura en una niebla oscura. Sin embargo, sus movimientos eran lentos y vacilantes. Estaba agotado. Si no controlaba el poder que le daba Sombra, todo se desataría y la pelea terminaría en desastre.—No puedo permitir que... —comenzó a decir, pero Darius lo interrumpió, su voz más suave que antes.—Confía en mí, Negrus. Sabemos lo que tenemos que hacer.Darius extendió su brazo hacia él, ofreciendo la espada que había usado en la batalla. Negrus la observó unos segundos, el peso de la espada, el calor de la energía que fluía a través de ella, lo hacía sentir que podía tener una oportunidad. Darius no solo luchaba con la espada; luchaba por algo más grande: la supervivencia de ambos.Negrus tomó la espada, sintiendo la conexión entre ellos. Aunque no eran amigos, ni siquiera compañeros en el sentido tradicional, en ese momento compartían una única meta: vencer al ejército demoníaco.—Estamos al borde de la muerte, y aún así, seguimos aquí —dijo Negrus, con una media sonrisa, pero sus ojos mostraban la gravedad de la situación—. Esto debe ser lo último. Debemos darlo todo.Darius asintió en silencio. La mirada entre ambos fue breve, pero cargada de entendimiento. Nadie más podría hacer lo que ellos iban a hacer. La batalla que se avecinaba no solo era contra los demonios, sino contra todo lo que habían sido hasta ese momento.A lo lejos, el rugido del ejército se hacía más fuerte. Las primeras filas de demonios se asomaban por el horizonte, criaturas grotescas, con ojos rojos y cuernos afilados. La oscuridad que traían consigo parecía devorar todo a su paso. Negrus y Darius se giraron al mismo tiempo, enfrentándose a lo que estaba por venir. No había tiempo para dudar.—¡Adelante! —gritó Darius, levantando su espada hacia el cielo, desafiando lo que venía. El sonido de la espada cortando el aire fue como una declaración de guerra, un último acto de resistencia antes del inevitable choque.Negrus, con la energía de Sombra emitiendo ondas oscuras a su alrededor, avanzó junto a él. La guerra estaba a punto de comenzar, y, aunque la muerte los acechaba, ambos sabían que su única esperanza era luchar juntos. No podían retroceder. El sonido de las primeras huellas demoníacas llenó el aire, y el campo de batalla estaba listo para la última gran contienda.
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