el final (primera parte)
Mi cuerpo arde. Cada fibra de mi ser está envuelta en dolor, y lo peor es que no sé si estoy luchando contra ellos o contra mí mismo.
Las cadenas celestiales que Spike lanzó me mantienen inmovilizado, como si el aire a mi alrededor estuviera más denso. Puedo sentir la energía divina de esas cadenas drenando mi fuerza, mi conexión con Sombra debilitada por cada segundo que pasa. El poder que tengo dentro se revuelca, ansía liberarse, pero algo lo frena, algo que me mantiene encadenado, y no sé si soy yo o el collar.
—¡Basta, Spike! —grito, pero mi voz es débil, opacada por el estruendo de la batalla a mi alrededor.
El collar. Esa maldita protección que me dieron. ¿Por qué siento que me está ahogando? Me lo dieron para contener a Sombra, pero ahora me pregunto si estoy bajo su control o el control del collar. Algo en mí está a punto de estallar, y no sé si quiero liberarlo o apagarlo para siempre.
El fuego del agua bendita en mi piel se mezcla con el frío de la sal que rodea mi cuerpo, mi alma atrapada en un círculo impenetrable. Cada herida que recibo se graba más profundamente en mi ser. No es solo físico. Es como si todo mi ser estuviera siendo marcado, como si el mundo quisiera arrancarme lo poco que queda de mí.
—¡Maldita sea! —murmuro, luchando contra las cadenas celestiales que me atan. Cada vez que intento moverme, el dolor me frena, el poder se agita dentro de mí, pero mis propios miedos lo sofocan. No soy libre.
Las cicatrices, las cicatrices del pasado, se vuelven más profundas. Es como si no pudiera escapar de ellas, como si toda esta batalla no fuera solo contra los enemigos que tengo frente a mí, sino contra las sombras de mi propia vida. La traición, la muerte, el dolor... todo se me viene a la mente.
—No... No quiero morir otra vez... —mi voz es un susurro roto. ¿Qué quiero? ¿Qué soy?
Miro hacia Spike, con sus ojos llenos de odio, y siento una punzada en el pecho. No me importa lo que haya hecho. No me importa lo que haya sido. Pero me importa lo que somos ahora. Mis manos tiemblan. Cada parte de mí me grita que lo detenga, que lo haga callar, pero no puedo. Porque me doy cuenta de algo que nunca quise ver: todo esto, todo este odio, esta batalla... ¿es porque yo los dejé?
Sombra, en lo profundo de mi ser, se ríe. Una risa fría, insensible.
—¡Resiste, Negrus! —la voz de Sombra resuena en mi mente como un eco demoníaco. —¡Deja que tu poder fluya! ¡¡No te dejes vencer!!
¡No puedo! ¡No quiero!
Pero cada palabra, cada rugido en mi interior me empuja a seguir, me empuja a luchar, a destruir, a dejar que todo fluya. ¿Es eso lo que soy ahora? ¿Un monstruo que no puede detenerse? Las burbujas azules en mi collar brillan, intentando contener lo que soy, pero la fuerza que tengo dentro no entiende de límites.
Veo a Mara a lo lejos. Ella está luchando también, protegiéndome, pero ¿qué puede hacer? ¿Puede salvarme de mí mismo? Mi mente está a punto de colapsar, mi cuerpo lo está. El collar sigue brillando débilmente, pero las fuerzas de los demás me están devorando.
Y Spike... Spike sigue ahí. ¿Qué ha quedado de nosotros? Un hermano que, al final, solo busca venganza.
—¡No quiero pelear! —grito, aunque en el fondo sé que no lo escuchará. —¡No quiero ser esta monstruosidad!
Pero mientras lo digo, un rugido interno me responde, y Sombra empuja con más fuerza, queriendo salir a toda costa. El collar se sacude, las cadenas celestiales se tensan, y la sal a mi alrededor parece volverse más pesada.
Todo es demasiado. Cada parte de mí está dividida. ¿Soy el demonio que todos temen o el hombre que alguna vez fue Sergio? En este momento, ya no sé quién soy.
Pero sé algo: la batalla acaba de comenzar.
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