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desatado

La tierra temblaba bajo sus pies cuando los primeros demonios emergieron de la oscuridad. Eran monstruos de tamaño colosal, con piel escamosa, garras largas y ojos brillantes que reflejaban una sed insaciable de sangre. Avanzaban sin piedad, como una marea imparable que engullía todo a su paso. Los rugidos de los demonios se mezclaban con los gritos de guerra.Negrus se adelantó, su espada brillando con un resplandor oscuro, mientras las sombras de Sombra se levantaban a su alrededor como una marea oscura que se preparaba para devorar todo a su paso. Sin embargo, sabía que no podía dejar que el poder lo controlara por completo. Con un esfuerzo inmenso, luchó contra el torrente de energía que quería arrastrarlo. Sombra gruñó en su mente, ansioso por liberarse, pero Negrus se mantuvo firme.—Controla tus emociones —se dijo a sí mismo, con los dientes apretados, mientras la oscuridad de Sombra se reflejaba en sus ojos—. No dejes que te consuma.A su lado, Darius estaba igualmente preparado. A pesar del cansancio y las heridas, su postura era firme. Su espada destelló con una luz brillante mientras se lanzaba contra la horda de demonios, cortando a través de sus filas con una habilidad impresionante. Cada movimiento de su espada era como una danza mortal, un corte certero tras otro, mientras su cuerpo se movía con una gracia letal. Pero a pesar de su destreza, las sombras del campo de batalla se alargaban. Los demonios seguían llegando, más y más, y cada golpe que Darius asestaba parecía apenas frenar su avance.Negrus sintió una punzada de desesperación al ver la magnitud de lo que enfrentaban. Por un momento, su mente se desvió hacia sus recuerdos, hacia su vida como Sergio, hacia el amor que había perdido y el dolor que lo había llevado a esta oscuridad. Pero entonces, la imagen de su hermano Spike, sus palabras llenas de odio y frustración, lo hicieron volver al presente. Spike, al final, había sido una víctima de todo lo que había pasado. Pero ahora, no podía dejar que el dolor de su pasado lo paralizara. Necesitaba luchar, necesitaba controlar su poder.—¡Darius! —gritó Negrus, su voz grave y resonante, mientras desataba una onda de sombras que arrasó con un grupo de demonios que se acercaban. El poder oscuro se desató a su alrededor, pero Negrus logró mantenerlo contenido en una burbuja de energía. No podía permitirse descontrolarse. No con todo en juego.Darius lo miró brevemente, asintiendo. Aunque sus cuerpos estaban al borde del colapso, ambos sabían que la clave era mantener el ritmo, mantener la presión. La muerte estaba a la vuelta de la esquina, pero no la enfrentarían sin luchar.—¡Avancemos! —ordenó Darius, alzando su espada una vez más. En ese momento, ambos combatieron como una unidad, como si sus vidas dependieran de cada movimiento, cada golpe que daban.La lucha se intensificaba con cada segundo. Los demonios caían bajo las espadas de Negrus y Darius, pero nunca era suficiente. Más y más se seguían uniendo a la batalla, cada uno más feroz que el anterior. La oscuridad parecía expandirse con cada momento que pasaba, y el cielo sobre ellos se volvía aún más negro.Pero lo que Negrus no esperaba, lo que ninguno de los dos esperaba, era la aparición de un demonio gigante que surgió de la oscuridad, un ser tan imponente que su mera presencia hizo que el suelo temblara. Su cuerpo estaba cubierto de escamas negras, y sus ojos brillaban con una intensidad infernal. Llevaba una espada enorme que parecía hecha de pura oscuridad, y su aura era opresiva, casi insoportable.—Es él... —murmuró Darius, sin poder evitar un estremecimiento al ver al líder demoníaco—. El comandante del ejército. Si caemos, todo está perdido.Negrus apretó los dientes, sintiendo la presión del poder del comandante demoníaco. Era una figura colosal, y su poder era palpable, como una niebla que lo rodeaba. Sin embargo, algo dentro de Negrus despertó, algo que había estado dormido desde su transformación en demonio: la rabia.—No voy a dejar que todo termine así —dijo Negrus, con los ojos llenos de furia. Ya no importaba el control, ya no importaba nada. Lo que importaba era acabar con el comandante y sus fuerzas. Era una cuestión de supervivencia, y él estaba dispuesto a arriesgarlo todo.Con un grito desgarrador, Negrus levantó su espada, canalizando toda la energía oscura que tenía dentro de sí. Las sombras lo envolvieron por completo, y en ese instante, Sombra y él se fusionaron en una ola de destrucción. Su cuerpo brilló con una luz roja y negra, y una explosión de energía oscura se desató en todas direcciones, derribando a los demonios a su alrededor.Darius, sin dudar, se lanzó hacia el comandante demoníaco, su espada brillando con una intensidad cegadora. El choque entre ambos fue brutal. La espada de Darius se estrelló contra la enorme espada del comandante, generando una explosión de chispas que iluminó la oscuridad por un instante.Negrus avanzó tras Darius, su cuerpo rodeado por la furia de Sombra. Cada paso que daba hacía que el aire se llenara de oscuridad. Con un solo gesto, invocó un torrente de sombras que rodearon al comandante demoníaco, debilitándolo.—¡Muere! —gritó Negrus, su voz resonando con una mezcla de odio y desesperación.El comandante demoníaco levantó su espada con una fuerza descomunal, pero Negrus estaba más rápido. Con un rápido movimiento, atravesó su guardia y le asestó un golpe directo al corazón, empujando la espada hacia adentro con una fuerza inhumana. El comandante demoníaco dejó escapar un rugido, pero su cuerpo se desplomó al instante, desintegrándose en sombras.La batalla no había terminado, pero una parte vital del ejército demoníaco había caído. La energía de Negrus seguía consumiéndolo, pero sabía que no podían detenerse allí.

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