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el encuentro con Mara

El bosque, o lo que quedaba de él, era un paisaje de cenizas y sombras. Los árboles habían sido reducidos a troncos carbonizados, y el aire estaba saturado de un humo espeso y opresivo que parecía asfixiar cualquier vestigio de vida. En el centro de esta devastación estaba yo, arrodillado sobre el suelo ennegrecido, con mi cuerpo temblando por el esfuerzo y mi mente atrapada en una tormenta de emociones. No podía distinguir si el calor que sentía en mi pecho era rabia, culpa o la energía oscura que Sombra había desatado en mí.

Mis garras, manchadas de sangre celestial, temblaban mientras trataba de contener el impulso de continuar. El ejército de ángeles que había intentado detenerme yacía en pedazos a mi alrededor. Sus alas brillantes, ahora marchitas y ensangrentadas, contrastaban cruelmente con el paisaje de destrucción. Sombra reía en mi mente, regodeándose en mi incapacidad para resistir su control.

—¡Mira lo que hemos logrado, Sergio! —dijo Sombra, su voz resonando con un tono de triunfo. —Esto es solo el comienzo de lo que podemos hacer juntos.

—¡Cállate! —grité, aunque mi voz sonó más como un gruñido. Me llevé las manos a la cabeza, tratando de arrancar esa voz de mi mente. Pero no importaba cuánto lo intentara; Sombra estaba allí, incrustado en cada fibra de mi ser.

Entonces, una nueva presencia se hizo sentir. Era distinta de cualquier otra que hubiera encontrado. No irradiaba miedo ni hostilidad, sino una calma autoritaria que cortaba a través del caos como un cuchillo. Levanté la vista, y allí, entre las sombras y la ceniza, apareció una figura envuelta en una capa oscura. Su capucha ocultaba gran parte de su rostro, pero sus ojos, de un intenso brillo violeta, me observaban con una mezcla de curiosidad y determinación.

—Así que tú eres el famoso Negrus —dijo la figura con una voz suave pero firme. Había algo en su tono que me hizo querer escucharla, a pesar de que mi instinto me decía que desconfiara.

—¿Quién eres? —pregunté, levantándome con dificultad. Mi cuerpo estaba agotado, pero la energía oscura en mi interior seguía ardiendo, lista para estallar en cualquier momento.

La figura se quitó la capucha, revelando un rostro envejecido pero lleno de sabiduría. Su cabello plateado caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos violetas parecían penetrar en lo más profundo de mi ser.

—Mi nombre es Mara —dijo con calma. —Y estoy aquí para ayudarte.

—¿Ayudarme? ¿Por qué alguien querría ayudar a un monstruo como yo? —mi voz se rompió al pronunciar esas palabras. Aún podía ver los rostros de los ángeles que había matado, escuchar sus gritos de dolor mientras los destrozaba sin piedad.

Mara avanzó un paso, sin mostrar miedo. Extendiendo una mano hacia mí, respondió:

—Porque sé lo que eres. Y también slo que puedes llegar a ser si decides enfrentarte a lo que llevas dentro.

Sombra soltó una carcajada en mi mente.

—¿Otra salvadora? Qué adorable. Como si tú, anciana, pudieras hacer algo contra mí.

—¡Cállate, Sombra! —grité de nuevo, pero esta vez no era solo a mí mismo a quien intentaba convencer. Quise ignorar sus burlas, enfocándome en Mara. Había algo en su mirada que me daba un destello de esperanza, aunque pequeño.

—Negrus, escucha —continuó Mara, ignorando por completo las carcajadas de Sombra. —No puedes continuar así. Si sigues dejando que esta fuerza te controle, destruirás todo, incluyéndote a ti mismo. Pero hay una manera de contenerlo.

—¿Contenerlo? —pregunté, con un dejo de desesperación en mi voz. —¿Cómo se supone que haga eso?

Mara extendió ambas manos frente a ella, y un brillo púrpura comenzó a emanar de sus palmas. Del aire mismo pareció materializarse una capucha oscura, tejida con hilos que destellaban como estrellas en la noche.

—Esta capucha fue creada con magia ancestral —explicó. —Su hechizo puede contener la energía de Sombra, permitiéndote recuperar el control. Pero debes aceptar usarla y, lo más importante, debes decidir luchar contra la oscuridad en tu interior.

Miré la capucha con desconfianza. Había algo inquietante en ella, pero también sentía una extraña atracción hacia su poder.

—No confíes en mí —dijo Mara, como si leyera mis pensamientos. —Y está bien. Pero si decides no hacerlo, la destrucción que trajiste a este bosque no será nada comparado con lo que vendrá después.

Antes de que pudiera responder, el cielo comenzó a oscurecerse de nuevo, y un estruendo llenó el aire. Miré hacia arriba y vi algo que me heló la sangre: un nuevo ejército de ángeles, más numeroso que el anterior, descendía del cielo, armados y listos para acabar conmigo.

—No hay tiempo —dijo Mara con urgencia, extendiendo la capucha hacia mí. —¡Decídete, Negrus!

El rugido de los ángeles llenó el aire, y sentí cómo la energía oscura dentro de mí comenzaba a despertarse nuevamente. Sombra rápidamente intervino:

—¡No la escuches! No necesitas nada de ella. Podemos enfrentarlos juntos, como antes.

Miré la capucha, luego a los ángeles y finalmente a Mara. Las voces en mi cabeza eran ensordecedoras, pero, en el fondo, sabía que tenía que tomar una decisión.

Con un rugido final, tomé la capucha de las manos de Mara y la coloqué sobre mi cabeza. Un destello de energía recorrió mi cuerpo, y por un momento todo quedó en silencio. La oscuridad dentro de mí se retorció, luchando contra los sellos de la capucha, pero lentamente comenzó a calmarse.

Cuando abrí los ojos, los ángeles estaban descendiendo sobre nosotros. Pero esta vez, con la capucha conteniendo mi energía, sentí que podía enfrentar lo que viniera sin perderme a mí mismo. Mara asintió con aprobación.

—Esto es solo el comienzo, Negrus —dijo. —Pero ahora, al menos, tienes una oportunidad.

La batalla que se avecinaba sería feroz, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía luchar por algo más que destrucción.

Y así, con los ángeles cargando hacia mí, di el primer paso hacia lo que sería mi nueva existencia.

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